Breve resumen del artículo:
La caída de la Unión Soviética comportó un alud de teorías sobre el fin de las ideologías y el triunfo ineludible de las democracias en el mundo. Dieciséis años después persisten un gran número de regímenes autoritarios. De hecho el autoritarismo subsiste incluso en determinados países que se podrían considerar formalmente como democracias al producirse en ellos procesos electorales periódicos: un tercio del mundo permanece en una situación de competición plural constreñida que asegura la inmovilidad de las elites existentes, requisito básico para poder hablar de democracia.
Al margen de la clasificación que se pueda llevar a cabo, lo realmente relevante es estudiar las razones que explican la perpetuación del autoritarismo en los regímenes políticos.
Introducción
Entrados en el siglo XXI, en la era postsoviética en la que muchos anticiparon el fin de las ideologías y la victoria de la democracia en el mundo, nos encontramos ante regímenes autoritarios que, bajo diferentes formas, han regido y rigen los sistemas políticos de un gran número de Estados.
El autoritarismo persiste incluso en determinados países que se podrían considerar formalmente como democracias al producirse en ellos procesos electorales periódicos con los que eligen a sus correspondientes líderes políticos. De hecho, Brownlee (2004) señala que un tercio del mundo permanece en una situación de competición plural constreñida que, no obstante, asegura la inmovilidad de las elites existentes, requisito básico para poder hablar de democracia.
Las diferencias que adquieren los diversos regímenes autoritarios son notables. Existen regímenes militares, civiles, monárquicos, etc. Ahora bien, lo realmente relevante no es el tipo de estructura civil, militar o monárquica que adquiere, sino estudiar las razones que explican la perpetuación del autoritarismo en los regímenes políticos.
En este sentido, poco interés despierta variables poco relevantes como la existencia de una familia real que perpetúe el autoritarismo vía sanguínea, ya que existen casas reales en países democráticos –como el Reino de España– e incluso familias sin sangre azul que han podido sucederse en el gobierno autoritario de sus respectivos Estados sin haber adquirido –ni haberlo pretendido- derechos dinásticos –Bashar el- Assad en Siria o Kim Jong Il en Corea del Norte. Tampoco podemos hablar de variables determinantes cuando nos referimos a la brutalidad del régimen (Gandhi y Przeworski 2005: 1).
Página siguiente |