Descargar

Demasiada gente, demasiada pobreza, demasiada miseria: El pobre, muriendo de hambre, mientras existe en un mar de riquezas que el rico, muy sólo, navega…

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

    1. El pobre no cuenta… La pobreza sí…
    2. ¿Por qué?
    3. ¡Regüeldo!… Perdón, ¡aplauso!
    4. La obesidad y la sobrepoblación
    5. El hambre y nuestros antepasados del paleolítico
    6. El desbalance en la escala causado por la sobrepoblación
    7. En resumen

    "Nature red in tooth and claw" ("La Naturaleza roja en diente y garra") (Alfred, Lord Tennyson)

    Cuando publicara mi ensayo El Hambre y sus Paradojas en monografías.com, y cuando dirigiera mis pensamientos a la falacia prepóstera que se conoce en algunos de nuestros países como el desayuno escolar, nunca hubiese imaginado que las condiciones que hacen de este planeta un lugar inhospitable para remediar el hambre que distingue a la pobreza de los pobres, serían empeoradas por la indiferencia de tantos de nuestros gobiernos y aún de los mismos sectores; que diciéndose pertenecer a la "raza humana", acaparan de manera egoísta y consumen en exceso lo que a todos pertenece, agotando los recursos colectivos y las reservas naturales, e incrementando, como resultado, las miserias del desposeído.

    Desayuno escolar: indigestible para los más y en términos nutricionales, patentemente poco balanceado para todos…

    El pobre no cuenta… La pobreza sí…

    He aquí la razón por lo antedicho: "es bueno amar la pobreza porque nos suministra los pobres, ya que a los pobres los utilizamos para pretender socorrerlos a ellos para sentirnos mejor…" — palabras, las últimas, fueron con las que Christopher Hitchens caracterizara a la Madre Teresa, a la Princesa Diana y a muchos de los tantos "santos benefactores" del mundo que se valen de los pobres para avanzar sus fines. Lo dijo, igualmente, porque para él a los pobres nadie los aprecia, pocos los respetan y todos los evitan — quizás sea por miedo a que su triste condición pueda resultar siendo contagiosa. (Véanse artículos al respecto en Vanity Fair).

    Mientras el pobre padece de miserias y privaciones inimaginables, resulta paradójico, el hecho de que nuestros políticos y algunas de las mujeres que ocupan o ocuparan recientemente la cartera de la Secretaría de Estado de Educación, en la República Dominicana, fueran obesas por apariencias y definición. La paradoja aquí aludida, surge del hecho de que en esta posición ministerial recae la "alimentación" del discípulo humilde en la forma absurda del desayuno escolar. (Véanse mi artículo: Economista: Alquimista en monografías.com).

    Que la corpulencia de estas damas no haya sido algo intencional está sobreentendido– ya que a nadie, especialmente a las mujeres, les place ser tan y tan gordas — y, aunque, lo que, así siendo, las excusa; aún no detrae del aspecto antitético de esa desafortunada circunstancia.

    Nos parece muy mal que algunas de entre ellas sean tan ostensiblemente gordas.

    ¿Por qué?

    Porque la apariencia corpulenta no realza los estándares de apariencia personal de quienes representan muchas profesiones u ocupan posiciones públicas. Ya que la apariencia voluminosa, cuando la vemos en clérigos obesos que se alimentan opíparamente, en políticos de presencias rotundas, en muchos médicos y en otras personas cuyas tareas profesionales se caracterizan por la probidad y discreción escueta esperadas — como reflejos de su condición en el ámbito social — resulta en algo repelente.

    Pero la pobreza es, al menos para algunos, en este complejo mundo, boleto hacia la mesa epicúrea…

    Para no aventurarnos muy lejos, aquí reproducimos el menú con que se nutrieron, para festejar de manera extravagante la pobreza de los hambrientos del mundo, los líderes del G8 en Japón, cuando se reunieron en julio del 2008 a discutir métodos para combatir la pobreza mundial.

    ¡Regüeldo!… Perdón, ¡aplauso!

    La comida es, como la hidra, un animal de muchas cabezas

    Pero no es tan sólo la apariencia y el uso sustancial de la comida como recreación, cuando sus resultados son obvios, lo que entra en conflicto con nuestros valores éticos y morales. Es tal vez el hecho, de que en nuestro descalabro hedonista hemos creado industrias dedicadas a la venta y mercadeo de nuestras necesidades básicas como si éstas fuesen vehículos para satisfacer impulsos sensoriales.

    Partes: 1, 2
    Página siguiente