Con la misma intención de la primera meditación, de alejarse de todo en lo que pueda haber lugar a la duda, inicia Descartes está segunda meditación con la motivación de encontrar algo indubitable, verdaderamente cierto, o llegar a tener por cierto que no hay nada completamente ajeno a la duda en el mundo.
Ya había considerado en la primera meditación con respecto a las cosas que no había una sola de la cual no pudiera dudar, por eso no les daría más crédito que el que les daría a las falsas, según el primer principio del método. Ahora, retomando estas consideraciones, por primera vez asume que no hay nada cierto en el mundo. Pero, duda inmediatamente de esta afirmación siguiendo el primer principio del método, pues no es aún evidente que no existe nada cierto en el mundo, ya que es pensable que exista algo completamente distinto a las cosas de las cuales ya ha dudado. Por lo cual, está meditación puede asumirse como una revisión o recuento completo, prescrito por el cuarto principio del método, en la medida que busca no omitir nada de su examen.
En la primera parte de este recuento, a partir de la consideración de los pensamientos, afirmará con evidencia su propia existencia, conforme al primer principio del método. Luego, desde la certeza de que es algo, se pregunta qué es, en donde distingo una segunda parte, ya que el primer principio del método obliga la distinción par poder admitir algo como verdadero. Para poder saber qué es, examina lo que pensaba ser, y luego aplicando el segundo principio del método, divide aquellos pensamientos en dos grupos: los que le permiten afirmar que es cuerpo, y otros que es alma. Ascendiendo hacía lo más complejo, conforme al tercer principio del método, examina uno a uno los atributos que le ha adjudicado al cuerpo como al alma, y desechándolos uno a uno encuentra solo al pensamiento como un atributo inherente a él mismo, llevándolo a afirmar que es una cosa que piensa. Dicho conocimiento de sí mismo pretende extenderlo a partir de la imaginación, a la cual halla inútil. Al final, realizando una nueva revisión de lo considerado en la segunda parte, a partir de la pregunta de qué es más cognoscible si el cuerpo o el pensamiento que es propio de su ser, afirma con plena claridad que nada le es más fácil de conocer que su espíritu.
Descartes realiza un giro en su examen en esta segunda meditación, y reflexivamente se pregunta por el origen de los pensamientos que le han acometido, pues puede ser posible que ellos sean obra de un poder externo a él que se los imponga, pero, se abre la posibilidad a que él los produzca por sí mismo. Puede dudar que sean obra de dicho poder, si es pensable la posibilidad de que sean obra suya, primer principio del método, lo cual significaría que él es algo. Pero, si él es algo verdaderamente debe serlo evidentemente, primer principio del método, luego, dicha evidencia no puede estar condicionada a la existencia de los sentidos ni del cuerpo, ya que en ellos hay lugar a la duda. Entonces, él si es algo verdaderamente, debe serlo independientemente del cuerpo y de los sentidos. La evidencia de su existencia estará fundada en el carácter de agente que asume como condición del estar persuadido de qué nada hay en él mundo. Por lo cual su existencia es evidente, no es posible pensar lo contrario, ya que incluso ante la posibilidad de que se le pudiera objetar el anterior argumento, en base a la posibilidad de que existiera un poder que lo estuviera engañando conforme a esto, dicho engaño afirmaría una vez más que él es algo. Luego la proposición "yo soy", "yo existo" es necesariamente verdadera.
Una vez tiene como evidente su existencia, se hace necesaria la pregunta por el qué soy, en la medida qué el primer principio del método prescribe el admitir solo como verdadero no solamente lo evidente, sino también lo que se presente de una manera clara y distinta. Luego, aunque sabe qué es algo con evidencia, este conocimiento solamente puede ser verdadero cuando sea también claro y distinto, cuando se llegue al contenido de la afirmación "yo soy".
Descartes se propone llegar al conocimiento de lo qué es él mismo por medio del examen de sus antiguas opiniones, quitando de sí las que den lugar a duda para llegar a lo verdadero, conforme al primer principio del método. Distingo en su examen dos clase de antiguas opiniones; las que lo llevan a definirse como un animal racional, que abandona prontamente ante la necesidad de dividir el problema en qué es animal, y qué es racional, conforme al segundo principio del método, pues lo desvían de su pregunta de qué es él; y la segunda parte de su examen, que se fundamenta en el examen de los pensamientos espontáneos inspirados en su propia naturaleza. Respecto a estos pensamientos, se realiza una división entre ellos aplicando el segundo principio del método, distinguiendo los pensamientos que lo llevan a pensar que es cuerpo, y otros qué era acciones, que él atribuye al alma. Dividiendo el problema una vez más, aplicando el segundo principio del método, considera distintamente la naturaleza del cuerpo a partir de las nociones de figura, espacio, características sensibles, y movimiento; aunque el movimiento no se lo atribuye al cuerpo por sí mismo, sino a otra cosa de la cual lo recibe.
Ahora, ascendiendo desde lo más simple a lo más complejo, considera si los atributos que ha reconocido en el cuerpo como en el alma le pertenecen, desde la duda sobre lo corpóreo fundada en la existencia de un poder externo que busca engañarlo. Así, no se sostiene ningún atributo corpóreo, ni tampoco ninguno de los atributos del alma que están estrechamente relacionados con la existencia del cuerpo, ya que si del cuerpo se ha podido dudar desde el primer principio del método, cualquier atributo que se base en él no puede ser indubitable, por lo tanto debe ser rechazado. El único atributo del alma que subsiste es "pensar", pues no está relacionado con el cuerpo, por lo tanto no puede separarse de su existencia, además se hace inaceptable dudar del pensamiento, pues sería una contradicción, pues está pensando. Entonces, a la pregunta ¿qué soy? Se responde: "Soy una cosa que piensa", y que es verdadera, pues para Descartes lo verdadero es lo que se presenta evidentemente, de una manera clara y distinta donde no haya lugar a duda.
Buscando ampliar el conocimiento que tiene acerca de sí mismo, amplía su examen por vía de la imaginación. Pero el conocimiento acerca de él mismo no puede depender de cosas desconocidas, las cosas de la imaginación, asumiendo que esas cosas desconocidas, puesto que no las conoce, pueden no ser diferentes de él mismo. Sólo se puede juzgar de lo que se conoce, y eso es qué él es algo. Así mismo, el conocimiento por vía de la imaginación es ficticio, ya que imaginar no es sino contemplar la figura o imagen de una cosa corpórea, y lo corpóreo da lugar a duda.
Una vez más, buscando ampliar el conocimiento de sí mismo por otra vía, se pregunta Descartes: ¿qué es una cosa qué piensa? Y resuelve que el contenido de aquella cosa diciendo: una cosa que piensa es una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina, que siente. Afirmando estas acciones como parte del pensamiento, y por lo tanto a su naturaleza, puesto que es él mismo quien las realiza, por lo tanto alcanzan el grado de evidencia así como proposición "yo soy". Pues aunque las cosas que imagina no son verdaderas, o las cosas que siente tampoco lo son, la potestad de imaginar y de sentir hacen parte del pensamiento pues le parece que ve y que imagina, lo cual no es otra cosa sino pensar. Luego, desde el pensar se conoce a sí mismo con mayor claridad y distinción, pues él es pensamiento.
2.1- ¿Qué es mejor conocido, las cosas corpóreas o la otra parte de la naturaleza humana que no es objeto de la imaginación?
Distingo esta parte del texto dentro de la segunda parte, en la medida en que ella surge a partir del error o extravío en el qué ha caído Descartes a pesar de sus anteriores consideraciones, pues cree que le es mejor conocido lo corpóreo que lo que no es objeto de la imaginación. Por lo cual, dentro de la lógica del método, esta parte correspondería a la aplicación del cuarto principio que obliga a realizar recuentos y revisiones amplias para no omitir nada.
Considera que un pedazo de cera para su experimentación, por ser un cuerpo particular con atributos sensibles múltiples y perceptibles. Reconoce y distingue los atributos sensibles, cree que ellos le permiten conocer distintamente el objeto. Somete el pedazo de cera al fuego, los atributos que le permitían distinguir con claridad el pedazo de cera desaparecen, y a pesar de ello sigue permaneciendo la cera, por lo cual la cera no es la unión de dichos atributos sensibles que antes reconocía, entonces el conocimiento verdadero que prescribe el primer principio del método no se realiza por medio de los atributos sensibles, ya que ellos no permiten conocer la cera clara y distintamente, no hay evidencia en que estos atributos sean el pedazo de cera. Luego, si en las características sensibles de los cuerpos hay lugar a la duda, de ellos hay que apartarse como si fueran completamente falsos.
Ahora, ¿qué cuerpo es posible a la imaginación sin los atributos físicos? Solamente resta algo extenso, flexible y cambiante. Por lo cual, siguiendo el segundo principio del método, trata particularmente estos atributos del nuevo cuerpo dividiéndolos.
Ante la pregunta "¿qué es flexible y cambiante?", encuentra que dicha concepción no pertenece a su facultad de imaginar, puesto que a la imaginación se le imposibilita concebir la infinidad de cambios a los que puede estar sujeta la cera, más allá de las formas tradicionales que hay en la imaginación. De la pregunta "¿qué es la extensión?", se sigue que es algo solamente concebible por medio del pensamiento con mas claridad, en la medida en que se concibe en aumento conforme a la temperatura, más allá de la capacidad de la imaginación de considerar la extensión que puede alcanzar la cera. En suma, la imaginación no permite un conocimiento claro y distinto de las cosas, el pensamiento sí. Entonces, la cera que concebimos por medio del pensamiento es la misma que creíamos conocer desde un principio por medio de los sentidos, la imaginación; puesto que su la acción mediante la cual percibimos la cera, no es una un ejercicio de los sentidos, ni tampoco de la imaginación, es una inspección del espíritu, dice Descartes. Por lo cual dicha inspección del espíritu precede a los sentidos y al entendimiento, ya que Descartes dice que dicha inspección puede ser imperfecta y confusa, como era antes, refiriéndose a los sentidos; o bien clara y distinta, como lo es ahora, por el entendimiento.
Considerando la posibilidad de caer en el error, y tal vez a modo de revisión como lo prescribe el cuarto principio del método, se ofrece un argumento que refuerza su tesis de que comprendemos clara y distintamente por medio del espíritu y no por medio de los sentidos. Pues en el uso corriente del lenguaje se suelen confundir los términos ver y pensar, luego, decimos que vemos la cera si está presente, y no que la pensamos. Ya que lo que vemos son los atributos físicos, como cuando vemos sombreros y capas, y sin embargo decimos que vemos hombres, luego, lo que decimos no proviene simplemente de los sentidos, sino de una facultad de juzgar que nos permite decir que vemos hombres al considerar por medio de ella lo que proviene de los sentidos.
Pero, teniendo en cuenta que desea conocer mejor que el vulgo, abandona su consideración acerca del error que hay en la manera de hablar del vulgo, para argumentar a favor del conocimiento por medio del pensamiento, pues una vez ha examinado con exactitud lo que es la cera y en que manera puede ser conocida, resulta ridículo volver a considerar la posibilidad de conocer con mayor evidencia y perfección la cera sólo por vía de los sentidos, pues está primera percepción es común a cualquier animal, mientras que el ejercicio de hacer distinción entre la cera y sus formas externas es solamente propio al espíritu humano. Espíritu que le permite conocerse a sí mismo con verdad, claridad y distinción, cuando parece que conoce con claridad y distinción cualquier objeto, pues así perciba a la cera sensiblemente, aunque dichos atributos no sean la cera, o la imagine o la conciba por el pensamiento, no es posible decir que ese yo que piensa no se a nada, luego, él existe.
- Termina Descartes a manera de conclusión, seguro de que los cuerpos no son propiamente concebidos por la imaginación o los sentidos, sino sólo por el entendimiento, y que no los conocemos sino por pensamiento, luego lo más fácil a conocer es su espíritu, puesto que cualquiera de todas las razones para conocer la naturaleza de cualquier cuerpo, le sirven para conocer su propia naturaleza, puesto que él es el agente de todas estas razones.
- Descartes, Rene, "Discurso del Método", capítulos I y II.
- Descartes, Rene, "Meditaciones Metafísicas", Segunda Meditación.
Camilo Andrés Fajardo