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Obviamente la Naturaleza, novicia, como al comienzo sería en la construcción de universos, cuando el nuestro creara, tuvo que recorrer la ruta de cometer errores en su búsqueda por excelencia. Pero, en un breve lapso sideral, lo logró hacer tan bien, y se sintió tan satisfecha, que comenzó a establecer en sus fundaciones, leyes. Algunas que son inconmovibles, y otras, que operan como módulos —- estos últimos, sujetos a ser modificados, abolidos y reemplazados, por vía de la selección mutante.
La Naturaleza, no descansó… como nunca descansará — ya que es buena madre…
Madre, que cree en la independencia y en la emancipación de sus hijos.
Cuando le llegara el turno de crear los seres vivientes, la Naturaleza, a todo género le asignó, tácticas propias de alimentación para su ajuste a la supervivencia en este mundo.
Lo llevó a cabo creando redundancia. Mientras que lo hiciera, mantuvo poca superposición entre los grupos alimenticios y asignaría a los animales mayores en volumen, los grupos de comidas más copiosas y más accesibles.
¡Imaginen una ballena voladora o un elefante carnívoro! Lo que haría del resto de los seres vivientes.
El Hoazín. Ave rumiante…
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