Reflexiones para el Desarrollo de la Conciencia: El Arte del Equilibrio Personal
Enviado por Gabriel Rubio Badillo
El equilibrio y la salud de la personalidad necesitan que todos los componentes del ser humano se encuentren igualmente balanceados. La conciencia de la espiritualidad, de la relación interna y personal con Dios, cualquiera que sea su concepto, es necesaria para mantener un sentido existencial, y el gusto por la vida.
Cuando la persona se halla separada mentalmente de la idea y la percepción de esa Energía Universal y Creadora que llamamos Dios, ninguna técnica o psicoterapia puede proporcionar las vías del crecimiento y la plenitud del Ser de manera total. Se requiere el equilibrio y la fortaleza espiritual para darle cauce y significado a todo lo que se hace. Las ilusiones y los sueños tarde o temprano se desvanecen y entonces sólo queda lo real. Lo que en verdad ES.
El adicto que ha tocado fondo sólo logra emerger cuando se da cuenta del valor y significado de la vida y su lugar en el mundo. Hay gente que también elige "tocar fondo" en el dolor para poder convencerse de lo estéril e infructuoso de su lucha por pretender que los demás piensen igual que ellos, por aferrarse a que los demás se hagan cargo de su felicidad y bienestar.
El ser humano promedio desgasta su vida persiguiendo metas y triunfos acumulativos porque piensa que en ellos radica la felicidad, y a pesar de encontrar el vacío una y otra vez, insiste hasta que se acaba la vida sin haber hallado lo que buscaba.
Esto no se debe a que las metas terrenales carezcan de sentido, sino a la escala de prioridades equivocada que empleamos para manejarlas. La orientación del SER, HACER Y TENER tiende a ser invertida en nuestra escala de valores. Anteponemos el tener y el hacer, lo externo, las apariencias y las posesiones por encima de la naturalidad y la esencia (el SER). Poseemos la felicidad en el propio espíritu, en esa chispa de divinidad que nos anima y no nos queremos dar cuenta… y entonces corremos desesperadamente allá afuera en busca de lo que pensamos nos dará la felicidad.
Anthony de Mello dice que actuamos como ese pez loco que nadaba desesperadamente buscando el océano. Así vivimos; invertimos toda la energía buscando afuera lo que siempre ha sido parte de nosotros, pero que no podemos ver por las creencias equivocadas con que fuimos educados.
Perseguimos personas, posesiones, apariencias.
Erróneamente pensamos que los demás son los responsables de nuestra dicha o infelicidad y asignamos culpables. Por eso necesitamos a toda costa mirar hacia adentro, hacernos cargo de nuestras propias emociones y decisiones, ser autodirectivos y tomar las riendas de la propia persona. El mundo no puede cambiar masivamente, porque la tarea de darse cuenta es un asunto personal. La evolución espiritual siempre es un proceso individual aunque interdependiente.
El sentido de la felicidad comienza a volverse claro cuando emprendemos esa búsqueda a través del silencio interno, cuando callamos al griterío de las ilusiones y el deseo de controlar y de poseer y de retener. Lo que verdaderamente ES, comienza a manifestarse cuando dejamos de enfocar la atención en lo que NO ES, en las apariencias, en las máscaras, en la neurosis de vivir para satisfacer opiniones ajenas.
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