Problemas Antropológicos en Psicología: Nietzsche, Marx y Freud
Enviado por Jonathan Rosenthal
"Lo mismo despiertos que dormidos, nunca debemos persuadirnos más que por la evidencia de nuestra razón. Observad que digo evidencia de nuestra razón y no de nuestra imaginación ni de nuestros sentidos. Aunque vemos el sol muy claramente, no por eso afirmamos que sea del tamaño del que lo vemos; podemos imaginar distintivamente una cabeza de león en un cuerpo de cabra, y no por esto hemos de pensar que hay quimeras en el mundo" (Descartes, El Discurso del Método, Cuarta Parte)
Nietzsche
"Aquí, en todo caso, algo tiene que estar enfermo"[1]
Sócrates, fundador de la dialéctica e inventor de la razón, concibe a ésta última como único medio válido para acceder a la verdad. En contraste, para Nietzsche, la razón es un tirano ungido para aplacar los instintos naturales de los seres humanos. Instintos que han sido investidos de una peligrosidad racional y enfermiza, para posteriormente ser reprimidos por una sociedad y una razón que se ciñen sobre el hombre como una camisa de fuerza.
De esta manera, a través de la razón, y tan solo en apariencia, queda escindido el mundo en dos:
El primero, un ámbito ilusorio en el cual el cuerpo y los sentidos quedan desvalorizados, e incluso satanizados. El cuerpo, cuna de pecados y mociones prohibidas, resto impuro e inmoral del ser, queda estigmatizado como el apéndice pecaminoso del alma. La sensibilidad, por su parte, queda reducida al orden de lo inexacto, del engaño y la fantasía. No es posible fiarse ni depender de ella, ya que a través de ésta, solamente nos es dado acceder al mundo de las apariencias y de los espejismos.
Por otro lado, revestido de un carácter inmutable y a-histórico, se corona la razón como lo Único, la momia conceptual más pútrida de todas. La razón se autopostula a sí misma, no solo como lo verdadero, sino como lo Único verdadero. Queda infectada la humanidad de ésta (sin)razón, de éste mundo de las ideas fijas e inamovibles que pueden ser deducidas, no a través de nuestros sentidos y la apreciación de nuestro entorno, sino solo a través de un acto de raciocinio puro e individual.
Para Nietzsche, tanto la lógica del conocimiento como la de la moral, se encuentran invertidas. Exalta al tipo de moral aristocrática, casi inconsciente, que obedece a los instintos primordiales del ser humano. ésta es la moral de los nobles, del guerrero altivo y soberbio, que se deja llevar por sus pasiones. Pero la plebe, los pisoteados e impotentes dominados, en su incapacidad de acción, la subvierten, e introducen un nuevo y viciado tipo de moral: La moral de los resentidos. Según Nietzsche, ésta termina imponiéndose sobre la otra, y trastocando el orden natural del mundo.
En éste punto, sin embargo, debo diferir con Nietzsche. No creo que puedan ser los débiles, "el rebaño", los que hayan determinado, y sobre todo impuesto, las categorías de "lo bueno" y "lo malvado"… ¿Cómo podría una muchedumbre de desahuciados y subyugados imponer su voluntad sobre aquellos que detentan el poder? En todo caso, no se puede negar que los violentados llegaran a albergar un cierto resentimiento contra sus opresores. Un rencor mudo, alimentado en la privacidad de sus reflexiones, producto de todos los ultrajes y abusos sufridos… Pero nada más que eso. Si se ha impuesto la moral de los "esclavos" por sobre la otra moral de los "nobles y aristócratas", no es por que la primera de éstas haya sido instituida desde lo más bajo de la escala social por un pueblo incapaz e impotente, sino justamente por que ésta nueva moral de los resentidos debió de haber sido favorecida desde la cúpula superior del poder. ésta tuvo que haber sido respaldada por intereses de poder. No fue un acto de amor y sacrificio el que hizo del cristianismo lo que es hoy actualmente. Fue a través de la fuerza y el poder del imperio romano que la Cristiandad se diseminó por el mundo entero y llegó a erigirse, como la única verdad oficial y autorizada, dentro del mundo occidental.
"Todas las finalidades, todas las utilidades, son sólo indicios de que una voluntad de poder se ha enseñoreado de algo menos poderoso y ha impreso en ello, partiendo de sí misma, el sentido de una función"[2]
Nunca son los débiles los que se enseñorean sobre los poderosos, no por que no quieran, sino por que carecen de los medios para hacerlo. Habría que ver a quién beneficiaría que la impotencia haya pasado a conformar el valor de la bondad universal, y la temerosa bajeza, el valor de la humildad, y la sumisión a quienes se odia, el de la obediencia. Tampoco resulta muy difícil de concebir cuáles son los intereses que se satisfacen con éste tipo particular de moral… Por cierto, no son los intereses de los más desprotegidos, ni de los dominados, ni de los excluidos o los pisoteados. "Roma contra Judea, Judea contra Roma". No importa el desenlace: el único vencedor es siempre la insaciable voluntad de poder del hombre.
Marx
Página siguiente |