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Sueños lúcidos, una historia de amor e ilusión (página 2)


Partes: 1, 2

Aun no comprendo por qué aquí, donde vivía su madre, ninguna de las dos se llevaban bien ¿Acaso tenía planes de enmendar su relación con Mirian? Hasta pensarlo me pareció absurdo, ella no ha ido a visitarla ni una sola vez desde que nos mudamos.

En aquel lugar había un banco. Me senté allí.

Esta era la clase de sueños que tenía cuando pensaba en Roger, todo era tan hermoso y familiar, me hacía extrañarlo y darme cuenta de que no lo tenía; la causa de mis gritos. Saber que no está y que jamás volverá.

Experimenté otra vez esa sensación, como una punzada en el corazón. Apoyé la cabeza sobre mis rodillas y comencé a llorar; lo único que podía realizar para desahogarme.

Levanté la cabeza y me enjugué las lágrimas. Inspeccioné cuidadosamente el alrededor y me detuve cuando vi que allí se hallaba un muchacho. Era alto, atractivo, de tez clara, cabello corto y oscuro, ojos verdes y un cuerpo de aspecto atlético. Era un chico común y corriente.

Fruncí el ceño confundida ¿Qué hacía en mi sueño? Ataviaba algo raro, no le concedí importancia. Se notaba impresionado por el paisaje. Su figura me cautivó. Me hice otra pregunta, ¿quién es? ¿Por qué desconocía su identidad si era mi sueño? No era similar a nadie que hubiera conocido o tal vez no lo conocía porque esto no era un sueño.

Me asusté. ¿Qué hacíamos aquí, si esto era más que un sueño?

Quise pellizcarme para despertar, pero estaba inmóvil, no podía realizar ni un mínimo esfuerzo. Sin embargo no era eso lo que en realidad no me permitía despertar, sino el gran deseo que adquirí por seguir mirando a este muchacho.

Era tan irreal como un espejismo que amenaza con desaparecer en cualquier parpadeo. De repente, el padecimiento se desvaneció. Estaba despierta, concluí.

Nuestras miradas se cruzaron, definitivamente no conocía a este chico. Seguramente está tan confundido como yo sobre su estancia, pensé.

Volteé rápidamente la cara en cuanto me di cuenta de que empezó a caminar hacia mí, no obstante mi mirada persistió desde el rabillo del ojo.

Se sentó a mí lado en el otro extremo de la banca con la mirada clavada en mi rostro.

Consideré la idea de preguntarle si estaba despierta. Sería bastante embarazoso si resultaba cierto. Regía en mí un debate interno. Le di fin a este y tomé el riesgo.

-¿Estoy despierta? -interpelé arrepintiéndome rotundamente. El chico enarcó las cejas.

-¿Irías a visitar a un muchacho que no conoces en pijama?

Supuse que era una pregunta sarcástica pues su voz no daba indicio, me pareció familiar y desconocida a la vez. Suave y calmada. Me dejó hipnotizada. No tuve idea de por qué. Aseveraba que nunca había visto a este chico.

El muchacho me recorrió con la mirada. Yo también advertí que usaba mí pijama y aunque esto era una ilusión y este pensamiento era absurdo, me sentí rara al estar con mi pijama delante de él.

-No -respondí parpadeando varias veces como una estúpida. Entonces recordé a quien me sonaba la voz-. ¡¿Eres mi padre?!

Ilógica pregunta. Ninguno de los dos se asemejaba físicamente. Conservaba la duda por sus palabras; lograban en mí el mismo efecto que las de Roger. Tan acogedoras, convincentes y calmadas. Era como si pudiera decir la cosa más atroz y aún seguirían siendo dulces. Pero mi padre no es la única persona en el mundo que habla de esa manera.

-No -respondió con una sonrisa que me hizo parecer una estúpida nuevamente.

-¿Quién eres? -me urgió el deseo de preguntárselo. Si era mi sueño ¡¿por qué no lo reconocía?!

-Soy… Cristopher.

No esperaba la pregunta. Lo deduje por la pequeña pausa que hizo entre las dos palabras, aunque su tono de voz al igual que su rostro, permanecieron inalterables.

-¿Por qué llorabas? -añadió antes de que yo pudiera imaginar algo más que no fuera mí asombro por su presencia.

Concentré mi atención en su pregunta, no supe qué responderle exactamente. ¿Por qué lloraba? Ya ni siquiera lo rememoraba. Entonces, padecí aquella sensación al pensar en Roger, la cual no me afectó. Era consciente de la existencia del dolor, mas no me afligía.

-Por mi padre. Él murió hace tiempo y aún lo extraño.

Fue raro el hecho de que no dudé al momento de confesarme.

-¿Eres algo así como un fantasma? -pregunté involuntariamente.

Pestañeé; yo misma me pasmé al oír que esas palabras salían de mi boca, era incomprensiblemente cierto. Deseé taparme la boca para no proseguir, parecía tener vida propia.

-¿Cómo?… ¿cómo lo sabes? -La confusión era adecuada para la naturaleza de la pregunta no obstante él no expresaba tal emoción, al igual que no lo hizo las veces anteriores. Y sobre todo, lo que más me asombro, corroboraba mí interrogación.

-No sé -Cristopher no tenía idea de la veracidad de mi respuesta. Parpadeé e intenté apartar la mirada-. Fue la primera palabra en la que pensé. Es que eres tan mágico y sobrenatural.

Otra vez quise taparme la boca, no podría estar más humillada. Cristopher se desorientó. -Entonces, ¿lo eres?- insistí o más bien insistió mi boca.

-Sí.

-¿Vienes por mí?

-No. -¿Para qué me querría un fantasma si apenas me quiere mi propia familia? Pensé.

-¿Qué eres?

¡Desperté! Mi reacción revelaba que había escuchado la respuesta, sin embargo la había olvidado. No concilié el sueño. Quedé traumatizada; estado que duró a lo largo del día.

Al repasar la quimera varias veces, noté haber dicho:

"-¿Eres algo así como un fantasma?"

Las palabras algo así, no especifican el concepto de fantasma. Al parecer Cristopher se hizo eco de ello y yo también pues en mi siguiente interrogación demandé:

"-¿Qué eres?" -en lugar de "¿quién eres?".

Aguardé a la llegada de mi madre, antes de dormir

 

 

Autor:

Reyna Alicia Suarez Avila

 

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