"(…) el general Maceo con las fuerzas a sus ordenes ha ocupado la población y término municipal, habiendo sido respetadas vidas y bienes de todas clases, guardando el orden público por sus tropas y dejando el ejercicio de sus funciones a las autoridades y empleados que tenían colocados el gobierno Español; y que visto el procedimiento del Ejercito Libertador y de su jefe, se adhieren a sus principios y fines, creyendo que redundaría no solo el beneficio de esta comarca empobrecida de antes por las múltiples exacciones de que se le hacia victima si que también del país entero que sufría el mismo mal tratamiento…"
Estas palabras quedan plasmadas para la historia de Cuba, pues forman parte del Acta del Fin de la Invasión de Oriente a Occidente.
La misma es firmada por el lugarteniente general Antonio Maceo, el jefe del Estado Mayor, brigadier José Miró Argenter; el líder de la Primera Brigada de Las Villas, Juan Bruno Zayas, otros insignes independentistas y las principales autoridades de Mantua, entre ellas José Fors, el gobernador Oscar A. Justiniani, y el presbítero Martín Velado-Mat. Este histórico acontecimiento tiene lugar el 23 de enero de 1896, en la Sala de Sesiones de la Casa Capitular del poblado pinareño.
EL HECHO MILITAR MÁS AUDAZ DE LA CENTURIA
Así reconoce Clarence king, avezado periodista norteamericano en asuntos de guerra, a la más grande de las empresas militares llevadas a cabo por los cubanos hasta aquel momento: la invasión de Oriente a Occidente.
Consciente de la necesidad de desarrollar esta epopeya, una vez finalizada la Asamblea de Jimaguayú, en septiembre de 1895, el Generalísimo Máximo Gómez ordena al Titán de Bronce la organización del contingente guerrero. Desde Mangos de Baraguá, sitio histórico símbolo de la intransigencia revolucionaria de los criollos, la columna invasora parte el 22 de octubre de ese mismo año, encabezada por Miró Argenter, Quintín Banderas, Joaquín Castillo Duany y otros jefes militares de gran valor y capacidad combativa.
A su paso por cada uno de los territorios liberados, se unen a las huestes mambisas varios regimientos.
El 8 de noviembre penetran en Camagüey y prosiguen marcha a Las Villas. El mayor obstáculo que se levanta ante ellos resulta el cruce de la Trocha de Júcaro a Morón, el cual se efectúa el 29 del propio mes por las cercanías de Ciego de Ávila, tras despistar a las tropas colonialistas.
El 3 de diciembre atraviesan el río Hatibonico, limite geográfico entre las tierras agramontinas y villareñas. Ese mismo día se enfrentan a las tropas ibéricas en Iguará, lugar donde se produce la primera acción militar entre ambos contendientes; a partir de este momento se multiplicarían los combates. También se produce el histórico encuentro de Maceo y Gómez, quienes se reúnen para proseguir el empuje.
El Valle de Manicaragua deviene escenario de importantes enfrentamientos antes de penetrar en las Llanuras de Cienfuegos, los mismos anteceden a unas de las más trascendentales batallas de la gesta independentista, la de Mal Tiempo, el 15 de diciembre, ya que, además de abrirle el camino hacia Matanzas, el ejército cubano provoca enormes pérdidas al alto mando español.
Las llanuras de Colón reciben a los patriotas el 21. Cuarenta y ocho horas después se desarrolla la Toma de Coliseo, hecho que demuestra el prestigio y la capacidad combativa de los independentistas y la baja moral de los colonialistas, que no han podido cerrarles el paso a los insurgentes.
Las tropas mambisas prosiguen su avance hasta Sumidero, pero al tener noticias de la gigantesca concentración de las fuerzas oponentes, a lo largo de la vía férrea de Guanábana a Alacranes, conciben un plan estratégico que se conoce como el Lazo de la Invasión: los patriotas simulan una retirada ante estas, y así engañan al enemigo, que considera se repliega los invasores y abandona la idea de continuar su marcha; cae en la trampa, y esta oportunidad es aprovechada por los independentistas cubanos para lograr sus objetivos.
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