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Definiendo la familia desde sus atributos esenciales: Una forma nueva de ser en el camino

Enviado por Lucia Santelices


Partes: 1, 2

  1. La ética del deber debe ser modificada hacia una ética del amor
  2. Del apego inseguro al apego seguro
  3. Vínculos familiares y su aporte educativo
  4. Tareas educativas de la familia que requieren revisión por parte de padres y madres

Hoy aparece urgente que los padres y madres de familia asumamos en forma más consciente nuestra misión de ser los primeros educadores de nuestros hijos e hijas para prevenir en sus vidas el desarraigo y el dolor que el mismo ocasiona.

Estudios realizados en Chile muestran que hoy los niños, adolescentes y jóvenes están experimentando el desarraigo que conlleva una percepción de soledad muy dolorosa que ocasiona la necesidad de evasión y a menudo la ausencia de autoridad.

Lo anterior, que hace daño a la autoestima de cada persona y diminuye la calidad de su vida, se agrava con una estimulación descontrolada de los valores de segundo orden que llaman a la satisfacción de las solicitudes de los sentidos, a una vida donde cada uno busca satisfacer sus personales requerimientos sin pensar si con ello se puede o no perjudicar a otros y al bien común.

Hoy los padres de familia que aspiramos tener hijos felices y útiles para la sociedad y la Iglesia necesitamos comprender lo que está en la base de lo señalado, con el fin de buscar soluciones que se puedan concretar en cada familia.

Pareciera que analizando las posibles causas del problema resulta más fácil dar solución al mismo y esa será la meta de esta ponencia:

Analizar las posibles causas del desarraigo y proponer a la luz de las mismas pautas de acción para vivir en las familias de forma que se superen las deficiencias que lo ocasionan.

Cuatro son los aspectos que podrían explicar porqué hoy estamos viviendo el desarraigo con todo el dolor que nos puede causar. Entre ellos se puede mencionar en primer término una concepción educativa de los padres fundada más en una ética de los deberes que en una ética del amor. En segundo lugar un apego mal consolidado, que en alguna medida se podría explicar si se piensa que en la relación entre padres e hijos ha existido una orientación que no está dada por el amor filial. En tercer lugar, una comprensión superficial de lo que es una familia y con ello una carencia educativa importante que repercute en la base de la persona de los hijos y finalmente en cuarto lugar muy poca claridad respecto del papel preciso del padre y de la madre en la consolidación de una sana personalidad de cada hijo e hija.

Todo lo anterior potenciado a menudo por una relación conyugal que languidece en la rutina y que lleva muchas veces a eludir la responsabilidad de hacer crecer el amor en la riqueza de la intimidad compartida.

Hoy frente a la necesidad de ayudar a nuestros hijos e hijas a crecer sanos y felices, capaces de comprometerse con otros y asumir su responsabilidad frente al bien común aparece crucial reflexionar sobre los factores recién mencionados, para desde allí sacar conclusiones acerca de cómo mejorar las prácticas educativas que como padres y madres no podemos soslayar.

La ética del deber debe ser modificada hacia una ética del amor

Desde la etica de los deberes para muchas familias los hijos se conciben como responsabilidades y fuentes de problemas. El énfasis en las relaciones que se establecen en el diario vivir lo marcan los deberes. La consecuencia es que se empobrece la relación padres-hijos y finalmente nadie en la familia se siente feliz.

Las madres corren para hacer todo bien, tratando de desocuparse para terminar y descansar.

Los padres en tanto también corren y esperan el fin de semana para compartir con sus hijos y descansar, pero descubren que éstos los requieren entonces, sienten el deber de responderles.

Mecánicamente se intenta vivir bien, como el deber ser lo impone. Con ello sólo se logra desperdiciar la vida verdadera.

No se disfruta cada momento, no se vive sino más bien se reacciona mecánicamente. La vida pasa…y poco a poco los hijos no se ven. Los esposos tampoco se ven y surge el vacío y el tedio y con ello se acrecienta el cansancio vital que aqueja a tantos padres y madres en el mundo actual.

Hoy es necesario revertir esa situación en cuya base subyace la ética del deber y no la ética del amar.

En la ética del amar se comprende que los hijos requieren ser escuchados, no por deber sino por el gozo de descubrir su pensamiento, de entender cómo ellos están percibiendo los acontecimientos de la vida que compartimos. Por no dejar pasar la vida, sino más bien vivirla intensamente.

Por otra parte, esa actitud que se traduce en una escucha atenta, de los padres y otros adultos afectivamente significativos, abrirá las puertas a los hijos, para entregarles cuándo sea necesario, las orientaciones que el amor sugiere.

En ese espacio surgirá la comprensión mutua y los hijos aprenderán a respetar el cansancio y la necesidad de su padre y su madre que, como todo ser humano requieren de un espacio de intimidad. También descubrirán cómo enfrentar los momentos de gozo y de dolor. Reconocerán que el trabajo es una instancia para el propio desarrollo y una posibilidad de mejorar el bien común con los talentos puestos en acción. Entenderán que no se trabaja para competir sino para aportar a otros lo que es único e insustituíble, nuestro personal aporte.

El cambio desde la ética del deber a la ética del amar es entonces una urgencia en la construcción de sentido si queremos que nuestros hijos crezcan sanos y felices. No obstante este cambio de sentido no sería suficiente para alcanzar ese propósito. También es necesario ocuparnos de consolidar en ellos un apego seguro y es importante conocer algunos aportes de la ciencia en esta línea.

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