Era una tarde soleada, con temperatura muy elevada para la época del año – fines de marzo-, cuando el matrimonio Machado llega feliz a la ciudad de Córdoba. Cansados por un extenuante viaje por carretera y con alguna dificultad mecánica cuya causa verdadera recién descubrirán a su regreso a Uruguay, llegan dispuestos a disfrutar de unas vacaciones que dada su gran dedicación al trabajo hacía mucho no tenían.
Era una tarde de sábado, no conocían la ciudad, se registran en el primer hotel que parecía razonablemente decente, el primero que encontraron en su camino por la ciudad a descubrir: el hotel Everest.
Machado saca su billetera y ofrecer pagar por adelantado a lo que le responden que mejor paga al retirarse, varias personas estaban presentes, todos integrantes del personal del hotel.
Sólo suben las valijas a la habitación y como habían preguntado donde estaba el centro y se les dijo que a unas pocas cuadras deciden, curiosos, caminar para conocerlo.
Salen los Machado, Jorge y Sonia comienzan a caminar y enseguida se sorprenden de ver tantas iglesias juntas, con una hermosa arquitectura, realmente una manifestación del buen arte. Y comentan caminando, han de ser muy religiosos los cordobeses, señal de que son personas buenas: ¡qué suerte!
Continúan caminando, mirando vidrieras, los comercios estaban casi todos cerrados. Pasan por la facultad de Derecho y por el Colegio de Escribanos y acuerdan visitarlos el lunes siguiente. Jorge es Escribano y Docente: consecuentemente está interesado en conocer como desarrollan sus actividades sus colegas; más al estar consciente de visitar la cuna de Narvaja, codificador del Derecho Civil en su tierra, en su Uruguay. Se sorprenden de que una pareja madura vestida en forma informal, pero bien vestida, encontrándose en la esquina de la facultad de Derecho, no les supiera responder sobre donde se encontraba la misma, la que casi sin darse cuenta enseguida encontraron.
Siguen caminando Sonia realiza algunas compras, también compra un helado – a Jorge no le apetecía en ese momento- y siguen caminando y de tanto en tanto se detienen para mirar edificios – que son muy hermosos- así como vidrieras, aunque estas no presentan cosas que los sorprendan: son las mismas cosas que suelen ver en su Montevideo. Siguen caminando, en una plaza ven dos agentes policiales manteniendo una conversación cuyo tenor no conocieron con una vendedora ambulante, con quien parecía ser la encargada de un puesto de los que se suelen improvisar en las calles en muchas ciudades. Eran varios puestos, algunos a cargo de unos hombres negros que notoriamente no eran latinoamericanos, esto los sorprendió, pero no les pareció mal, en Uruguay también viven muchos extranjeros, es un país formado por emigrantes. Nada de estos puestos les gusto como para detenerse y por tanto continuaron caminando.
Confiados siguieron mirando vidrieras y de repente, cuando menos lo esperaban: Encontrabanse mirando una vidriera, cuando de la nada, como si fuera un fantasma, sale un hombre que golpeando a Jorge por la espalda, en señal de cobardía, hace que éste caiga al piso golpeándose fuertemente principalmente en la cabeza. Aprovechando tal situación le quita la billetera y sale corriendo. Enfrente había un policía pero parece que no vio nada, se quiere presumir que no vio nada.
A partir de ahí parte del tiempo desaparece para Jorge, quizás segundos pero varios: Mareado se levanta y logra observar que su cónyuge trata de atrapar al autor de la rapiña, corre velozmente en aptitud de auto defensa, tratando de hacer lo que es obligación de la autoridad, pero … . Sonia es una mujer pequeña y delgada que al igual que Jorge ya no es joven. Consecuentemente Jorge se asusta y mucho, se preocupa por la integridad física de su compañera de toda la vida, ellos se casaron con diecinueve años. Intenta alcanzarla para detenerla, pero cuando había cuasi corrido escasos metros, pero ya en la calzada pierde el equilibrio como consecuencia del mareo que continuaba y de la debilidad propia del estado de salud de Jorge, y vuelve a caer golpeándose principalmente en el rostro. Cae en pleno transito, milagrosamente no perdió la vida, en el mismo transito que Sonia desafío al actuar por instinto y correr sin parar en procura de hacer lo imposible, atrapar al autor del robo como llaman en Córdoba a la rapiña.
En esta caída o quizás en la anterior Jorge pierde el teléfono celular, que fue recogido por un noble y honesto ciudadano cordobés que lo entrega en un comercio para luego ser restituido a su propietario. Logra levantarse inmediatamente pero ya correr, falto de fuerzas mucho no pudo: Sonia lo ve al tomar conciencia de su estado se dirige hacia Jorge para asistirlo, renunciando a su propósito de alcanzar al maligno delincuente.
Frente al lugar de los hechos tenía acceso una especie de galería de comercios, la que tenía salida por varias calles y en el centro un gran patio abierto. Por esa galería había escapado el malvado delincuente.
Página siguiente |