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Análisis psicosocial a partir de los enfoques teóricos sobre el comportamiento colectivo y los movimientos sociales

Enviado por Rosa Vera Garcia


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    A principios de siglo, América era el destino favorito de la emigración española y, más tarde a partir de los 50, Europa fue el punto de mira para una sociedad española que se vió obligada a hacer las maletas para buscar un futuro mejor para sus hijos. Y, en su gran mayoría, lo encontró.

    Sin embargo, España, en las dos últimas décadas, ha pasado de ser un país eminentemente emigrante a convertirse en destino para la inmigración, sumándose a la Europa receptora, y al resto del Primer Mundo, que califican al inmigrante como "extranjero", como "inferior" culturalmente, que solo busca al "opulento" Occidente en una huída de la falta de los mínimos para vivir dignamente en su país de origen.

    La discriminación y la marginación de los inmigrantes se ha convertido en un lamentable tema de actualidad.

    El inmigrante es una persona extraña, ajena a los patrones culturales de la sociedad receptora. Se convierte en el "otro", "diferente", que altera la "normalidad social establecida". Esta concepción está basada en una serie de prejuicios etnocéntricos que buscan explicar las diferencias entre el nosotros y el ellos, justificando actitudes discriminatorias tanto a nivel individual como social, y llegando a admitir como lícitos abusos a distintos niveles, como por ejemplo el ofrecimiento de trabajos de baja cualificación, con horarios imposibles y salarios muy inferiores a los habitualmente pagados a "uno" de la casa.

    La sociedad receptora no se plantea ningún tipo de problema ético, ya que el sentimiento es de su superioridad frente a la inferioridad de los que vienen, que todo lo justifica.

    Se está generando, con un índice de frecuencia cada vez más elevado, un sentimiento de alteración de la identidad propia por la llegada de estos inmigrantes, con manifestaciones diarias de recelo por el peligro que se supone que son para la cultura e identidad local.

    Asistimos, pues, al surgimiento de un "…neorracismo, es decir, la elaboración de una actitud discriminatoria a partir de que las barreras culturales son tan infranqueables como las barreras genéticas…(Danielle Provansal, 1996, p.260).

    Así parece que lo confirman recientes acontecimientos en Ceuta y Melilla, con los intentos de entrada personas de países subsaharianos, en el que estamos asistiendo a un racismo difuso en la sociedad española y contrario a esta entrada, aflorando un sentimiento de rechazo que aumenta gradualmente.

    Y como muestra de movimiento social, los hechos a los que lamentablemente asistimos en nuestro pasado más reciente en una zona de la costa española, en el Ejido –Almería- en el año 2000.

    Todo comenzó con el ajusticiamiento de dos patronos que se negaron a pagar el salario a un trabajador palestino despedido, y el apuñalamiento de una lugareña por un trabajador magrebí, como consecuencia de un robo con ésta. Lo sucedido desencadenó la furia de los "poderosos" del lugar, que comenzaron "la caza del moro", produciéndose un serie de actos violentos, incendios en las chabolas de estos trabajadores inmigrantes, etc… Éstos también reaccionaron ante todos estos actos violentos, por parte de los almerienses, abandonando el trabajo, huyendo y reagrupándose, lo que provocó que los empresarios se vieran afectados por las consecuencias de los métodos de represión y coacción que se habían iniciado en la zona.

    Sin embargo, toda esta violencia no fue únicamente como consecuencia de los tres primeros asesinatos, sino que constituyó la explicitación del existente movimiento social xenófobo, desde hace muchos años, por la concepción social sobre los inmigrantes por parte de los almerienses.

    Para justificar lo que ocurrió en el Ejido como movimiento social, usaremos la definición de los autores Della y Deni (2000), a partir de la integración de diferentes perspectivas, que concluyeron que un movimiento social debe integrar cuatro características comunes: las redes informales de interacción, las creencias compartidas y la solidaridad, la focalización en los conflictos y el uso de la protesta.

    Y para que podamos hablar de movimiento social, es necesario que episodios aislados sean percibidos como parte de una acción duradera y que las personas se sientan vinculadas por lazos de solidaridad y por ideas compartidas.

    Estas características se pueden ver claramente en el caso del Ejido.

    Aunque la migración ha tenido una larga tradición aquí y en otras localidades de la zona, no se puede hablar de una verdadera integración social ni institucional, como se puede constatar por las condiciones de estos trabajadores inmigrantes: escasez de

    servicios sociales a su alcance, educación, vivienda y , especialmente, por las condiciones laborales a las que se ven sometidos.

    Podemos hablar de un movimiento social de las gentes del Ejido, latente desde hace muchos años y que salió a la luz como consecuencia del episodio de los asesinatos del año 2000:

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