Sobre los trajes profanos, afeites, escotados, y culpables ornatos
Enviado por José Martín Hurtado Galves
QUERÉTARO, 1691
Voces del dolor, nacidas de la multitud de pecados que se cometen por los trajes profanos, afeites, escotados y culpables ornatos, que en estos miserables tiempos y en los anteriores ha introducido el infernal Dragón para destruir y acabar con las almas, que con su preciosísima sangre redimió nuestro amantísimo Jesús. Así se llama el texto que escribió el fraile Antonio de Ezcaray, predicador de su Majestad, y Apostólico del Colegio, y Misión de Propaganda Fide de las Indias Occidentales, de la ciudad de Santiago de Querétaro, publicado en 1691.
Este texto sirvió de sermón para orientar a los católicos queretanos del siglo XVII. Como decía su mimo autor, refiriéndose a sus feligreses. "Tenemos los religiosos de la Cruz muchos títulos para mirar vuestras almas, os debemos mucho, nos dais de comer, os quitáis el bocado de la boca para que no nos falte, y aun la capa para que nos vistamos. Y como no podemos pagar tantos beneficios, sino cuidando de nuestras almas, incesantemente estamos a la vista, porque esta común bestia, e infernal Dragón no os despedace".
La base con la que fray Antonio de Ezcaray sustenta su texto es que "cuando es pública la culpa, pública debe ser la reprehensión". Además, el fraile Alonso Guerrero de Zúñiga, Lector Jubilado, Cronista, Exvice-Comisario General, y Padre más antiguo de la Provincia de Michoacán dice sobre la obra de Ezcaray que se debía a su tanto celo y "a favor de las almas, se quite lo profano de galas y vestidos que usan las mujeres en sus trajes, con peligro constante de su vida, y nota escandalosa de su honor".
Pero, ¿a qué tipo de ropa se refiere?, ¿por qué corrían peligro sus almas y daba nota escandalosa en su honor? Veamos, Ezcaray afirma que las mujeres tienen "permitido el adorno decente", pero advierte que "es en exceso, tan demasiado en los hombres, que no pueden las mujeres adornarse si no es tocando en el extremo".
Por ello el autor afirma tener dos motivos para escribir el libro: primero, honrar a Dios, hacer bien al prójimo, a su conciencia, y vengarse del Dragón que por tantos caminos lo perseguía; segundo, que supieran que lo que predicaba, hablaba, aconsejaba y reprendía no era por cuestiones voluntariosas, sino "fundadas razonablemente en las Sagradas Escrituras, así como en los Concilios, los Santos Padres, los autores timoratos, las Revelaciones, las historias verídicas, las vidas de los santos ejemplos y otros graves fundamentos". Al parecer estaba bien armado para fundamentar sus razonamientos.
Fray Antonio de Ezcaray no sólo predicaba en contra de mantos y puntas, sino en contra de todo lo que era considerado culpable de ornato.
Decía que en Querétaro algunas señoras le habían dicho que predicara en contra de los mantos, pues además de ser muy caros (el corte valía 25 pesos), le decían que "las puntas son un infierno porque enseñamos ya el pecho, ya las espaldas, se ve la cabeza, el chiqueador (nido del demonio), las rosas, cintas, rizos, y todo lo demás profano que traemos; y con el manto de gloria van más denudas que si no llevaran manto". También le hacían saber que las principales mujeres que se resistían a despojarse de sus mantos eran las de edad avanzada, ya que con las puntas disimulaban los años, y "las viejas llenas de hoyos parecen niñas, y les sirven las puntas para hacer señas y chiqueos, enseñando los dedos y las manos, y más si son blancas".
Dice que si las universidades de Salamanca y Alcalá prohíben las pinturas deshonestas, con más razón debe prohibirse los "culpables ornatos que provocan la lujuria". Otro elemento que toma para sustentar su censura se basa en Antonio de Nebrija quien afirma que la palabra profanidad se deriva del verbo profano, profanas [sic] que significa ensuciar la cosa sagrada.
Así, dice entender a la palabra en tanto su sentido remite a lo impío y lo malo, relacionándolo con los vestidos de las mujeres porque "por medio de ellos es que las mujeres se oponen a la voluntad de Dios". Aclara que el vocabulario eclesiástico dice que esta palabra no siempre es "mala" ya que también es usada para referirse a los profanos, es decir a los no consagrados.
Pero, ¿cuál voluntad de Dios? Al respecto aclara que en lo que respecta a lo decente y lo honesto hay tres cosas que se deben tomar en cuenta en dichos ornatos; primero, la forma, ya que tanto hombres como mujeres con esos vestidos parecen un día flamencos, otro alemanes, uno más franceses, otro griegos, otro armenios, es decir pierden la forma y figura de lo que son; segundo, la cualidad, que consiste en la molicie y suavidad de la materia y en su "delicioso uso"; tercero, la preciosidad y superfluidad, pues estos vestidos y ornatos de "cuatro cabezas" le pertenecen al demonio por lo que deben prohibirse y condenarse.
Dice que con esos trajes se provoca lujuria en quien los mira, fomentando con ello lascivia; se inquieta la carne de quien los trae puestos, por ser de materia delicada y blanda, provocando soberbia y vanidad, por lo que vienen muchos pecados.
Por lo anterior pregunta lo siguiente: "¿puede llegar el traje a más desorden que al que ha llegado en estos tiempos?, ¿qué más incentivo de lujuria que ver a las mujeres con una saya abierta por delante?, ¿qué más incentivo que ver a los hombres con unos calzones tan ajustados?
La idea de Satanás está presente en sus reflexiones, por eso inquiere lo siguiente: "¿No acaso a vuestros mantos de infierno llamáis mantos de humo?, pues cuando sale por las calles una de estas mujeres con manto de humo, es señal que hay dentro de ella gran fuego, y está como una casa, que cuando el humo arroja por fuera, se está ardiendo en llamas por dentro. Qué mayor infierno que unos zapatos de polevi o palillo, con tanta profanidad que los adornan en tafetán, cairelados y cosidos con hilo de oro y seda?".
También critica los anillos, las pulseras y las joyas en las mujeres que acostumbran llevar escotados la espalda y el pecho, así como el cabello rizado, con tocado y listones, sobre todo cuando el pelo que llevaban era postizo.
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