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Juárez y la Identidad en la Paz


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    Juárez y la Identidad en la Paz

    Dante Múzquiz Beltrán

    El Presidente Juárez, Benemérito en el Continente Americano, nació, creció, estudió, trabajó, redactó y propició una serie de Reformas determinando que los intereses de la Patria están y debieran estar siempre por encima de todos los demás intereses internos y externos: ningún interés es más alto que la Patria y ninguna persona puede ostentarse con un interés personal que sobrepase el interés de La Patria.

    Patria, en este contexto, es mi estado, mi región, mi Ciudad, mi municipio, mi barrio, mi comunidad, mi unidad habitacional o mi manzana, mis vecinos, mi casa, mi familia, mis parientes políticos y todas aquellas personas que no fueron elegidas por mí para estimarlas o prodigarles afecto; para los que yo elija, el Amor de mi corazón germinará siempre desde mi voluntad.

    Al llegar a la vida, traemos sólo la carga genética que nos permitirá cierta subsistencia biológica pero todo lo demás deberá ser adquirido, entendido, asimilado a través de un proceso de aprendizaje que no termina sino hasta la muerte: se aprende a tener identidad, a controlar nuestro temperamento, a reconocer nuestros orígenes y se aprende a identificar nuestro lugar en este tiempo y en este mundo.

    Se aprende a identificar a nuestros hermanos, primos, tíos, abuelos y para reconocerlos les llamamos familia. Les damos de nuestro afecto, los queremos, los amamos también; su función es formar equipo con nosotros pero no debieran ser quienes hagan nuestra tarea en la escuela de la vida.

    En este estado de cosas, resulta muy preocupante una familia que solapa a un niño o a una niña buscando acomodar su vida para que no se entrene hacia la adversidad, sino para que aprenda a evadirla.

    Para agravar más la situación, mamás, papás y demás integrantes, han seguido (derivado de las costumbres o impuesto por alguno de sus miembros) un modelo riesgosamente manipulador donde se permite, se acepta o se toleran acciones, actos, omisiones, atropellos o insultos entre los miembros de la misma familia o hacia el entorno circundante bajo el argumento de evitarle males, molestias, altercados o crisis de salud (reales o inventadas) a uno o a varios de estos miembros de familia. De esta forma, un integrante falta al respeto en alguna forma a los demás y los hermanos o parientes ocultan, matizan, minimizan o niegan el hecho ante quienes creen que podrían resultar afectados con la noticia.

    Este infortunado tratamiento esfuma el hecho de reconocer la consecuencia de la poca educación o una pobre formación en casa para transformarlo en un simple "evento" que pretende justificarse diciendo: "suele ocurrir hasta en las mejores familias". La vida se convierte, entonces, en una suma de eventos fortuitos circunstanciales inesperados en lugar de reconocerlos y enfrentarlos en su origen como decisiones inconsecuentes o sobreprotectoras y de aceptar que se ha eludido la aplicación de la correspondiente y oportuna medida de orden.

    Resultan trágicos, aunque lógicos, los chantajes emocionales, sentimentales o manipuladoramente racionales que se ocupan en casa para impedir que los niños, las niñas o los adolescentes se vayan haciendo cargo de sus responsabilidades. No se plantea como alternativa maltratos, ni abusos ni excesos disciplinarios contra algún miembro de la casa para conducirlo hacia el buen camino, pero tampoco resultan útiles los consentidos, preferidos, distinguidos o favoritos, si esto implica allanar el camino para que no aprendan respeto, para que no se esfuercen en el respeto, para que no se entrenen respetando o para que no se desvelen o suden o se cansen o pongan a prueba su potencial más allá de lo que a los comodinos les parece "normal" o los sedentarios mediocres reconocen como "zona de confort".

    Las familias que consienten o tratan de sobreproteger a sus niños, generan condiciones para se acostumbren a vivir fuera de las reglas, fuera de los lineamientos, fuera de los preceptos porque –por más que cometan alguna falta- saben que cuentan con la acción decidida de una mamá o de un padre o de una familia que apoyará "en todo" a uno de sus miembros aunque ello implique incumplir las reglas que están determinadas para todos.

    Parece ser que se ha diseminado la idea errónea de defender el derecho propio ignorando o quebrantando el derecho ajeno y se ha puesto tanto énfasis en ello que muchos delincuentes han sido exonerados porque al aprehenderlos la policía vulneró en alguna forma sus derechos humanos. El argumento de Benito Juárez, el estadista, se desintegra cuando se antepone el derecho de uno sobre los derechos de los demás.

    En consecuencia, al interior de cada casa se gestan reacciones más extremas, frentes de choque más duros, para "defender a los nuestros" porque se asume o se sospecha que cada familia actuará en igual o mayor medida que la propia defendiendo a sus propios integrantes: las agresiones se agravan y los enfrentamientos suben de tono formando una espiral interminable.

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