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Viaje al terror (página 2)

Enviado por Jorge Machado


Partes: 1, 2

Jorge y Sonia, aún muy confundidos ingresan a la referida galería comercial y al llegar al patio son alcanzados por el Señor que había recogido el teléfono quien primeramente se interesa por la salud de Machado y luego le informa a éste que había recogido su teléfono y en ese momento, Jorge nota que no lo tenía. Se acercan otras personas y entre éstas un señor y una Señora, ambos cuida-coches, no se sabe si existía vinculación familiar o de pareja entre ellos. La Señora asegura haber visto subir al delincuente a un taxi, del cual recuerda su identificación y la empresa a la que pertenece, todo lo cual luego declara a la policía e incluso le señala un coche diciendo que ese era el logo del taxi al que subió el malhechor. Por su parte el hombre que también cuidaba coche, y que escucho junto a los demás el relato de Jorge en el que expresa que en la billetera estaba todo su dinero, así como todos sus documentos y que en consecuencia quedaba en las manos de Dios sin un peso y sin documentos, no teniendo en principio forma de regresar, ni siquiera podía pagar el hotel, lo mira como apiadándose y le dice: espere aquí que yo se lo recupero y salió por uno de los corredores de la galería dirigiéndose hacia una de las calles.

Regreso mucho después, cuando ya estaba la policía y no dijo absolutamente nada, se quedo separado y de cuando en cuando hacía alguna seña a la Señora cuida-coches como indicándole que no se metiera más o que se fuera con él. No se sabe realmente que quiso decir, si tuvo algo que ver, o sólo alardeaba, pero este señor estaba muy nervioso, cosa a la que los policías no prestaron atención.

Regresando a la calle donde se había cometido el acto delictivo, se le pidió a un policía que estaba ahí que interviniera y éste contesto que no podía por estar ocupado en otra diligencia, se cree que tocaba timbre en un inmueble desde ya hacía un muy buen rato. Indicó que llamaran a un número y un Señor, éste sí con buena voluntad, lo hizo, solicitándose así la intervención policial, no se sabe si algún otro testigo la solicitó antes o no. Se dice intervención ya que presencia había, pero estaba ocupado según manifestó en otra diligencia.

Demoró y mucho, pero finalmente se hizo presente la policía. De a uno, de a dos, etc. fueron llegando hasta que en determinado momento habían unos cuantos oficiales. Fue notorio que no estaban para nada organizados, se mostraban sumamente inexperientes de forma tal que se hubiese podido presumir que el hecho era inusual, cuestión que definitivamente no es así, dados los dichos de una funcionaria judicial con la que se hablo el lunes siguiente, la cual manifestó contundentemente que se estaba frente a un aumento del delito sin precedentes que había llevado a una situación tan grave que sin duda es irreversible; y cuando Machado le dijo "discúlpeme que discrepe, tiene que tener solución": la funcionaria insistió en que no tenía solución posible.

Todos juntos los policías en esa esquina, el sol seguía brillando, todos juntos pero actuando separados. Varios tenían una pequeña hoja de papel o libretita de hojas lisas, que cabía en la palma de la mano izquierda de los agentes en la cual apoyaba mientras éstos escribían en ella con su otra mano. Preguntaron todos casi las mismas preguntas y todos dejaron de preguntar cosas relevantes. Jorge insistía la señora es testigo, lo vio subirse a un taxi y tiene el numero y la empresa.

La propia señora le manifestó a varios agente, ve ese taxi ese es el dibujo (el logo). Era una empresa de taxis radio controlado. Si se hubiesen comunicado de inmediato podían haber sabido donde se bajo e incluso cuáles eran sus rasgos. Claro que no se bajo en su domicilio, por supuesto que no, pero seguro que en ese lugar tiró los documentos del Escribano Jorge Machado: si por lo menos hubiesen recuperado los documentos el daño se hubiese mitigado al menos en parte. Pero no se molestaron, si bien un subcomisario primero dijo que lo estaban haciendo, luego reconoció que no lo habían hecho ya que existían muchas compañías de taxis. No se vieron más de cuatro o cinco, pero aún si fueran más, ¿costará tanto una llamada de teléfono en Córdoba? El sentir es que hubo mala voluntad.

Según la legislación de la provincia la denuncia se debe hacer frente a un funcionario judicial por el que hubo que esperar horas para que estuviera libre y pudiera atender a los Machados, aunque finalmente se tomo declaración sólo a Jorge. Cuando se estaban yendo el sábado se acordaron que no le habían tomado los datos a la Señora Sonia. La denuncia se hizo finalmente el mismo sábado y se amplió por faltar un documento más el día lunes.

Mientras esperaba Jorge, dada su enfermedad respiratoria y los golpes recibidos se sintió mal y por tanto Sonia reclamo para su cónyuge atención médica. Sinceramente preocupados, lo trasladaron a un hospital público en muy malas condiciones edilicias y de higiene. Después de esperar un largo rato junto a otras personas, (de las cuales muchas requerían atención urgente y no obstante esperaban, su pecado era ser pobres) fue atendido de una forma muy peculiar:

Lo hacen pasar a una salita en la que se encontraba una persona que lucía orgulloso varios cortes carcelarios, algunos ya cicatrizados y otros nuevos que le estaban cosiendo, y que según dijo se los hizo para salir a dar una vuelta. En ese ambiente que no lo asusta pero tampoco le agrada es atendido Jorge. Y los médicos, no se sabe si estaban.

Lo atienden varios jóvenes, muy jóvenes, quizás demasiado para estar recibidos y ni hablar que nada, absolutamente nada de experiencia. A Jorge les recuerdan a sus alumnos en facultad cuando están dando examen. Uno tras otro le auscultaba el corazón y todos le decían que no tenía nada que se quedara tranquilo. Tonto tenía que ser Jorge para no darse cuenta que temían una afección cardiaca. Corrían para aquí y para allá, sin saber qué hacer. Le habían caído bien a Jorge, a pesar de todo, en especial por su simpatía e interés; aunque evidentemente no estaban en condiciones de hacerse cargo de una sala de emergencias. En determinado momento Jorge les dice: "tranquilos, estoy agitado, me robaron y me golpearon a más de varias cositas propias de mi edad, pero mi corazón está impecable". Con estas palabras se tranquilizaron como si quien las dijera fuera Médico y no Escribano como es en realidad: ¡Que peligro! A partir de ahí sin examinarlo en consideración a aquello por lo que realmente había ido le dicen que está bien, que se puede retirar, que si quería le daban un calmante. Claro que Jorge dijo que no, aceptar el calmante podía significar un riesgo mayor.

Sale y estaba esperándolo un policía muy joven y muy buena persona que incansablemente pedía locomoción. Jorge le dijo de regresar caminando y este acepto, incluso buscaron juntos consulado uruguayo al que no pudieron encontrar por estar mal la dirección que tenía de éste la policía cordobesa. Al volver había quedado libre la funcionaria judicial, la que recibió entonces la denuncia.

La policía lo trato correctamente a Jorge y hasta parecía preocuparse por él. En realidad no tomaron en cuenta que nada de dinero a éste había quedado, que no podría cenar ni pagar el hotel y mucho menos volver ya que no tenía documentos ni dinero para nafta y peajes. Estos últimos muy baratos en argentina, pero son muchos e igual suman, andan entre un 10 y un 20 % de lo que valen en Uruguay, pero si no se tiene igual es mucho.

Salen y el joven policía antes referido se ofreció a acompañarlos a los Machado, lo que estos aceptaron con agrado ya que temían andar solos por las calles de Córdoba. El hermano de Jorge (Daniel) lo llama al desde Montevideo y le confirma que ya había cancelado las tarjetas de crédito y le pasa la dirección correcta del consulado. Lo encuentran pero el portero del edificio les dice que hasta el lunes no habría. Continúan hasta el hotel. En el trayecto el joven agente policial que no dijo su nombre pero al que Jorge y señora mucho agradecen su ayuda, les compra, consciente de que no tenían dinero, dos botellitas de agua, las que para Jorge tienen un gran valor dada la humildad del benefactor. También le obsequia a Jorge un aerosol de gas para defensa, el cual luego le es hurtado de la habitación del hotel.

Esa noche se acostaron sin poder cenar, a nadie le importo. Al otro día en la mañana pudieron resolver el problema de falta de dinero, se lo resolvieron desde Montevideo.

Pagaron el hotel, lo que los tenía preocupados, pero igual tenían que esperar hasta el lunes que abriera el consulado uruguayo. Un poco más tranquilos resuelven ir a almorzar a Villa Carlos Paz. Ahí parece ser más tranquilo, por lo menos eso le pareció a Jorge. Pero, para seguir la racha la comida le hizo mal a Jorge y se tuvieron que volver al hotel de apuro.

El lunes de mañana en el consulado los atendieron muy bien y le hicieron una documentación provisoria para poder volver, incluso le ofrecieron prestar $200 argentinos, unos $1000 uruguayos, los que Jorge no acepto dado que ya contaba con dinero para poder volver, claro que esa cantidad en caso contrario no le hubiese alcanzado.

Ya era tarde para salir y resuelven hacerlo el martes a primera hora. Dan algunas vueltas por la ciudad, que es bonita, pero con tanto temor que no les permite disfrutar, veían ladrones por todos lados, esperaban ansiosos poder irse.

Finalmente el sábado temprano salen de regreso, y el auto les empieza a fallar, se apagaba constantemente. Llegar a Santafé le llevo más del doble de tiempo. En Santafé llevan el auto al servicio Renault donde le dicen que es el filtro de nafta. Lo cambian y cobran casi $300, unos $1600 uruguayos. Le dicen que una correa está mal pero que sola no se cambia, y le piden más de $ 2000 argentinos, suma con la que Jorge no contaba. Va entonces a otro servicio donde le hacen el favor, eso le dijeron, de cambiar la correa y eso le sale más o menos $300 argentinos.

Como se hizo tarde, tienen que dormir en un hotel de Santafé esa noche, el que le cobro $10 más que lo que le habían dicho con la excusa de que era turismo.

El miércoles tempranito salen pensando llegar a Montevideo. Estaban convencidos de que el auto andaba bien después de lo que le habían cobrado, después de ese gasto que no esperaban. Pero a unos cien kilómetros de haber salido comienza a fallar de nuevo. Así con mil peripecias llegan a Uruguay. Consultan un mecánico que les dice que tiene que esperar una semana para que le vea el auto, era un vago, estaba tomando mate. El temor mayor de Jorge era el repecho del Puente Internacional, que el motor se apagara en el asenso, pero por suerte no paso. En Paysandú lo ve un mecánico macanudo pero no pudo hacer nada, pensó que podía ser la bomba de nafta.

Increíblemente, después de cargar nafta en Uruguay, ya venía con menos de medio tanque, empezó a mejorar poco a poco y casi que sin que Jorge se diera cuenta el auto empezó a funcionar perfectamente. Se ve que la nafta argentina es de mala calidad o que se cargo nafta en estaciones que no fueron debidamente controladas.

Hoy Jorge y Sonia quieren más que nunca a su Uruguay. Lo cual no quiere decir que sientan menos afecto por sus hermanos argentinos y admiración por las bellezas de su tierra.

Pero, entienden que Córdoba, el Gobierno de la Provincia de Córdoba los debe indemnizar por los graves daños y por las omisiones y/o falta de diligencia de su policía.

 

 

Autor:

Jorge Machado

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