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Cómo gobernar


Partes: 1, 2

  1. Regla 1. Cómo elegir y gobernar a ministros y consejeros y cómo manejar a los aduladores
  2. Regla 2. Cómo gobernar a las fuerzas armadas

Del libro EL PRÍNCIPE de Nicolás Maquiavelo

Glosado por Napoleón Bonaparte

Regla 1. Cómo elegir y gobernar a ministros y consejeros y cómo manejar a los aduladores

  • Elección de ministros.

La buena elección de los ministros es importante para un gobernante, porque el primer juicio sobre un gobernante se forma en base a la reputación de los hombres de que se rodea[1]Una buena elección de ministros depende de la prudencia del gobernante[2]Cuando manifiestan suficientes capacidades y fidelidad[3]se tiene por prudente al gobernante, por haberlos conocido bien y mantenerlos adeptos y leales a su persona[4]Cuando ocurre lo contrario se forma una opinión poco favorable del gobernante por haber comenzado su gobierno con una grave falta, una selección poco recomendable de sus ministros[5]

Con el siguiente recurso, que jamás induce a error, un gobernante puede alcanzar esta sabia prudencia y este loable discernimiento. Cuando el gobernante se persuada de que uno o varios de sus ministros piensan más en ellos que en su gobernante y todas sus acciones se rigen por el afán de sus provechos personales, debe convencerse de que tales ministros no le servirán bien[6]No puede estar seguro de sus actuaciones porque están faltando a la primera de las máximas de su condición: "Quienes manejan negocios de un Estado no deben pensar ni ocuparse en sí mismos sino de los intereses del gobernante y del Estado[7]No se les debe encomendar nunca nada que no se refiera a los intereses del Estado[8]

El gobernante por su parte a fin de no perder a sus buenos ministros debe pensar en ellos y por medio de generosas disposiciones revestirlos de honores, enriquecerlos, atraer su gratitud confiriéndoles dignidades y cargos. Con grados honoríficos y abundantes riquezas, el gobernante calma las ambiciones de sus ministros[9]A su vez los ministros evitarán que el gobernante caiga, o sea suplantado, porque perderían los importantes cargos con que los ha provisto y que solo con él conservarán. Si gobernante y ministros se conducen de esta manera recíproca, habrá confianza mutua[10]de lo contrario unos y otros acabarán mal[11]

1.2 Elección de consejeros.

Un gobernante advertido y juicioso debe escoger dentro de su Estado a algunos consejeros sabios, a quienes otorga licencia para decirle la verdad, pero exclusivamente sobre las cosas o motivos que les pregunte[12]En esta forma le conviene preguntar y oír sus opiniones sobre todo, reflexionar a solas y obrar finalmente como le sea más conveniente a sus intereses personales[13]Es necesario asegurarse que sus consejeros reunidos, o cada uno de ellos en particular, le hablen sinceramente. Si permite que cuantos le rodean interactúen con él, se expone a que lo irrespeten.

Por tanto ha de negarse a oír los consejos de cualquiera otro que no sea consejero oficial, poner inmediatamente en práctica lo que decida y mostrarse firme en sus determinaciones[14]La diversidad de pareceres le hará obrar de diferentes maneras muy a menudo, por lo cual será poco creíble y obedecible[15]Un ejemplo fue el emperador Maximiliano, un gobernante misterioso, que no solicitaba el parecer ajeno ni comunicaba sus proyectos a persona alguna[16]Cuando los iba a llevar a la práctica sus cortesanos empezaban por contradecírselos[17]con lo cual desistía de ellos. Como resultado, como no preveía sus proyectos ni sus retos, las cosas que hacía un día las deshacía el siguiente y no era posible contar con sus decisiones[18]

Un gobernante debe recibir consejo de sus consejeros sobre todos los asuntos, pero cuando él lo solicite y solo sobre el asunto que necesite[19]Así evitará la gana de sus consejeros de aconsejarlo sobre todo negocio posible[20]Pero debe oír pacientemente y sin enojarse las preguntas que solicite, evitando que el respeto impida que le informen toda la verdad sobre ellas[21]Se equivocan quienes piensan que un gobernante prudente debe su prudencia a los consejeros[22]porque un imprudente no se deja aconsejar, a menos que encuentre un hombre excepcional y muy hábil que le sugiera como gobernar en todo y que en breve tiempo termina quedándose con el gobierno del Estado.

Para seleccionar ministros y consejeros, un gobernante no puede olvidar que las personas siempre tienden a ser malas, a no ser que se les obligue a la fuerza a ser buenas[23]y que la conveniencia del consejo no dimana del consejo mismo sino de la prudencia y sabiduría con que el gobernante lo acepte y aplique.

Un gobernante imprudente consulta a muchos, recibe pareceres que no concuerdan, y no tiene la capacidad de seleccionar las alternativas más convenientes[24]porque los consejeros piensan en sus intereses personales nada más.

  • Manejo de Aduladores.

Todas las cortes están llenas y atestadas de aduladores, de quienes los gobernantes poco prudentes o sin tacto fino difícilmente pueden preservarse[25]Sobre todo aquellos gobernantes propensos a complacerse en exceso con lo que hacen, que hasta se engañan a sí mismos. Pero hay otros gobernantes que por librarse sistemáticamente del contagio de los aduladores corren el peligro de caer en el menosprecio[26]

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