Actividades para el desarrollo de la habilidad escuchar en estudiantes de décimo grado de preuniversitario
Enviado por Darlen Mendez Lloret
- Introducción
- Fundamentos teórico-metodológicos acerca de la habilidad escuchar en el nivel medio superior
- El desarrollo de la habilidad escuchar en estudiantes del grupo 10º 8 del IPVCE:"Ernesto Guevara"
- Conclusiones
- Recomendaciones
- Bibliografía
- Anexos
El presente trabajo tiene como título Actividades para el desarrollo de la habilidad escuchar en estudiantes de décimo grado de preuniversitario, el objetivo general es validar una propuesta de actividades para el desarrollo de la habilidad escuchar en estudiantes del grupo10º8 del IPVCE: Ernesto Guevara.
Cuenta con dos capítulos que contienen varios epígrafes cada uno. En el primer capítulo se hace una reseña bibliográfica sobre la habilidad escuchar, siempre tomando como punto de partida el criterio del lingüista español Daniel Cassany, se demuestra la diversidad y complejidad del tema. Se tratan también aspectos que se deben tomar en consideración para el buen desarrollo de esta habilidad tan lacerada en los tiempos actuales por parte de los estudiantes.
En el segundo capítulo se analizaron los instrumentos utilizados y se determinaron las necesidades lo que nos permitió concebir la propuesta de actividades, a partir de las dimensiones e indicadores de la variable dependiente, se fundamenta, se aplica y se van ilustrando los resultados luego de aplicarse la propuesta de actividades para erradicar el problema detectado.
Por último se presentan las conclusiones y recomendaciones que arrojó la investigación, la bibliografía utilizada y los anexos.
La fuerza con que han irrumpido los enfoques comunicativos de la lengua, tanto en el ámbito de la enseñanza como en el de la investigación y la elaboración teórica, pueden hacer olvidar que, hasta hace relativamente poco tiempo, hablar de lengua era hablar, finalmente, del conocimiento de sus aspectos estructurales y focales, de su análisis. Hablar de lengua y, sobre todo, enseñarla, se identificaba con hablar y enseñar gramática. Solo a partir de los años sesenta se aprecia un movimiento que tiende a enfatizar el uso de lengua y a atribuirle una dimensión instrumental en sentido amplio.
Así, se entiende que hablar de lengua es hablar de comunicación, de instrumento que permite explorar los ámbitos de la cultura y de herramienta que organiza y ordena nuestro pensamiento, nuestra actividad y, en buena medida, la de los demás. No cabe ninguna duda que esta definición es más satisfactoria, más real, que la que relacionaba la lengua con sus componentes estructurales; a la vez, es una definición más compleja, que ha obligado a revisar en profundidad lo que supone enseñar lengua en la educación escolar.
Hoy en día, los enfoques comunicativos o funcionales se encuentran ampliamente divulgados y son, en general, aceptados por los docentes. Por su parte, los Diseños Curriculares del Área de la Lengua elaborados por las diversas administraciones educativas del Estado comparten este enfoque, y enfatizan, en sus finalidades, la promoción de las capacidades comunicativas de los estudiantes, extensivas a lo que llamamos las cuatro grandes habilidades lingüísticas: hablar, escuchar, leer y escribir.
Estas cuatro habilidades son llamadas procedimientos polivalentes, es decir, que sirven para muchas cosas. Cuando aparecen en nuestra vida cotidiana, lo hacen siempre con un fin, con un objetivo. Si se toma el ejemplo de la lectura, se constata que al leer, se hace con muchas finalidades: para distraerse, para obtener una información general o precisa, para seguir instrucciones, para comunicarse con alguien lejano, para aprender, para consultar la guía de espectáculos, etc.
Lo mismo cabe decir de la escucha, el habla y la escritura. De hecho, entre las personas alfabetizadas, las diferencias no estriban en la posibilidad de leer, escribir, hablar y escuchar, sino en la posibilidad de hacerlo de forma competente, según las exigencias de la situación en que se encuentren y de los objetivos que persigan, se trata de procesos intencionales y autodirigidos, es decir, que requieren la presencia de un objetivo, meta o finalidad no importa que sea específico o general, y la conciencia de que dicho objetivo existe. Se escucha, se lee, se escribe, se habla para conseguir algo, y ese algo dirige y modula nuestra actividad.
La dimensión de autodirección no es la única que comparten las cuatro grandes habilidades. Simultáneamente, se trata de procesos sometidos a autocontrol o autorregulación, es decir, implican la supervisión de la actividad que se trate con el fin de asegurar el ajuste a los objetivos previstos, esto permite ir modificando nuestra actuación cuando sea necesario. Mientras se practican las habilidades se aportan conocimientos y las experiencias previas, porque somos capaces de discriminar lo que es esencial para nuestros propósitos de lo que resulta menos relevante, y porque poseemos referentes que nos permiten ir evaluando hasta qué punto nuestra comprensión es adecuada y cuándo entra en zona de riesgo.
Leer, escribir, hablar y escuchar son habilidades complejas, complejidad que aumenta notablemente cuando son tratadas como compendios de técnicas simples, exentas de los componentes de autodirección y autocontrol que les son inherentes, pues, en ese caso, su funcionalidad queda reducida a objetivos y control externo: leer porque toca, escribir la redacción para el profesor. En estos casos, tiene poco sentido implicarse en una tarea que bien puede ser vista como repetitiva, rutinaria y escasamente motivadora.
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