La agonía interminable: Gordos y flacos contemplan las Navidades (página 2)
Enviado por Felix Larocca
"Yo he perdido algunas libras, pero, a pesar de que como las comidas que venden en su food boutique espero que algún día podré ser delgada otra vez, y dejar de comer cosas que saben mal y que no son lo que me apetecen.
"Espero, y espero. La dietista y la doctora me dicen, que tengo que ser paciente. Que, como, todo no vino en un día, que no puedo esperar que todo se vaya de la noche a la mañana.
"Ahora, tengo que confrontar las fiestas que vienen muy pronto, pero, como mi compañero se hizo la cirugía bariátrica, y perdió mucho peso en muy poco tiempo, yo me sentiré peor si vuelvo más gorda a los Estados Unidos, en enero.
"Por eso es que volví aquí, para estar en el Plan, y para fijar algunas citas de terapia. Sin soporte y sola no voy a poder vivir estas navidades sin engordar.
"Miedo, miedo, miedo, es lo que siento.
Son cinco las disorexias conocidas. Nos falta escuchar las víctimas de una más.
Prosigamos
Delantales residuales de piel.
La cirugía bariátrica
"Yo estaba feliz", dice Felipe, "porque perdí mis cien libras, aunque algunas volvieron cuando comencé a derretir helado y ponerle galletitas molidas para sentirme mejor, cuando me atacaba la ansiedad.
"Lo peor para mí, es que cuando me tomo un par de tragos, no puedo parar de comer, entonces me enfermo y vomito. Lo que entiendo es muy peligroso.
"La otra noche sufrí un desmayo, porque comí una pizza muy rápido.
"Lo que realmente me molesta es que yo soy un gordo viviendo en el cuerpo de una persona que, reduciéndole el tamaño del estómago, hicieron más delgada.
"Ahora estoy ahorrando dinero para ver si me hago las cirugías que me aprieten los delantales de piel que me cuelgan por todas partes".
La agonía sin éxtasis, y, además, sin ser Miguel Ángel Buonarroti.
Nuestro problema principal es el fallo en reconocer que los problemas del comer son problemas reales de naturaleza muy compleja.
Si no por otra razón, alguien podría pensar que porque son tan difíciles de abordar y resolver, que sería por lo que aún no son bien entendidos.
La bulimia deja huellas indelebles en varios sistemas regulatorios del cuerpo. No sólo en el hipotálamo, el cual actuando en concierto con otros sistemas cerebrales, controla el apetito, el metabolismo y el destino de la grasa.
La mujer bulímica, cuya enfermedad coexistió con el sobrepeso, tiene dos preocupaciones enormes en su mente:
No engordar y no recaer en el círculo vicioso caótico que representa el hartazgo seguido por la purga, de cualquier tipo que ella seleccione.
El obeso, agoniza, porque sus sistemas regulatorios cerebrales, en anticipación a dos cosas: la posibilidad del placer que significa una excusa del entorno para comer sin frenos, que estimula e incita el hambre anticipatoria, meses por adelantado. Y, la frustración, asimismo anticipada, del ganar de peso, resultando en un esfuerzo futuro, más decido para perderlo y el dolor asociado con este proceso.
Vómito postprandial
Lo que no resulta ser un panorama estático, ya que todos esos pensamientos, crean estrés, en ambos, la bulímica y el obeso lo que, a su vez, engendra hambre y las mortificaciones que con ella se asocian.
La anoréxica, siempre en estado de alerta, en lo que al comer se refiere, intensifica, de manera adelantada su vigilia, restringiendo su consumo de alimento, más de lo acostumbrado, recurriendo a sus rituales con mayor tenacidad, aumentando el consumo energético vía las actividades físicas desenfrenadas y distorsionando la realidad, de manera aún más patológica de lo que ya acostumbraba hacer.
Tampoco para ella es una época privada del estrés, ya que anticipa las batallas que, sin duda, se librarán acerca de lo que pesa, de lo que come, y de su apariencia cadavérica.
La que vive de, y en, la dieta restrictiva, y que hace de su delgada apariencia, la base de su autoestima, anticipa el dolor prometido por las fiestas navideñas de retroceder en sus empeños y agonías para lucir mejor. Para lucir más delgada.
Sentarse a la mesa para resistir intimaciones a que goce de los manjares, de composición súper calóricos, contenientes de azúcares, grasas y otras sustancias que resultarán en un aumento de algunas libras, pero que dejarán como residuo un superávit de memorias hipotalámicas, que opondrán terminantemente el retorno al sacrificio de la dieta.
Para ella la ansiedad y el estrés, hacen su presencia obligatoria, y con razón la mortifican.
Para quien rebajó por medio del escalpelo, la vida no es más fácil para los quienes hemos descrito en los párrafos anteriores.
Enviado por paciente.
Para ellos es cierto, que con un estómago reducido, están protegidos contra los excesos, hasta cierto punto, por su propia anatomía.
Pero esa misma "protección" no se extiende a los mensajes que todavía, el cerebro y el estómago — dotados de un sistema hormonal extremadamente recíproco — se envían entre ellos.
Más que nada, mensajes oriundos de las cortezas prefrontales, les llegan a la consciencia, avisándoles de los riesgos y peligros inminentes que existen si abandonan su estado de vigilancia alerta, para no caer en la emboscada fisiológica y del entorno, que los incita a comer en exceso.
Para ellos el hipotálamo dispone también de una dosis asociada de ansiedad y de estrés.
Prosiguiendo
Los mecanismos fisiológicos de este estado de affaires son claros, y, a continuación se resumen:
La pulsión de comer es básica para la supervivencia de nuestro género.
Como tal es regulada vía la acción de neurotransmisores que se comunican entre sí — desde el cerebro al tracto gastrointestinal — con la participación de órganos asociados, como son el hígado, el estómago, el páncreas y los intestinos.
Entre todos los participantes que determinan el acto mismo de comer, se decide cuándo se inicia una comida, cuál será la duración y el propósito de la misma, cuando concluirá y, cuándo otra comida comenzará.
La estabilidad de la glucosa sanguínea, importante para nuestra supervivencia, es regulada por la interacción de mecanismos homeostáticos que indican el destino final de la energía alimentaria adquirida durante el acto de comer.
La acumulación de grasa, es una adaptación que ha perdido su eficacia. Y, cuando este acumulo se hace fuera de proporción y duración, los problemas comienzan.
Si, para algunas especies la corpulencia es vital, para nosotros, no lo es. A menos que alguien desee comentar en la solidez física que aparentan los esquimales, la que puede explicarse muy fácilmente.
La gordura en nuestra especie ha hecho estragos de nuestra salud, tanto emocional, como física.
Nuestra especie no medra con la actividad de comer y el uso de la comida como deporte y placer.
En resumen
Que la agonía de las fiestas, para mí representa la acción de un profiláctico adaptivo erigido por nuestra mente para que no caigamos en el abismo de los excesos que conllevan a la gordura.
Bibliografía
Una amplia provisión de mis artículos se encuentra disponible para quienes deseen consultarlos, registrándose en los portales de psikis.cl y de monografías.com o por solicitud directa dirigida al autor de los mismos.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |