Las guerras de intervención por parte de las principales potencias, se intensifican. Esto a pesar de que luego de la caída del Muro de Berlín, se pensó que el mundo ingresaría en una época de Pax Americana, donde los conflictos bélicos serían de baja intensidad y entre actores periféricos.
Por el contrario, Los EE. UU. y sus aliados están escalando las acciones militares en la región de Asia Central, situación que desde el ataque a Afganistán en Octubre de 2001, ha obligado a reformular las estrategias y políticas bélicas de la principal potencia mundial.
En este sentido, la falta de reclutas, las limitaciones de las leyes humanitarias y de la guerra, y las contradicciones internas de la sociedad estadounidense hacia el envío de sus ciudadanos a pelear en diferentes regiones, han obligado al establishment económico – militar de los EE. UU. ha emplear y formar soldados privados, principalmente cuadros formados en operaciones especiales, tareas de inteligencia y actividades policiales en zonas hostiles.
A estas nuevas unidades las denominan contratistas, consultores, especialistas o escoltas, pero la realidad es que son la versión contemporánea de los soldados de fortuna, más comúnmente conocidos como mercenarios.
Soldados sin bandera, soldados de fortuna, combatientes a sueldo, a estos apatridas de la guerra o ‘sagrados mercenarios’ como reza uno de sus lemas, se los encuentra en toda la historia de la humanidad.
Son individuos reclutados para luchar en un conflicto armado pero con el fin personal de lucro, que suele exceder al pago que reciben los soldados regulares. Otra característica es que no son nacionales de ninguna de las naciones en lucha, ni miembros plenos de las fuerzas armadas de las partes en conflicto.
Cabe aclarar que hay países como Francia y Suiza que han prohibido expresamente en sus legislaciones, el reclutamiento de mercenarios.
El uso de estos profesionales de la guerra, provenientes del sector privado, fue incrementado numéricamente en el transcurso de los últimos catorce años. Mientras que en la primer Guerra del Golfo (1991) había un mercenario por cada cincuenta soldados regulares, actualmente hay un mercenario cada diez militares reconocidos por un gobierno como integrante de las propias fuerzas.
Esta situación hace que la comunidad internacional vuelva a la época del Renacimiento, donde estados como el Vaticano (guardia suiza) y ciudades –estado italianas utilizaban mercenarios, ante la escasez de tropas regulares.
El propio Maquiavelo en su obra El Príncipe, dedica un capitulo a este tipo de combatiente. Posteriormente, la Revolución Francesa fue el paradigma que creo a los ejércitos nacionales, con la motivación de la soberanía nacional.
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