Para revertir esta situación es necesario aplicar una metodología alternativa: el aula taller.
La metodología del aula taller comporta un replanteo total en la dinámica de aprendizaje. Si el aula es un taller, el alumno cambia de rol (respecto del aula tradicional), y se transforma en sujeto activo de su propio aprendizaje. Del mismo modo, el docente, de único depositario de la verdad, pasa a ser un sujeto más (aventajado sí se quiere) en el proceso de aprendizaje. Su tarea será, sobre todo, la de acompañar, coordinar y desencadenar (cuando esto no suceda espontáneamente) procesos cognitivos, utilizando para ello el diálogo y el debate.
En el aula taller, el docente, más que dar respuestas deberá plantear preguntas, a fin de que la respuesta surja de los propios alumnos. Esto no implica pasar del autoritarismo a la permisividad absoluta, sino que docentes y alumnos avancen juntos, por la única senda que hasta hoy ha dado resultado: la que toma en cuenta tanto el criterio de realidad (la visión crítica) de los adultos, como el criterio de ilusión (las utopías) de los jóvenes. Sólo por este camino el resultado será creativo, reelaborador (y no aceptador) de la realidad circundante.
Esto significa que el aprendizaje ya no puede limitarse a una serie de nociones teóricas, impartidas en aulas alineadas desde lo alto de la tarima (para ver que nadie se copia), o desde la cima del "saber", que crea en los alumnos un inocultable sentimiento de inferioridad. El verdadero saber, el saber que queda, el saber de los alumnos, que es el que importa, surgirá de ese laboratorio, de esa tierra revuelta y fértil, que es la discusión y la práctica colectiva.
Sólo en el debate entre iguales, resolviendo juntos los problemas que les afectan, los jóvenes van adquiriendo clara convicción sobre la imprescindibilidad de las normas sociales, sin las cuales no hay forma de conjugar el progreso de cada uno y el progreso de la sociedad toda. Esto significa comprender la alteridad, es decir, la relación entre "el otro", "lo otro", "los otros" y "yo" para establecer la comunicación en un "nosotros".
La metodología taller (que no es nueva ni en nuestro país, ni en el mundo), es además un buen punto de partida para darle al conocimiento una forma que no contradiga su contenido. El cómo enseñar, no puede jamás estar divorciado de qué enseñar.
A pesar de que las disciplinas y los conocimientos que se imparten, estén diferenciados entre sí por una educación manual y otra intelectual, lo que se espera es un cambio en las consignas, las motivaciones personales y los hallazgos permanentes para lograr un dinamismo integrador sin disociaciones esquemáticas o neutras. En este caso, la función del docente estará sujeta a no improvisar una clase, sino en planificar un encuentro dinámico para interesar a los alumnos de estos saberes, sin que sean meras recetas para un aprendizaje, una formulación algorítmica, rutinaria.
Para ello, será necesario que las ciencias y las artes se complementen y apliquen asiduamente, fundamentados en una unidad autónoma que se interrelacionan y complementan dentro de un sistema modular, donde cada módulo es interdependiente en un núcleo generador llamado "móvil".
Este enfoque estimulará la autorrealización y la autovaloración del ser con la pauta de adquirir un espíritu crítico, por lo cual se puede considerar al arte como prioritario en esta innovación educativa, a la que se le atribuirá la resultante de funciones específicas: Las creaciones se revelan de una manera ágil y práctica; se logra fomentar en los alumnos los estímulos activos de la persona; se animan a participar concienzudamente del re–descubrimiento del mundo interior.
El hecho de conquistar por sí mismo un cierto saber, a través de investigaciones libres y de un esfuerzo espontáneo, permitirá al alumno la adquisición de un método que le servirá toda la vida, que luego ampliará sin cesar su curiosidad hacia otros fines. Con esto se evidencia que el conocimiento es valioso en la medida en que los procedimientos que se apliquen posibilitan su re–descubrimiento y lo hagan posible.
Mediante la práctica de estos talleres, muchos docentes se han reencontrado con el placer de enseñar, con el placer de volver a escuchar a los chicos hablar "desde adentro", desde ese extraño espacio, intelectual y afectivo, racional y moral, donde se elabora el ser, donde se gestan los valores y las nociones "imborrables", que van a constituir las conductas del hombre del mañana.
Esta nueva concepción se podrá traducir en una serie de ventajas no sólo para el alumno, sino también para el docente que lo aplica. Entre las más importantes se pueden mencionar:
PARA EL ALUMNO:
- Evolución de sus conocimientos.
- Comunicación de su pensamiento.
- El logro de una formación integral como persona.
- Reencontrarse consigo mismo.
PARA EL DOCENTE:
- Aprender de los propios alumnos y de sus motivaciones.
- Comunicar una nueva relación afectiva.
- Participar activamente con el alumno de la realidad.
- Redescubrir el placer de enseñar.
En síntesis: Se puede afirmar que el aula taller es el lugar donde un grupo de humanos –algunos llamados alumnos y otros docentes, y donde docente y alumno se mezclan, pierden su identidad de tales y la vuelven a encontrar y a perder y a encontrar, porque todos aprenden y todos enseñan–, toman contacto directo, ven con sus propios ojos lo que está presente y siguen con su imaginación lo muy real que no está.
En este lugar es donde el alumno logra dominar algunas herramientas como el leer y el escribir, el expresar, el preguntar y el responder, el escuchar, el comprobar, el compartir y en donde se aprende a mandar con su creatividad esos instrumentos que le posibilitan "aprender a ser" y "aprender a dejar al otro que sea" para que juntos "aprendan a vivir".
- Arango Pedro Maya, ¿Cómo debe ser la Escuela del siglo XXI?, En: (Consudec, nº 878, 04/02/2000, Págs. 42/45).
- Mignone Emilio F. (1984), Le educación en la escuela media, México, COPEDE.
- Perkins D (1997), La escuela inteligente, Barcelona, GEDISA.
jorge marin
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