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La Planificación familiar en la población cubana


Partes: 1, 2

    1. Desarrollo
    2. Conclusiones
    3. Bibliografía

    Introducción

    Toda vez que el concepto de sexualidad comprende tanto el impulso sexual, dirigido al goce inmediato y a la reproducción, como los diferentes aspectos de la relación psicológica con el propio cuerpo y de las expectativas de rol social, en la vida cotidiana, la sexualidad va mucho más allá de la finalidad reproductiva y de las normas o sanciones que estipulan la sociedad.

    Además de la unión sexual y emocional entre las personas de diferente sexo o heterosexualidad, existen también relaciones entre personas del mismo sexo u homosexualidad, con una larga tradición, pues ya existían en la antigua Grecia y en muchas otras culturas. El banquete, de Platón, es un diálogo sobre las ventajas de la relación homosexual sobre la heterosexual e incluye un mito sobre el origen de Eros. Por su parte, el término "lesbianismo" proviene del nombre de la isla griega de Lesbos, lugar en que vivió Safo, que escribió poemas de amor dirigidos a mujeres.El estudio de la sexualidad, sin embargo, no cuenta con esa larga historia. La Sexología, rama interdisciplinaria de la Psicología, relacionada con la Biología y la Sociología, ha tenido un gran auge al obtener, ya en muchos casos, el respaldo de la propia sociedad, hecho que se iniciara con los movimientos de liberación sexual de finales de la década de los años 60y principios de los 70.

    Los cristianos, por su parte, plantean que existe una postura espiritualmente auténtica y científicamente correcta frente a la sexualidad y la procreación humana, de la que carece enormemente la medicina actual, pero que es esencial recuperar para el autentico respeto hacia la vida humana en nuestra cultura.

    Unos pocos médicos cristianos asumen que, a pesar de estas convicciones, sobre el valor de la sexualidad humana y de la castidad, deben aprender cómo tratar a todos los pacientes con total respeto humano, incluyendo a aquellos que tomen decisiones que ellos pueden considerar inmorales.

    En el caso de los católicos y algunos otros cristianos de iglesias reformadas, que son contrarios a la contracepción hormonal (la píldora y otros métodos), han decidido no prescribir contraceptivos hormonales. En la defensa de sus posiciones alegan también las reacciones adversas de estos medicamentos y, en este sentido, reclaman que las pacientes deberían ser informadas sobre todo este tema como un principio ético básico: las mujeres y sus maridos necesitan tener la mejor información médica disponible para poder tomar decisiones sobre planificación familiar que estén de acuerdo con sus propios valores y su conciencia moral.

    Sin embargo, los cristianos insisten en sus convicciones de que la sexualidad y la fertilidad están unidas tanto físicamente como espiritualmente, de modo que argumentan que cuando la pareja separa esta ligazón, el marido puede comenzar a ver a su esposa como un objeto de placer sexual que debe estar siempre disponible para su propia satisfacción. Curiosamente, en ningún caso plantean que también la mujer puede mirar al marido con esa propia intención.

    En contraposición a las ideas acerca de que la planificación familiar solo puede hacerse por medios naturales, es decir, con períodos de abstinencia en el período fértil del ciclo menstrual de la mujer, al enfrentarse al problema de que muchas parejas y muchos médicos utilizan la fecundación in vitro y otros procedimientos semejantes para lograr un hijo deseado, señalan que tanto la pareja como el médico se ven impelidos de afrontar dilemas morales insospechados, tales como qué hacer con los embriones crío-conservados.

    Sobre este tema existe una orientación específica para los católicos, dada por el Papa Pablo VI en su Encíclica Humana Vital, emitida en 1968. Aunque la referida Encíclica no pertenece al género de magisterio infalible, sino al ordinario, por lo que no solo podría aparecer en la Iglesia otro documento de otro Papa que admitiera una doctrina diferente a la propuesta por Pablo VI, los católicos, manteniendo todo el respeto que se merece la autoridad eclesiástica, tienen el pleno derecho a disentir de ella. Por supuesto que para disentir es necesario tener razones muy sólidas. Después de veinticinco años de publicada la Encíclica Humanae Vitae, gran parte de los católicos del mundo entero acuden al uso de anticonceptivos para una adecuada planificación familiar, e incluso, no pocos de ellos, también acuden al aborto cuando los anteriores han fallado. Más recientemente, el Papa Juan Pablo II, en su Encíclica Evangelium Vitae, también se ha pronunciado sobre el tema.

    A pesar de estas diferencias de enfoque del problema, incluyendo los que consideran que las relaciones sexuales que solo buscan placer, o que una opción sexual diferente constituye desequilibrios de la salud, solo en los casos de malestar o de conflicto de la propia persona con sus tendencias, o en aquellos casos en los que se pone en riesgo la integridad física y moral de terceros, se reclama el tratamiento psicoterapéutico. En cuanto al placer, resulta difícil poder calificarlo como intrínsecamente malo, estructuralmente considerado.

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