- Destino y propósito de los personajes masculinos en Cien años de soledad
- José Arcadio Buendía. Pasión y desmesura
- El primer Aureliano. El amor por sí mismo
- Aureliano José. El Edipo y la muerte
- José Arcadio Segundo. Sublimación y melancolía
- El primer José Arcadio. Transgresión y goce
- Arcadio. Transgresión y procreación
- Aureliano Segundo. Amor y placer
- El último José Arcadio. Decadencia y dolor
- Aureliano Babilonia. Pasión y muerte
- Conclusiones
- Bibliografía
Introducción
En su obra Del amor y otros demonios, Gabriel García Márquez define: "El amor es un sentimiento contranatura, que condena a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa"[1].
Sin embargo, sería apresurado concluir de esto que el amor es, para el colombiano, solamente una especie de enfermedad "inevitable, dolorosa y fortuita", al decir de Proust, porque en su obra –abarcadora como pocas de las pasiones humanas– hay espacio para toda clase de amor; desde el regido por sus propias leyes, incontenible, desbordado, hasta el deseo moldeado poco a poco, detenido, retaceado; desde la pasión por el saber, por el desciframiento, hasta la afirmación más absoluta de la praxis; desde el sentimiento definido por el sinsentido al sostenido por la lucidez más terrible; desde los bordes del incesto hasta el matrimonio mejor asentado en el consenso social. A pesar de esta proliferación, de esta fecundidad, pensamos que podemos postular y responder la pregunta de ¿cuál es la índole del amor masculino en Cien años de soledad?
Creemos que el amor y la soledad constituyen un par antitético y complementario. El mito del nacimiento de Eros, que surge de la unión de la Pobreza con el Recurso, ejemplifica esta relación ya que amaremos lo que no tenemos: el objeto de amor es el objeto que falta. Josefina Ludmer retoma esta idea cuando habla de lo que le sucede en la obra a los sujetos que desean: "en Cien años no se encuentra lo que se busca ni aparece lo que se espera"[2]. Después de explicar que el amor es amor a algo, Sócrates dice que quien está enamorado quiere "lo que no tiene a su disposición y no está presente, lo que no posee, algo que él no es y aquello de lo que carece"[3].
Pero hay que dejar bien en claro que en la obra no se representan solamente seres huidizos que se desean y se escapan irremediablemente o que apenas unidos ya no se satisfacen, sino que se establecen también relaciones como la que imaginaríamos en Romeo y Julieta sobrevivientes y que son las de toda pareja que perdura, "de agresión y fusión, de castración y gratificación, de resurrección y de muerte"[4].
La novela está construida como un árbol genealógico y por ello adquiere "una dimensión de profundidad… la red de relaciones de parentesco y sus determinaciones multidimensionales transforman al libro en una especie de monumento que se recorre en todas direcciones"[5]. Es por esto que los personajes masculinos pueden agruparse en relación a sus búsquedas vitales y a su capacidad y forma de amar.
Este es el trabajo que realiza Josefina Ludmer, graduada en letras y crítica literaria que actualmente es profesora en Yale, USA. Ella divide a los protagonistas varones en dos grupos antitéticos y complementarios. Esta división comienza con la primera generación de hijos "José Arcadio Buendía es entero y doble, pero sus hijos son dos, hasta el fin de la estirpe; dos hombres cuyos contenidos son contrarios y duales como lo eran en el padre (…) Cada uno de los hijos de José Arcadio Buendía asuma una de las partes de su padre y la expresa sobresalientemente-"[6]
Para ayudarnos en la descripción de las formas de amar de estos personajes, buscar en sus motivaciones y profundizar en su psicología elegimos un libro que trata de hacer un análisis profundo del amor, desde el punto de vista del psicoanálisis, pero también de la filosofía y de la historia. Se trata de Historias de amor y su autora, Julia Kristeva, psicoanalista y lingüista, dice al respecto: "Nuestra sociedad no tiene ya código amoroso. En cada relato privado, íntimo, buscamos descifrar los meandros de ese mal que tiene una relación tan extraña con las palabras. Idealización, estremecimiento, exaltación, pasión; deseo de fusión, de catástrofe mortal tendida hacia la inmortalidad, el amor es la figura de las contradicciones insolubles, el laboratorio de nuestro destino"[7]
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