De la persona al personaje: En busca de un hogar sólido, de Guillermo Schmidhuber

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En busca de un hogar sólido es el título que el dramaturgo mexicano Guillermo Schmidhuber da a una obra suya que él califica de “retrato dialogado de mi Elena,” en la que recuerda, recrea e imagina situaciones de la vida y la muerte de la dramaturga mexicana, Elena Garro (1916-1998), quien ha sido calificada como la escritora mexicana del siglo XX, aunque es más conocida por haber sido la primera esposa del premio Nóbel Octavio Paz. Al terminar la lectura de esta pieza, que es un In Memoriam, podríamos preguntarnos ¿puede considerarse entonces a Elena personaje como anti-heroína? Esta obra ha sido escenificada durante las 10ª Jornadas de Teatro Latinoamericano, organizadas por la Universidad de Tennessee en Puebla, México, y en una lectura de atril que tuvo lugar en el Teatro Cervantes de Buenos Aires, durante el XI Congreso Internacional de Teatro Iberoamericano y Argentino, eventos ambos de 2002.

En su pieza En busca de un hogar sólido, el dramaturgo ha despojado al personaje de Elena de sus atributos mejor valorados—la escritora, la feminista, la luchadora social— para presentar sus contravalores: una mujer que nunca pudo formar un nido, que siempre anduvo de madriguera en madriguera, casi una suicida. En la pieza asistimos a los últimos momentos de la vida de esta mujer, sus nimias preocupaciones, su decepción de la existencia humana, sus escasos logros en comparación con sus talentos. Schmidhuber nos lleva de la mano al mundo interior de Elena y así podemos conocer su vida personal. El personaje tiene conciencia de su yo, de su pasado, de su fracaso de vida y vive pendiente de Octavio—su marido en la vida real—a quien nunca pudo olvidar a pesar de su divorcio. Sin embargo, al final de la pieza, la protagonista logra por fin ver y besar la fotografía de Octavio, acción que es una promesa de que va poder partir de esta vida con tranquilidad, sin odios ni rencores. La Elena real siempre vivió del recuerdo de Octavio Paz o, más bien, su personalidad fue gravitada sobre la presencia de una figura de poder; como lo comentó ella misma en una carta a la crítica chilena Gabriela Mora: “En cierto modo tienes razón cuando me dices que me condicionaron para depender de un hombre. ¡Nunca lo encontré! Sólo mi padre, pero él me daba trato de muchacho. Mi terror empezó cuando él murió” (Melgar y Mora 293).

 

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Enviado por Olga Martha Peña Doria

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