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La crucifixión de Jesús y muerte de Jesús (página 2)


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Con esa aclaración por delante, podemos ver a Jesús rodeado de toda la cohorte, los cuales: "le vistieron de púrpura." Mateo nos dice que la humillación fue aun mas grande: "Y desnudóronle, le echaron encima un manto de grana." Herodes y sus gentes le vistieron con la vestidura de los reyes y de los magistrados judíos; los soldados romanos lo vistieron de escarlata, como un símbolo de los Emperadores. El saludo que le hacían era una mofa, los golpearon con desprecio, la vez que le empujaban y se hincaban de rodillas, y le saludaban diciendo: "¡Salve, rey de los judíos!" Mateo y Marcos nos dicen que estos soldados le escupieron.

Recordemos que durante la Cena, Jesús estuvo muy angustiado, y su estado de ánimo había decaído considerablemente. La traición de Judas, el juicio que sufrió esa noche, las burlas a la que fue sometido, la serie de insultos; todo esto va a preparar al Maestro de Nazaret para un acontecimiento que pronto va acontecer. Los pintores representan a Jesús, en estos momentos, teniendo en su cabeza una corana de espinas, espinas que hacen sangrar su frente.

Las señales de la muerte de Jesús

Mateo: 27: 51-66. Marcos: 15: 38-41. Lucas: 23: 45-49.

La muerte de Jesús estuvo rodeada de una serie de Fenómenos o Señales sobrenaturales, que se iniciaron desde el mismo momento que los rayos del sol marcaron el medio día sobre la cruz. Sobre el oscurecimiento del sol, sobre el cual no se abundo en esa ocasión. Ese fue un fenómeno que no tiene explicación, no existían las condiciones naturales para que se efectuara un eclipse de sol, ya que la luna se encontraba en novilunio, siendo esa una causa que permite descarta la existencia de un eclipse total o parcial del astro rey.

Mateo, Marcos y Lucas, dicen que después que Jesús expiró: "Entonces el velo del Templo se rasgó en dos, de alto a bajo." Esto sucedió a la nona de los judíos, a nuestra tres de la tarde. Esa era la hora que por lo que nos dice Josefo, los sacerdotes, que eran los encargados del culto, iniciaban la oración, y la hora del sacrificio vespertino, y por ser viernes, a esa hora se iniciaba la Preparación, para el día de Sábado. Josefo lo confirma, en el libro XV11.6.2, de Antigüedades Judías.

Este Velo del Templo, que es el del Tabernáculo, y que impedía que se mirara a la parte interior del Lugar Santísimo, fue el que se rasgó, el que se rompió en dos mitades, dejando al descubierto todo lo que estaba en el ese lugar. Lo que se rompió en esta ocasión fue la cortina del velo, según lo que se lee en Éxodo: 26: 1-31, y que se denomina con el nombre de Parocheth, que significa rasgar. Como ese velo era una sombra de lo que había de venir, al Jesús expirar, ya no había mas necesidad de tener oculto ninguna parte del Templo, y por eso fue rota. La ruptura era una demostración de que ya no se necesitaba de ella.

Para poder comprender el significado el significado de este acto que ponía fin a la economía judía de los sacrificios, es necesario comprender la Teología del Santuario; pero con saber que Jesús puso fin al Templo y todo lo que en el se contenía, dando origen a una nueva ministración, que es la de la vida, es necesario. La sombra dio paso a la realidad.

Desde el momento de la muerte de Cristo en lo adelante, no es necesaria la sangre de los toros, corderos y machos cabrios. No hay necesidad de intercesores humanos; es la sangre del Segundo Adán, es la que está reivindicando a los hombres, y presecándolos delante del Padre Celestial. Es por su muerte en la cruz, que los hombres podemos ver el rostro de Dios, sin necesidad de que un velo nos cubra la presencia de Dios, teniendo de esa manera su amor y misericordia.

Elena White dice: "Todos era terror y confusión. El sacerdote estaba para matar la victima, pero el cuchillo cayó de su mano enervada y el cordero escapó." No debía morir el sustituto animal, el Hijo de Dios estaba siendo ofrecido.

Mateo dice: "Y las piedras se hendieron; y abrieróse los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormidos, se levantaron…" este terremoto pudo haber sido de una categoría igual al oscurecimiento del solo, y pudo haber sido un acontecimiento local, no necesariamente se tiene que referir a todo el territorio de Israel. Estos muertos no se levantaron de sus sepulturas, a las tres de las tardes, sino que fueron resucitados junto con Jesús, cuando este fue llamado de entre los muertos. Estos justos estaban siendo preservados para ese día. A ellos se refiere el Apóstol cuando dice: "Subiendo a lo alto, llevó cautivo a la cautividad…"

Fue en este momento que el centurión que precedía la ejecución fue estremecido de temor y exclamó: "Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios." Estas palabras del centurión, es puesta en sus labios, como si fuera dicha por un judío, o por un converso a la fe de Jesús. No es que estas palabras fueran dichas con el conocimiento de causa, no es que estuviera convencido de que Jesús era el verdadero Mesías, sino que le compara con un nuevo Hércules, Perseo, Teseo o Aquiles. El ve a Jesús como a un semidios que muere en la tierra. En la los gentiles empezó a nacer el ver en Jesús la naturaleza sobrenatural que se escondía en su persona, ya que la carne habitaba la plenitud de la naturaleza Celestial. Luego veremos que los judíos que presenciaron el "…espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían hiriendo el pecho." Todos estos acontecimientos fueron vistos por sus allegados, los cuales desde lejos contemplaban todo lo que estaban aconteciendo.

 

 

Autor:

Humberto R. Méndez B.

[1] Winter, en el capitulo siete, cuando trata sobre la crucifixión, hace esta cita de la obra de Albert Réville, titulada Jesús de Nazaret: «Era la cima del arte de la tortura: atroces sufrimientos físicos, prolongación del tormento, infamia, la multitud reunida presenciando la larga agonía del crucificado. No podía haber nada más horrible que la visión de aquel cuerpo vivo, respirando, viendo, oyendo, capaz aún de sentir, y reducido, empero, a la condición de un cadáver, por la forzada inmovilidad y el absoluto desamparo. Ni siquiera podemos decir que el crucificado se debatiese en su agonía, pues le resultaba imposible moverse. Privado de su ropa, incapaz incluso de espantarse las moscas que se amontonaban en su carne llagada, lacerada ya por la flagelación previa, expuesto a los insultos y ultrajes del populacho que siempre puede hallar cierto placer repugnante en la visión de la tortura ajena, sentimiento que aumenta y no disminuye ante la contemplación del dolor… la cruz representaba la humanidad afligida reducida al último grado de impotencia, sufrimiento y degradación. La pena de crucifixión incluía todo lo que podía desear el torturador más ardoroso: tortura, la picota, degradación y muerte cierta, destilada lentamente, gota a gota».

[2] Agustín de Hipona, en La Ciudad de Dios nos dice lo siguiente: “Los contrarios de nuestra religión tienen entre sus varones insignes un noble ejemplo de cómo debe sufrirse voluntariamente el cautiverio por causa de la religión. Marco Atilio Régulo, general del ejército romano, fue prisionero de los cartagineses, quienes teniendo por más interesante que los romanos les restituyesen los prisioneros, que ellos tenían que conservar los suyos, para tratar de este asunto enviaron a Roma a Régulo en compañía de sus embajadores, tomándole ante todas cosas juramento de qué si no se concluía favorablemente lo que pretendía la República, se volvería a Cartago. Vino a Roma Régulo, y en el Senado persuadió lo contrario, pareciéndole no convenía a los intereses de la República romana el trocar los prisioneros. Concluido este negocio, ninguno de los suyos le forzó a que volviese a poder de sus enemigos; pero no por eso dejó Régulo de cumplir su juramento. Llegado que fue a Cartago, y dada puntual razón de la resolución del Senado, resentidos los cartagineses, con exquisitos y horribles tormentos le quitaron la vida, porque metiéndole  en un estrecho madero, donde por fuerza estuviese en pie, habiendo clavado en él por todas partes agudísimos puntas, de modo que no pudiese inclinarse a ningún lado sin que gravemente se lastimase, le mataron entre los demás tormentos con no dejarle morir naturalmente”.

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