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Como y para qué la creación de los mundos

Enviado por Pedro Sandrea


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    Si el progreso pudiera tener límite, por remoto que fuera, no valía la pena de tanta lucha del espíritu en los mundos hasta expiación, en donde alcanza el primer grado de progreso; ¿para qué tanta lucha, progreso ni sabiduría, si había que encerrarse en un callejón sin salida, lo que representa la muerte? Esto es lo que han pretendido el cristianismo y el catolicismo con su infierno y el cielo de gloria y, ni aun para ellos existe en la ley, porque es contrario a la eterna ley de amor.

    El infierno y el cielo, son los mundos, ¿llegaría a no poder formarlos, llegaría a no poder formarlos, precisamente, cuando es más sabio y por tanto goza de la omnipotencia? El testamento de Abraham dice: "los mundos son infinitos y el hombre ha de vivir en todos los que existen; pero la creación sigue y no se acaba" y como el espíritu crea los mundos y es consubstancial y coeterno con su padre, aquél no puede acabar y el espíritu no puede acabar; y, los mundos seguirán creándose eternamente, por el espíritu. Esta es la verdad eterna.

    Todos los mundos que han pasado, los que existen y los después serán, proceden todos de un mundo primero en su materia y naturaleza, como aquel primero de la substancia cósmica y única el éter.

    La tierra procede del sol y de él depende la materia y vida orgánica; por lo que es su padre directo en lo material, como el tiene otro progenitor y aquel otro y así hasta el centro de las vibraciones, de donde parte toda la vida universal y con la única ley para todos.

    El so, al ser creado como centro de su sistema y por tanto, instituido padre de una familia, cuyos hijos son los mundos que de él proceden y sujeta conforme a la armonía del universo, en sus movimientos, se carga de fuerzas y gérmenes necesarios a la vida y creación de toso sus mundos y los produce en el tiempo que la ley le manda.

    Hace 122.999.251 siglos, el sol, parió la tierra, conforme al decreto que del creador recibiera y la tierra formó unidad en los mundos infinitos.

    Del sol se despendió el germen telúrico, (o fuerza ígnea) que es una chispa de la vida universal y se vistió de todas la moléculas afines al germen que se desprendía de su centro, en el que ya iba todo lo que en la tierra existió, existe y existirá y el hombre.

    La ley es una misma en el infinito; y el hombre nace por el parto de la madre, después de su primera aparición; y lo mismo, la tierra nacía de un parto del sol; y como el hombre que ligado a la madre por el cordón umbilical, por el que recibe la vida durante la gestación del feto, hasta que saliendo a la luz le es cortado aquél para que reciba el alimento por los pechos de la madre y el calor de su regazo, así la tierra fue engendrada y alimentada del sol en sus entrañas y quedaba en el parto, ligada, por los lazos de atracción y bañada por los rayos amorosos de su vibración que serían su vida en su infancia.

    Aquel germen telúrico, sujeto a su matriz por la atracción, hubo de vivir recibiendo vida y forma en la gran placenta del éter, recorriendo todos los mundos del sol y recogiendo de todos sus hermanos, el amor, la fuerza, las formas y el carácter, en gérmenes flúidicos; y cuando en sí tenía todo lo necesario para su vida de 123 millones de siglos que habría de vivir desde su aparición en germen telúrico, su progenitor, por ley, la sujeta a una órbita donde debe vegetar y cumplir su misión y le da un Mayor; un espíritu maestro para su naturaleza y otro para su atmósfera, que la hagan cumplir la ley y queda ya la tierra creada en su armazón, con camino trazado y maestros que saben la ley, que la cumplirán. Han pasado 23 millones de siglos en esa formación de la armadura y depósitos de vida.

    Ya el universo sabe que tiene un nuevo hijo; el catálogo del creador se ha enriquecido con una habitación más en sus infinitas moradas; y el infinito sabe, que allí habrá una nueva jornada de trabajo para una familia que asciende y debe allí saldar sus cuentas y entrar en el concierto, aumentando el número de los omnipotentes.

    La tierra en su órbita no es más que el caparazón todo él fuego incandescente y hay que cubrirlo; sin lo cual, no podía dar formas a los innumerables gérmenes de seres que allí se encierran.

    ! Qué de evoluciones habrá que hacer!… ¡Qué excesivo trabajo el del maestro que lo dirige, para vestir aquellas llamas y apagarlas!… y lo más grandioso es, que sólo con átomos tiene que formarse el caparazón que envuelva aquella inmensa hoguera!… ¿Pero para qué tiene y es el espíritu omnipotente, en la ley del creador?…

    ¿Para qué es ese espíritu a quien se le ha encargado la obra, maestro y creador? Por eso él escogió los átomos y con átomos cubrió la caparazón y se formaron los gases que se liquidaron formando aguas, y pudieron empezar las primeras briznas de hierba, que serían al molificarse material sólido y quedaban semillas salidas que en el germen telúrico ya iban y en seguida se multiplicarían hasta el fin del mundo.

    Mientras se estabizaban los movimiento sobre el eje de su rotación e imprimió la marcha justa y rotación adecuada para el equilibrio de las fuerzas centrípeta y centrífuga, que debería ser igual a la fuerza central. Conseguido esto, ya puedo localizar las aguas, que se iban aumentando según se liquidaban los gases producidos por el calor, radiante del centro al exterior.

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