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El Adulto Mayor en la Práctica del Ejercicio Físico


Partes: 1, 2

    1. Introducción
    2. Desarrollo
    3. Fundamentación de la propuesta de actividades
    4. Actividades
    5. Conclusiones
    6. Bibliografía

    Resumen

    Después de un estudio cuasiexperimental en la localidad de la Garita en el municipio de Yaguajay, realizado a 30 personas de la tercera edad se pudo constatar, que de los mismos 20 presentan problemas con el mantenimiento en buenas condiciones de diferentes habilidades motrices y funcionales, también se pudo observar que la asistencia de los mismos a la práctica del ejercicio físico era casi nula, con la participación de solo 5 de ellos a los círculos de abuelos, notándose gran diferencia entre los que asistían con regularidad y los que no asisten nunca, por lo que se realizamos un trabajo en conjunto entre el médico de la familia, el técnico del INDER y el promotor cultural, para lograr la mayor incorporación de los abuelos a la práctica del ejercicio físico, a través de un plan de actividades didácticas encaminadas a elevar el conocimiento de los mismos sobre la práctica del ejercicio físico en la tercera edad.

    Introducción

    Las últimas décadas del II Milenio fueron testigos de espectaculares avances en todas las esferas del saber científico y muy en particular en la esfera de la Salud Humana donde la conservación y prolongación de la existencia, desafortunadamente sólo en países con buenos o aceptables niveles de salud, llegó a una expectativa de vida promedio que se mueve en el entorno avanzado de la octava década de vida. Cada vez un mayor número de personas vive más allá de los ochenta años, y, en muchos casos, con vitalidad y productividad sorprendentes.

    Es evidente que ello presupone importantes cambios, tanto conceptuales como operacionales, en las estrategias sanitarias de estos países.

    • En primer lugar resulta necesario el incremento de servicios de salud específicos para una población que envejece –tal vez para decirlo de una forma más optimista, una población con mayores niveles de experiencia y juventud acumulados- pero que dentro de su homogeneidad cronológica se caracteriza por una extraordinaria heterogeneidad: hay adultos mayores que escasamente rozando los 60 años de edad están repletos de achaques, ingieren lotes de medicamentos, no pueden, o no quieren, renunciar a las frecuentes consultas médicas y se convierten en verdaderos "viejitos".

    • En segundo lugar, y en consecuencia con lo anterior, la prolongación de la duración de la existencia no presupone la creación de "almacenes para viejos" que vivirán muchos años, sino el fomento de estrategias que potencien el bienestar, la satisfacción, la calidad y la productividad de la existencia en las personas que envejecen, para que se mantengan tan activas como sus potencialidades se lo permitan. Ello es coherente con una popular expresión que es recurrente tanto en contextos geriátricos como donde quiera que se reflexione acerca del sentido de la existencia humana: "no se trata de llenar la vida de años, sino –tal vez mucho más importante- llenar los años de vida."

    • En tercer lugar, los cambios en el cuadro de salud en el planeta demuestran que su consecución se debe no sólo a grandes logros, avances y descubrimientos en la farmacología y tecnología médicas, sino a la clara comprensión del papel de los factores psicológicos y sociales en el proceso salud enfermedad, a la significación del factor humano en el logro, el mantenimiento, el restablecimiento o la optimización de la salud humana.

    Dentro de los factores señalados, uno de los más importantes es el referente al acceso a los sistemas de relaciones interpersonales en que está inmersa la persona, lo que se definen como redes de apoyo social.

    Numerosos autores coinciden en sugerir los favorables efectos que sobre la salud y el bienestar, así como en la disminución de la vulnerabilidad a enfermar, ejercen las redes de apoyo social de las personas en general pero muy en particular en estadios sensibles del ciclo vital como la niñez, en que no se ha alcanzado la madurez y validismo deseados, o como en la senectud en que supuestamente el adulto mayor depende más de los otros, dado el declinar de sus habilidades y al lógico riesgo cronológico de haber vivido más años y, en consecuencia, haber pasado por un mayor número de eventos estresantes como pérdidas de relaciones importantes, o haber sido impactados por eventos tan significativos como la viudez o la jubilación que le privan de importantes fuentes de gratificación interpersonal.

    En función de que el proceso de Apoyo Social ha sido concebido como uno de "dar y recibir", en el que lo característico es una especie de "transacción" entre las personas en que al ofrecer algo en las relaciones humanas también se recibe algo (y ese algo puede ser afecto, ayuda material, guía, consejo, validación de la identidad, algunos autores ven el proceso en la Tercera Edad –a mi juicio desde una óptica pesimista- como una especie de asimetría en las redes de apoyo social del adulto mayor pues es mucho más lo que, en apariencia, este necesita y demanda que lo que realmente puede ofrecer. Cuando así sucede el adulto mayor es plenamente conciente de ello y puede socavar su salud subjetiva cuando los intentos de los demás por favorecer su bienestar –aunque positivos en su intención- impactan negativamente y contribuyen a sentimientos de minusvalía, al sentir que no puede reciprocar lo que recibe o demanda de los demás. Esto incrementa los riesgos sanitarios y en alguna literatura ha sido definido como "apoyo social negativo".

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