Pero como en realidad esto no le sucedió nunca a nadie, el arte, para el narrador, sería un espacio inexistente, una doctrina tan optimista como irrealizable: una utopía. Sin embargo, no puede explicarse ciertamente el "enigma" del "inmenso afecto" que el arte de la cantora produce; es decir : qué cosa es aquella que la convierte en artista. Esta pregunta encontraría respuesta en la doble dirección que adquiere el fenómeno-artista Josefina. Ella es como una gran madre espirituala quien el pueblo acude en busca de esa fuerza desconocida y misteriosa. Pero, a su vez, Josefina no existe por sí misma; es una creación del pueblo que la puso en ese lugar y la sostiene. Es una creación colectiva nacida como necesidad básica del espíritu ante la deshumanización del mundo industrializado. La cantante pertenece a ese pueblo de obreros y en este sentido también ella –como el constructor, en otro- participaría de ambos mundos.
Por ser artista-cración-colectiva su relación con el pueblo-público es paternal, así la conciben. Pero (a pesar de y por paternal) no es incondicional : ambos, artista y pueblo nunca llegan a ser adultos. Pasan de la niñez a la adultez. Nuestro pueblo ama la astucia inocua del susurro infantil –dice el narrador. Josefina, por su parte, ha sabido aprovechar "esta puerilidad".
Pero, aunque ella también sabe que en algún momento será abandonada, lucha porque ese momento tarde en llegar; y lo hace manteniendo una postura infantil. Su último chillido-canto tuvo un poco más de sentimiento, por eso la multitud, ante su helada mirada, le abrió paso respetuosamente.
La figura del artista-constructor se configura de manera diferente. El desearía ser olvidado, no tener contacto con el exterior. Pero hasta el aire que respira le llega por las perforaciones que hicieron las ratas. Y si bien en un principio su razón le señala que el peligro proviene de pequeños seres del exterior, la evolución de su paranoia (si es lícito utilizar este término) lo lleva a imaginar una criatura de grandes y amenazadoras dimensiones.
Temor ante la amenaza externa y ante el propio monstruo interior. La obra, que debiera ser su protección, se transforma en su propia cárcel. Debe conocer la forma de salir y de entrar. Su recurso fundamental, (espiritual) es, el silencio, la supresión del ruido. Este artista cuestiona permanentemente su obra y también su arte. Como para el narrador de "Josefina…", arte y obra serían también objeto utópico, fortaleza impenetrable, espacio inexistente.
Esta figura de artista está en las antípodas de Josefina (creación colectiva). Tampoco nadie lo colocó en ese lugar, solamente él, por su propia voluntad; como el ayunador.
El arte, "esa rara manía de llamar la atención" aparece en "Un artista…" como un mandato insoslayable. (arte sería semejante a religión). Este artista –como el constructor- no es parte del pueblo (ratones,masificación) como Josefina. No necesita encontrar la salida –como el constructor, salir de su obra, recurrir al sistema). Al constructor le preocupa el asedio (más que la persecución). El ayunante desearía ser asediado, vigilado constantemente por un espectador que pudiera, de esta manera, legitimar su arte. El público no le cree y esa es su constante melancolía de artista.
Solamente él podía legitimarlo ya que era el único y verdadero espectador de su hambre "completamente satisfecho". Satisfecho, pero no contento. Su obra-delgadez no procedía de su arte, ya que gobernar la necesidad de alimentarse no le costaba ningún esfuerzo. El arte-ayuno le era forzoso, inevitable. Su obra-delgadez procedía, entonces, de su descontento consigo mismo.
También sus reacciones fueron infantiles en algún momento de su vida (como las de Josefina). Cuando alguien piadoso se compadecía de él, respondía con una "explosión de furia" y sacudía los hierros de su jaula ante semejante incomprensión : nadie apreciaba su obra, por el contrario, la rechazaban por atroz. En una época, aunque nadie lo tomara en serio, fue mimado por el público como Josefina.
También como ella, en algún momento se hace cargo de las circunstancias y pasa de infante a adulto : acepta, sin dificultad, que no fuera colocada su jaula en el centro de la pista como número sobresaliente. Solamente hacia el final, cuando era sólo "un pequeño estorbo…que cada vez se hacía más diminuto" se produce el reconocimiento.
Ante la admiración del inspector que le pregunta si "todavía" ayuna, el artista, moribundo, le confiesa que su obra no merece ser admirada porque la razón de su arte había sido no encontrar "comida que le gustara". Si esto hubiera ocurrido "se habría hartado…como todos".
CONCLUSIONES:
La figura del artista se diseña de manera similar en "Un artista…" y "La construcción". El ayunador mantiene ciertas similitudes con "Josefina…" más que con el constructor. Acerca de las figuras de Josefina y el ayunador, se puede decir que ambos carecen de adolescencia ya que pasan de la niñez a la adultez. Esta característica los alejaría de la figura del constructor.
Por otra parte, desgarramiento y alienación son características que acercan las figuras del ayunador y del constructor. Ambos son alienados, permanecen al margen del mundo exterior o no pertenecen a él. Esta marca de alienación sería más notoria en el constructor, ya que el artista del hambre reconoce que su arte (y por consiguiente su obra), no hubieran existido si él hubiera encontrado alimento.
El constructor es un artista absolutamente alienado a pesar de su necesidad de alimento para subsistir. El desgarramiento se produciría por la oposición de dos tendencias presentes en el artista. Por un lado, el artista solo, solo con ese mandato que es el arte. Para el constructor también es una necesidad imperiosa alienarse, ocultarse en su arte-obra.
El individualismo es una característica de ambos. Sólo puede ser conocido el propio yo. Soledad, concentración, vida ascética también son sus características. Por otra parte, aparece la necesidad de comer, la necesidad de ser mirado, comprendido, escuchado, la necesidad de inspiración.
Josefina no es un "muerto vivo", no está sola, tiene aduladores; el público, aunque no es incondicional, le cree, es adicto a ella. En Josefina no existe desgarramiento. Y sólo por medio del desgarramiento el artista puede liberar el prodigioso mundo que lleva en su interior. El desgarramiento lo hace verdadero artista y no aficionado condenado a "la exaltada redención del olvido"
El ayunador sería la figura más patética. Lo patético de su condición se destaca en contraposición con la figura de la joven pantera, dispuesta a desgarrar lo que se le pusiera por delante y que llevaba consigo "la propia libertad". La pantera era un gran placer hasta para el "más obtuso de los sentidos" (y aquí aparece el narrador de Josefina). Lo patético no es condición del artista-constructor.
Autor:
Araceli
carpediemlocus[arroba]hotmail.com
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