Enrique Bernardo Núñez evoca lo que ha podido ser el entorno inicial de Cipriano Castro en Capacho Viejo:
"Vivía en una aldea donde todos lo trataban familiarmente. Nadie levantaba del suelo sus pensamientos. Labraban la tierra, por medio de sistemas primitivos, y llevaban sus vacas al pastoreo. Sentados en la calle, descalzos, con los zapatos puestos en los pretiles, comentaban los asuntos locales o de la capital lejana, donde los políticos hacían su agosto. En realidad, era triste todo aquello". (Núñez, 1991, 28 y 29).
El propio Chávez, por su parte, rememora aquellos primeros años en el pueblón natal, donde nació y creció:
"Sabanetas sólo tenía tres calles de tierra a la orilla de un río, con casas de palma y pisos de tierra y paredes de bahareque. Nos criamos ahí vendiendo topochos y sembrando maíz (.) Había un gran patio lleno de frutas tropicales y de plantas: era el patio de los sueños".
Ambos provienen de familias numerosas y relativamente acomodadas. Cipriano es hijo de Carmelito Castro y Pelagia Ruiz, el padre era un hombre de mediana fortuna y el hogar de los Ruiz era de familia bien. La pareja tuvo ocho hijos, dos varones y seis hembras. Al enviudar de Pelagia, Carmelito contrae nupcias con Gumersinda Moros, con la cual tuvo, a su vez, doce hijos. Este es el numeroso entorno familiar en el que se desenvolverá el Cabito, el futuro Restaurador, protector celoso de su familia, y en especial de sus hermanas, por cuyo honor, el de Florinda, fue capaz de tirotear y herir a un pretendiente, Juan Alberto Cárdenas, quien no cumplió con su palabra de desposarla después de haberla embarazado.
Cipriano nació pequeño y creció pequeño aunque de muy encumbradas aspiraciones. El Cabito fue llamado por sus aires de grandeza, por emular y querer ser el propio Napoleón Bonaparte, cuando no Simón Bolívar. Las dimensiones corporales, la limitada estatura física de El Cabito, mote tributario del endilgado en Francia – le pétit caporal – al emperador francés, siempre fueron constante motivo de guasa y chacota por parte de sus innúmeros adversarios. Eleazar López Contreras recuerda que Castro "sostenía la cabeza y movía los brazos a los lados; parecía que quería ganar altura." Pío Gil, por su parte, señala que EL Cabito andaba "como si hubiera echado raíces en el suelo, para traer las miasmas, empinábase inexorable, con su tipo lombrosiano."
El niño Cipriano es bautizado por el presbítero Pedro N. Sánchez, siendo su padrino de sacramento Don Antonio de Pablos. Tempranamente el vástago es enviado por sus padres a la escuela para realizar, en el propio y todavía en pie Capacho Viejo, estudios primarios bajo la dirección del ilustrado y recto señor Vicente Durán. Luego del terremoto que destruyó Capacho Viejo en 1875 y originó la fundación de Capacho Nuevo por al Pbro. José Encarnación Montilla, Ciprianito se muda con su familia, con la dolorosa excepción de su madre Pelagia, ya difunta, al nuevo Capacho llamado Libertad; en su novísima escuela es educado bajo la dirección del valerano Dr. Federico Bazó. De acuerdo con López Contreras, la influencia que tuvieron el trujillano y otros educadores tachirenses sobre el inmaduro Castro fue muy significativa en la formación del futuro Cabito: "ilustrado por las lecturas históricas, escribía en estilo claro y preciso, con capacidad de orador y fortuna para expresar sentimientos y modos de pensar."
Estudios formales de secundaria en el Colegio de Varones de San Cristóbal y menos protocolares en la ejecución de la flauta y del violín – esas iniciales melodías compinches del alma núbil de Cipriano que años después El Restaurador convertirá en danza, cabriola, pirueta y afiebrado baile – el joven Castro es enviado luego a la vecina ciudad de Pamplona para realizar en su reconocido Seminario, esta vez, estudios sacerdotales.
En su exhaustivo libro Los Días de Cipriano Castro, el ensayista Mariano Picón Salas ilustra a cabalidad las acciones y conductas que llevaron primero a nuestro revoltoso joven al seminario de Pamplona, y, luego, a su primer asilo en la siempre acogedora localidad de Cúcuta:
"Con unos jóvenes de apellido Cacique, el adolescente Castro había sido de aquellos bronquinosos jefes de banda que en los campos tachirenses organizaban sancochos que solían terminar a tiros, o raptándose a una muchacha labriega. En los días de su adolescencia se fijan – revelando el volcanismo de su carácter – varios hechos significativos: su permanencia en el Seminario de Pamplona y el duro castigo que le impone su padre, una curiosa carta al General Antonio Guzmán Blanco, la agresión a revólver al cura Cárdenas que no produjo mayores consecuencias, y la fuga de la cárcel de San Cristóbal". (Picón Salas. 1986,40). Sin embargo, los historiadores coinciden en señalar que esta pasantía de seminarista en Pamplona, fue muy fértil para la formación política y comunicadora del futuro y locuaz Caudillo. En efecto, Picón Salas acota de nuevo: "eran todavía los días del más hendido y declamatorio romanticismo colombiano, y como todos los muchachos de entonces aprendió versos de Ortiz y de Conto; fragmentos de aquella oratoria pública que siempre en Colombia prosperó con gran atuendo retórico. Si pensamos en las frases que usará después en sus documentos públicos, cabe imaginar que en el seminario pamplonés además de vidas de santos y fragmentos de Cicerón y de Horacio, debieron leerse libros de Víctor Hugo." (Picón Salas, 1986, 41).
De regreso a la capital del Táchira, el díscolo Castro ejerce diferentes oficios comerciales y boticarios, sin embargo, como bien lo apunta Polanco Alcántara: "el joven comerciante no resultó pacífico: Peleas personales, disparos, heridas, y sobre todo la enemistad con Espíritu Santos Morales, prefecto de San Cristóbal, lo lleva, en 1884, al exilio". Entre las más destacadas de sus acciones de indocilidad, se registra el legendario ataque armado que el joven revoltoso realizó contra el Presbítero Cárdenas, lo que le valió el epíteto de "asesino de curas". Recluido en la cárcel de San Cristóbal, liberado en novelesca evasión por Cacique, su amigo de lances y correrías, Cipriano, acosado por diferentes flancos y circunstancias, se extraña por un tiempo de la tachirense comarca para refugiarse en la cercana Cúcuta.
Hugo, Furia, Tribilín, el futuro Comandante Presidente, es uno de los seis hijos varones de dos maestros de primaria: Hugo de los Reyes Chávez y Elena Frías. Su devoción por la familia es grande y manifiesta. Su abuela Rosa Inés, quien lo crió desde pequeño, tuvo una influencia decisiva en su formación y en su concepción inicial del mundo que después, Adán, el hermano mayor, se encargará de encauzar por derroteros más políticos. En efecto, la abuela
".le dio el don de la imaginación, le enseñó poemas, leyendas, historias y joropos, le hizo vender topochos – variedad del banano silvestre, recurso alimenticio de los muy pobres – y sembrar maíz, alentó sus facultades de pintor, lo vistió de monaguillo, festejó las cualidades histriónicas que desplegó al tomar el micrófono frente al primer obispo de Barinas. En sus cartas adolescentes Hugo le decía <<mamita>>". (Krauze, 2008,159).
En cuanto a la situación económica de la familia Chávez, Carlos Raúl Hernández, condiscípulo de Hugo en bachillerato, recuerda: "Era él un muchacho de clase media baja, hijo de maestros. Vivía en una urbanización de trabajadores, sin privaciones".
Luego de su formación primaria inicial en el Grupo Escolar Julián Pino, Chávez se traslada con sus padres a Barinas para realizar su bachillerato en el Liceo O"Leary. El bachiller en ciernes recuerda su primera jornada en el liceo como un día de terror, viendo con recelo pueblerino a los otros alumnos de la mera capital del Estado, "aquello era para mí un mundo desconocido", confirma Chávez. Otra vez acude su compañero de liceo, Carlos Raúl Hernández, para perfilar al recién llegado del villorrio:
"Me llamaba la atención la cara de pocos amigos de un zambo flaquito, que miraba de abajo a arriba, con el mentón clavado en el nacimiento de las clavículas y la cara llena de acné (.) apenas me enteré al principio que se llamaba Chávez y venía de Sabaneta, una pequeñísima aldea de unos cuatro mil habitantes en el camino hacia Apure, Después lo conocí en juegos de béisbol y era un buen pitcher zurdo." (Krauze, 2008,160).
El propio Chávez confiesa sin remilgos la pasión que lo acompaña, desde su niñez y adolescencia, por el béisbol: ".Yo tenía ese sueño infantil y juvenil de ser pelotero profesional, magallanero, y por un radiecito oía los juegos y tenía como ídolo a Isaías "Látigo" Chávez, por el apellido, por magallanero, y por pitcher." (Blanco Muñoz, 1998,35). Y la pasión y la práctica del béisbol llevaron al bisoño Chávez a ingresar a la Academia Militar, a pesar de la abierta oposición de su abuela Rosa Inés y de que lo habían raspado en Química en su último año de bachillerato. Como bien lo narra el propio aspirante a cadete:
"Pensé que ya no me aceptarían en la Academia Militar porque ahí no aceptaban aspirantes con materias aplazadas. Sin embargo, me llamaron para la entrevista final (.) Luego nos mandan al Patio de Armas de la Academia y nos reúnen a los que teníamos 1 y 2 materias raspadas pero que no habíamos aprobados los exámenes de ingreso. En ese momento se nos dijo que el único chance que teníamos para ser aceptados provisionalmente era que fuéramos buenos deportistas. Al rato comenzaron a preguntar por los que jugaban béisbol y los primeros consultados eran los que tenían materias pendientes (.) La primera prueba era vestirse de pelotero (.) Comenzó de ese modo la selección de los que salíamos vestidos más rápido (.) Me preguntan qué juego y respondo que soy pitcher zurdo. De seguida me pusieron a lanzar. Pero hubo mala suerte porque yo venía de pitchar un juego tres días antes en Barinas y sentía dolor en el brazo y eso me llevo a perder (.) Entonces uno de los cadetes que estaba allí y que era del equipo me dice: ven acá zurdo, nos hace falta otro zurdo (.) Tú además de pitchar ¿no juegas atrás, en primera base o en otra cosa? Le contesté que jugaba primera también (.) Recuerdo que agarré mi bate (.) el (pitcher) me lanzó tres rectas y las tres las metí en la pared, tres batazos muy largos, y entonces me dijeron que me anotara. Así entre provisionalmente a la Academia por el béisbol (.) Después repare la materia, quedé en la Academia y se me olvidó el béisbol como sueño, Sin embargo, una de las primeras cosas que hice cuando salí de permiso vestido de cadete, de azul, fue ir hasta el Cementerio General del Sur a ponerle una velita al "Látigo" Chávez." (Blanco Muñoz, 1998, 36 y 37).
A pesar de los rezos de la abuela e impulsado por los consejos de su izquierdista hermano Adán, el pitcher frustrado, el magallanero incondicional, el soñador con los estadios de Grandes Ligas, se incorporó con ardor a sus estudios de soldado que finalizó en 1975 obteniendo el grado de Subteniente y Licenciado en Ciencias y Artes Militares. Para la época, durante un viaje de estudios al Perú, Chávez conoció de cerca la ideología del General Juan Velasco Alvarado plasmada en su libro La Revolución Nacional Peruana: su manera de concebir la sociedad y la política comenzó a cambiar radicalmente. El pensamiento de la izquierda latinoamericana, de Fidel y del Che Guevara, de Allende, y la admiración por los héroes patrios, llevaron al futuro Comandante Presidente a formularse el mismo reto que el joven Cipriano Castro se planteó en la Plaza Bolívar de Capacho: llegar a ser un día como ellos, y en especial, como Simón Bolívar el héroe por antonomasia de ambos caudillos que no llegaron ¡hélas! a ser pelotero uno ni poeta el otro.
De la Música y de la Oratoria disfrutamos
El infierno está lleno de aficionados a la música.
George Bernard Shaw
Cuanto mejor es el orador, peor es el hombre.
(Bonus orator, pessimus vir)
Proverbio Latino
Quizás ambos caudillos han debido ser además de poetas o peloteros, músicos, o más bien bailarín uno, cantante el otro.
Los dos autócratas declaran su amor por la música. Uno y otro la llevan en el cuerpo, Cipriano en las piernas, Hugo en las cuerdas vocales: baile, danza, cabriola, vals en el caso de Castro; copla llanera, contrapunteo, ranchera mexicana o bolero de despecho, en lo que a Chávez concierne. Cipriano es el Emperador y Hugo sigue siendo El Rey.
En sus años de juventud, Cipriano realizó estudios musicales en San Cristóbal. De acuerdo con Luís Delgado Contreras en entrevista concedida al semanario La Razón en abril de 2000:
"Don Cipriano Castro había estudiado música con los maestros: Rafael María Sarmiento y José Consolación Colmenares. Éste último era del pueblo de Pregonero. Castro estudió violín, tocaba la flauta y la trompeta, y en los años del exilio se ganaba la vida dando serenatas y tocando en las fiestas. Uno de los personajes poco estudiados de esta época, es Obdulio Cacique (bombardinista y músico de la Banda Los Cachacos), quien fue su amigo hasta el momento en que por cuestiones políticas, ambos terminan en bandos contrarios y acaban enfrentándose en el pueblo Libertad (.) Tanto Obdulio Cacique como Castro, fueron dirigidos por un gordo camaleón de la época llamado Ascensión Niño. Este señor Ascensión era Procurador General, y había sido muy amigo de Antonio Guzmán Blanco".
Hugo por su parte, al decir de Carlos R. Hernández, en su mocedad barinesa era "cantante, caricaturista, dibujante, bailarín, dicharachero, era el <<alma de las fiestas>>". Esa vocación de animador de festejos, de hombre centro de atención mundana, aún lo manifiesta excelsamente en sus frecuentes e interminables alocuciones presidenciales en las que como el Ariel del maestro Billo Frómeta: "escribe canta diseña. y hasta le baila ballet".
Los dos caudillos musicales se han atrevido a ejercer en público sus dotes interpretativas. De las ejecuciones musicales de El Cabito quedan algunos registros secundarios como el ya comentado; de las interpretaciones de Chávez, en estos tiempos tecnológicos, abundan registros audiovisuales que confirman sin ambages otra de sus frustradas inclinaciones vitales. Sus disímiles interpretaciones de El Rey, Linda Barinas, Fiesta en Elorza, y tantas otras chirriadas y audaces actuaciones de nuestro caudillo del Siglo XXI, han sido dedicadas al pueblo venezolano y han servido también de personal homenaje a diversas personalidades extranjeras. En relación con la actividad de cantante aficionado del Caudillo del Siglo XXI, la Agencia Reuters reporta:
"Sin importar si es un acto público o una reunión formal, el carismático líder ha evocado frecuentemente canciones que marcaron su vida, incluso dándose el lujo de improvisar en ocasiones duetos con personalidades y otros líderes políticos. Las conocidas 'rancheras' mexicanas han servido al izquierdista para musicalizar su particular estilo de gobernar y su modo de relacionarse con algunos de sus enemigos políticos, como el anterior Gobierno de Estados Unidos. En una concentración en el 2005 de apoyo al gobernante por una disputa con México, Chávez se puso un sombrero de charro y cantó junto a sus seguidores 'El rey', famoso tema del fallecido mexicano José Alfredo Jiménez, además de 'México lindo y querido' y 'Jalisco'. "No soy monedita de oro pa' caerle bien a todos, así nací y así soy, si no me quieren, ni modo", es una de sus melódicas citas favoritas para responder en varias ocasiones a las acusaciones sobre cómo maneja al país petrolero, o cuando es calificado de amenaza para la democracia regional. Y en estos momentos, cuando lucha intensamente por triunfar en un referendo el 15 de febrero que elimina el límite a su reelección, sus ganas de cantar se acentúan. En un masivo acto de la campaña para el referendo en el oriente del país, el robusto gobernante recordó su juventud cuando lo llamaban "Tribilín" -sobrenombre que ha explicado es por el gran tamaño de su pie- y evocó a su primera novia y las tonadas de amor que le profesaba. "Tú tenías 15 años, yo no había cumplido aún los 16", inició la estrofa despertando histeria entre sus seguidores. "Desde entonces soy feliz, tal como lo soñé", continuó emulando al español Julio Iglesias. Y ante los gritos de "otra, otra", el multifacético dirigente llevó una seguidilla de media docena de temas, como "Ding dong, son las cosas del amor" de Leonardo Favio, que la multitud coreaba y aclamaba como si se tratara del concierto de un artista pop. "Pues resulta que yo también viví y como dice el dicho: ¿Quién me quita lo bailao?", confesó. A finales del 2007, Chávez presentó el disco "Canciones de siempre", una recopilación de temas mexicanos y venezolanos que interpretó en sus apariciones públicas, pero la producción no llegó a las grandes tiendas ni a las listas de éxitos.
Pero no solamente en distendidos discursos aprovecha para mostrar su afición, pese a que ha reconocido que su ronca voz no es muy armoniosa. Tras una tensa cumbre en República Dominicana que culminó con la tibia resolución de un conflicto diplomático entre Colombia y Ecuador, el venezolano aprovechó para cantar "Quisqueya" en referencia al lugar que albergó la cita regional. Uno de los episodios más comentados en su carrera artística fue cuando unió su voz a Julio Iglesias y al entonces presidente chino Jiang Zemin para entonar, cual tenores, "O sole mio". Otro dueto memorable fue con su amigo y "padre", el líder cubano Fidel Castro, con quien entonó el tema "Venezuela", uno de sus favoritos, luego de un amistoso juego de béisbol.
También ha tenido ocasión de hacer dúo con su par ecuatoriano, Rafael Correa, con quien en un acto en Paraguay interpretó a viva voz "Hasta siempre Comandante", dedicada al icono latinoamericano Ernesto 'Che' Guevara. En otra ocasión cantó "Todo cambia" con su colega paraguayo Fernando Lugo. (.) Y como si fuera poco, los cantos patriotas no escapan de su amplio repertorio. "El cielo encapotado anuncia tempestad (…) Oligarcas temblad, viva la libertad", reza el himno a la Federación venezolana del siglo XIX, que el militar ha rescatado para tomar como consigna en su lucha contra las clases poderosas a las que acusa de haber hundido el país. La música tradicional venezolana no ha sido una excepción.
El Mandatario ha puesto su voz para declamar coplas y corríos al mejor estilo de los recios habitantes de las llanuras, que incluso amenizan algunos de sus actos. Y es que la música de los llanos, de donde es originario el intrépido gobernante, ha dibujado bien su polémico estilo. "Yo soy como el espinito, que en la sabana florea, le doy aroma al que pasa y espino al que me menea", ha advertido en momentos en los que se siente agredido".
Así como Chávez le gusta regalar serenatas a sus simpatizantes, a sus aliados y enemigos, Castro disfrutaba enormemente de las fiestas que le organizaban y, en especial, de las que él mismo instauraba. Al decir del compositor Sebastián Díaz Peña: "se dice que todos los políticos aprendieron a bailar y que el país vivió en tiempos de vals".
Son numerosos los festejos que los áulicos, los felicitadores y aduladores del Caudillo de Capacho dispusieron para que el Cabito danzara a sus anchas y ejecutará los presidenciales pasos que lo consagraron como uno de los grandes bailarines de la Historia Nacional, y como si lo estuviera observado de cerca, don Mariano anota:
"Un como frenesí danzante, la danza como símbolo e invitación al cortejo lúbrico, comienza a poseerlo. Como no tiene guerrilleros que combatir, da escape a la energía nerviosa, bailando los programas enteros de un sarao. Pedro César Dominici (.) lo compara con un mono cabriolante. Se tornan casi folclóricos los pañuelos de encaje que empuña en su manecilla enana para secarse el sudor bailarín. Con el mismo paso y pasmo saltante, como si midiera el compás de con todo su cuerpo peludo, baila al mismo ritmo, son poleas, valses, cuadrillas y mazurcas. Será el agitado Dyonysios de una trágica y triste bacanal venezolana". (Picón Salas, 1986, 215 y 216).
Entre los tantos agasajos bailables ofrecidos al Cabito, destacan los tres bailes que en 1903 el señor Spinetti obsequió a Doña Zoila y el del Banco Caracas ofrecido el 1º de octubre en honor del Presidente Castro. Un periódico capitalino, La Prensa, comenta este último:
"Pocas veces se ha dado en Caracas una fiesta en la cual concuerde de la manera más admirable la armonía social, gusto artístico y el rumbo de todos los detalles del acto. Cuando pensamos en estas sesiones que ampara la confraternidad nacional, que estimula el espíritu de sociabilidad de Caracas, que adorna el gusto artístico de quien la ofrece y que vivifica la mujer con la luz de su alma y gracia".
Castro no se quedaba atrás, sus saraos eran realmente palaciegos. Dos de estos bailes, por su significación política concitaron el interés y comentario de la opinión pública. El primero de ellos fue el que el mandatario ofreció a los integrantes de las directivas de los Bancos Caracas y Venezuela un tiempo después de haberlos liberado de La Rotunda, donde fueron encarcelados por su negativa a financiar el agudo déficit fiscal.
El segundo fue el baile que Castro brindó a la sociedad de la Victoria, ciudad que fue escenario de la derrota de la Revolución Libertadora encabezada por Manuel Antonio Matos, donde al decir del caudillo tachirense: "seis mil héroes hicieron morder el polvo a diez mil mercenarios", y que fue preparado con dedicación y esmero por el Presidente del Estado Aragua y por el compositor Díaz Peña, y cuyo programa fue sometido prontamente a la aprobación del propio Castro. Milanca Guzmán comenta. "Sin duda fue un gran baile, pues junto a la orquesta del maestro Díaz Peña, con cincuenta músicos estuvo presente la Banda Marcial, que dirigía Francisco de P. Magdaleno y la Banda Castro, que dirigía Román Maldonado".
Y es que Castro tenía una Banda Marcial creada en su honor. Recordemos que las bandas son conjuntos instrumentales formados básicamente por instrumentos de viento (metales, cobres y maderas) y de percusión, pueden ser civiles o militares. Milanca Guzmán precisa que no hay registros exactos relativos a la fecha de creación de la Banda Castro, aunque sí hay elogiosos comentarios sobre su actuación musical y acerca de su director, el compositor Román Maldonado quien entró a Caracas junto a las tropas del Restaurador en 1899. Sin embargo, el investigador musical anota:
"El general Cipriano Castro se va en el vapor "Guadalupe" un 24 de noviembre de 1908. Semanas después – antes que los agentes del Presidente encargado, Juan Vicente Gómez, se lanzaran a las calles y viviendas de los favoritos del régimen – uno de los músicos de la Banda Castro, previendo sabiamente lo que se venía, se despide y regresa a su tierra las Islas Canarias". (Milanca Guzmán, 1995,51).
Se trataba de Maximiliano R. Ochoa, Primer Cornetín de la Banda Castro.
Es cierto que en la Venezuela contemporánea no hay una Banda Chávez, pero el Caudillo barinés cuenta, sin embargo, con su incondicional Grupo Madera.
Ambos caudillos también hablan, discursean, practican desde jóvenes la oratoria, se han imaginado los dos en plazas públicas, anfiteatros, parlamentos y tribunas internacionales, arengando a las masas y expresando la última y concluyente palabra.les gusta oírse.
Enrique Bernardo Núñez se imagina al mozo Cipriano Castro cavilando:
"De tarde, en la plaza, contemplaba la estatua de Bolívar. ¿Por qué no? ¿Por qué no?, pensaba. Había leído algo, al azar, desde los años mozos en su aldea. Gustaba de cierto estilo hinchado, que trataba de imitar. Leía en voz alta, a la luz de un candil, a veces paseándose a grandes pasos y con ademanes nerviosos. Sabía de memoria ciertas páginas (.) Uno de los hechos que más le atraían era esa campaña llamada "admirable", en la cual Bolívar, con muy poca gente, había atravesado el país desde Cúcuta, por aquellos mismos pasos que le eran familiares, hasta caer sobre Caracas. Pero ninguno conocía su secreto". (Núñez, 1991, 28 y 29).
Su tocayo mexicano, Enrique Krauze, por su parte, acota sobre el díscolo Chávez:
"En la idolatría por sus héroes, Hugo Chávez se empeñaría en buscar contacto directo con ellos: vivos o muertos les rendía pleitesía y juramentos, les estrechaba la mano y se aprendía sus discursos, los teatralizaba. Soñaba con ellos, con ser como ellos, con ser ellos. Quería meterse en su historia. Quería meterlos en su historia. Quería meterlos en su vida, en la novela de su vida". (Krauze, 2008, 166).
Los dos caudillos, el tachirense y el barinés, recurren intensamente a sus dotes de orador, a sus habilidades de panegiristas, a su escondida propensión de predicadores – ambos estuvieron dispuestos a ser sacerdotes -, a su manifiesta vocación mesiánica para conquistar al pueblo y convencerlo de las bondades de sus revoluciones: restauradora una, bolivariana, la otra.
En relación con la oratoria de Castro, en su período de novel parlamentario, Picón Salas comenta:
"Andueza era orador y había un congreso florecido de oradores. Castro no podrá emular con los Marco Antonio Saluzzo, los Laureano Villanueva, los Diógenes Arrieta o los Silva Gandolphi de aquellos días, pero buscará los temas más demagógicos para que su presencia no pase inadvertida. Comete con frecuencia faltas de Gramática, aunque se precia de ser el General venezolano de mejor ortografía (.) tartajea en algunos párrafos, pero sabe obtener los aplausos de las barras cuando se discute la indemnización pagada al General Guzmán Blanco por los perjuicios de sus asaltos a sus propiedades en los días 26 y 27 de octubre de 1899, y cuando plantea con más ímpetu que noticias la cuestión de límites con la Guayana Británica (.) ¡Y la manera como habla ¡ Las consonantes finales que recalca y casi duplica, chasquean como látigos. Aún mayor curiosidad suscita el personaje otro día, cuando dice que: "las cuestiones sostenidas hoy aquí con la decisión y sinceridad que me caracterizan las habré de sostener, también mañana, si es necesario en el campo de batalla". "Ese gallito andino se está alebrestando demasiado; como que no le han dado suficiente maíz", comentan con escepticismo e ironía los más fogueados políticos para quienes venir al Congreso es sólo un rito anual en honor al Presidente de turno (.) Desde el ángulo en que se le observe, es don Cipriano el más original, para otros el más valiente de los diputados de 1890". (Picón Salas, 1986, 48 y 49).
La capacidad oratoria de Chávez es absolutamente reconocida tanto en Venezuela como en el exterior. Analistas políticos y periodistas confirman sus habilidades retóricas e histriónicas, su capacidad para aparecer indistintamente fiero y tierno, afable y mordaz, complaciente y combativo, armado con la cruz o con la espada según el caso y la circunstancia
En los discursos y arengas de ambos caudillos, y en especial en los de Chávez, están siempre presentes sus más enconados enemigos: los lagartijos y los escuálidos, los rangelistas y los adecos, los araujistas y los copeyanos, los pitiyanquis y los vendepatria. Con sobrada razón, Krauze afirma: "En Venezuela las personas no se matan por las ideas. Pero al escuchar los ataques brutales de Hugo Chávez contra sus "enemigos", hay que ver en esa contención la mano de Dios".
Uno y otro han hecho suyas, en tiempos distintos, las palabras de Thomas Macaulay cuando afirmaba que: " El objeto de la oratoria no es la verdad, sino la persuasión."
En armas nos alzamos
Las leyes callan en medio de las armas.
Inter armas silent legis.
Marco Tulio Cicerón
Aislado de su terruño por primera vez en uno de esos exilios recurrentes que parecen ser su inexorable destino, el joven Cipriano Castro participa en novedosas intrigas; las viejas y familiares con el Padre Cárdenas y sus hermanos Alberto y Pedro, ya rindieron sus conocidos y negativos efectos. Ahora, otras rencillas, las que alimentan un regionalismo dual expresado tanto contra los centralistas caraqueños como contra el predominio de los caudillos trujillanos, se hacen presentes en el ánimo del guerrero en ciernes. Picón Salas recuerda:
"El Táchira – la tierra más nueva y de menos ejecuciones históricas de la Cordillera – comenzaba ya a convulsionarse, y gentes tozudas, previsoras y laboriosas (distintas de los románticos guerreros de Trujillo y de los oligárquicos doctores de Mérida) pedían mayor participación en la política". (Picón Salas, 1986,35).
Cipriano Castro será uno de esos tachirenses alzados.
El joven Castro inicia en Cúcuta amores con su futura esposa la señorita Zoila Rosa de Martínez, y además de soñar con ella en sus noches de insomnio, fantasea con la idea de revivir la hazaña integradora del Libertador Bolívar y de restaurar el ideario liberal que los liberales amarillos habían mancillado, y, sobre todo, poner en su sitio al Prefecto de San Cristóbal, el General Espíritu Santos Morales, el celebre Patón Morales. La oportunidad de hacer efectiva su recóndita pasión de guerrero se le presenta rápidamente.
En 1885, el también exiliado doctor y General Carlos Rangel Garbiras comanda una invasión contra el gobierno del Táchira, en la que se alista, a sus veintisiete años, con el grado de Coronel, el joven Castro. La expedición es derrotada en las cercanías de Rubio en la Batalla del Cerro Escalante. Vencidos y de regreso a Cúcuta se planea una nueva invasión al Táchira. En 1886, el General Segundo Prato, acompañado por varios coroneles, entre ellos nuestro Castro, toma por asalto Capacho. En esta acción bélica el Coronel Cipriano Castro se destaca y después de sus aguerridas y exaltadas actuaciones, a su regreso al campamento, es nombrado Subjefe del Estado Mayor, para al día siguiente en otra valerosa faena derrotar en el propio Capacho, esta vez, al General Espíritu Santos Morales, lo que le valió su nombramiento como General. Esta batalla marcó el inicio de la carrera política y militar del nuevo Caudillo, y quedan registros de la admiración de un desconocido compatriota que después sería su sagrado compadre. En efecto, Juan Vicente Gómez, en esa oportunidad expresó:
".Vi cuando Castro le quitaba el máuser a un soldado, le zumbaba un machetazo a otro, le hacía un tiro de revólver y lo apuntaba con un fusil: Los pelotones de soldados enemigos lo apuntaban y le hacían descargas a quemarropa y él se agachaba o se tiraba al suelo para eludirlos (.) Yo creía que lo habían matado cuando de pronto lo veía surgir por otro lado, ensoberbecido, blandiendo el machete y gritando voces de mando. Cuando cesó el fuego pedí una entrevista con el Coronel Castro".
Uno de sus biógrafos resume estupendamente la confusa situación militar y política que se plantea en el Táchira de entonces:
"Las luchas se desenvuelven por los lados de los dos Capachos y culminan en algo original: el delegado del Gobierno Nacional, general Juan B. Araujo, encargado de poner orden y haciendo uso de su autoridad, cambia a las autoridades locales, con lo cual da la razón a los revolucionarios. El antiguo jefe del gobierno, Morales, retirado oficialmente se convierte entonces en "alzado" contra las nuevas autoridades. En esas luchas muere mucha gente y culminan inesperadamente con Morales exiliado y con Castro en funciones de segundo jefe de las fuerzas del gobierno (.) Llega así el año de 1888: "El Estado de los Andes" previsto en la nueva Constitución de 1881, debía tener un nuevo "gobernador" para cada una de sus secciones. El presidente del Estado resultó ser Carlos Rangel Garbiras. Por razones complejas, Castro, a quien sus andanzas ya habían convertido en general, fue designado como gobernador de la sección Táchira". (Polanco Alcántara. 1991,35 y 36)
Castro tendrá una segunda y definitiva oportunidad para alzarse en armas, y tomar el ansiado coroto. Se trata una vez más de una acción de armas iniciada en su segundo exilio en Cúcuta. Castro planea su regreso al país, organiza su particular Guerra Santa contra los liberales infieles, ya está bueno de cartas, billetes y artículos, de inútiles conspiraciones, los años de la hégira castrista están por finalizar.
El menguado contingente militar se moviliza desde la hacienda del Cabito al otro lado de la frontera y avanza en tierra venezolana, y lentamente la andina "guerra santa" tomó forma, ocupó lugar, entusiasmó primero a pocos y luego a muchos, tuvo éxitos tempranos y sumados cabecillas, y, en especial, inevitables y decisivas negociaciones políticas, fue conocida por la Historia Patria como la Revolución Liberal Restauradora, a cuya cabeza estuvo desde sus inicios Cipriano Castro al mando de escasos sesenta hombres que "aguardaban con sus cabalgaduras y chamarretas, ajustados los revólveres en el corredor de Bellavista. Se les sirve café y escancian a pico de botella el garrafancito de ron de la Ceiba". (Picón Salas, 1986,63). Y no faltó la necesaria arenga, la motivadora perorata, la justificadora proclama de Castro: "Se ha consumado un gran crimen. No queda otro dilema: esclavos renegados de nuestro pasado glorioso y de nuestros derechos u hombres dignos y libres."
Citemos un breve "parte de hostilidades" acerca de la evolución de esta "guerra santa", de la asonada Restauradora que se inició el 23 de mayo de 1899 en los márgenes del Río Táchira hasta llegar victoriosa, cinco meses más tarde, ochenta y un días después, a Caracas, el 22 de octubre de 1899, diez fechas después del cumpleaños 41 del General Cipriano Castro:
"En adelante Castro realiza una campaña en la cual destacan los siguientes hechos armados: Tononó (26.8.1899), Las Pilas (27.5.1899), El Zumbador (9.6.1899), Cordero (28.6.1899), Tovar (6.8.1899), Parapara (26.8.1899), Nirgua (2.9.1899) y Tocuyito (14.9.1989). El presidente Andrade abandona el país por el incontenible avance del <<Restaurador>>, quien entra a Caracas el 22 de octubre de 1899 para convertirse en primer magistrado hasta diciembre de 1908". (Diccionario de Historia de Venezuela, 1997, 741).
Mientras Castro vence militarmente en los alzamientos que comandó, Chávez resulta derrotado en el único que dirigió.
En la madrugada del 4 de febrero de 1992, el Teniente Coronel y un conjunto de jóvenes oficiales de las Fuerzas Armadas – los llamados comacates, acrónimo de comandante, capitán y teniente – se alzan en armas contra el Gobierno Constitucional de Carlos Andrés Pérez. El propio Comandante Chávez comenta que fue lo que los condujo al fracaso:
"Los planes y la acción sobre Maracaibo, Maracay y Valencia marcharon a la perfección, y San Juan de los Morros y el Campo de Carabobo también. Todo eso funcionó a la perfección. Claro, Caracas era la capital y el centro del poder (.) Y el plan de movilización que era un plan especial de dos batallones de paracaidistas sobre Caracas funcionó a la perfección. Claro, llegamos, te repito, como dar un salto y en lo que vas a aterrizar no consigues la pista, te fuiste al vacío. Yo no pude desarrollarla ¿Cómo? Sin comunicación, pero ni siquiera con las tropas más cercanas, sin saber lo que estaba pasando en el Zulia, en Maracay, sin saber lo que estaba pasando en la misma Caracas. Una confusión terrible, una incertidumbre total. Allí el plan comenzó a desmoronarse como una mazorca y a caer en el suelo, hasta que amaneció y ya no había nada que hacer (.) Mucha gente dice que fui un cobarde. No, yo no soy un cobarde: En toda operación militar tú tienes el derecho de replegarte. Atacas y te repliegas. En todo caso optamos por la rendición y esa fue la decisión que tomamos". (Blanco Muñoz, 1998, 224 y 226).
Los detalles de la rendición del Teniente Coronel Chávez en el Museo Histórico Militar son harto conocidos, aunque como bien comenta Krauze
"Un golpe de suerte, no de Estado sino de azar, transformó su derrota en victoria. El general Ochoa Antich le ordenó aparecer en televisión con un llamado a la deposición de las armas (.) Chávez no desaprovechó la oportunidad de <<editar > su realidad presente para producir su futura victoria. Se acicaló, se colocó la boina roja de su batallón de paracaidistas, y con perfecta calma, cuidada dicción y tono exacto – como en sus tiempos de locutor y maestro de ceremonias en concursos de belleza – pronunció un mensaje en vivo de sólo 169 palabras en el que saludaba cortésmente al pueblo venezolano, llamaba a la rendición a sus compañeros y, como un MacArthur del trópico advertía: "Lamentablemente, por ahora, los objetivos, que nos planteamos no fueron logrados (.) vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor". Quizá sin saberlo, escenificaba una página extraída de Curzio Malaparte en su clásica Teoría y práctica del golpe de Estado (1931): tomar los medios para comunicar desde el primer momento la impresión de un hecho consumado, irreversible y feliz, hacia tiempos mejores". (Krauze, 2008, 149).
El futuro Comandante Presidente expresaba a la vista y oídos de todos, ante un país desconcertado su celebrado por ahora:
"Primero que nada quiero dar buenos días a todo el pueblo de Venezuela, y este mensaje bolivariano va dirigido a los valientes soldados que se encuentran en el Regimiento de Paracaidistas de Aragua y en la Brigada Blindada de Valencia. Compañeros: Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros, acá en Caracas, no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de reflexionar y vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor. Así que oigan mi palabra. Oigan al comandante Chávez, quien les lanza este mensaje para que, por favor, reflexionen y depongan las armas porque ya, en verdad, los objetivos que nos hemos trazado a nivel nacional es imposible que los logremos por ahora. Compañeros: Oigan este mensaje solidario. Les agradezco su lealtad, les agradezco su valentía, su desprendimiento, y yo, ante el país y ante ustedes, asumo la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano. Muchas gracias".
Al exilio y al calabozo fuimos
La imaginación abre a veces unas alas grandes
como el cielo en una cárcel grande como la mano.
Louis Charles Alfred de Musset
Cipriano Castro sufrió un triple exilio y cárcel un par de veces: murió fuera de su patria; Hugo Chávez, por su parte, experimentó también una vez el calabozo en tierras venezolanas.
Para ambos, el severo castigo del exilio y el de la cárcel los llevó a profundizar en sus ideas y propósitos revolucionarios, y a perfilar un plan de acción para hacerse más tarde con la Presidencia de la República.
Al primer exilio en Cúcuta del joven Cipriano, luego de su fuga de la cárcel de San Cristóbal por el atentado a los Cárdenas, ya nos hemos referido. Toca ahora comentar las razones que lo condujeron nuevamente a Cúcuta a un fecundo y largo exilio de siete años.
El novel y pequeño diputado Cipriano Castro, el gallito andino, como también han de llamarlo sus detractores, vestido con su jipijapa provinciano, con sus ajustados pantalones, con su pesada leontina y su levita gris, se reúne y conspira en Caracas con los anti – guzmancistas contra los defensores del anquilosado Liberalismo Amarillo. Se une el ahora ensalzado congresista a las tertulias vespertinas donde participan los Generales Julio Sarria, Jacinto Lara, Juan Pietri, se hace cercano a don Domingo Antonio Olavaria y a muchos otros personajes de relevancia en la política caraqueña (Ramón Ayala, Gregorio S. Riera, José A. Velutini, Manuel Antonio Matos, Laureano Vallenilla, Alejandro Urbaneja, entre otros), y se constituye en una especie de alter ego de su mentor Santiago Briceño. Igualmente, se hace decidido seguidor del doctor Raimundo Andueza Palacio. Ramón J. Velásquez recuerda que: "En 1892, el empeño del Presidente Andueza Palacio de permanecer en el poder divide el liberalismo amarillo en continuistas y legalistas, y Castro se proclama anduecista".
Esta proclamación de intenciones, esta toma de postura a favor del continuismo de Andueza en la Presidencia de la República, va a tener importantes repercusiones para el novel diputado que regresará bruscamente a sus viejas andanzas de valeroso guerrero.
Al proyecto continuista de Andueza Palacio reacciona prontamente el General Joaquín Crespo, quien se pone al mando de la Revolución Legalista para combatir la reforma de la Constitución que extendería el período de gobierno. El Presidente Andueza, ante la amenaza armada, nombra a Cipriano Castro Jefe de las Fuerzas del Gobierno en Táchira, quien parte de la Guaira a Maracaibo provisto de hombres y de un generoso parque. Un sintético y vivaz "parte de guerra" nos informa con detalle de lo ocurrido desde la llegada de Castro a Maracaibo hasta su decisión de exiliarse de nuevo en Cúcuta:
".supo de que en el Táchira había estallado el movimiento legalista; y en Puerto de Guama que los conservadores trujillanos, al mando de Eliseo y Pedro Araujo, habían tomado San Cristóbal sin que el Gobernador Cayo Mario Quintero hubiera asumido su defensa. Ignoraba que éste, escoltado por fuerzas militares al mando del General José González, había resuelto partir hacia Colón para encontrase con él". Castro."en el trayecto se informó que Colón estaba siendo atacado por trujillanos. Apresuro la marcha y en la mañana del día siguiente llegó a Colón en momentos en que se combatía fuertemente. De inmediato se puso al frente de la situación y en EL Topón logró derrotar los 2000 hombres del ejército trujillano, cuyos restos huyeron hacia Mérida (.) Castro trasladó el parque; y cuando se enteró que Espíritu Santos Morales, partidario de Crespo, había salido de Trujillo, al mando de un ejército compuesto de 1500 soldados, procedió a acopiar elementos para la defensa de San Cristóbal. Cuando Morales llegó resistió sus acometidas e impidió que tomará la ciudad (.) Castro se impuso y derrotó a Morales, quien huyó a Mérida (.) Castro siguió a Mérida para reunirse con los Generales José María Gómez, Delegado Nacional del Gobierno del Presidente Andueza, y Diego Bautista Ferrer, quien a su paso por Trujillo había derrotado a las fuerzas legalistas. Conferenció con ambos oficiales y les propuso unificar los ejércitos para seguir hacia el Centro a combatir a Crespo, pero éstos resolvieron consultar la opinión del Presidente de la República (.) éste le informó a Castro que el Gobierno contaba con suficientes elementos para derrotar la Revolución Legalista y le ordenó regresar al Táchira y esperar nuevas instrucciones, Castro llegó a San Cristóbal y decretó la autonomía política de de la Sección. Luego apoyado por un movimiento de opinión, se encargó de la Gobernación, desde cuya posición se dedicó a esperar el resultado de los acontecimientos. Entre Agosto y Noviembre de 1892 ejerció el cargo, hasta que finalmente Andueza fue derrocado". (Rodríguez Durán. 1998, 160 a 162).
Uno de las primeras disposiciones del nuevo Gobierno de Crespo es decretar el enjuiciamiento de Andueza Palacio y sus más cercanos colaboradores, incluyendo a Cipriano Castro, quien huye y se destierra en el fundo Bella Vista cercano a la Villa del Rosario. Su segundo hombre al mando en esta corta campaña militar contra los legalistas, Juan Vicente Gómez, se asila también en Cúcuta, en un fundo colindante con el de Castro, al que llamó Buenos Aires. Se profundiza una relación de amistad y afecto entre estos dos compadres que la ambición por el poder político ya se encargará de demoler.
Son siete largos años de exilio (1892 – 1899) en los que Castro se encarga de afinar su pensamiento restaurador y de profundizar sus relaciones con los diversos jefes liberales continuistas asilados en Curazao, Nueva York y París. Cartas, esquelas, misivas, mensajes, en fin, todas las formas del género epistolar serán el medio privilegiado por el Cabito para transmitir sus idas y arraigar su liderazgo.
En 1893, Castro, aprovechando la amnistía acordada en la nueva Constitución, sale a Caracas para conversar con el Presidente Crespo acerca de la situación de sus protegidos Andes. Pero Crespo, escasamente interesado en las propuestas y consideraciones del exiliado lo hace esperar por largas horas en la antesala de su despacho presidencial en la vieja casona de Santa Inés, y, finalmente, le concede una corta y cortés entrevista, luego de la cual comenta a sus allegados y aduladores: "Ese es un indiecito que no cabe en su cuerito".
En 1895, Castro viaja a Curazao para participar en una abortada invasión contra Crespo, organizada por José Ignacio Pulido y Ramón Ayala. Decepcionado de las intrigas y de las rivalidades entre los continuistas, regresa a su abandonada hacienda cucuteña para continuar redactando sus innumeras cartas y más tarde sus encendidos artículos de prensa en el nacionalista e antiimperialista periódico El Venezolano.
Desesperado Crespo ante el creciente fracaso de su gobierno, llama al General Manuel Antonio Matos para que organice la vacilante administración pública. Matos a su vez, por instrucciones de Crespo, invita a Castro a participar en el reformulado gobierno crespista, ofreciéndole la Aduana de Puerto Cabello, la que airado rechaza para demostrar que no siempre "dádivas quebrantan peñas". En realidad, Castro, como ya lo había expresado al propio Presidente, aspiraba nuevamente a la Gobernación del Táchira, la que, por supuesto, Crespo no tenía ningún interés político en otorgársela.
En 1897, elecciones presidenciales en puerta, Castro se pronuncia por la candidatura de Carrillo en contra de la de Ignacio Andrade, escribe sucesivas cartas públicas criticando la intervención de Crespo en la selección del candidato presidencial del partido liberal amarillo y proponiendo la convocatoria de una convención nacional para la escogencia del candidato de entre las precandidaturas de Andrade, Castillo, Arismendi Brito, Tosta García y Rojas Paúl. A las cartas públicas y a las peticiones de dialogo y entendimiento de Castro, Crespo comenta una vez más: "el indiecito no cabe en su cuerito". En el calor del debate electoral, Domingo Antonio Olavaria, viejo contertuliano del exiliado, propone el nombre de Cipriano Castro como eventual candidato presidencial de consenso.
Decepción tras decepción, el Cabito continúa con su trabajo político, arrecia su nacionalismo – su antiimperialismo -, escribe y organiza comités de apoyo en el Táchira, una Liga de Occidente, se percibe presidenciable, propone un nuevo partido, El Democrático, un nuevo periódico, El Demócrata, y comienza sobre todo a sentar las bases organizativas de la futura Revolución Liberal Restauradora, la de los sesenta hombres.
Chávez, por su parte, luego de su fallida asonada militar, se rinde sin condiciones en el Museo Histórico Militar, y después de una breve alocución televisiva y su por ahora emblemático, es condenado a prisión; la sentencia la cumple en la Penitenciaria de Yare. Nada mejor que la palabra del propio Comandante preso en esta emblemática misiva para entender mejor lo que se estaba pergeñando como proyecto revolucionario:
"Del Terrorismo de Estado a la Guerra Civil Hugo Chávez Frías
Prisión de Yare (Venezuela), julio de 1992 1. El sistema perdió su equilibrio estructuralLa jornada patriótica del 4 de febrero imprimió un efecto de aceleración a la crisis estructural que el sistema político venezolano ha venido experimentando en los últimos años (.) Hasta ese día, el mecanismo hemostático había venido funcionando en el interior de un sistema profundamente afectado en su propia médula. Un proceso permanente de retroalimentación permitía a los sectores poderosos mantener bajo regulación los estremecimientos recurrentes que azotaban al sistema (.) Tal mecanismo fue roto violentamente en pocas horas, para generar un proceso de autopropagación expansiva que avanza con la fuerza de los huracanes, motorizado ahora por la acción popular y el empuje de diversos actores sociales (.) Esto conducirá inevitablemente a otro proceso histórico cuyos signos ya se anuncian en, un horizonte muy cercano: la transformación estructural del sistema (.) Las fuerzas detentadoras del poder político y económico pretenden, sin embargo, desconocer estas leyes históricas, cuya marcha es ya irreversible (.) De manera que, en su empeño antihistórico por retornar a un equilibrio ya inalcanzable, los grupos dominantes han recurrido a un arma cuya aplicación producirá a nuevas situaciones expansivas.
II. La represión indiscriminadaSi bien es cierto que el Estado organizado por la sociedad civil, recibió en delegación el derecho al empleo de la violencia, es necesario aclarar, sin embargo, que tal recurso debería aplicarse precisamente para asegurar la consecución de los fines supremos del grupo social y nunca en contra de sus intereses (.) Este señalamiento adquiere mayor profundidad cuando se trata de un Estado que se llama a sí mismo democrático, obligado por esencia a satisfacer las expectativas de las mayorías nacionales, a las cuales esta obligado a servir, so pena de perder su propia razón de ser y de estar (.) La secuencia situacional evolutiva detallada ha marcado ya definitivamente el curso de la Venezuela de hoy, en apenas 5 meses de la época post 4-F (.)Para resumirlo en pocas palabras, el sistema político venezolano perdió su estado de equilibrio, cayó en un ciclo de autopropagación expansiva y reclama imperiosamente una transformación estructural (.) Las fuerzas del poder no ceden; parecieran no entender esta dinámica y se atrincheran tercamente tras el empleo indiscriminado de la violencia represiva.
III. La violencia ilegítimaEl arma represiva utilizada con tales fines, adquiere un carácter completamente ilegítimo (.) La violencia aplicada se ve revestida de un manto claramente político, lo cual viola los mas elementales principios de la democracia (.) El Estado ha venido acumulando fuerzas y no duda en su empleo contundente, dramático, sobre la sociedad civil (.) El Presidente de Venezuela y su Ministro del interior han puesto en acción dichas fuerzas, de tal manera que sobre la angustiada población venezolana se ha desencadenado un auténtico TERRORISMO DE ESTADO, escondido tras una careta. Las fuerzas policiales, paramilitares y un sector reconocible del estamento militar, se han convertido así en simples pero terribles guardias pretorianos, sostenedores de un régimen ilegítimo y desviado del verdadero rumbo que adquiere la nación.
IV.- La guerra civilAnte tal estado de cosas, sobreviene la confrontación interna del mismo sistema. Las fuerzas que pugnan por la transformación irán radicalizándose y asumiendo claras posiciones de lucha, obligadas por una disyuntiva de existir o perecer (.) Se inicia asimismo, en este lado del escenario, una acumulación de fuerzas transformadoras que van siendo encarriladas por una sola vía. La escalada del conflicto y su desencadenamiento en una guerra civil, fratricida, pero justa y legítima (.) El Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 manifiesta al pueblo venezolano su disposición a contribuir en la búsqueda de una salida pacífica al laberinto (.) Invocamos la voluntad soberana para la realización de un FORO NACIONAL con representantes genuinos de los diversos sectores sociales, políticos, económicos y militares del país (.) Un foro cuya instalación debe coincidir con la salida del actual Presidente de la República y la inmediata conformación de un gobierno de transición: LA JUNTA PATRIÓTICA BOLIVARIANA, para un gobierno cívico-militar de salvación nacional (.) Asimismo, debe convocarse a la elección de una asamblea nacional constituyente, de profunda raigambre popular (.) Con estas acciones políticas se abriría el cauce hacia un nuevo modelo de sociedad, original y solidaria (.) Y hacia un nuevo sistema de gobierno con las características de aquel delineado por Simón Bolívar en Angostura (.) El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política (.) De esta manera, se evitaría un proceso de violencia colectiva que llenaría de sangre la sufrida patria bolivariana (.) Si esto llegase a ocurrir, la historia señalaría implacablemente los responsables, CIEGOS, SORDOS INSENSATOS. POR AHORA Y PARA SIEMPRE!!!!!!HUGO CHÁVEZ FRÍASCOMANDANTE MBR-200Yare, julio de 1992"
Ambos caudillos pusieron en práctica sus ideas revolucionarias y sus consideraciones políticas al momento de asumir por vías diferentes – las armas y el voto – la Presidencia de la República de Venezuela.
A la Presidencia de la República llegamos
El gobierno no se ha hecho para la comodidad
y el placer de los que gobiernan.
Honoré – Gabriel
La historiografía venezolana es pacífica en señalar que los inicios de la Revolución Restauradora de Cipriano Castro hay que buscarlos en la reacción contra la ineficiencia y el debilitamiento progresivo del gobierno de Ignacio Andrade. En efecto, se señala que el régimen andradista se desestabiliza lentamente debido entre otros factores al principalísimo, a la pérdida física del principal apoyo de Andrade, el General Joaquín Crespo, quien fallece el 16 de abril de 1898 en la Batalla de La Mata Carmelera, cuando enfrentaba las fuerzas insurrectas del General Hernández, el célebre Mocho. Rodríguez Durán expresa que "su trágica desaparición significó una verdadera desgracia nacional, enlutó al país y abrió camino para el caos absoluto. En ese momento El Taita era el máximo caudillo civil y militar de Venezuela".
A esta pérdida fundamental se suman otras circunstancias no menos importantes: la disminución de los ingresos fiscales y las crecientes presiones de los gobiernos extranjeros para el pronto pago de la deuda extranjera contraída por la Republica. Además, desde la perspectiva de Castro, se añade el decreto de la reforma constitucional del 22 de abril que intenta, en perjuicio de la organización político – territorial existente, devolver las "autonomías históricas" a ciertas regiones del país para crear un total de veinte estados.
Bajo la enseña "nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos", el Presidente Castro inicia su mandato en 1899 designando – paradójicamente – un gabinete ministerial integrado en su totalidad por rancios protagonistas del combatido Liberalismo Amarillo, sin ninguna participación del grupo andino que lo acompañó en su gesta restauradora. Ya el General José Ignacio Pulido, nuevo Ministro de Guerra, se lo había advertido tajantemente: "Muy mal hecho Cipriano. Muy mal hecho". La reacción ante estos nombramientos no provino – extrañamente – del grupo de andinos sino del General nacionalista Hernández, El Mocho; quien al ver designados como ministros en el gabinete en estreno a sus tradicionales enemigos políticos, rompió su nombramiento como Ministro de Fomento y se volvió a alzar en armas, esta vez contra el iniciado Gobierno de Castro.
Ya el Cabito había tenido experiencia como gobernante, a sus recién estrenados 30 años de edad, Cipriano Castro, en esos albures de la vida, es escogido Gobernador de la Sección Táchira del Estado de Los Andes. Sintetiza Gerson Rodríguez Durán:
"Al caer el Régimen Guzmancista Espíritu Santos Morales fue depuesto de la Gobernación del Táchira y el General Francisco Alvarado, Presidente del Gran Estado de Los Andes, sustituido por Carlos Rangel Garbiras. Este pretendió imponer a Gregorio Noguera como Gobernador; pero de inmediato se formó un Comité de apoyo a la elección de Castro, presidido por el doctor Santiago Briceño Ayesterán. A finales de 1887 Castro fue electo Gobernador y reconocido como tal por el Presidente Francisco Rojas Paúl". (Rodríguez Durán. 1999, 155).
Por dos largos e intensos años, interrumpidos por una breve ausencia temporal, permanece el futuro Restaurador al frente de la Gobernación. Sus realizaciones son reconocidas por la comunidad tachirense y por la nacional, y por futuros historiadores y compiladores. Ramón J. Velásquez expresa:
"El gobernador Castro realiza una labor administrativa que consolida su prestigio regional. Reclama los títulos de propiedad para las comunidades indígenas de Capacho, pide al gobierno nacional caminos que unan al Táchira con el resto del país promueve una encuesta en donde pregunta a los notables de la región si como gobernador ha atropellado los derechos de algún ciudadano. Finalmente un conflicto con el clero de San Cristóbal que determina el temporal cierre de las iglesias, ocasiona el primer enfrentamiento con Rangel Garbiras. Ya se empieza a hablar de castrismo y de ciprianismo". (Velásquez, 1991, 58). Y Contreras Serrano, por su parte, añade: "De esos dos años de Cipriano Castro como Gobernador nacerá la división del liberalismo araujista o liberalismo conservador del Táchira y la consolidación del castrismo como nueva y ascendente corriente personalista frente al rangelismo (.) Durante este período 1885 – 1890, Cipriano Castro tuvo la oportunidad de conocer y tratar ya en plan de hombre de importancia política al general Juan Bautista Araujo y a los numerosos generales y doctores caraqueños y orientales que Guzmán Blanco enviaba constantemente a los Andes por su desconfianza de los políticos y militares andinos (.) amistades que van a convertirse en los primeros lazos políticos que fuera del Táchira va a tener Castro como nueva figura política de Los Andes, antes de llegar a Caracas como diputado en 1890". (Contreras Serrano, 1997, 15).
En fin, Cipriano Castro ejerce con relativo éxito y aceptación de la comunidad regional la Gobernación del Táchira, siempre con la férrea oposición de los rangelistas y de los liberales amarillos, amén de una sojuzgada revolución de curas a raíz de una venganza por mampuesto cuando uno de sus seguidores le infligió en el mercado municipal unos planazos a su pasado rival, el Presbítero Cárdenas.
Sin embargo, la gestión presidencial de Castro se caracteriza por el conflicto civil y por la batalla militar. En efecto, variadas son las sucesivas y crecientes insubordinaciones militares contra La Restauración: tempranamente, al igual que el Mocho Hernández, el General Antonio Paredes se niega a entregar la fortaleza de Puerto Cabello al farsante Benjamín Ruiz ahora Pablo Bolívar, desafiando al propio Castro para que fuese a arrebatársela personalmente; en octubre de 1900, Nicolás Rolando proclama la autonomía de Guayana; en diciembre, Celestino Peraza inicia una rebelión en los llanos; Pedro Julián Acosta incita, por su parte, a la insurrección en Oriente; Juan Pietri lo imita en Carabobo. Allende las fronteras occidentales, el viejo aliado de Castro y ahora ardiente opositor, Rangel Garbiras, invade desde Colombia por el Táchira. Ante estas continuadas, inconexas y aisladas rebeliones armadas, el Presidente Castro opone, por un lado, una visión unitaria y de conjunto de la acción militar de su gobierno, los encargados de ejecutarla serán sus aliados, los oficiales restauradores andinos, y primordialmente su compadre Juan Vicente Gómez, y, por el otro, la inteligente estrategia de concebir un nuevo y eficiente ejército nacional. Uno tras otro de los insurrectos fue derrotado por el ejército de la República para mayor gracia de Castro y de sus generales, y, en especial, de su compadre Juan Vicente, El Salvador del Salvador.
Pero no sólo fueron los sublevados militares los que realizaron una feroz oposición a Castro. Inés Quintero confirma:
"No obstante, progresivamente, nacionalistas y liberales amarillos, escritores, políticos, prominentes hombres de la ciencia y de los negocios e incluso empresas extranjeras con intereses en Venezuela, confluyen en un movimiento de carácter nacional cuyo objetivo es desalojar a Cipriano Castro del poder. Se trata de la Revolución Libertadora, principal movimiento de oposición a Castro y episodio definitivo en la liquidación de las luchas caudillistas en Venezuela". (Quintero, 1991, 91).
En efecto, a la sublevación armada de nacionalistas y amarillos se suman otros factores económicos y financieros que, unidos a la ineficiencia oficial, conducen al país a un profundo déficit fiscal que hace perentoria la necesidad de que el gobierno recurra al financiamiento de la banca privada. En enero de 1900, Castro convoca al potentado General Manuel Antonio Matos, propietario y director principal del Banco de Venezuela, a una reunión en la que le solicita el concurso financiero de la entidad bancaria para ayudar a cerrar la aguda brecha fiscal. Ante la evasiva del banquero y en respuesta a su carta en la que aconseja a Castro una fórmula de obtención de fondos que no implique la participación de su banco ni mayor violencia a la existente, los directores del Banco Caracas y el presidente y secretario del Banco de Venezuela fueron conducidos a prisión. En las temidas cárceles de la Rotunda primero, en su aterrador "Tigrito" luego, Matos los acompañará días después. Picón Salas narra vividamente lo ocurrido con los banqueros y el desenlace a corto y a mediano plazo:
"Y varios días después, entre dos hileras de soldados, sacan a los banqueros del presidio y los hacen recorrer a pie las populosas calles que median entre la prisión y el Ferrocarril inglés. Circulaba la noticia de que los mandarían a las bóvedas de San Carlos, pero sólo se trataba de una procesión bufa. Don Bernardo Lassére, Presidente de la Junta Directiva del Banco de Venezuela, meditó bastante en sus horas de presidio, y accedió a que la Institución prestara al Gobierno el dinero pedido. Ahora todos recobraban la libertad, y don Cipriano hace una visita de cortesía a los Bancos como para borrar cualquier agravio: En estas curiosas relaciones suyas con la Economía Nacional en que pasará de la violación al halago, tres años después, dará una de las más lujosas fiestas de su gobierno en homenaje a la directiva de los "Bancos de Venezuela y Caracas". Serán los huéspedes, los prisioneros de ayer". (Picón Salas, 1986, 105 y 106).
En el caso del acceso por los votos del Teniente Coronel Hugo Chávez a la Primera Magistratura Nacional en 1999, y no por una sublevación armada como la que planificó en 1992, la situación política, económica y social de la Venezuela de las postrimerías del siglo XX puede ser caracterizada a partir de los siguientes elementos:
oligarquización de la sociedad.
primacía de una visión salvífica de corto plazo.
burocratización y pérdida de vigencia – con el consiguiente rechazo ciudadano – de los partidos políticos tradicionales.
corrupción, malversación de fondos e ineficiencia de la gestión pública.
apatía e indiferencia ciudadana ante el hecho político.
profundización de las desigualdades de ingreso de la población, mayor pobreza y marginalidad.
emergencia de personalidades y movimientos políticos no convencionales interesados en sustituir la partidocracia tradicional.
importante disminución de los ingresos en divisas provenientes de la exportación del petróleo y sus derivados.
Ante esta crítica y desoladora situación, en sus tiempos de candidato a la Primera Magistratura, el hoy Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, proclamaba que: "el cambio no es Chávez, la Revolución Bolivariana es indetenible, es la fuerza de millones de venezolanos que despiertan después de cuarenta años de engaños y decepciones." A fin de promover un nuevo hombre en una nueva sociedad, un nuevo contrato social, acuñó el término de la Revolución Bolivariana, pacífica y democrática, y además bonita, para calificar la Edad de Oro en la que entraría Venezuela bajo su mandato presidencial.
Chávez y sus seguidores revivieron así el viejo mito que había estado guardado en el inconsciente del venezolano, para transformarlo en un nuevo proyecto utópico que otorgaría felicidad e igualdad para todos, y muy especialmente, para los desposeídos, los pobres, los marginales, excluidos de participar en la riqueza y el bienestar colectivo por los representantes de un viejo régimen corrupto e injusto.
Como veremos en su oportunidad, el Presidente Chávez, al igual que el Presidente Castro, tampoco escapó a múltiples conflictos internos e internacionales.
Ambos mandatarios han sido tildados de concentrar el separado poder público en el ejercicio de sus respectivas presidencias, y de haber ejercido un Presidencialismo exacerbado, un Hiper – presidencialismo. En Venezuela, el Presidencialismo, es decir, el predominio del Poder Ejecutivo – traducido en las amplias atribuciones otorgadas al Presidente de la República sobre los otros poderes públicos – ha sido una constante en nuestra historia constitucional contemporánea; la Constitución Bolivariana tampoco escapó de este signo.
Este exacerbado presidencialismo consagrado en la Constitución de 1999, aunado a la excesiva personalización del régimen político en la figura del presidente Chávez permite apreciar el carácter hiper-presidencialista de la Revolución Bolivariana. Chávez sostiene, por un lado, que: "entendamos que nosotros, los representantes del pueblo, jamás, pero jamás de los jamases, podemos pretender sustituir a la masa, al colectivo, al dueño, al soberano que nos eligió, ellos son los dueños del poder, no somos nosotros los dueños del poder. Esa es una concepción básica de la Revolución Bolivariana" (Discurso pronunciado en el acto de juramentación ante la Asamblea Nacional Legislativa como Presidente Electo para el período 2000-2006), sin embargo, en entrevista realizada por Agustín Blanco Muñoz, Chávez reconoce también que "por aquí decirle caudillo a alguien es echarlo al basural de la historia", así como que el mesianismo pareciera inevitable, es algo que está allí, "el caso es hacia dónde dirigirlo."
Enrique Bernardo Núñez, como si hubiese estado describiendo a Chávez, anota en relación con Castro, el caudillo del Siglo XX:
"Hay un nuevo amo (.) Ahora sus discursos, sus menores gestos son aplaudidos. Dicta códigos, estatutos, nombra jueces, recibe embajadas. Contesta a los jefes de Estado: <<Grande y Buen amigo>>. Hacía falta el jefe (.) Cuando sale a caballo le sigue una gran escolta. Viste blusa azul y pantalón blanco".
Empero, más allá de los discursos y declaraciones del Comandante Presidente, la realidad está allí, evidente e indiscutible: la Revolución Bolivariana es Chávez, el Gobierno es Chávez, el MBR 2000 y el MVR fueron Chávez, el PSUV es Chávez, y lo que es peor aún, Chávez cree ser, él mismo, el pueblo, no su representante sino su encarnación soberana: El Ungido refrendado y confirmado.
Otro tanto aconteció con Castro en la Presidencia de la República, no le fue suficiente tomar el poder por las armas, erigirse en Dictador, reformar la Constitución para reelegirse, requirió intensamente ser legitimado, ser querido por el pueblo una y otra vez, ser aclamado como El Indispensable, El Insustituible. Mariano Picón Salas, con su prosa exultante, refiere: "Pero dentro de la teatralidad castrista está el hacerse rogar y volver al gobierno no sólo por el pedido amoroso de Gómez, sino por el unánime aplauso de los pueblos (.)" En la población de La Victoria
"se perfecciona la gran farsa nacional de la Aclamación, Castro retornará a Caracas entre palmas y laureles, pero sólo después que una gran asamblea plebiscitaria con representantes de todas las regiones del país, le entregué los públicos acuerdos en los que se le invita a encargarse del poder (.) Castro ya no es "el siempre vencedor, el jamás vencido", el "Salvador de la Patria", el "Restaurador", sino ahora también comienza a llamarse "El aclamado de los pueblos" (.) Y ya – para que la República respire después de tanta expectación – Don Cipriano da la promesa de que el 5 de julio estará de nuevo en el Capitolio. Después de tanta tensión y comedia, la República puede exhalar un enorme bostezo liberador." (Picón Salas, (1986, 255 y 256).
Uno y otro caudillo llegan pues a la Presidencia de la República, y se proponen como tantos otros. retenerla, declarándose irreemplazables, únicos, los escogidos, como lo expresó Carlos Borges en su momento para referirse a la necesidad de que Castro reasumiera la Presidencia: "el sol no cree en la noche".
A Bolívar idolatramos
Más cuesta mantener el equilibrio de la libertad
que soportar el peso de la tiranía.
Simón Bolívar
Uno de los rasgos distintivos de la utopía neopopulista venezolana, de la Revolución Bolivariana, es su carácter regresivo, la figura, el pensamiento, la obra independentista, la hazaña libertadora de Simón Bolívar es revivida por Chávez y sus seguidores para calificar a su revolución como bolivariana. Para el Presidente:
"los latinoamericanos no son ciegos, no son sordos están analizando los procesos. Los pueblos están evaluando. Neruda tenía razón, visionario como era, inmenso como era, decía en su Canto a Bolívar:
<<Yo conocí a Bolívar una mañana largaen Madrid la boca del quinto regimientoPadre, le dije, ¿eres o no eres quién eres?Y mirando el Cuartel de Montaña dijo: "Despierto cada cien años, cuando despierta pueblo" >>>
El Presidente Chávez convierte a Bolívar en la inspiración y soporte del proceso revolucionario en marcha. Recordemos lo afirmado por Chávez el 2 de febrero de 1999, cuando tomó posesión de la Primera Magistratura:
".Dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando convoca a la soberanía nacional para que ejerza su voluntad absoluta. Por mil pueblos, por mil caminos, durante miles de días recorriendo el país durante estos últimos casi cinco años, yo repetí delante de muchísimos venezolanos esta frase pronunciada por nuestro Padre infinito, El Libertador. Ahora ¿por qué esa frase? ¿De dónde viene esa frase? ¿Por qué Bolívar? no se trata de una repetición meramente protocolar y rebuscada de cualquier frase de Bolívar. No se trata de eso, de rebuscar frases y traerlas aquí al Congreso de la República para decirlas delante del país y del mundo. No. Se trata más bien de darle razón a Pablo Neruda, ese grande de nosotros, de los nuestros, cuando cantándole a Bolívar dijo: "es que despierta cada cien años, cuando despiertan los pueblos". Se trata de reconocerle razón al grande de nosotros también que fue Miguel Ángel Asturias cuando dijo cantándole a Bolívar: los hombres como tu Libertador no mueren Capitán, sino que cierran los ojos y se quedan velando; es reconocerle razón al indio Chocaguanca. cuando le cantó a Bolívar y le dijo: "tu gloria crecerá con el tiempo como crece la sombra cuando el sol declina". O es reconocerle razón a José Martí. cuando dijo: "ahora es cuando Bolívar tiene que hacer en América todavía, porque lo que no hizo él está sin hacer todavía".
En discurso pronunciado el 19 de abril de 1999, Chávez no dejaba ninguna duda sobre la fuerza inspiradora de la Revolución Bolivariana:
"la ideología que yo he propuesto en estos últimos años y creo que ha venido calando en el pueblo, es la ideología bolivariana, un bolivarianismo revolucionario, un bolivarianismo para este tiempo. La idea bolivariana es la ideología primigenia del nacimiento de las Repúblicas que nos precedieron. Esa idea, acompañada por supuesto de otras muchas ideas y planteamientos, pero Bolívar es el eje central de la ideología venezolana y también de muchos pueblos latinoamericanos."
Los políticos, escritores y pensadores venezolanos y latinoamericanos no desconocen el valor, el aporte de la obra y del pensamiento del Libertador Simón Bolívar en la fundamentación de la venezolanidad. Uslar Pietri, entre tantos otros, es uno de ellos:
"no voy a detenerme ante vosotros en el elogio de Bolívar, que forma ya parte inseparable de lo más alto y puro del patrimonio común de gloria del género humano. Fue un gran conductor de pueblos, un heroico capitán de la guerra, un creador de rumbos, un decidor y revelador de las hondas verdades yacentes bajo la fluida realidad histórica, y un sentidor, casi poético y casi profético, de la condición de su América. Su obra de pensador político no es menor que sus realizaciones de guerrero y estadista por las que seis naciones le proclaman como su libertador. En los cuarenta y siete años de su vida humana cupo más tarea creadora que en las de los héroes clásicos, creó Estados pero también creó filosofía política, dirigió batallas para derrotar ejércitos, pero también supo concebir la estrategia para luchar contra las imposiciones del pasado y ganarle un futuro mejor. Tanto como la más brillante de sus campañas militares vale su discurso de Angostura que todavía hoy, a ciento cuarenta años de distancia, es una de las interpretaciones más penetrantes de la difícil y confusa realidad histórica del mundo hispanoamericano. Si ese mismo mundo hispanoamericano tuviera que escoger en su historia un solo personero para representarlo en toda su amplitud, en toda su complejidad, en toda su combativa variedad, no podría escoger, entre sus grandes hombres, a otro más calificado que Bolívar." (Discurso pronunciado en Washington en ocasión de la inauguración de la estatua del Libertador el 27 de Febrero de 1959)
Sin embargo, el culto exacerbado al Libertador que propone la Revolución Bolivariana, la divinización, la superposición de Bolívar por encima de todos los demás mortales, como bien lo expresa el historiador Pino Iturrieta en su articulo La Tropelía de la República Bolivariana en Venezuela Analítica :
".sólo en el caso de un profeta como Mahoma, o de un legislador como Moisés, quienes se anuncian como voceros de la divinidad y quienes son recibidos como tales por sus destinatarios, puede pensarse en la alternativa de un mensaje susceptible de traspasar la barrera del tiempo para determinar la vida de las generaciones posteriores. De ellos manan disposiciones generales y pautas permanentes de origen divino, esto es, lo contrario de las ideas y de las acciones de un personaje histórico que sólo pretende, porque simplemente no puede pretender otra cosa, la atención de los problemas del entorno en el cual se desenvuelve… debido a que no estamos frente a Bolívar uno y único enfrentado a su realidad, sino ante muchos Bolívar en la lucha por el poder y la sobre vivencia.Son muchas las respuestas que tal vez los constituyentes y el primer magistrado no ofrezcan, debido a que niegan la existencia del grande hombre al limitarse a considerarlo como un semidiós."
Con agudo criterio Krauze, por su parte, aclara y precisa:
"Oficial, popular, inducido, neoclásico, romántico, positivista, nacionalista, internacionalista, militar, civil, religioso, mítico, providencialista, patriotero, venezolano, andino, iberoamericano, panamericano, universal, el culto a Bolívar se volvió el lazo común de los venezolanos, la liturgia de la Santa Escritura (.) Aunque Hugo Chávez era un oficiante de esa misma mitología, lo era no de un modo ceremonial o académico sino teatral. Pero el teatro no era de mentiras sino de verdad. Al salir de prisión, y con la certeza íntima de convertirse en presidente, se propuso lo que muchos gobernantes y caudillos: usar la figura del héroe para propios fines políticos. Su piadosa sacralización idolátrica era, en el fondo, maquiavélica. La admiración por Bolívar era genuina, pero la adopción del mito fue fría y cerebral." (Krauze, 2008, 173 y 174).
En efecto, el propio Chávez confirma que:
"en medio de esa angustia que muchos tenemos en este instante, no se trata de buscar a ese Bolívar hombre. Porque eso es cuestión de interpretaciones, Yo mismo estoy escribiendo un libro sobre Bolívar. Y he leído algunos libros sobre el Bolívar de carne y hueso, el Bolívar de Madariaga, y todas esas cosas. Pero más allá de todo eso, desde nuestro punto de vista, estamos intentando rescatar algo o alguien que representa un sesgo de realidad nacional". (Blanco Muñoz, 1998,99).
Castro, como tantos otros prohombres de la República, no escapó tampoco a la tentación de emular las acciones heroicas de Bolívar. Enrique Bernardo Núñez lo narra con realismo en medio de la ficción:
"Había conocido a los hombres que manejaban los negocios y la política desde las mesas de juego de los "clubs" y en las cantinas. Sabía que sólo eran amigos de sí mismo, amigos del cohecho y del regodeo, sin ideal alguno. Lo habían visto con desdén y se habían burlado de él, de su manera de hablar, de sus discursos, atrabiliarios. ¿Qué podía representar aquel hombrecito cetrino, de barba salvaje, mal calzado con botines de cordillera y con vestidos que ellos no hubieran querido ni para sus sirvientes? De tarde, en la plaza, contemplaba la estatua de Bolívar. ¿Por qué no? ¿Por qué no?, pensaba (.) Uno de los hechos que más le atraían era esa llamada campaña <<admirable>>, en la cual Bolívar, con muy poca gente, había atravesado el país desde Cúcuta, por aquellos pasos que le eran familiares, hasta caer sobre Caracas". (Núñez, 1991, 27 y 28).
Y el Cabito logró hacer realidad su adolescente sueño bolivariano, con cincuenta y ocho correligionarios, más su compadre Gómez y él mismo sumaron los escasos sesenta hombres que, a caballo, emprendieron desde Cúcuta la nueva "campaña admirable" para hacer triunfar a la Revolución Liberal Restauradora y llegar a Caracas para alzarse con el poder. Cipriano Castro arribó a la capital de la República y emulando a Bolívar se proclamó: General en Jefe de los Ejércitos de la República; Jefe Supremo de la Revolución Liberal Restauradora y Encargado de la Presidencia de la República.
Para que no quede duda acerca de la cumplida fantasía bolivariana de Castro, de su propia y triunfante Campaña Admirable, en carta del 25 de octubre de 1899, la alta sociedad caraqueña: sus comerciantes, intelectuales, banqueros, científicos e industriales, le señalan: "Llegáis al Capitolio por el glorioso derrotero que en 1813 siguió la libertad en pos de Bolívar el grande".
A los curas detestamos
– Sancho hijo, guía al palacio de Dulcinea: quizá podrá ser que la hallemos despierta.— ¿A qué palacio tengo de guiar, cuerpo del sol —respondió Sancho—, que en el que yo vi a su grandeza no era sino casa muy pequeña?—Debía de estar retirada entonces —respondió don Quijote— en algún pequeño apartamiento de su alcázar, solazándose a solas con sus doncellas, como es uso y costumbre de las altas señoras y princesas. (.) Guió don Quijote, y habiendo andado como docientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia principal del pueblo. Y dijo:—Con la iglesia hemos dado, Sancho.
Miguel de Cervantes y Saavedra
Tanto Castro como Chávez tuvieron temprana cercanía con los curas y la religión católica; el primero realizó estudios en el Seminario de Pamplona, el segundo sirvió de monaguillo en su natal Sabaneta, ambos tuvieron en su adolescencia inclinaciones sacerdotales al decir de biógrafos y allegados. Sin embargo, circunstancias personales y familiares, conveniencias políticas o posiciones ideológicas, según el caso y los personajes, los llevaron a toparse con la Iglesia, sus clérigos y autoridades.
En lo concerniente a Castro, recordemos que sufrió cárcel por haber atentado contra la seguridad física del Presbítero Cárdenas y de su familia cuando salió en defensa del honor de una de sus hermanas, mancillado por un familiar del sacerdote. García Ponce nos refiere los hechos:
"Como es típico de los galanteadores. Cipriano era muy buen protector de sus hermanas: Y lo demostró cuando su hermana Florinda entabló amores con Juan Alberto Cárdenas. Sucedió que Juan Alberto preñó a Florinda durante el noviazgo, razón por la cual la familia Castro emplazó al novio a casarse cuanto antes. El sacerdote se opone, a causa de una obligación pendiente entre los hermanos en relación con el futuro reparto de una herencia, pero es tanta la insistencia de los Castro que al fin el novio Juan Alberto acepta el matrimonio. El día de la boda, para sorpresa de todos, el novio no se presenta, y aduce una enfermedad como excusa. Cipriano se entera que es mentira y de que Juan Alberto está escondido en la casa del sacerdote. Se dirige allí, pero en el camino se atraviesa otro hermano Cárdenas. Pedro Pablo, y Cipriano lo hiere con un tiro de revólver. Es detenido y llevado a la cárcel.". (García Ponce, 2006, 18 y 19).
Años después de la cárcel, del exilio, del primer alzamiento y del nombramiento de Castro como Gobernador de la Sección Táchira, un hecho en el que ve envuelto nuevamente el Presbítero Cárdenas vuelve a incidir en la vida – esta vez política – de Castro. Uno de sus seguidores, Marcos Ángulo, atropelló y golpeó con arma blanca al Presbítero Cárdenas en el Mercado de San Cristóbal, circunstancia que avivó la ira del Párroco de San Sebastián y Vicario de San Cristóbal, José Concepción Acevedo, quien ordenó la clausura de todos los templos de la ciudad en respuesta a la agresión sufrida por su correligionario. Asimismo, el insurrecto prelado le quitó los badajos a las campanas, consumió las especies consagradas dejando en el desamparo a los otros curas de la Vicaría, reclutó al Padre Gabriel Gómez para la rebelión y partió a Maracaibo por considerar que el clero no tenía garantías en el Táchira para ejercer su alta misión. Este hecho, nimio en sus orígenes, concitó, sin embargo, el interés de las más altas instancias gubernamentales y eclesiásticas, motivó tanto airadas protestas por parte de los feligreses que apoyaban a los curas como solidarios manifiestos a favor del Gobernador Castro. Finalmente, el asunto fue zanjado con la pronta intervención de Pérez Limardo, Provisor del Obispado, quien el 25 de mayo le escribe al Vicario de Tovar informándole que los sacerdotes rebeldes Acevedo y Gómez están en su casa, ordenándole además que "los curas del Táchira que estén por ahí, que retornen inmediatamente a sus parroquias, a tranquilizar la calma con el mejor cumplimiento de sus deberes ministeriales". Como vemos Castro, el Gobernador, se topó muy de frente con la Iglesia.
Como quien se topa dos y más veces con el mismo pedrusco en el camino de su propia gloria, Castro volvió a enfrentar a la Piedra que era Cristo. Esta vez fue en plena campaña restauradora. De nuevo dejemos a García Ponce narrar los hechos y su desenlace:
"Sucedió durante el mes de julio de 1899, cuando la ofensiva castrista se encontraba un tanto empantanada, no había caído San Cristóbal (.) Surge entonces la idea de intentar un cese de hostilidades. El padre Jesús María Jáuregui Moreno (1848 – 1905) se ofrece para servir de intermediario entre el jefe oficial, Antonio Fernández y Castro. Éste ha convenido, en conversación con el sacerdote, en que acepta un armisticio, mientras Jáuregui y un delegado que él nombre viajen al Centro y sondeen algún arreglo, pero que en todo caso, si en verdad no hay ningún movimiento en su respaldo en el resto del país, él accedería a concertar un tratado que pusiera fin a las hostilidades. Jáuregui al parecer, en camino hacia el campamento de Antonio Fernández, le comunica a Castro que ve como inútil esa comisión y lo que se impone es aceptar ya el cese de las hostilidades. Castro estalla y cubre de improperios a Jáuregui, lo llama espía, traidor, abogado del gobierno, le argumenta que era apenas un mediador sin opinión y que ahora se presentaba como si fuera el jefe del ejército enemigo (.) Pasado el tiempo, el 13 de julio de 1900, se descubre en Maracaibo un conato revolucionario de tendencia mochista y a Monseñor Jáuregui se le lleva a prisión, acusado de ser uno de los conspiradores. Es encerrado en al Castillo de San Carlos, y en agosto se le expulsa del país. A Roma llega el 19 de diciembre. Sigue su labor cristiana, ejerce cargos de la jerarquía católica en México, Paris y Roma, escribe e ingresa en el Convento de los Carmelitas Descalzos de Monte Carmelo. Más nunca volverá a Venezuela, porque muere en el destierro, el 6 de mayo de 1905". (García Ponce, 2006, 39 y 40).
El próximo conflicto de Castro con la Iglesia Católica tiene que ver con sus políticas gubernamentales favorables al divorcio y con una concepción cada vez más laica de la educación y evolucionista de la ciencia. En relación con el patrocinio del divorcio civil por Castro, Rodrigo Conde señala:
"La ley del divorcio fue la continuación de las reformas de la legislación civil iniciadas por Guzmán Blanco en 1893. Si éste al establecer el matrimonio civil no se atrevió con el divorcio, Cipriano Castro lo hará, precisamente para demostrar que su poder era más fuerte que el de la Iglesia. Al haber eliminado toda oposición interna, cuya última escaramuza fue la batalla en Ciudad Bolívar en 1903, Cipriano Castro se siente con suficientes fuerzas para establecer una serie de cambios en las leyes, entre los cuales está la reforma constitucional y la del Código Civil. El Gobierno pensaba que convenía al progreso social de Venezuela continuar con la reforma de la legislación y establecer la ley de divorcio, a ejemplo de algunos países europeos y siguiendo la influencia de las ideas positivistas. Las discusiones fueron muy pocas y el 28 de marzo de 1904 fue aprobada dicha ley por el Congreso Nacional. El presidente Castro la ratificó el 9 de abril del mismo año". (Conde, 2005, 121).
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |