Conexión diabólica y cuestionamiento moral de la sociedad barroca española
Enviado por rivera_mundaca
- Introducción
- ¿Es don Juan el único transgresor?
- Don Juan y la inmoralidad itinerante
- Elementos simbólicos que ayudan a reforzar nuestra tesis
- Promesas, burlas y castigos
- Conclusiones
- Bibliografía
Introducción
…la asociación textual que ofrece Tirso entre su don Juan y Satanás no ha
sido seriamente enfocada por la crítica moderna, de sensibilidad muy alejada
de aquélla, barroca, que percibía lo demoníaco, el propio Demonio, como
presencia efectiva… (Rodríguez y Burton 234)
La figura de don Juan Tenorio ha sido, desde hace mucho tiempo, la imagen por antonomasia del desenfreno, la liviandad y la lascivia, imagen sólo comparable con la del mismo demonio dentro de la iconografía barroca. Esta yuxtaposición de imágenes, cuyo principal propósito fue resaltar esa parte negativa de la conducta humana, fue magistralmente representada en la obra de Tirso de Molina El burlador de Sevilla.
Las insistentes referencias textuales en esta comedia, acerca de la personalidad demoníaca del personaje principal, incitan necesariamente la investigación de las causas de esta vinculación, que por lo demás, guarda estrecha relación entre la obra y el pensamiento católico-filosófico del dramaturgo.
En una sociedad conservadora en donde los valores morales estaban asimilados a una "conducta cristiana", la imagen del demonio representaba simplemente todo aquello que la iglesia católica prohibía; dicho de otro modo, todo aquello que se alejaba de esta conducta cristiana, y que no guardaba los preceptos, recomendaciones o abstinencias de la iglesia católica, era pecaminoso y por ende diabólico. No es pues mera coincidencia que Tirso de Molina, sacerdote católico, haya creado un personaje tan disoluto como don Juan Tenorio y que además lo haya asociado tan estrechamente a la imagen de Satanás.
A pesar de lo anteriormente mencionado, el propósito del presente trabajo no es el estudio de un aparente conflicto religioso en la obra, sino más bien la exploración de las evidencias semióticas en su relación con palabras y símbolos de connotaciones demoníacas, además de analizar cómo el dramaturgo se sirvió de éstas referencias para tratar los conflictos éticos de su sociedad.
La crisis de valores en la sociedad barroca española guarda cierta relación con el uso constante de las alusiones demoníacas durante el trascurso de la obra. El personaje, don Juan Tenorio, emerge en un mundo libertino teniendo como marco un universo de frases, situaciones y perspectivas que ayudan al espectador a identificarlo plenamente con el diablo. Su personalidad lúdica se enseñorea en el centro de un ambiente pecaminoso y trasgresor, apareciendo como fiel reflejo del entorno en que nace, surgiendo para espantar y atormentar a los artífices de su propia creación. Su castigo, hacia el final de la comedia, sirve en algún modo para restablecer el aparente orden que el personaje ha venido trasgrediendo, y de paso, para tranquilizar las conciencias de quienes ven en él un peligroso reflejo de sus propios comportamientos.
Las cuestionables conductas de los personajes de esta comedia, así como la complicidad de un padre miope y las omisiones de un rey pusilánime justifican una crítica muy profunda de la sociedad que el cura-dramaturgo quiso evidenciar, sugiriéndonos a considerar una lectura distinta, cuyo final de castigo no sería tan importante como sí las constantes referencias a lo diabólico en toda la obra.
Por eso, y a mi modo de ver, es posible considerar que Tirso, ejerciendo el uso de una crítica encubierta que lo pondría a salvo de cualquier peligro, quiso ir más allá del simple castigo final a don Juan (interpretado como el único e inequívoco mensaje en su comedia) y sirviéndose de una conexión entre un universo de referentes diabólicos y la conducta de los otros personajes, encriptó, de manera magistral, el verdadero tema de su obra: el cuestionamiento a la doble moral de la sociedad en la que le tocó vivir.
¿Es don Juan el único transgresor?
El burlador de Sevilla es una obra llena de imágenes y situaciones transgresoras. El simple inicio de esta comedia, en media res, ya trae un evidente quiebre del orden moral al acercarnos una escena "in fraganti," seguida por la conducta cínica de don Juan Tenorio, quien al verse amenazado por el resplandor de una vela "revela," a su manera, su identidad a la duquesa Isabela.
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