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Capital intelectual en las universidades del mundo


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    Actualmente se acepta que, en las sociedades económicamente desarrolladas y tecnológicamente avanzadas, el conocimiento constituye un pilar básico en la creación de ventaja competitiva[1].

    Tanto en el ámbito académico como en el de gestión empresarial, es cada vez más frecuente encontrar alusiones al término Sociedad del Conocimiento, para hacer referencia a un estadio de desarrollo de la sociedad, caracterizado por la rapidez de los cambios y la importancia fundamental de la tecnología, y en el que la generación de riqueza y bienestar se entienden estrechamente vinculados a las inversiones en innovación y, muy especialmente, a la generación de conocimiento.

    Si bien es cierto que por ejemplo, los productos, se originan en la dimensión real, su gestión, promoción y distribución, se realiza cada vez con una mayor frecuencia en la dimensión virtual, con lo cual tanto éstos como los servicios, se transforman en información de tipo digital que es transmitida a través de determinados canales. Todos estos hechos hacen más compleja aún la acepción y categorización que se maneja de los activos tangibles e intangibles de una institución.

    Existen investigadores que  identifican 4 categorías en la composición de los activos intangibles: activos de mercado, propiedad intelectual, activos centrados en los humanos,  activos de infraestructura.

    Es evidente que estas distintas formas de clasificar a los activos, traen aparejadas elementos, conceptos y términos no muy utilizados cotidianamente, y otros son tan vistos y empleados en la vida diaria,  que muchas veces no existe un consenso de su real significado o sus disímiles aristas. Uno de estos términos, es el del Valor, las investigaciones demuestran que su significado puede diferir, teniendo en cuenta la percepción que se tenga de lo conocido por Valor y en que bienes, servicios o ganancias tangibles o intangibles se pueda traducir.

    Las empresas se percatan de lo importante que resulta "saber, qué saben" (metaconocimiento). Estos activos de conocimiento residen en las bases de conocimiento, archivos y en la cabeza de los empleados, considerados todos como activos intangibles.

    En esencia, hablamos ahora de la gerencia de los activos intangibles como núcleo de la nueva economía, en la que la información, el conocimiento, el denominado capital intelectual, capital humano y el capital del conocimiento se han convertido en los ejes rectores y protagónicos esenciales que definen el verdadero valor de un negocio.

    Las Universidades ocupan un lugar central en la sociedad del conocimiento. Representan, en todo el mundo, uno de los principales actores de la investigación científica. Dentro de la Unión Europea, las Universidades están sufriendo una apreciable transformación de su papel dentro de la estrategia acordada en el Consejo Europeo de Lisboa de 2000 tendente a la construcción de una «economía basada en el conocimiento.

    Aunque no se puede negar que Europa es una sociedad con altos niveles de educación, sólo el 21 % de la población de la UE en edad de trabajar ha completado estudios superiores, una cifra muy por debajo de las de los Estados Unidos (38 %), Canadá (43 %), Japón (36 %) o, incluso, Corea del Sur (26 %).

    Pese a que la mayoría de los europeos consideran la enseñanza superior un «bien público», lo cierto es que las matriculaciones han sido más numerosas y crecen más rápidamente en otras partes del mundo, gracias sobre todo a una financiación privada mucho más fuerte. Con una tasa bruta media de matriculaciones del 52 %, la UE se sitúa ligeramente por encima de Japón (49 %), pero por detrás de Canadá (59 %) y a una gran distancia de los Estados Unidos (81 %) y de Corea del Sur (82 %).

    Si bien es cierto que la Unión cuenta con un mayor número de licenciados en los ámbitos científicos y tecnológicos y de doctores en general, no lo es menos que sólo da empleo a 5,5 investigadores por cada 1 000 asalariados, una cifra ligeramente por debajo de las de Canadá y Corea del Sur, pero muy inferior a las de los Estados Unidos (9,0) y Japón (9,7).

    La tendencia a la uniformidad y al igualitarismo que impera en numerosos sistemas nacionales ha permitido asegurar que la calidad media de las universidades, aunque por lo general homogénea, sea comparativamente buena, al menos por lo que respecta a los aspectos académicos. Sin embargo, esta falta de singularización es igualmente fuente de no pocas carencias.

    La mayoría de las universidades suelen ofrecer los mismos programas monodisciplinarios y métodos tradicionales orientados hacia el mismo grupo de estudiantes académicamente mejor cualificados, lo que lleva a la exclusión de aquellos que no se ajustan al modelo estándar.

    Las universidades se encuentran en una encrucijada en la que convergen dos graves déficits de inversión en el sector del conocimiento: – en el ámbito de la investigación, el gasto de los países de la Unión Europea se sitúa en el 1,9 % del PIB , mientras que en los Estados Unidos, Japón y Corea del Sur alcanza casi el 3 %, una diferencia que se explica por el nivel de inversión de la industria en estos países, que es mucho mayor; – en el ámbito de la enseñanza superior, los países de la Unión gastan por término medio sólo un 1,1 % del PIB, una cifra similar a la de Japón pero muy inferior a las de Canadá (2,5 %), los Estados Unidos (2,7 %) y Corea del Sur (2,7 %). Esta diferencia obedece casi enteramente a que los niveles de inversión de la industria y los hogares son mucho más bajos en nuestro continente. Para igualar a los Estados Unidos, Europa tendría que destinar cada año 150 000 millones de euros suplementarios a la enseñanza superior12.

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