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La responsabilidad del terapeuta consigo mismo. Básicamente humano

Enviado por Ricardo Peter


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Monografía destacada

    El limite es la captación de nosotros mismos,

    es nuestro sentido de la realidad,

    la decisión de volvernos más humanos.

    Toda terapia, cualquiera que sea su enfoque, para que sea eficaz y facilite la recuperación personal, desarrolla un cuádruple proceso que podemos describir en términos de autoexploración, autoconciencia, autocomprensión y automodificación de actitudes y conductas del cliente, en orden a favorecer la disminución de su sufrimiento emocional y acrecentar su capacidad de flexibilidad y elasticidad ante los acontecimientos de la vida que tienen un impacto negativo.

    ¿De qué depende el resultado positivo de la terapia? A este propósito, hoy en día está bien claro que el elemento fuerte de la terapia no radica fundamentalmente en el tipo de técnicas, estrategias o modalidades de tratamiento que se manejan, sino, como ya señaló Rogers en los años 50, en la calidad del funcionamiento del terapeuta como persona, que constituye la dimensión fundamental del entero proceso terapéutico. Este punto de vista se reveló correcto.

    Aunque Rogers disipó debidamente esta cuestión , la mejor respuesta parece aportarla Carkhuff, discípulo de Rogers, quien en 1969 , al elaborar un modelo de relación de ayuda más completo, subrayó dos cosas fundamentales: primero, que el funcionamiento del terapeuta como persona se define en términos de 9 variables que son la empatía, el respeto, la autenticidad, la especificidad, la confrontación, el impacto de personalidad, la autorevelación, la relación al momento y la autorrealización y, segundo, que sólo un alto nivel de funcionamiento como persona en tales variables (según una escala de cinco niveles de funcionamiento), podía estimular el crecimiento o el mejoramiento del cliente.

    Al destacar no sólo la importancia del funcionamiento del terapeuta como persona, cosa que ya había hecho Rogers, sino, sobre todo, la influencia del nivel que el terapeuta alcanza en su funcionamiento como persona en las nueve variables mencionadas, Carkhuff amplió el modelo anterior y ofreció, finalmente, una base sólida para la formación de los terapeutas.

    En realidad, teniendo en mente la interacción compleja entre dos dimensiones (la persona del terapeuta y la persona del cliente) Carkhuff transfirió la atención de la persona del terapeuta a su nivel de funcionamiento y de esta manera identificó el aspecto que constituye la eficacia de la psicoterapia, donde una de las dimensiones, la del terapeuta, se maneja a un nivel de ayuda (nivel tres en adelante) en las 9 variables mencionadas.

    Es así como la conducta y la actitud del terapeuta ofrecen al cliente una propuesta, una indicación más productiva, un modelo de cómo modificar sus actitudes y conducta y vivir de manera más eficaz y funcional. Pero también quedó confirmada la consideración contraria: si el terapeuta no funciona a un nivel superior al del cliente, éste puede empeorar y la terapia volverse potencialmente dañina.

    Sin embargo, al hablar del funcionamiento como persona, Carkhuff y los demás maestros de la escucha terapéutica, omiten encarar algo esencial como es la actitud que el terapeuta asume ante su propia condición limitada, o si queremos, ante un amplio espectro de limitaciones que caracterizan la experiencia humana del terapeuta. ¿Es que los terapeutas están exentos de contradicciones y dilemas? ¿A qué se debe esta omisión o silencio?

    Carkhuff no menciona, en efecto, qué lugar ocupan la falla, el error, y en general, los desarreglos o irregularidades inevitables del terapeuta en la empresa de funcionar como persona a un alto nivel. Pero entonces ¿un alto nivel de funcionamiento como persona (nivel cuatro o cinco, según la escala de Carkhuff) significa desempeñarse de manera intensamente correcta, sin posibilidad de manifestar desarreglos de ninguna clase? ¿Esta negación no será debida a la concepción que se tenga del término persona y, consecuentemente, de qué significa funcionar como persona a un nivel que sea satisfactorio para los fines de la terapia? ¿No estamos en realidad ante un modelo, y los mismo dígase de otros enfoques psicoterapéuticos, que genera expectativas perfeccionistas de alcanzar un nivel de funcionamiento como persona "libre-de-defectos"?

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