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Educación Holista: Una Experiencia Inesperada

Enviado por Fundación Holista


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    Educación holista: Una experiencia inesperada – Monografias.com

    Hasta antes de iniciar la maestría en Educación Holista, pensé que el sufrimiento era consecuencia de la carencia de lo que se quería y no se tenía o de lo que se tenía y se perdía, que la falta de seguridad, serenidad y los miedos, eran características de la persona que se heredaban y que irremediablemente nos teníamos que conformar con estos agregados y sobrellevarlos el resto de nuestra vida.

    Fue hasta inicios de la maestría que me percaté, que todos estos factores de sufrimiento los podemos superar, al principio aprendí que muchas cosas materiales y emocionales, de las cuales carecía que me hacían sufrir, no eran necesarias para poder vivir con tranquilidad; en la maestría aprendí que nuestra esencia, lo que realmente somos, nuestro espíritu, todos somos iguales, que esta esencia es amor, ecuanimidad, felicidad. Me impactó saber que nuestra esencia, nuestro verdadero Ser, no sufre no se altera por las carencias materiales o emocionales.

    En el transcurso de la maestría he ido comprendiendo que la causa de los sufrimientos, la pérdida de la paz interior, nos la provocan los apegos, la incomprensión de la impermanencia y el ver la realidad con una mente confusa, pues lo que existe en nuestro pensamiento es lo que nos hace sufrir, percibiendo una realidad equivocada, provocando ideas erróneas derivadas de una percepción absurda de la realidad; mi meta, a partir de este entendimiento, fue entonces, la comprensión de estas causas para hacerme conciente de ellas e iniciar a superar el sufrimiento.

    Aprendí que solo mediante la pacificación de la mente podemos lograr la serenidad, la seguridad y la paz interior.

    En el primer seminario que participé, el de inteligencia espiritual que se llevó a cabo en marzo de 2007, inicié a integrar lo que aprendí en el primer semestre, fue cuando me percaté de la importancia de la espiritualidad y comencé a verla como parte fundamental de mi vida cotidiana, aprendí a concebir a la meditación como proceso esencial para conseguir la pacificación de la mente, el control de las emociones, el autoconocimiento y la ecuanimidad.

    La meditación que practiqué, inicialmente, por ser la primera que nos enseñaron, fue la meditación abstractiva mediante el soporte de la respiración; con esta práctica pude pacificar la mente, iniciar a mantener la calma cuando fue necesario, hablar más lento, pensar antes de hablar, ser más observadora, dormir mejor y comprender a los demás.

    A partir de este seminario inicié a comprender que la inteligencia espiritual es la que le hace falta a los millones de gente que habitamos la tierra, pues antes de este seminario, pensaba que lo que le hacía falta a la gente era inteligencia emocional, social y estética, antes de éste, no me había hecho conciente de que la inteligencia espiritual integra y trasciende a todos los tipos de inteligencia, que esta última es la única que nos permitirá ser felices y la única que permitirá que la tierra sobreviva a tanta depredación y crisis existencial que experimentan millones de seres humanos.

    En mi práctica meditativa, me pude dar cuenta que al inicio me costaba trabajo concentrarme, la respiración como soporte, me ayudaba a vaciar mi mente, conforme seguía practicando pude lograr una mejor concentración y mejorar resultados.

    La meditación me dio paciencia y ecuanimidad, puede ver y escuchar acciones y palabras sin perder la cordura, me dio la capacidad de iniciar a discernir las diferentes acciones que suceden a mi alrededor, sin sentir el arrebato de hacer juicios apresurados en los que dominaba la emoción; además, mi percepción se amplió, mis apegos se hicieron menos dominantes, algunas cosas que antes me hacían sufrir dejaron de hacerlo, me sentí más feliz procurando la tranquilidad con todos los que me rodean.

    En la comprensión a los demás me ayudó aprender los diferentes niveles de conciencia que tienen las personas, este conocimiento me abrió la mente para considerar a todas las personas como iguales, a entender que su nivel de conciencia hace la gran diferencia en la manera de pensar y actuar, y que muchas veces este es la causa del sufrimiento que experimentan.

    Desde el primer semestre de la maestría, inicié a comprender las diferentes maneras de actuar y de pensar de los seres humanos, me hice más tolerante y compasiva, pude reconocer en cada ser humano a un ser digno de respeto, compasión y amor; y lo que es más importante reconocí en cada uno, a un ser divino que esta en un proceso de evolución, hecho de la misma naturaleza que todos y que al igual que muchos está en una búsqueda incesante por alcanzar la felicidad.

    Comprendí que hay que purificar el pensamiento para que pueda ser constructivo en lugar de destructivo hacia uno mismo y hacia los demás, que el tener pensamientos negativos solo contamina nuestra mente y la hace divagar en cosas intrascendentes, traté de llevar a la práctica las palabras de Buda, sobre tener buenos pensamientos porque me convencí de que somos el resultado de todo lo que hemos pensado.

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