Resumen
Desde sus orígenes en la antigüedad, la celebración de fiestas estuvo ligada a los acontecimientos trascendentales de la vida cotidiana, inicialmente mediante ritos y ceremonias para conmemorar eventos de carácter religioso y después le fueron incorporados elementos culturales, sociales, lúdicos y recreativos, que le dieron carácter de espacio social de esparcimiento y con la aparición del cristianismo, se establecieron los calendarios, con inquiridium de las fiestas a celebrar durante el mes y las licencias sociales permitidas alrededor de la celebración religiosa. De esa manera, los grupos humanos aprovechaban la fiesta como escenario que permitía teatralizar lo más representativo de la cultura local o regional, favoreciendo la definición de patrones de identidad, expresados en el escenario festivo. El festival aparece con la modernidad como fiesta valiosa, que favorece los contactos e intercambios interculturales, que la sociedad de consumo ha sabido utilizar, en detrimento muchas veces de la identidad que en ellos se debe consolidar y manifestar. La gestión cultural debe tender a consolidar estos espacios, como teatro de la cultura propia, que se afianza en sí misma, como contrapropuesta de resistencia a una cultura transnacional, dominante en los escenarios propios de una sociedad globalizada.
PALABRAS CLAVES
Cultura, Cultura de referencia, Identidad, Identidad cultural, Patrimonio, Preservación, Celebración, Rito, Fiesta, Festival, Pertenencia, Cohesión, Arraigo.
Aspectos generales
En general, el concepto de identidad cultural crea confusión con otros conceptos y en especial con el de cultura material -la que se puede mostrar en forma tangible-, de un determinado aglomerado o grupo social. Ésta expresión de la cultura puede ser factor determinante de identidad, pero no el único ni el más importante o fundamental.
La Identidad, es, en primer lugar, un concepto lógico, muy empleado en filosofía, ya que hace parte de los primeros principios de la lógica, que designan el carácter intacto de todo aquello que permanece único e idéntico a sí mismo, pese a que tenga diversas apariencias o pueda ser percibido de distinta forma. Debido a su carácter permanente, en principio, la identidad se contrapone en cierto modo a la variedad, a lo cambiante y siempre supone un rasgo de duración, estabilidad, permanencia e invariabilidad.
Etimológicamente el término identidad, viene del pronombre latino Ídem, que significa el mismo o lo mismo, y en este sentido, la identidad como categoría del ser, expresa la igualdad de un objeto o fenómeno consigo mismo o la igualdad de varios objetos entre sí. Pero debido a que la realidad no es estática sino algo permanentemente cambiante, científica y filosóficamente se debe aceptar, que no hay objetos absolutamente idénticos a sí mismos, ni siquiera en sus propiedades esenciales básicas. Pero en este sentido, también es necesario reconocer que la identidad no puede ser una entelequia, un hecho en abstracto, sino una realidad concreta, que contiene diferencias y contradicciones internas; las cuales, dependiendo de las condiciones dadas, se superan constantemente en su proceso de desarrollo.
En la historia del pensamiento filosófico, la afirmación de la identidad como rasgo ontológico esencial del verdadero ser, ha sido utilizada desde la antigüedad, por ejemplo en Parménides, quien afirmaba el carácter idéntico del ser. En cambio, desde la misma época, otras posturas filosóficas afirmaron lo contrario, o sea, que es precisamente la posibilidad de variación y modificación – lo cual significa ausencia de identidad-, la que caracteriza el verdadero ser -es el caso de Heráclito, algunos sofistas y las tendencias que admiten el cambio y el devenir como rasgos esenciales de la realidad-.
En el campo filosófico, una de las aplicaciones más generalizadas del concepto de identidad se encuentra en el campo de la lógica, que estudia y emplea los llamados "principio de no contradicción" y "principio de identidad"[1]Según éste, no es posible afirmar de un mismo sujeto un determinado atributo y al mismo tiempo su contrario. La formulación elemental de este principio lógico es: "aquello que es, es; lo que no es, no es", o de otro modo, afirmando que un objeto es lo que es y no es posible que no lo sea.
Desde el punto de vista estrictamente lógico, puede formularse el principio de identidad diciendo que: dos juicios, uno de los cuales afirma lo que el otro niega, no pueden ser ambos verdaderos. Lo mismo podría expresarse mediante la fórmula: A es A y A no es A, no son ambos verdaderos. El principio de no contradicción tiene en lógica una importancia capital, pues su objeto es, nada menos, que excluir la contradicción de la esfera del juicio y por consiguiente de todo ámbito lógico. Pero a la par, tiene el mismo alcance en otología, pues no es posible que un objeto sea él y al mismo tiempo no lo sea; lo cual debe entenderse en el sentido de que: ningún contenido del pensar debe estar en contradicción consigo mismo, sino con otro contenido del pensar, lo cual es aplicable también a los objetos.
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