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En defensa del ateísmo, de la discusión y del pensamiento libre


Partes: 1, 2

     

    1. ¿Sobre qué discutir?
    2. ¿Qué está en juego?
    3. Un enfoque científico
    4. Lo sobrenatural es incoherente
    5. Adoctrinamiento, una estrategia exitosa
    6. La coherencia de lo incoherente
    7. Dios es una hipótesis científica
    8. Nada es seguro o imposible
    9. Dios es improbable
    10. La moral y la ética naturalista

    Este artículo pretende, más que convencer a la mayoría de la gente sobre las ventajas del ateísmo, convencer a la mayoría de la gente sobre la importancia de discutir sobre la religión y sobre el ateísmo. Creemos que lo primero es consecuencia inevitable de lo segundo.

    En defensa de la discusión

    Las diferencias religiosas han sido en el pasado motivo o excusa de numerosos conflictos, guerras, homicidios, persecuciones, invasiones y robos. Persecuciones en el Imperio Romano, Guerras Santas y Yihades en Medio Oriente, Guerras de Religión en Europa, la Santa Inquisición, Cruzadas, colonizaciones evangelizadoras en América, la Rebelión Taiping en China, son algunos ejemplos de cruentos conflictos en los que las diferencias religiosas jugaron un papel importante. Es posible pensar entonces que la discusión sobre temas de religión debe ser evitada para así evitar esos conflictos. ¿Pero realmente evitamos conflictos religiosos evitando la discusión? ¿Nuestras creencias, incluidas las religiosas, no son acaso la base a partir de la cual tomamos decisiones y realizamos acciones? Personas con diferentes creencias pueden tomar decisiones antagónicas, a partir de estas decisiones se realizan acciones y de éstas acciones pueden surgir conflictos. Entonces, ¿no es mejor resolver los conflictos discutiendo, antes de que las creencias repercutan en acciones?

    La historia nos muestra que aplazar las discusiones hasta el momento en el que los conflictos son inevitables no hace sino potenciar los daños del conflicto. De los conflictos religiosos del pasado, ¿cuántos surgieron como consecuencia de un debate amplio de la sociedad? Probablemente ninguno. Las guerras religiosas se han basado en el fanatismo fomentado por instituciones poderosas que tratan de prohibir la discusión y el debate religioso. Los grandes cismas religiosos fueron hechos por grupos de personas con intereses políticos, sin consultar a la mayoría de la población creyente.

    La discusión es un requisito indispensable para la democracia. Es imposible que se tomen decisiones de acuerdo a la voluntad de la mayoría si las personas no dan a conocer sus opiniones. El hecho de que no se discuta implica tácitamente que se acepta el estado actual de las cosas, el statu quo. La historia nos muestra cómo muchas religiones se han opuesto a la democracia, evitando o prohibiendo la discusión, la cual pone en duda muchas de las creencias religiosas.

    La discusión es además una de las herramientas más poderosas para la destrucción de prejuicios y estereotipos. Muchos de los conflictos étnicos, religiosos o políticos son el resultado de la formación de prejuicios, generalizaciones y estereotipos que deshumanizan al adversario, y que son consecuencia del aislamiento entre los diversos grupos. El contacto y el intercambio de ideas que impone la discusión, corroen poco a poco este aislamiento, haciendo evidentes las incoherencias y las falacias presentes en esos prejuicios y estereotipos.

    ¿Sobre qué discutir?

    El objetivo más importante de este texto es convencer a los lectores sobre la importancia de una sana discusión sobre temas de religión, superstición, divinidades y creencias. Al hablar de discusión no nos referimos a un intercambio de insultos y descalificaciones con el objetivo de herir emocionalmente al adversario, sino a un intercambio de opiniones e ideas con el objetivo de contrastar nuestras creencias con las creencias de otros, y con el fin último de acercarnos a la verdad, de acercarnos al conjunto de creencias que aumentan nuestras probabilidades de obtener la felicidad.

    Pero la discusión está condicionada por nuestra realidad, y por el tiempo del que disponemos para debatir. La cantidad de temas y de creencias posibles parece ser infinita. Aceptar la importancia de discutir sobre religión puede ser completamente inútil si la discusión se centra en los temas menos esenciales, en los temas periféricos, que dan por ciertas las suposiciones más fundamentales. Discutir sobre religión no debería empezar por discutir cuál de tantos libros o escrituras consideradas sagradas, o cual de su versiones o interpretaciones, es correcta, sino por establecer las bases o principios de nuestras creencias, la manera en la que obtenemos el conocimiento, y la naturaleza de este conocimiento. Discutir sobre religión no debería empezar por analizar la virginidad de María, o la resurrección de Jesús, sino por examinar la posibilidad o imposibilidad de lo sobrenatural. Una discusión sobre religión debería empezar por cuestionar la existencia de uno o varios creadores, no por debatir sobre su nombre, sus poderes o su personalidad.

    ¿Qué está en juego?

    Partes: 1, 2
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