- Lo que la fe es
- Beneficios de la fe
- Lo imposible ante la fe
- La fe, nuestra identidad divina
- Prerequisito para agradar a Dios
CAPÍTULO 1
LO QUE LA FE ES
1. LO QUE LA FE ES
Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Heb 11:1
1.1. La fe es la certeza de lo que se espera,
1.1.1. Certeza
Certeza es algo que no falla. Siempre llega en el momento preciso. Ni un segundo antes ni un segundo después. Certeza, Certidumbre 1. Fundamento para la plena seguridad (fianza, prenda, o prueba). 2. Estado de certidumbre. En ambos testamentos se describe la fe como un estado de seguridad basado en afirmaciones divinas inspiradoras de confianza.
El sentido 1, se encuentra en Hch. 17.31, donde Pablo declara que al haber levantado a Jesús de los muertos, Dios ha "dado fe (°vm "certeza") a todos los hombres" (pistis, base objetivamente suficiente para creer) de que él juzgará al mundo. Cf. 2 Ti. 3.14, donde se recomienda a Timoteo que persista en aquello de lo cual se "persuadió" (voz pasiva de pistooµ, hacer cierto), seguridad derivada en este caso del conocimiento que tenía Timoteo de sus maestros y de las Escrituras.
El sentido 2, se expresa sistemáticamente por el sustantivo pleµroforia (plenitud de convicción y confianza), que °vrv2 traduce "plena certeza/certidumbre". Leemos acerca de "toda la riqueza de la pleµroforia de la inteligencia" (°vm) ( "una riqueza de certidumbre tal como la que produce el entendimiento", Arndt) (Col. 2.2) ; de acercarnos a Dios con pleµroforia de fe (He. 10.22); de mantener la pleµroforia de la esperanza (He. 6.11); y de la predicación del evangelio "en el Espíritu Santo y en plena pleµroforia, e. d. con absoluta convicción, obra del Espíritu, tanto en el predicador como en los convertidos (1 Ts. 1.5). Pablo usa la voz pasiva del correspondiente verbo pleµroforeoµ (lit. "Ser completamente llenado; estar completamente resuelto", Ec. 8.11, LXX; "estar completamente satisfecho", papiros para indicar la condición de estar plenamente convencido en cuanto a la voluntad de Dios (Ro. 14.5) y su capacidad para cumplir sus promesas (Ro. 4.21).
Otra forma pasiva (pepeismai, "estoy persuadido") presenta la convicción de Pablo de que Dios lo puede guardar (2 Ti. 1.12), y que nada lo puede separar del amor de Dios (Ro. 8.38s). Esta forma pasiva señala el hecho de que la seguridad del cristiano no constituye una expresión de optimismo o de engreimiento humano, sino una persuasión que proviene de Dios. Constituye, en verdad, tan sólo un aspecto del don de la *fe (cf. He. 11.1). El testimonio de Dios es su fundamento, y el Espíritu Santo su autor.
En el NT la fe segura tiene un doble objeto: primero, la verdad de Dios revelada, entendida en su conjunto como una promesa de salvación en Cristo; segundo, el interés del mismo creyente en dicha promesa. En ambos casos la seguridad es correlativa del testimonio divino, a la vez que derivada del mismo.
1. Dios testifica a los pecadores que el evangelio es su verdad. Esto lo hace tanto por los milagros y dones carismáticos que autenticaron a los apóstoles como sus mensajeros (He. 2.4), como también por la iluminación del Espíritu que permitió a sus oyentes reconocer y recibir el mensaje "no como palabra de hombres, sino según es en verdad la palabra de Dios" (1 Ts. 2.13, cf. 1.5).
2. Dios testifica a los creyentes de que son hijos suyos. El don del Espíritu de Cristo (véase Hch. 2.38; 5.32; Gá. 3.2) es en sí mismo el testimonio de Dios de que los ha recibido en el reino mesiánico (Hch. 15.8), y que ahora lo conocen como Salvador (1 Jn. 3.24). Esta dádiva, las "arras de nuestra herencia" (Ef. 1.14), los sella como posesión eterna de Dios (Ef. 1.13; 4.30), y les asegura que ahora, mediante Cristo, son sus hijos y herederos. El Espíritu da testimonio de esto impulsándolos a dirigirse a Dios como "Padre" (Ro. 8.15s; Gá. 4.6) y dándoles la seguridad de su amor paternal (Ro. 5.5). De ahí la libertad y el gozo delante de Dios y los hombres que en todo lugar caracterizan la religión del NT.
Aquí, sin embargo, el autoengaño representa un peligro, pues un fuerte convencimiento de estar en una relación salvífica con Dios puede ser una fuerte ilusión de origen demoníaco. La seguridad interior, por lo tanto, debe ser verificada mediante comprobaciones morales y espirituales externas (cf. Tit. 1.16). Las epístolas de Juan se ocupan directamente de este enfoque. Juan especifica que una correcta creencia respecto a Cristo, el amor hacia los demás creyentes, y la rectitud de conducta son signos objetivos de que se es hijo de Dios y de que se lo conoce como Salvador (1 Jn. 2.3-5, 29; 3.9s, 14, 18s; 4.7; 5.14, 18).
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