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La Hora Santa, el Grupo de Oración y Te Deum Laudamus? Peculiaridades Paratáxicas

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

    1. El grupo de oración y la Hora Santa
    2. Las contemplaciones
    3. La Neurociencia de la religión
    4. Mirando dentro del cerebro
    5. El Vacío Explicativo

    Este trabajo representa una adaptación de un tema pedagógico, antropológico, psicológico, neurocientífico y humano, ya que nos ocuparemos, en parte, de la religión y de los hábitos culturales.

    Para mejor captar la esencia y el propósito de nuestro ensayo, algunas definiciones son requeridas.

    Empezaremos especificando lo qué son las distorsiones paratáxicas. Noción ésta que fuera introducida por el eminente psiquiatra norteamericano Harry Stack Sullivan (1892-1949) para describir las percepciones distorsionadas que hacemos de otras personas o del modo como las mismas impactan en situaciones específicas obedeciendo a nuestras fantasías inconscientes. La manifestación técnica más común de esta distorsión ocurre en la transferencia dentro de la psicoterapia.

    Para muchos teóricos del pasado, la percepción así despertada, además de ser distorsionada es ilógica, infantil e inconsecuente.

    El grupo de oración y la hora santa

    Ahora veamos en qué consisten el grupo de oración y la hora santa, los que en conjunto con las novenas, las promesas, y otras actividades religiosas individuales y de grupo, substituyen en países de catolicismo arraigado por actividades sociales de naturaleza secular o profana. Pero que por su parte, suministran a quienes las practican con devoción, un escape del angst intolerable de la vida cotidiana.

    Acerca de esto último reflexionaremos más adelante.

    Concluimos ahora, con el Te Deum; el cual para los dominicanos que vivieron los años aciagos de la Era de Trujillo, era la ceremonia especial con que los dignatarios eclesiásticos celebraban la llegada del Jefe a los varios pueblos y ciudades del país. En uno de estos despliegues de adulación incontenible tuve la sorpresa desagradable de escuchar a un arzobispo, quien, enardecido por su oratoria desbocada, para rendir pleitesía al sátrapa, decir a los feligreses: "¡Mirad y rendid tributo al Nuevo Mesías!" — seguido por un aplauso ensordecedor dentro de la misma catedral.

    Ahora, hablemos de la religión, como hemos hecho en otras ocasiones

    Esta última es definida por el diccionario de la RAE de la manera siguiente:

    "f. Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto."

    Otras definiciones existen, pero ésta parece adecuada para nuestros propósitos. Aunque para otros, la religión es sólo un mito de la imaginación humana.

    Judíos orando en la sinagoga por Gottlieb

    Para muchos pensadores y teóricos, la religión, cuando se estudia, se delimita a ser una práctica exclusivamente humana, que debe su existencia, a la circunstancia de que somos los únicos seres vivientes que hemos desarrollado, como capacidad especial, el uso de la imaginación, de dónde la religión proviene y en donde ésta reside.

    Puede entenderse, de esta manera, que la religión, para muchos antropólogos, fue resultado de la evolución adaptiva de nuestro género para promover relaciones interpersonales y para establecer y mantener cohesión social. Pero, para otros como Maurice Bloch de la Escuela de Economía de Londres, no es así como opera, como en seguida veremos.

    Para quienes piensan de la manera en que Bloch profesa, para poder ser religiosos, en primer lugar, nuestra especie tuvo que desarrollar la arquitectura cerebral requerida para lograr imaginar cosas que no existen físicamente, y la posibilidad de que de algún modo misterioso, los seres que mueren continúan viviendo después de la muerte. Facultad que, sin temor a equivocarnos, no existe en ninguna otra especie.

    Entonces, una vez que hubiéramos adquirido la adaptación antedicha, lograríamos acceso a una forma de interacción social e intelectual, que está indisponible a toda otra criatura que habita nuestro planeta. De esta guisa, únicamente humana, podríamos utilizar lo que Bloch llama la "trascendencia social" para solidarizarnos, afiliarnos y unirnos a grupos, como son las tribus, las naciones y los clanes, y, aún con conjuntos imaginarios, como son los muertos.

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