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El adiós y el regreso en César Vallejo

Partes: 1, 2

    1. Mañana me embarco rumbo a París
    2. Cómo se gestó y realizó este adiós sin retorno
    3. Con la mano en el aire
    4. El heroísmo de la permanencia de Vallejo en Europa
    5. El regreso de César Vallejo
    6. Vallejo es reserva moral
    7. Fuente

    "Sin el sacrificio previo de uno mismo no hay salud posible".

    César Vallejo   

    1. Mañana me embarco rumbo a París

    El 17 de junio de 1923, César Vallejo dijo definitivamente adiós al Perú al viajar rumbo a París, para no regresar corporalmente nunca más.

    Fue domingo el día en que zarpó del Callao, después de escribirle a su hermano Manuel Natividad lo siguiente:

    Te pongo estas líneas para anunciarte que mañana me embarco rumbo a París. Voy por pocos meses, seguramente hasta enero o febrero y nada más. Voy por asuntos literarios y ojalá me vaya bien.

    Iba donde la vida era crítica y hasta cruel. No era el incentivo de su viaje pasar buena vida, gozar de lo cómodo, complaciente y hedonista. Menos era su intención hacerse rico. Iba a un continente en donde era difícil incluso sobrevivir. Había tomado el rumbo hacia una Europa conflictiva  y le atraía porque en ella todo era convulso y donde ya se escuchaba el fragor de los cañones y los clarines de combate.

     Para referirnos a un aspecto: en el campo del arte allí cada año aparecía una nueva corriente literaria, que experimentaba fórmulas, temáticas novedosas, relaciones con otras artes, manifiestos y proclamas decisivas, ocurriendo lo mismo en otros ámbitos como la política, la economía y el acontecer social. Era una Europa de entreguerras agitada, vibrante y sin tregua, adonde él se arrojaba absolutamente inerme e indefenso.

     En realidad, Vallejo siempre dirigió sus pasos hacia donde las papas quemaban, hacia donde la historia estaba en criba, tropel y fragua plena. Así fue a la estremecida Rusia en tres oportunidades y tuvo la intención de trabajar allí en una etapa crucial, cuando todo en ella eran privaciones y definía a cada instante su destino.

     Y estuvo allí con su propio peculio, sin permitir que sus viajes fueran pagados sino sacrificando él su dinero personal para interesarse en un acontecimiento de valor social, ni siquiera aceptó que tuvieran la forma de becas subvencionadas, no quiso que en su interés por Rusia estuviera involucrado dinero del Estado Soviético, y esto a fin de mantener su independencia de criterio.

     Es que César Vallejo era un ser exacto, puro, escrupuloso en todo, no en la dimensión de la apariencia sino del espíritu. A España fue porque era otro lugar en el mundo convulso y heroico. Llegó en una oportunidad a Madrid cuando esta ciudad era bombardeada. En cambio, no viajó ni se le ocurrió ir a Estados Unidos. Si en algún lugar cabe imaginar que estaría en estos momentos es en Irak. Y es que Vallejo era en todo un ser comprometido con la vida y la condición del hombre. Y buscaba estar en donde dicha condición estaba en riego supremo. Ese mismo sentido tiene su viaje a Europa el 17 de junio del año 1923.

     

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