- Resumen
- Definición y tipos de úlceras
- Consideraciones previas al tratamiento
- Tratamiento
- Limpieza
- Desbridamiento
- Prevención y tratamiento de las infecciones
- Granulación y epitelización
- Apósitos y otros productos
- Conclusiones
- Bibliografía
Resumen
Las úlceras por presión –o por decúbito– son muy frecuentes, en pacientes sometidos a reposo prolongado (especialmente ancianos), lo cual genera una elevada morbilidad y un considerable gasto. Tanto la instauración de medidas preventivas, como la selección del tratamiento, requieren considerar además de la gravedad de las lesiones, el estado general del paciente (nutrición, higiene, estado psíquico y físico); así como realizar una adecuada educación del paciente y del cuidador.
El riguroso cumplimiento de las medidas de limpieza, desbridamiento, desinfección junto a la selección del apósito apropiado –según las características y estadío de la úlcera– incide directamente sobre la eficacia de la prevención y tratamiento, evitando la progresión de la gravedad de las lesiones y reduciendo el tiempo de curación.
La elección del producto apropiado es un aspecto crucial, que presenta la dificultad de la escasez o inexistencia de ensayos clínicos que la apoyen; así como de la gran variedad de apósitos existentes, desde los empleados tradicionalmente a los nuevos apósitos de composición química compleja.
Las úlceras por presión (UP) constituyen un problema sanitario de especial importancia, al estimarse que su prevalencia alcanza hasta un 12% de los pacientes residentes en instituciones diversas (p. ej., hospitales). Los ancianos son el grupo de edad más afectado, ya que del 45% al 70% serían mayores de 70 años. Además, las UP pueden tener repercusiones graves aumentando el riesgo de muerte (1-3).
En nuestro país, según un estudio reciente en el que participaron hospitales generales, centros de atención primaria y residencias asistidas de ancianos, se estimó que el coste del tratamiento de las UP supondría más de 485 millones al año, en una población de unos 260.000 habitantes. Sin embargo, y a pesar del gasto que genera, la investigación clínica sobre los productos utilizados para la prevención y tratamiento de las UP es muy escasa (2).
DEFINICIÓN Y TIPOS DE ÚLCERAS
Las UP, también denominadas úlceras por decúbito, aparecen debido a la presión sostenida de una prominencia ósea sobre una superficie externa. Dicha presión, bien sea directa, por fricción, deslizamiento o cizalla, puede reducir el flujo sanguíneo capilar de la piel y tejidos subyacentes; y, si la presión no desaparece, producir muerte celular, necrosis y rotura tisular, pudiendo desembocar en osteomielitis y sepsis, que son las complicaciones más graves (1,4,5).
Existen numerosos factores de riesgo que promueven la aparición y desarrollo de las UP, tales como: edad avanzada, inmovilidad, obesidad, pérdida de la sensibilidad, estado nutricional inadecuado, humedad excesiva de la piel, temperatura de la piel superior a 25ºC, dolor, nivel de conciencia disminuido, algunos tratamientos (simpaticomiméticos, corticoesteroides, citostáticos) y ciertas enfermedades que pueden interferir el proceso de curación: diabetes, cáncer, insuficiencia renal, enfermedades neurológicas, cardiovasculares y respiratorias que disminuyan la oxigenación tisular, etc. (2,4-6).
Atendiendo a su evolución, se distinguen cuatro tipos de UP según el grado de afectación tisular (2,5-7):
• Grado I. Eritema en piel intacta.
• Grado II. Úlcera superficial con aspecto de abrasión, ampolla o cráter superficial. Pérdida parcial del grosor de la piel que afecta a la epidermis a la der- mis o a ambas.
• Grado III. Úlcera marginal diferencia- da, generalmente con exudado y bordes definidos. Pérdida total del grosor de la piel que implica lesión o necrosis del tejido subcutáneo.
• Grado IV. Úlcera que penetra hasta el músculo e incluso hasta el hueso y articulaciones.
CONSIDERACIONES PREVIAS AL TRATAMIENTO
Para la prevención y el tratamiento de la UP deben valorarse de forma precisa el estado del paciente, las lesiones que presenta y su entorno de cuidados, para lo cual se aconseja (2,4-7):
• Reducir o eliminar, en lo posible, los puntos de presión y fricción, mediante: cambios posturales, masajes u otras medidas adicionales: colchones y cojines especiales, almohadas, taloneras, etc.
• Vigilar y controlar los factores de riesgo, para lo cual existen diversas escalas de valoración, entre las que des- taca la de Norton que cuantifica el riesgo del paciente en función de su estado físico general, estado mental, actividad, movilidad, y grado de incontinencia.
• Clasificar el grado o estadío de la UP.
• Educar al paciente y al cuidador, para minimizar la aparición o el empeora- miento de las UP.
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