Tele-trabajo: ¿salida o no salida?
Enviado por Ps. Roberto Balaguer Prestes
- La salida-no salida al medio laboral para el adolescente
- Cambios en los paradigmas
- El Tele-trabajo como una nueva variable
- El tele-trabajo y sus posibles externalidades
- Algunas reflexiones finales
- Bibliografía
La salida-no salida al medio laboral para el adolescente
Nos hemos referido en un trabajo anterior (Balaguer & Carbajal, 2001) al caso de un adolescente en tratamiento con uno de nosotros para quién, dentro de su incertidumbre con respecto al futuro, la idea de trabajar como diseñador de ropas desde su casa representaba cierta esperanza, una salida frente a su problemática. El tele-trabajo le brindaba esa posibilidad a un muchacho que por sus características personales encontraba dificultades para insertarse en la trama social y/o laboral.
Esta situación nos llevaba a preguntarnos también qué pasaba con ese tipo de salida que era al mismo tiempo una no-salida, una posible permanencia en el hogar paterno.
La salida al medio laboral era, hasta hace poco, comprendida dentro de los parámetros del "deber salir" efectivamente de determinados lugares para insertarse en contextos nuevos.
El primer empleo se ubicaba dentro de la línea temporal y significante que comenzaba con el ingreso al Jardín de Infantes y continuaba con distintos momentos marcados por cambios y quiebres que guardaban relación con una salida y un ingreso de y hacia lugares físicos distintos como la entrada a secundaria o a la Universidad
El primer trabajo solía, en la mayoría de los casos representar una especie de rito de iniciación y de inclusión en un ambiente exogámico por excelencia; siendo algo más complejo en aquellas situaciones laborales atravesadas por continuidades familiares.
El tele-trabajo habilita a los sujetos a permanecer en sus casas, mientras llevan a cabo las tareas que le son encomendadas. No hay necesidad de salir en esta nueva modalidad, que puede ser canalizada en la adolescencia particularmente, tanto endo como exogámicamente, y generar en la adultez cambios significativos que abordaremos luego.
Cambios en los paradigmas
Las sociedades occidentales han ido extendiendo cada vez más los tiempos de educación (Giddens, 2000), generando lo que Erikson (1968) denominara "moratoria social", es decir un tiempo en el cual los adolescentes se preparan para su ingreso al mundo adulto del trabajo. Las sociedades tradicionales, o pre-modernas resolvían esta cuestión generalmente en forma más simple, con una transmisión más sencilla y directa de las habilidades necesarias para el ingreso al mundo adulto. En una sociedad "destradicionalizada" (Giddens, 1999) como la occidental actual, el ingreso al trabajo permanecía como uno de los últimos bastiones rituales, demarcativo de un momento de pasaje a la adultez.
Sin embargo parte de las transformaciones actuales de la trama de la institución trabajo, pasan por un cambio tendiente hacia una menor de las personas que ingresan al mundo laboral y específicamente a determinados puestos de conducción, que ha llevado a que debido a cierta "sobreadultez" algunos individuos queden fuera del sistema laboral. Esto que denominamos "sobreadultez" es vivido por quienes la padecen como una suerte de "vejez laboral".
Winnicott (1960) refiriéndose a la adolescencia en particular y al ámbito familiar, había señalado la importancia de que el adolescente encontrara un adulto en su camino para poder pelear y derrotarlo y así ingresar al mundo adulto. Las concepciones del psicoanalista británico encuentran en la era post-industrial determinados cambios ciertamente cuestionadores. Nos referimos a ¿qué pasa cuando en el mundo laboral se intercambian los papeles y es el adulto quien se encuentra con un adolescente al que debe derrotar para mantener su trabajo y su lugar de adulto inserto en el mundo? Son innumerables las situaciones en las cuales los adultos son desplazados por gente joven de los puestos laborales por diferentes motivos, algunos de ellos técnicos, otras veces estrictamente económicos. Por lo ya dicho podríamos cuestionarnos si la moratoria social de Erikson (1968) no ha dejado de ser un período de transición para transformarse en un momento que puede re-vivirse; re-editarse en cualquier tramo del itinerario laboral de cada individuo
El propio concepto de "educación permanente", alude de alguna manera a este estado de cosas en donde hay un contínuo en la formación que deja entrever un salto cualitativo con respecto al pasado. Nunca hay demasiada preparación y siempre es posible volver a un estado anterior (1). Las etapas dejan de ser lineales para ser estadios donde se puede potencialmente regresar.
Lo efímero, como valor cardinal de nuestra cultura, se inmiscuye en el trabajo e interpela a la adultez que deja de ser una etapa a alcanzar para transformarla, en términos laborales, en un estado a intentar conservar. Los cambios en la organización del trabajo han alterado la tradicional estabilidad laboral de los trabajadores mayores enfrentándolos a presiones y sobrecargas que pueden generar experiencias de despersonalización. Las crecientes presiones generadas por el temor a ser desplazados por los más jóvenes, los despidos de los pares, la amenaza de la degradación o "la sombra del desempleo", juegan un destacado papel en la etiología de patologías asociadas con el trabajo que los trabajadores maduros padecen (2) (Carbajal, 2001)
Página siguiente |