Análisis de la obra "Luz de mañana en un traje marrón", de Daniel Veronese, dirigida por Osmar Núñez
Enviado por Gabriel Diner
Introducción
Luz de mañana en un traje marrón. Esta frase puede funcionar como la descripción de un momento o de un estado. Pero ¿quién formula estas palabras? O, mejor dicho, ¿quién se hace cargo del discurso? En una obra en la cual un tercio de la misma consiste simplemente en el relato de un texto dramático, específicamente de sus didascalias, uno podría fácilmente preguntarse quién es el que está realizando esa enunciación. ¿Se trata del autor? ¿Del director? ¿Del actor o tal vez del "personaje", si es que se puede hablar de tal cosa? Podría intentarse un análisis de la puesta en escena de "Luz de Mañana en un traje Marrón", escrita por Daniel Veronese y dirigida por Osmar Nuñez, basándose principalmente en la teoría moderna de la comunicación formulada por Kerbrat-Orecchioni.
Desarrollo
En principio, la obra está dividida en tres partes principales, es decir en tres grandes secuencias; la primera y la última son dos monólogos interpretados por el personaje masculino, y la del medio un diálogo entre ambos personajes. En el primer monólogo se da un relato de las acotaciones de un texto dramático; en él también se dan indicaciones para una "puesta en escena", se dan consejos dramatúrgicos en general e incluso, se hacen comentarios acerca de lo que él mismo está diciendo ("Hermosa imagen…" o "Todo se tiene que entender" o "No quiero que se me vea como un apologista de la imagen"). Lo que es contado incluso no tiene ninguna correspondencia con lo que se ve.
Él describe una determinada luminosidad distinta a la de la escena, indica la introducción de música que nunca se realiza. Su discurso muchas veces se ve incompleto a falta de un gesto paralingüístico que lo explique.
El problema que surge de este primer segmento, entonces es la imposibilidad de determinar un "emisor" según el circuito comunicacional clásico de Jakobson. Incluso resulta bastante complejo tratar de establecer el enunciador y el anunciador del discurso. El enunciador definitivamente no es el personaje puesto que no se puede hablar de un personaje sustancialista, que tenga una identidad determinada a lo largo de la obra. Incluso estos seres carecen de nombre. El actor toma la función de narrador en el primer segmento de la obra, por tanto es el enunciador (aunque esto es solo una posibilidad; podrían intentarse otras). Sin embargo, muy claramente por el contenido de sus palabras no es él quien se hace cargo de lo que dice: pareciera reproducir exactas las palabras del autor (o de algún autor), quien por tanto es el anunciador. Ahora bien, en otro nivel, el director es el anunciador en cuanto a la puesta de toda la obra en general. De cualquier forma existe una condensación de funciones en la instancia emisora que produce confusión.
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