- El contexto de lo que comunmente creemos
- Desde los datos de la experiencia hasta el asentimiento en materia religiosa
- La conciencia de los datos iniciales experienciales
- Establecimiento de relaciones entre los datos captados
- La expresión lingüística
- El discurso formal
- El discurso más allá de lo formal
- El juicio valorativo
- Aceptación de las conclusiones que ofrezcan certeza
1. El contexto de lo que comunmente creemos
Somos sociables. Nacemos y crecemos en una familia. Con el transcurso de nuestro desarrollo, vamos asumiendo un desempeño social. Desde el comienzo de la vida de relación, estamos inmersos en diversas tradiciones, que nos aportan un lenguaje y una formación cultural. Recibimos espontáneamente, con la educación normal, todo un acervo de concepciones, de modos de interpretación de nosotros mismos y del mundo circundante. Esto lo acogemos confiada y espontáneamente. De todas maneras, el proceso de desarrollo de la personalidad, en especial a partir de la adolescencia, conlleva, de alguna manera, la valoración crítica de lo acogido receptivamente. Este razonamiento sucesivo y la propia experiencia contribuyen a fundamentar las propias convicciones. En la vida de cada uno de nosotros, la mayor parte de convicciones surge gracias a una aceptación confiada en los conocimientos adquiridos por otras personas. Algunas convicciones son adquiridas por constatación directa; muchas otras, por constatación indirecta, a través del testimonio de otros. Si no fuera así, ¿quién intentaría verificar, por su cuenta, los innumerables resultados de las ciencias sobre las que se basa la vida moderna?, ¿quién podría controlar el flujo de informaciones que, momento a momento, se reciben de todas partes y que son aceptadas como fidedignas? y, en fin, "¿quién podría reconstruir los procesos de experiencia y de pensamiento por los cuales se han acumulado los tesoros de la sabiduría y de la religiosidad de la humanidad? El hombre, ser que busca la verdad, es pues también aquél que vive de creencias" . Cada uno, al creer, confía en los conocimientos adquiridos por otras personas. La creencia, comparada con la verificación directa, parece una forma imperfecta de conocimiento, que debe ser perfeccionada mediante la constatación personal. Por otra parte, la creencia resulta más rica que la simple evidencia, "porque incluye una relación interpersonal y pone en juego no sólo las posibilidades cognoscitivas, sino también la capacidad más radical de confiar en otras personas, entrando así en una relación más estable e íntima con ellas" . Cuanto ordinariamente aceptamos, en el orden práctico, está vinculado con lo que la comunidad mantiene, como conocimiento confiable. Las convicciones de unos y otros son, mutuamente, confrontadas, sopesadas y, según el caso, modificadas. Todos vamos configurando, según los personales aportes, un acervo común creído, por un influjo recíproco espontáneo . Nuestras creencias tienen, así mismo, una estrecha relación con lo constatado por la indagación y el descubrimiento personales. Toda creencia común mantiene una simbiosis íntima con elementos de conocimiento inferidos individualmente. Lo inferido por cada uno, a su vez, depende de los supuestos y creencias comúnmente aceptados. Las creencias guardan una interdependencia dinámica. Cada creencia es confrontada -repetida y espontáneamente- con las experiencias sucesivas, con las nuevas cuestiones planteadas, con los actos de intelección y las revisiones en los juicios. Hacemos juicios prospectivos, acerca de los más diversos tópicos, fundados en el trasfondo habitual de juicios y asentimientos previos. Los juicios de sentido común –también en materia religiosa– se difunden, pues, mediante la comunicación, en el contexto de la tradición. Estos juicios, en el ámbito individual, tienen como objeto intelecciones sobre cosas y situaciones concretas, procediendo por analogías y generalizaciones. Conforman un conjunto en construcción, siempre susceptible de completarse con nuevas intelecciones y juicios. Su formulación, principalmente, es de tipo descriptivo –no se agotan en conclusiones cerradas; no abarcan completamente, de manera definitoria, su objeto–. Su expresión ocurre, ante todo, mediante formas diversas del lenguaje coloquial (discurso, narración, canto…), pues no podrían ser reducidos a un lenguaje técnico determinado. Por tanto, en cierta manera, son comunicables sólo en cuanto reproduzcan en el interlocutor, de algún modo, la experiencia originaria subyacente a la comprensión refleja que se quiere transmitir. Aun así, aunque las conclusiones de muchos sean concordes, esto no implica que sean las más adecuadas a los hechos. Así como cada individuo se equivoca, también la colectividad incurre en aberraciones del sentido común[1]Por esto, siempre hay una exigencia de análisis de todas estas dinámicas y de inventar un método que pueda ser como una medida común reconocida, como un medio con el que, investigando en colaboración, nos aseguremos contra errores inevitables y nos emancipemos de una recepción acrítica de lo rutinariamente tenido por cierto, acaso sin suficiente examen –aunque se trate de opiniones muy difundidas–.
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