Muchas veces cuando se oye hablar de Psicoanálisis, más por desconocimiento de lo que en verdad es, por temor a enfrentar el dolor, y debido a ello, por las resistencias inconscientes que salen al paso, un sujeto se impide pensar en aquello que le duele para permitirse sanar esa heridas, pero con herramientas y recursos más creativos de los que hasta ahora se ha permitido hacer uso y que, paradójicamente, lo dejan en el mismo lugar, es decir, padeciendo una y otra vez de recorrer el mismo tramo que le depara sufrir.
Este tipo de ideas que frenan la posibilidad de realizar un trabajo serio con las emociones, en particular las dolorosas, se ve reforzado por toda esa serie contrapuesta de ideas que, en el tiempo que nos toca vivir, sólo promueven la proliferación de "productos milagro" que "resuelven" las cosas y la vida al "instante"; así, más impedimentos para emprender un proceso psicoanalítico, el cual no es lineal ascendente, esto debido al largo rodeo que es necesario dar para lograr acercar ese conocimiento de sí mismo al analizante que desconoce que le pertenece y, más aún, que si hay algo que no sabe es que en el fondo siempre ha sabido lo que le provoca hoy en día su dolor.
Y justamente, al hablar de dolor es pertinente detener un poco el paso para pensar específicamente a qué tipo de dolor le hace frente un proceso psicoanalítico y por qué es pertinente lanzarse a ese viaje de auto descubrimiento por vía de la palabra al que el Psicoanálisis invita.
De entrada, es complejo reconocer lo que experimentamos y, en cuestión de la parte física la mejor medicina es la preventiva, es decir el revisarnos a tiempo.
Por otro lado, en cuestión de las emociones es más difícil re-conocerse, con partes en uno mismo que no del todo nos gustan y que nos hacen sentir mal.
El dolor físico, por ejemplo, tiene manifestaciones tangibles (tensión abdominal, por ejemplo), sabemos claramente de dónde proviene (indigestión, contusión, etc) y otro puede atestiguar vía la observación el síntoma lo que el paciente atraviesa. Así la medicina, es la clínica de la mirada, donde el síntoma que el médico ve, observa, buscará erradicarlo y el paciente, en una posición pasiva, recibe la prescripción del galeno, la cual es directiva, es decir que se le dice qué hacer con el dolor.
Sin embargo, si hablamos de dolor psíquico (emocional), este no es tangible y observable para los otros, el sujeto que lo padece lo lleva en su interno y, muchas veces desconoce que lo experimenta, cerrándose en cada paso las oportunidades de crecer, amar, trabajar o tener una vida plena.
Es desde el Psicoanálisis, donde parte de su lucha personal, será el ponerle las palabras necesarias que permitan simbolizarlo para poder elaborarlo y crear, como se mencionó antes, una alternativa más sana para enfrentarlo.
Pero ¿El sujeto que experimenta, lo sepa o no, un dolor psíquico se le considera "enfermo"?
Definitivamente, no. El dolor psíquico es parte de la vida de todos y cada uno de nosotros, del mundo que nos bombardea desde que nacemos con una infinidad de estímulos que provocan un efecto, tanto en la mente como en el cuerpo.
A luz de este planteamiento ¿Cómo podemos entonces entender el dolor psíquico (emocional)? Es necesario reiterar que todos los experimentamos y que es parte de la vida misma.
Lo importante es poderlo reconocer a tiempo para poder hacer algo para frenar la repetición que nos atrapa y que, sin darnos cuenta, nos lleva a repetir, detalles más o menos, la misma situación traumática.
Así, nos referimos a eventos que, por su cualidad excesiva y repetitiva o por la tolerancia que un sujeto pueda tener a ellos, le llevan a desarrollar síntomas, que son las formas equívocas de enfrentar esas situaciones cuando no podemos digerirlas a tiempo y que le deparan por consiguiente, dolor psíquico.
Posiblemente, las que con más frecuencia, pero no las únicas que en la clínica encontramos son las que se encuentran en la esfera depresiva y en la esfera angustiosa; sin embargo, la forma en que cada analizante experimente y haga frente a su contexto, dependerá enteramente de su subjetividad, lo que para el Psicoanálisis es considerar el caso por caso.
Por mencionar con el objetivo de ilustrar más de cerca lo que es el dolor psíquico, citaremos algunos ejemplos:
La frustración (de no lograr hacer lo que se quiere, de no alcanzar una meta, de tener que hacer algo que nos desagrada, etc.).
El fracaso.
Las rupturas y los duelos.
Al exceso de algún tipo de vivencia.
La angustia no específica sobre que algo malo puede suceder.
Las pocas ganas de hacer las actividades cotidianas.
La falta de placer en la vida diaria.
Las alteraciones del sueño (insomnio, por ejemplo).
La pérdida de sentido de la vida.
El alejarse de los vínculos cercanos (padres, pareja, hijos)
La baja autoestima.
El permitir las conductas abusivas de otro(s).
El ser demasiado exigente, perfeccionista.
Las pérdidas que van desde la muerte de un ser querido, hasta las de las ilusiones o ideales de vida; estas pueden ser concretas o subjetivas.
Los padecimientos psicosomáticos.
El estrés.
El vacío en la vida.
Las rupturas en vínculos importantes (sean por abandono, separación, divorcio, desinterés)
El pensar que "todo" lo podemos y al mínimo tropiezo se experimenta como abrumador.
La incapacidad para pedir ayuda.
El dolor de buscar ser y sabotearse todos los intentos por complacer a otros.
El miedo a renunciar a las demandas infantiles.
El prolongar la adolescencia hasta la vida adulta.
El sentirnos frágiles para enfrentar la vida.
Así, cuando enfrentamos cualquiera de estos eventos, el primer paso es reconocer que necesitamos ayuda. Para el Psicoanálisis, el espacio terapéutico no está restringido sólo para el que está "mal", sino que el proceso se abre a todo aquel que quiere saber y hacer algo más que sufrir con lo que le pasa.
Necesitamos de una sensibilidad para alejarnos de lo que nos pasa y, cuando no lo logramos, todas la sensaciones que tiene que ver con el interno de cada uno, es lo que creará síntomas que, de no ser atendidos, nos depara un sólo camino: tropezar con la misma piedra, detalles más o menos, en la búsqueda de respuestas, búsqueda que es llevada a las acciones y en donde lo hecho, hecho está.
Así, tocamos la puerta del psicoanalista por el dolor que nos hacer padecer esto, al percibir que hay algo que va mal en la vida puesto que no como la quisiéramos vivir, el percatarnos de que hay algo que se repite una y otra vez.
Pero ¿Es así de fácil pedir ayuda? ¿Es fácil reconocer que necesitamos ayuda para salir de un escollo en la vida?
Desafortunadamente, no. El tener una consciencia de nosotros mismos, saber cómo somos y saber cómo son los otros no es una facultad innata; por el contrario, es algo que se adquiere, es una potencialidad que todos tenemos y sí nos atrevemos a tomar en serio un proceso psicoanalítico, podemos acceder a ese logro evolutivo.
El proceso psicoanalítico invita a poder hacer un alto en el camino para aprender a estar en dos puntos, en el de la experiencia y, a la vez, permitirnos mirar lo que nos pasa, los procesos internos que detonan y los efectos que nos provocan.
No obstante, este proceso que nos ayuda a acercarnos a eso que nos duele, hace que se levanten al paso una serie de resistencias que paradójicamente a la intensión consciente de cambiar, dificultan ese cambio a otro lugar que no sea tan costoso a nivel emocional.
Un análisis es un proceso que tiene un inicio y tendrá su fin, pero cuando sea posible llegar en este viaje de auto descubrimiento a un mejor puerto donde desembarcar.
Otro elemento que desconocemos y que nos dificulta pedir ayuda a un psicoanalista, es que lo vemos como la última alternativa porque nos empeñamos en creer que "solos podemos, que no necesitamos la ayuda de nadie".
Pero así, olvidamos que esto no es verdad, que todos en algún momento de la vida necesitamos de la ayuda de otro, más aún cuando de los afectos inconscientes se trata, puesto que de tratar de hacerlo solos, no lograríamos ser objetivos.
Así mismo, recordemos que desde el nacimiento, el ser humano al nacer necesita de otro que le ayude, es "puro cuerpo" puesto que aún no tiene el recurso de la palabra ni se basta por sí mismo, es decir que el bebé tiene una infinidad de estímulos, internos y externos, que lo bombardean y que son nuevos para él.
Cuando siente algo, desde las necesidades básicas (hambre, sueños, frío, etc), no sabe lo que experimenta, necesita de otro para poder comenzar a nombrar ese su universo. El otro, es quien llenará su mente con palabras que le ayuden a conocer y a representar lo que le está pasando. Así, las palabras desde el comienzo nos ayudarán a entender las sensaciones y los sentimientos; de no tenerlas, nuestro mundo afectivo no podría ser simbolizado y, por lo tanto, no podríamos pensarlo.
En un psicoanálisis, aprendemos a ser, como Bion lo propuso, "continentes de nuestros propios contenidos". El poder re-conocernos, volvernos a conocer integrando también las partes que no nos gustan de nosotros mismos, para incorporar nuevas herramientas; este proceso implica el permitirnos "digerir", "metabolizar" para poder incorporar nuestro mundo afectivo, donde se van ligando las imágenes que nos han marcado en la vida, para ligarlas a pensamientos, ideas, palabras que las puedan representar, incluyendo las sensaciones y haciéndonos responsables de los efectos, es decir de nuestros propios síntomas para poder hacer algo más creativo con ellos que sólo padecer.
Así, podemos mejor nuestros vínculos al "descontaminarlos" de esos residuos que la infancia dejó. Por ello, nuestro patrón con el que nos relacionamos y que aprendimos desde los primeros años de vida, nuestros síntomas y el dolor psíquico, al ir siendo nombrado en análisis y vinculado con las palabras, dará sentido a lo que nos pasa para poderlo entender y así, elaborar los afectos dolorosos.
Al final del corrido se espera que podamos conquistar dos terrenos, el que sabíamos que nos pertenecía y que es el más añejo, pues data desde el comienzo de nuestra historia de vida y, a la vez, el permitirnos re-conocernos dueños de uno nuevo , uno que será el logro que permitirá acceder a experiencias inéditas, diferentes y, es particular, más nutricias y sanas.
Autor:
Dr Jose Cukier
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