El derecho natura por Stephen Buckle (página 2)
Enviado por Ing.Licdo. Yunior Andrés Castillo Silverio
¿Por qué esta concepción, que ha parecido ser moralmente vinculante a tanta gente, es tan equivocada? El problema básico es su concepción totalmente inadecuada de la naturaleza del ser humano. La única función que concede a la racionalidad humana es la ilimitada función de encubrir -y a continuación adecuarse a- las funciones biológicas. Esto resulta irónico, pues desde el principio la teoría del derecho natural subrayó que su fundamento estaba en la naturaleza racional del ser humano (por supuesto hay versiones más elaboradas de esta concepción que apelan a una concepción de la racionalidad más adecuada. Sin embargo, incluso estas versiones parecen estar afectas de una preocupación excesiva por las funciones biológicas, pues es difícil ver de qué otra manera pueden mantenerse las conclusiones que distinguen estas concepciones). Por esta razón también es difícil no sospechar que, a pesar de sus objeciones al argumento, el propio Finnis no esté totalmente inmune a su efecto.
Una observación final: en ocasiones se indica que términos como «naturaleza», «natural», etc., son peligrosamente ambiguos, pues pueden tener un significado descriptivo o normativo, y que el fallo básico del derecho natural está en su aprovechamiento de esta ambigüedad. La ambigüedad es verdadera, y sin duda es verdadero que muchos intentos de teorizar el derecho natural son manifiestamente culpables. No obstante, no está justificada la conclusión, aún cuando tampoco puede demostrarse su falsedad. La objeción depende de aceptar acríticamente que la posición moral debe depender de razones típicamente morales (en vez de, lo que es más importante, relacionadas con la prudencia). Sin embargo, las formulaciones más generales del derecho natural se basan precisamente en la concepción opuesta. Suponen que la tarea de una teoría de la conducta humana recta es conocer cómo vivir consumadamente (en el más amplio sentido).
El argumento justificatorio esencial para vivir de acuerdo con la (propia) naturaleza, reiterado en innumerables defensas del derecho natural, es que es autodestructivo dejar de hacerlo.
Esta es una exigencia de gran alcance, y puede parecer imposible justificarla. No hay duda de que el apoyo histórico individual más poderoso de esta idea ha sido la doctrina cristiana de las recompensas y castigos en la próxima vida, una doctrina capaz de hacer incluso de los tipos de vida más autonegadores el alma misma de la prudencia. Sin embargo, esta concepción no se mantiene en pie o decae por completo con aquella doctrina. Por ejemplo, la creencia de que uno tiene una naturaleza determinada hace imperativo el mandato de vivir de acuerdo con ella, al menos si puede especificarse con algún detalle esa naturaleza. Así, el problema no es meramente el de si uno tiene una naturaleza de este tipo, sino el de si puede conocerse con suficiente detalle. El fallo de la teoría del derecho natural es por ello su típico fallo en ir más allá de la insistencia en que la naturaleza humana es una naturaleza racional. Si el argumento justificatorio esencial simplemente define la irracionalidad como autodestrucción, sin especificar más ésta, se obtiene la justificación a costa del contenido. En este caso pierden una base sólida muchas de las tesis estándar de los iusnaturalistas clásicos. Por poner sólo un ejemplo: no puede afirmarse que exista una vinculación estrecha entre las exigencias de la naturaleza y la observancia general de las normas de conducta establecidas.
El derecho natural es una concepción moral muy general creada, ante todo, para refutar al escepticismo moral. Su premisa básica es que las creencias morales humanas tienen un fundamento racional, en la forma de principios generales de conducta recta que reflejan una naturaleza humana determinada y racional. Su punto débil ha sido la dificultad de mostrar cómo pueden traducirse estas exigencias tan generales en máximas prácticas fiables y específicas. En el contexto de las teorías éticas actuales, el derecho natural difiere de sus rivales en que se resiste a la tendencia de aceptar que la realización del ser humano admita una inmensa variedad de formas, que pueden alcanzarse por formas de vida igualmente diversas. Esto no debe causarle engorro, pero su tarea actual es proporcionar una explicación plausible de los bienes humanos básicos y sus implicaciones y con ello proporcionar una alternativa al fácil pluralismo de gran parte del pensamiento moral contemporáneo.
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Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.
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