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Paseo entre los olmos de la poesía española (página 2)

Enviado por Paz DÍEZ TABOADA


Partes: 1, 2

te convierta en melena de campana,

lanza de carro o yugo de carreta;

antes que rojo, en el hogar, mañana,

ardas de alguna mísera caseta,

al borde del camino;

antes que te descuaje un torbellino

y tronche el soplo de las sierras blancas;

antes que el río hasta la mar te empuje

por valles y barrancas,

olmo, quiero apuntar en mi cartera

la gracia de tu rama verdecida.

Mi corazón espera

también, hacia la luz y hacia la vida,

otro milagro de la primavera.

El olmo de Machado se ha despojado de su ropaje de amigo o amante firme y fiel más allá de la muerte. Tampoco es ya la sombra protectora del frescor de las aguas, ni desde su alta copa lanzan las aves al aire sus quejas de amor. No invita a amigos ni a amantes a idilios y escarceos amorosos, ni a dormir arrullados por el son de sus hojitas. Ya no es testigo de un ayer perdido ni de un dulce idilio o de un amor frustrado. Hendido por la furia del cielo -por el rayo de Júpiter-, casi podrido y amenazado de siete posibles formas de muerte -musgo, hormigas, arañas, hacha, fuego, viento, río-, el olmo machadiano rebrota de nuevo al impulso de la primavera, convertido en poderoso símbolo de la gracia de la vida que misteriosamente se afirma ante la presencia de la muerte.

Pero ahora ya hace tiempo que ha muerto este viejo olmo del Duero; también la "olma" tutelar de la plaza de Coca -y la han talado, para que su esqueleto no se desplomara sobre los viandantes- y están tristes los de Boñar porque tampoco se ha salvado su frondoso olmo, ahora mantenido en pie como monumento a la melancolía, y porque, además, ha perdido su sentido aquella linda copla que decía: "Dos cosas tiene Boñar / que no las tiene León: / el maragato en la torre / y en la plaza el negrillón".

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Lo que queda de "El negrillón" (ulmus minor) en la Plaza Mayor de Boñar (León)

Hoy los olmos se mueren. No rebrotan, no renacen, ya no reverdecen. Convertidos en trágicos esqueletos clavados en el cielo, son ahora patéticas sombras de un pasado de frondas y follajes, siniestras esculturas que nos avisan de la desolación que nos sobreviene. La insensata codicia de nuestra sociedad post-industrial y post-moderna convierte, poco a poco, la amenaza del yermo en mortal certeza.

Ya sólo por los ámbitos de la poesía podremos pasear bajo los olmos.

* * *

Y, como homenaje a don Antonio Machado, también yo he querido lanzar mi cuarto a espadas y he compuesto este sencillo llanto -más desesperado que poético- por "el olmo del Duero":

LLANTO POR EL OLMO DEL DUERO

…la gracia de tu rama verdecida…

Antonio Machado

El olmo viejo ha muerto. Esta noticia

la he oído por la radio esta mañana.

En EL PAÍS[32]anuncian, para el martes,

que próceres ilustres de las letras

aprovechan, a coro y de consuno,

tan infausto motivo

para elevar la voz -no sé a qué hora-

a costa de Machado,

ya que tienen la suerte

de ver morir -¡oh lírico suceso!-

tan alta y prepotente especie arbórea.

El olmo viejo ha muerto. Se esperaba.

¿Quién piensa en renacer en estos tiempos?

La esperanza es tan sólo una arriesgada

inversión en valores mobiliarios.

Reverdecer se logra con un lifting

o comprando en Durán[33]una esmeralda.

¿Rebrotar, revivirå¿ ¿A quién le importan

un poema, un amor, un árbol viejo?

Nota bio-bibliográfica

Paz Díez Taboada (Vigo, Galicia) vive en Madrid. Es licenciada en Filología Románica, doctora en Hispánica y profesora de Lengua y Literatura Españolas. Es autora de diversos trabajos propios de su quehacer profesional (reseñas, libros de texto, apéndices didácticos, etc.), de los estudios La elegía romántica española (CSIC, 1977) y La despedida (CSIC, 1998), y ha editado a Gil y Carrasco, Bécquer y Valle-Inclán.

Entre sus artículos: "Jovellanos en León. La "Epístola a Batilo"" (1982), "Tema y leyenda en El lago de Carucedo de Gil y Carrasco" (1988), "Fray Luis de León, semblanza de un poeta airado" (1991), "San Juan de la Cruz y sus dichos de amor" (1991), "Rivas y el romanticismo español" (1991), "Con Jovellanos y Larra en la diligencia de Bécquer" (1992), "Ecos románticos en Flor de santidad de Valle-Inclán" (1992), "Zorrilla, el viejo bardo" (1993), "Flor de santidad, novela del camino" (1995), "El mito del retorno de Cristo en Flor de santidad de Valle-Inclán" (1996), "La rima XL de Bécquer, inversión metapoética de despedida" (1998), "En el tren. Impresiones de Enrique Gil y Bécquer" (1998), "En el tren con Antonio Machado" (2000), "Los trenes de don Wenceslao" (2002), "Los adioses de Antonio Machado" (2002), "Las puertas de Barba Azul" (2002), ""Adiós, Cordera!", despedida del mundo rural" (2003), etc.

En colaboración con su marido, Miguel Díez R., ha publicado Literatura Española. Textos, crítica y relaciones (Alhambra, 1980 y 1984), Antología de la poesía española del siglo XX (Akal, 1991), La memoria de los cuentos (Espasa, 1998; nuevo título: Relatos populares del mundo, 2007), Antología comentada de la poesía lírica española (Cátedra, 2005) y Cincuenta cuentos breves: una antología comentada (Cátedra, 2011).

Y, aunque escribe poesía desde su adolescencia, tardíamente ha publicado los poemarios Voces tomadas (1990); El fuego oscuro (1991), El curso de la sombra (1994), Rumor de vida (1996), Lucerna (1998) y Caída libre (2003).

 

 

Autor:

Paz Díez Taboada

Dra. en Filología Hispánica

Partes: 1, 2
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