Pensamientos
Tú, Casilda, la gloria
de tu piadoso bienhechor hoy cantas
porque es sublime y santa
así, como otros días,
el pueblo de Israel, la de Nohemías
y, con ella, Mister Lynn!Si empiezo, no tendré fin,
porque el gozo me enagena
¡Qué viva mi amiga Elena
y, con ella, Mister Lynn!
Don Antonio González Llorente
Introducción.
El poblado de Casilda que aparece con notable mención desde los primeros tiempos del descubrimiento y colonización de la Isla, reconoce, como patrona, a Santa Elena. Su iglesia, se erigió bajo la advocación de la gloriosa madre del Emperador Constantino. Ligeramente vamos a dar a conocer algo respecto al historial de tal templo.
"El sábado, 18 de diciembre de 1847, a las siete de la mañana, tuvo lugar el solemne acto de colocar la primera piedra para la erección de la iglesia de Santa Elena, a expensas de Don Guillermo Serjant y Lynn, ciudadano americano, vinculado a Trinidad, que, cumpliendo y ayudando los votos de su esposa, Doña Elena Yurubi Montalván, ofreció un elocuente ejemplo de caridad cristiana. He aquí como describió el acto el periódico local "El Correo": "Al rayar el sol, poco más o menos, principió la sacra ceremonia en la que oficiaba nuestro Venerable y virtuoso Pastor, el señor Cura Párroco, Don Juan Vicente Ximénez, y, entre los ecos de los sagrados cánticos religiosos, nuestro muy digno y querido Gobernador, Don Juan Herrera Dávila, a quien acompañaban varios miembros del Cuerpo Capitular, colocó la primera piedra base del edificio, prerrogativa de que participaron también, enseguida, colocando otras algunas de nuestras demás autoridades, como el señor Comandante de Marina, Don Francisco Ristori y los señores Alcaldes de primero y segundo voto, Don Pedro Cantero y Don Gregorio Zulueta, pronunciando, después de concluido los ritos religiosos, el señor Gobernador con la bondad, el placer y meritorio sentimiento que le animan siempre en favor de sus gobernados, un discurso conciso y elocuente a la vez, y en cuyas sentidas frases se demostraban los sentimientos de satisfacción que le animaban al solemnizar tan augusto acto; y fue de señalar este inspirado párrafo: "El pueblo trinitario, agradecido, conservará siempre en su memoria y en su corazón a los piadosos fundadores de este templo; y los habitantes de Casilda les serán deudores del mayor de todos los bienes recibiendo los propios y eficaces auxilios que obtienen en esta Santa Iglesia, porque la Religión, señores, es el origen, es la causa y modo, fecundo manantial, de todas las virtudes y la verdadera felicidad".
En breves palabras contestó el señor Serjant Lynn y, después, habló el Sacristán Mayor Pbro. Don Juan de la Yaz Martínez, inspirándose en el Génesis, Capítulo XIII v. 21 et. 22, muy elocuentemente, recordando que las ritualidades practicadas simbolizan la historia de la visión por la que, el Santo Patriarca Jacob en muestra de gratitud, fue el primero a erigir un monumento que perpetuase la memoria del lugar donde halló cuanto su aflicción, soledad y abandono demandaba. Volvió a hablar el señor Serjant Lynn y, entonces, se extendió, en párrafos brillantísimos, que deseamos reproducir, pues, en verdad, lo merecen como éste: "Es con la emoción más profunda de gratitud y reverencia que doy gracias al Ser Supremo por su infinita bondad, por las muchas mercedes que ¡tic ha dispensado en diferentes circunstancias de mi vida; es a Él, a quien mi corazón rinde gracias por los bienes con que me ha favorecido la fortuna, y porque, a su divina intervención, soy deudor del feliz éxito con que han sido premiados mis tareas". Y este otro párrafo: "Por más de veinte y cinco años, he residido en la ciudad de Trinidad, cuyo importante período de engrandecimiento de su creciente fama, he contemplado con satisfacción, y me es grato creer que, de algún modo, he contribuido a su progreso. Trinidad ocupa hoy el rango de cuarta ciudad comercial entre las de esta afortunada Isla; muchos de sus hijos han recibido en la culta Capital, en la madre patria y en otros países civilizados una educación clásica, y sus habitantes muestran virtudes y distinguidas habilidades que habrían hecho honor a la misma Roma, cuando se hallaba en el apogeo de su gloria". Siguen otros hermosos párrafos y termina con éste que recuerda los cantos que Manzoni pone en boca de Renzo, al abandonar sus montañas milanesas: "Esas majestuosas, imponentes y hermosas montañas, cuyas cimas, casi se pierden entre las nubes, son también objeto de mi afecto; y, en las veces que me he alejado de las playas cubanas y que las he visto perderse en la distancia, he sentido conmoverse el corazón; pero, a mi vuelta, cuando desde la cofa de la nave las he divisado, cual un punto en el horizonte, ningún lenguaje puede expresar mi exaltación, mi regocijo; volver al seno de mi familia, volver a ver a mis amigos era mi supremo anhelo".
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