Personas racionales con valor intrínseco no salen de procesos impersonales, inconcientes, no-guiados y sin valor a través del tiempo. Un Dios personal, conciente de sí mismo, con propósito y bueno provee el contexto natural y necesario para la existencia de personas humanas con valor, derechos y responsabilidad moral. En otras palabras, la personalidad y la moralidad están necesariamente conectados: los valores morales están en nuestra persona. Sin Dios (es decir, sin un Ser personal), ninguna persona – y, por ende, ningún valor moral – existiese. Sólo si Dios existe podemos realizar las propiedades morales.
CONCLUSION FINAL DE LOS ARGUMENTOS RACIONALES:
Cada uno de estos argumentos nos indica qué clase de Dios es el que existe. Cada argumento apunta hacia el Dios de la Biblia. Así que el único candidato para ser el Dios que creó y diseñó el universo, y que puso esta ley moral en nuestros corazones es el Dios de la Biblia. Por último, es importante reconocer que cada argumento tiene sus puntos fuertes y débiles. Creo que la mejor estrategia es utilizar estos tres argumentos en conjunto. De esta manera, el punto débil de un argumento es contrarrestado por el punto fuerte del siguiente argumento. Así podremos hacer una presentación convincente para la existencia de Dios.
Concluyendo, pues, los argumentos racionales para la existencia de Dios, sostenemos que estos argumentos establecen una presunción en favor de la fe en el Dios de la Biblia. Nunca debemos sostener que estos argumentos están en la misma categoría que los procesos matemáticos; debe reconocerse, al contrario, como hemos indicado anteriormente, que todas las proposiciones existenciales son limitadas lógicamente por un mayor o menor grado de probabilidad.
Como dijo el obispo José Butler en su Analogía, la evidencia respecto al Dios de la Biblia es lo suficientemente convincente como para echar sobre nosotros una responsabilidad moral. Tenemos que escoger, ya sea por o en contra de Dios. El Dr. Machen acostumbraba decir que es como si estuviéramos en una isla que está pronta a hundirse. Vivimos una vida terrenal que tendrá que terminar. No tendremos argumentos ciento por ciento demostrativos al intelecto, pero estando en tal isla, nos vemos obligados a tomar el mejor pasaje posible al lugar de seguridad más probable. Estamos en un mundo donde el pecado y la miseria abundan. El evangelio cristiano pudiera ser la verdad. La evidencia es bastante poderosa de que somos moralmente culpables si no prestamos atención. En verdad, esta evidencia, comparada con la evidencia en otros asuntos, es abrumadora, tanto que Pablo tiene razón al decir que aquellos que tienen la evidencia y no aceptan la gracia de Dios no tienen excusa.
Es posible que el incrédulo sea convencido y el cristiano sea grandemente ayudado por los argumentos. Pero tenemos mucho más. Tenemos la obra convincente y regeneradora del Espíritu Santo, obrando fe en nuestros corazones (Ef 2:8-10; Flp 2:13). No andamos a tientas, ni seguimos sólo un destello, ni damos un «salto en la obscuridad»; «andamos en la luz» (1 Jn 1:7).
Autor:
Luis Gonzales
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