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Lo llamaban “el Guapo” (Bully): La patografía de un carácter familiar…

Enviado por Felix Larocca


    Lo llamaban "El Guapo" (El Matón de mi Colegio): La Patografía de un Carácter de mi Juventud… – Monografias.com

    Lo llamaban "El Guapo" (El Matón de mi Colegio): La Patografía de un Carácter de mi Juventud…

    Cuando se analizan la intrepidez y el arrojo en los seres humanos, el sexo masculino se invoca para representar (injusta y arbitrariamente) aquellos hombres dotados con un sentido de coraje que, no sólo los hace confrontar, si no que invitan el peligro y cortejan el miedo.

    El miedo. Ese afecto negativo y esencial para nuestras supervivencias que todos anhelamos evitar, buscamos escapar y preferimos no percibir. El miedo… lo que en círculos machistas se interpreta como cobardía.

    Ser cobarde es un estigma aborrecido por todos los hombres a quienes trato. Pero, el anverso, ser "un Guapo" significa una expresión de reconocimiento que garantiza ser, a quien así se perciba, persona dotada de atributos nobles y extraordinarios que le permiten enfrentar lo que todos evitamos, sin alarma o inquietud… el temor…

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    ¿Pero, realmente existen los Guapos en este mundo? Dejemos que esta pregunta tan oportuna como pertinente, sea respondida por medio de las aplicaciones del entendimiento humano a las que solemos recurrir cuando los espejismos de la propaganda nos pretenden confundir.

    Como a menudo hacemos en estos ejercicios mentales, retornemos, por un instante, a nuestros orígenes paleolíticos. El miedo, elemento esencial para la supervivencia, (cuando vivíamos en la jungla hacen unos 40 mil años) era reservado para lo desconocido, para lo inexplicable y para lo indescifrable. El miedo, nos servía a la sazón (como aún nos continúa servir) como un mecanismo que garantizaba que nuestras existencias (permanecerían más o menos intactas) en éste, nuestro valle de lágrimas.

    El hombre o las mujeres, (seres más realistas) sin tener miedo, simplemente no existen. El Guapo de mi niñez fue una fábula que todos los niños que la compartiéramos creáramos (y en la que creyéramos) para justificar nuestras cobardías percibidas y aborrecidas a la vez. El Guapo de entonces, se llamaba José Raúl y nunca fue Guapo, si no que fue un abusador y un matoncito que a todos procuraba intimidar, especialmente a los más pequeños y sin hermanos más grandes (él, tenía tres — yo, una sola hermana).

    Pero aquí haremos uso de un ejemplo, para mejor ilustrar este ejercicio tan oportuno acerca de la guapeza. Imaginemos que estamos en la proximidad de una vivienda hipotética a la que vamos a visitar, cuando de repente, el perro de nuestros anfitriones nos confronta. Ladra estrepitosa e incesantemente. Está agitado en la defensa instintiva de su territorio. No quiere dejarnos pasar. Pero nosotros, sin mostrar perturbación alguna, lo ignoramos y tocamos a la puerta sin preocupación alguna — era un chihuahua.

    La situación es la misma (en términos de visitar amigos y de haber un perro entre la puerta y nosotros). No hay ladridos. Este otro perro también está visible, pero yace en la entrada clavándonos sus ojos fríos sin signos de agitación. A medida que avanzamos, su cuerpo quedo y silencioso, demuestra que se ha percatado de nuestra presencia (para él) ingrata. Avanzamos más hacia la puerta y entonces de modo tenue se escucha un gruñido, los caninos del perro se despliegan, las orejas se enhiestan y un mensaje claro y discreto proveniente de un Doberman se percibe, lo que nos obliga a recapacitar y al uso sensato del celular para que nuestros amigos nos reciban y se hagan cargo de su bestia amenazante.

    Bueno, en la Naturaleza (nombre que, siempre, por deferencia y respeto deletreo con "n" mayúscula) existen ejemplos abundantes de lo que llamamos el "altruismo animal." Animales que, ignorando el miedo y desafiando el peligro, arriesgan sus vidas, resistiendo los instintos de la auto-preservación, para defender la tribu y para garantizar la supervivencia de los demás.

    De estos comportamientos altruistas podríamos colegir que es obvio y aparente que esos mismos animales en sus determinaciones y abnegaciones extraordinarias son "lerdos" porque, en lugar de arriesgarlo todo, no hacen uso de la propaganda y de los equipos de relaciones públicas que nuestros politicastros utilizan para proyectarse a sí mismos como lo que nunca jamás pueden ser: Como guapos…

    El hombre sin temores es un hombre justo. El hombre sin temores es un hombre veraz. El hombre sin temores es un hombre abnegado. El hombre sin temores es un hombre con principios. El hombre sin temores no manipula. El hombre sin temores es un hombre civilizado. El hombre sin temores es un hombre fiel. El hombre sin temores lucha por el bienestar colectivo y por la decencia. El hombre sin temores simplemente no teme. El hombre sin temores no es un "Guapo." Porque el hombre sin temores reconoce que el ser "Guapo" es una ficción de la propaganda… esa enfermedad de la civilización que, a quienes no usan el cerebro, engatusa…

    El "Guapo" en sus miedos enfermizos se rodea de un ejército de guardaespaldas para aliviar sus ansiedades y para sentirse importante. El "Guapo" no anda solo porque no se atreve. El "Guapo" no desconoce el miedo. No, el "Guapo" le teme a su sombra. El "Guapo" vive una vida de ansiedades ocultas las que pretende disfrazar con sus alardeos machistas. El "Guapo" es un cobarde, José Raúl lo demostró.

    Para terminar. Una vez yo presencié un drama muy expresivo de lo que puede ser interpretado como el "valor" de los animales. Sancho, era un perro masivo y violento. Sancho defendía su territorio con un arrebato vicioso. Tan adepto Sancho era a proteger sus "imperativos territoriales" que tuvo, en una ocasión, la osadía irracional de atacar a su propio amo — nuestro hijo varón.

    Cuando Rosa, una gata que nos adoptara, se integró con nosotros, Sancho hizo la "decisión" (saludable) de no interferir con ella. Llegaron a un "acuerdo" y delimitando sus territorios sin problemas y sin pugnas (¡ay!, que los israelitas y los palestinos hicieran lo mismo) Sancho y Rosa vivían en paz y armonía.

    Pero, fue una vez, cuando Rosa nos sorprendió pariendo una camada de seis gatos, cuando todos compartimos y disfrutamos la presencia de una verdadera madre abnegada y dedicada. Usamos esa experiencia para aprender más acerca de nuestros coetáneos cuadrúpedos. No había razón alguna para sospechar lo que sigue.

    Fue una frígida mañana de otoño cuando Sancho "aprendió" una lección inesperada. Los gatitos de Rosa habían salido a explorar el mundo de nuestra propiedad. Escasamente de cuatro semanas de edad, y con Rosa, habiendo partido a visitar sus predios de caza, los gatitos, muy pronto, encontraron a Sancho (o viceversa). Sancho ("el Guapo") envalentonado por la ausencia de Rosa, decidió tomar la oportunidad para establecer su hegemonía local. Sin preámbulos, Sancho enfrentó a un gato, cuyo tamaño no excedía el de un aguacate grande. Sancho ladró, sus pelos se erizaron en su espalda, su presencia amenazante y formidable presagiaba desastre para el insignificante e inmaduro felino. Pero (así son los "Guapos" de donde sean) el gatito se posicionó de lado, también aumentó su silueta con la erección de su pelambre y emitió un silbido ominoso que resultó en una retirada estratégica para el "Guapo de West Point Lane."

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    Los "Guapos" no existen. Lo que existe es el temor que se les tiene y los fuegos fatuos que les acompañan con los que pretenden ocultar sus cobardías.

    Adiós al "Guapo" de mi niñez y a todos los "Guapos" que en el mundo existen…

    Referencias

    Dugatkin, L. A: The Altruism Equation: Seven Scientists Search for the Origins of Goodness (2006) Princenton University Press

    Cronin, H. and Maynard Smith, J: The Ant and the Peacock: Altruism and Sexual Selection from Darwin until Today (1993) Cambridge University Press

    Ridley, M: The Red Queen: Sex and the Evolution of Human Nature (2003) Harper Perennial

     

     

    Autor:

    Dr. Félix E. F. Larocca