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La muerte en la historia


Partes: 1, 2

    1. La muerte a través de la historia y la cultura
    2. La muerte en la literatura y en el arte

    Tócame el cuerpo

    en la mañana

    y sabrás

    cuánto pesa

    una noche

    la muerte

    debe pesar

    como un millón

    de noches juntas

    (Faver Páez: "Para no morir del todo", 2000)

    1. La muerte a través de la historia y la cultura

    De acuerdo con Iribarren (1965) los únicos capacitados para hablar de la muerte son los muertos; pero los muertos nada dicen porque están mudos y delegan en lo vivos la pretensión imposible de comprender y definir el gran enigma.

    La muerte (Albornoz, 1990) en sentido general se refiere al deceso de un ser vivo; así entendida es que nos dice Sartre (1905-1980) que la muerte es un simple hecho como el nacimiento. Cuando la muerte se considera como algo que ocurre a la existencia humana, entonces es posible apreciar varias concepciones acerca de la misma. Así tenemos:

    • La muerte como principio de una nueva existencia. Esta es una concepción religiosa, presupone que el alma es inmortal, que en el acto de la muerte se separa del cuerpo para pasar a llevar otro tipo de existencia.
    • Algunas religiones orientales consideran la muerte como el retorno al mundo del cual hemos salido; de ahí el "tierra eres y en tierra te convertirás", también la idea del "eterno retorno".
    • La muerte entendida como limitación de la existencia, para el existencialista Karl Jaspers (1883-1969) la muerte es la situación límite, inevitable a todo hombre. En tal sentido es decisiva, esencial, ligada a la naturaleza humana en cuanto tal, signo inequívoco de la fenitud.
    • La muerte es el problema fundamental del hombre, el solo hecho de tomar conciencia de la muerte basta para engendrar la angustia y caracterizar la existencia humana. La existencia es la vida más la conciencia de la muerte.
    1. El hombre de Neanderthal (+/- 100 millones de años) es considerado el

      primer homo sapiens, el quinto de la clasificación de los homínidos (australopitus, oreopitus, zinjantropos, heidilber); ha dejado testimonios de su espiritualidad y ejemplo de ello lo tenemos en las sepulturas, en estos enterramientos se ha podido observar el cuidado con que se disponía el suelo ( cubriéndolo con cantos rodados), el cadáver ( en posición encogida) y las ofrendas. Estas últimas prueban la creencia en una vida de ultratumba que requería la ayuda de los vivos (Salvat, 1974).

      Parece ser que la muerte era una realidad que no podía pasar inadvertida para estos hombres del paleolítico dotados cada vez mayor de conciencia.

      En los diferentes continentes los arqueólogos y antropólogos han encontrado diversos enterramientos, pero no siempre será posible determinar si el esqueleto descubierto correspondía a una muerte casual acontecida en el lugar del hallazgo o si su situación en ese punto correspondía a una elección deliberada por parte de quienes le sobrevivieron.

      Las conclusiones actuales de los investigadores es que el hombre prehistórico no sólo respetaba a sus muertos, si no que , incluso, estaba preocupado por la vida de ultratumba.

      Parece evidente que, para ellos, la muerte era la entrada a un reino del sueño, del que ignoramos si pensaban que podían despertarse, es decir, si la muerte era un estado transitorio o definitivo. Aunque no se pueda afirmar rotundamente, es muy posible que los alimentos y objetos de silex, que aparecen junto a los esqueletos con relativa frecuencia, fueron depositados como ofrendas para que el muerto pudiera utilizarlos en el transito de un mundo a otro.

      El hombre del neolítico continuará con manifestaciones de culto a los muertos, las primeras comunidades neolíticas enterraban cuidadosamente a sus muertos, a quienes ofrendaban muchas veces vasijas con alimentos, pequeños objetos y otras piezas de ajuar , pero sin excesivas complejidades.

      A partir de estos primeros momentos en la evolución del hombre, demuestran que no hay sociedad humana que no someta sus difuntos a atenciones particulares, cuya función es integrar el fenómeno brutal e inevitable de la muerte y, en cierta forma, negarla. Así se explican las actividades frente a la descomposición del cuerpo y al espanto que suscita.

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