Interrupción
El sonido del timbre cortó súbitamente su reflexión, vio en el espejo su propio gesto de disgusto. ¿Quién podría ser?, se supone que nadie conocía su soledad de fin de semana, había arreglado todo para que sus amigos y compañeros de trabajo lo supusieran de vacaciones. ¿Sus familiares?, a esos hacía tiempo que no necesitaba decirles nada.
Se repitió el llamado en la puerta, durante el trayecto por el pasillo pensó en los mejores insultos que conocía, los seleccionaría y llegado el caso los usaría sin contemplaciones.
Rutinariamente vio por la mirilla, el rostro de un hombre de mediana edad ocupaba todo el campo de visión, la camisa gastada y la corbata de diseño indefinido lo identificaron casi completamente, el gesto reflejaba una ansiedad contenida.
Mecánicamente hizo la pregunta sólo para confirmar su percepción inicial
-¿Quién ?.
-Luis González, de Seguros La Esperanza, ¿ tiene usted ya cubiertas las eventualidades de vida, seguro de auto, incendio, gastos médicos ?, estoy aquí para atenderle en cualquiera de seguros, ¿me permite unos minutos?, estoy seguro de que le interesará, no le quitaré mucho tiempo.
La andanada de palabras fue dicha como un torrente que no permitía interrupción, a fuerza de utilizarlo, el discursito de ventas podía ser expresado casi sin respirar.
Repasó su repertorio de insultos, no le gustó la idea de usar alguno, pobre tipo se veía tan sufrido. La segunda andanada del discurso aprendido en el curso de ventas irrumpió…
-Mire si me da unos minutos le podré ofrecer una alternativa que permitirá contar con la tranquilidad financiera para superar las contingencias que se den en cuanto a sus bienes, salud y también la vida misma. ¿Me permite pasar, no le quitaré mucho tiempo ?. La petición esbozaba ya una urgencia .
Involuntariamente rió para sus adentros, ahora precisamente aparecía alguien que le daba una garantía para contigencias, la paradoja resultaba graciosa. Qué ajeno estaba aquel tipo de su circunstancia, de su voluntario aislamiento, del ritual que empezaba cuando fue interrumpido.
Por breves instantes privó el silencio en ambos lados de la puerta cerrada, luego sin saber porqué su mano se tendió a la cerradura y la abrió. El arrepentimiento fue inmediato, pero ya era tarde, mientras la puerta giraba y se abría se reprochaba, ¿ porque su inconsciente se tomaba la atribución de la acción ? Esto siempre le pasaba, le había causado muchos problemas en toda su vida y ahora cuando consideraba ya el final, nuevamente lo repetía, ahora si se autoinsultó en silencio, antes de encarar al visitante.
Lentamente empezó a manejar una excusa que el sujeto pretendió no escuchar mientras entraba y sin dar tiempo de nada abría su gastado portafolio de plástico.
Folletos con portadas mostrando familias rubias sonrientes surgieron entre un apretado bulto de papeles y nuevamente empezó a fluir aquella corriente de argumentos que parecía salir de una tubería rota.
-¡Un momento!- fue la frase que cortó finalmente aquel discurso que parecía inagotable, -sabe qué yo no necesito nada de eso que me dice y la verdad no sé porque lo dejé pasar, no estoy interesado y por favor haga el favor de retirarse.
Incluso en su amargura sintió que fue un poco rudo, pero que caray ¿ porque este señor lo interrumpía?, aunque reconocía haber tenido una debilidad que lo permitió.
La mirada tensa y francamente angustiada del hombre acentuó su sentimiento de culpabilidad.
-Discúlpeme señor, tal vez llegué inoportunamente, pero es que en fin de semana generalmente la gente tiene algo de tiempo y se interesa en la seguridad de sus bienes , familia y ….
-¡ No estoy interesado ! Ya se lo dije, retírese por favor.
Una carga acumulada de frustraciones finalmente desmoronó la actitud enseñada en el curso de ventas.
-Por favor señor, deme unos minutos mire no ha sido un día bueno, de hecho nadie en esta calle me ha dejado mostrar nada, algunos han sido muy agresivos, una señora azuzó a su perro contra mí , otro señor me empujó y amenazó con golpearme.
-Usted parece una gente tranquila,- dijo mintiendo descaradamente, -estoy seguro de que si me escucha, alguno de mis productos podrá interesarle o cuando menos
– vaciló un poco antes de decirlo, pero no podía aguantar mas – podré haber tenido un prospecto de cliente.
Un silencio espeso se hizo entre ambos, al sentarse sin decir una palabra tácitamente aceptó dar un respiro a aquel hombre, ¿que le impedía otorgar unos minutos cuando después ya no podría dar ni un segundo a nadie?.
Un monólogo interminable surgió de aquel hombre, sin embargo la voz carecía ya de la aparente convicción del inicio, mecánicamente surgían los planes de seguros, las ventajas, las condiciones… De pronto interrumpió, el silencio enmarcó su desánimo, muy a su pesar se dio cuenta de lo estéril de su esfuerzo, se dio por vencido.
La desesperación se abrió paso, ahora las frases brotaban del curso de la vida no del curso de ventas.
-No lo engaño, la verdad estoy abatido, no puedo salir adelante, llevo en esto dos meses y no he logrado una sola venta importante, algunas migajas que me han pasado mis compañeros, más por lástima que por otra cosa.
-Estoy en una situación muy mala desde que perdí mi empleo, he ensayado de todo, de seguir así no sé que voy a hacer…
Identificó la circunstancia, así que no era el único, evidentemente habría muchos en ese momento, bueno, pero ahora tenía uno delante de él.
Se había integrado un elemento común entre ellos, su conciencia ahora descargó un poco la culpabilidad que lo había atormentado desde que tomase la decisión, resabio de la educación religiosa inculcada en su niñez.
Se dirigió hacia el pequeño mueble que hacía las veces de bar, mientras la mirada de aquel vendedor lo seguía, no sin trabajos encontró una botella llena a medias de tequila, sirvió dos vasos y rompió el silencio.
-Mire amigo- ahora ya había camaradería -la vida esta cabrona, usted tiene sus broncas y yo, pues tengo las mías, no nos conocemos y no vamos a empezar ahora, ¿para qué?, yo ya tomé una decisión y se me hace que usted también ya la ha pensado, antes de que se vaya acompáñeme en este brindis, cuando menos no se irá en blanco y pues yo tampoco.
Bebieron, luego continuó – no le voy a comprar nada porque lo que usted vende es como el nombre de su compañía La Esperanza y eso es lo que yo no tengo, aunque no ando tan jodido como usted, después de todo no hay por quien tenga que vivir y a nadie le importará, así que salud. …- y volvió a beber.
-Si, la verdad estoy muy jodido como usted dice- replicó el vendedor, (hasta ese momento el potencial suicida se dio cuenta que había sido lapidario en su calificativo) -sin embargo no puedo darme el lujo de pensar en lo que según parece usted está pensando, no señor, siempre hay alguien a quien le importa nuestra existencia, la familia, los amigos y aquel a quien usted elude inútilmente, Dios.
-Usted dice no tener a nadie, ¿ya revisó su directorio?, ¿que ha hecho para decir que nadie lo extrañará?, ¿seguro que no hay nadie que usted haya repudiado y cuyo alejamiento ahora le sirva de excusa?. A alguna persona que no nos imaginamos nos tiene algún aprecio, afecto y cariño.
¿Y éste de donde suponía aquella situación? Suponía, porque si no ¿de que otra manera sabía de los problemas con su esposa o tal vez de cómo fue intolerante con sus hijos?.
-Usted ¿que sabe? mis problemas son fuertes.
-Los míos peores, usted lo dijo, soy el más jodido, pero sabe aun me queda la esperanza, no se ría, no mi compañía, sino el hecho de que mañana amanece y tal vez me encuentre una nueva oportunidad.
-Como usted lo dijo, el dia de hoy que parecía negro, ya valió , obtuve un trago y también el ánimo de empezar mañana, de luchar y de no darme por vencido, tengo por quien y saldré adelante.
-Gracias por todo esto, lo dejo con su determinación, ojalá y lo piense bien, vaya y busque sus fotografías, busque los teléfonos, haga llamadas, toque puertas véndase a sí mismo la vida, si lo hace mañana amaneceremos los dos en este planeta y cuando menos yo… lamentaría que no me acompañe en la vida.
El vendedor cerró su portafolio y caminó animosamente a la puerta, antes de cerrar dijo – hasta mañana.
Al quedar solo, reflexionó largamente sentado en el sofá, hacia la medianoche caminó hacia el baño y tomó el arma que yacía sobre el lavabo, la empuñó y luego se dirigió a la recámara en donde la guardó en el cajón donde la conservaba, giró la llave y se tendió a dormir, había comprado una póliza de esperanza.
Autor:
Carlos Uribe