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Aborto: De la disputa al debate prudente

Enviado por Claudio Altisen

Partes: 1, 2, 3

    1. Las cosas están, así como estaban.
    2. El remanido artículo 86.
    3. La preparación del terreno.
    4.  
    5. In dubio… prudentia.

    I. Las cosas están, así como estaban.

    El aborto, como objeto de cualificación moral, es la interrupción voluntaria del embarazo.

    Sin embargo, propiamente hablando, más bien hay que decir que este tema refiere al modo como el mundo adulto considera que ha de resolver los conflictos que se le suscitan en su relación con otros seres humanos en los momentos iniciales de su existencia; es decir, en su existencia prenatal. Ahora bien, cabe señalar que el modo cruento de deshacerse de la prole no deseada o problemática para los progenitores o para el Estado, no siempre se circunscribió al tiempo inicial de gestación en el vientre de su madre, sino que en otras épocas llegó incluso hasta los primeros años de vida del menor.

    Ni hace falta decir, entonces, que este no es un tema nuevo; pues desde muy antiguo se han practicado abortos en el mundo, y no solo abortos, sino también infanticidios.

    1.- En el mundo antiguo.

    Unos mil años antes de Cristo, en Esparta, los niños podían ser desechados desde el momento de su nacimiento y hasta los siete años de edad, si acaso se observaba que no eran aptos para desempeñarse como guerreros. Sucedía que a partir de los siete años de edad era el Estado quien se hacía cargo de la educación de los menores, pero no gastaba su tiempo y sus recursos en aquellos que no se juzgasen aptos. ¿Cómo se deshacían de ellos? Pues arrojándolos al vacío desde un barranco en el monte Taigeto. En efecto, las leyes de Licurgo admitían el despeñamiento de los "débiles y deformes".

    El de los espartanos quizás sea el caso más conocido y citado, pero no fue ni con mucho el único. En Roma, por ejemplo, según narra Tito Livio, la roca Tarpeia cumplía la misma función con los niños considerados inválidos congénitos y con los ancianos, sin embargo los inválidos de guerra, eran tenidos como ciudadanos que debían ser honrados por todos. Es lógico, pues Tarpeia es el nombre de una virgen vestal que había traicionado a Roma entregando la ciudad a los enemigos; en consecuencia, era en la roca que llevaba el nombre de esta vestal, el lugar donde se castigaba a los traidores precipitándolos al vacío. Resulta significativo observar que desde ahí mismo se despeñaba a los niños "no deseados" o "inconvenientes".

    Muchos fueron los abusos cometidos contra los niños desde tiempos remotos. El infanticidio directo practicado con frecuencia en la antigüedad, fue siendo progresivamente reemplazado por el simple abandono (expositio). Ambas prácticas manifiestan el no reconocimiento del estatus humano de los niños. La sociedad de aquel entonces decidió que había un tiempo cronológico a partir del cual un ser humano debe ser respetado como ciudadano, y que antes de ese tiempo no lo es; en consecuencia: no siendo todavía ciudadano, no se puede decir que tenga ni siquiera derecho a vivir [1]. No se trataba de una fecha determinada sólo para el inicio de la vida intrauterina, sino incluso para después del nacimiento. Por suerte en nuestro tiempo tan solo discutimos en torno al aborto; es decir, respecto del tiempo antes del nacimiento, pero ya no respecto de los derechos del niño una vez que ha nacido.

    En la mayoría de los casos, los infanticidios no se cometían por métodos directos tales como estrangular al recién nacido, ahogarlo, despeñarlo o golpearle la cabeza, sino por métodos indirectos tales como abandonarlos en cerros y caminos, dejarlos morir de hambre lentamente en las calles, descuidarlos física y psicológicamente, al punto de permitir que les ocurran accidentes. En ocasiones los niños eran arrojados a los ríos, echados en muladares y zanjas, e incluso envasados en vasijas para que se murieran de hambre. Según algunos autores, la forma más corriente de infanticidio consistía simplemente en no dar alimento al niño, por descuido o deliberadamente. Estos datos no deberían asombrarnos, pues aún hoy existen algunos casos de bebés abandonados en basurales, así como lugares del mundo en donde los niños mueren por desnutrición.

    En todas las sociedades de aquellos tiempos remotos, siempre operaron factores de selección u omisión en detrimento fundamentalmente de las niñas, a las que no se daba gran valor en esas sociedades predominantemente militares y agrícolas, y sobre los discapacitados físicos y retrasados mentales, que eran considerados como engendros, criaturas de seres abominables y enemigos de los niños sanos. Esta selección afectaba a todos los niños, ya fueran ilegítimos o legítimos. Tampoco estas cosas deberían extrañarnos; pues también hoy se suelen practicar exámenes prenatales al solo efecto de saber anticipadamente si el niño nacerá "sano y normal" o no.

    Antaño en Grecia y Roma como hogaño en muchísimos países, ni la ley ni la opinión pública veían nada malo en deshacerse de la prole indeseada o que resultare de algún modo problemática para los progenitores o para el Estado. Los grandes filósofos de la antigüedad tampoco se opusieron. Aristóteles escribió: "En cuanto al abandono o la crianza de los hijos, debe haber una ley que prohíba criar a los niños deformes; pero, por razón del número de hijos, si las costumbres impiden abandonar a cualquiera de los nacidos, debe haber un límite a la procreación".

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