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Mito y realidad del Estado

Enviado por carlosevaristo


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    Para un estudio histórico de las teorías del Estado desde el "despotismo oriental" hasta la "dictadura del proletariado".

    1. Ideas generales sobre el mito y el Estado
    2. La eternidad del Estado
    3. La divinizacion del Estado
    4. El Estado conforme al derecho natural
    5. La idealizacion del Estado
    6. El Estado capitalista conforme los postulados de la razón
    7. El Estado racista
    8. El Estado fascista
    9. El Estado imperialista
    10. Doctrina anarquista del Estado
    11. El Estado socialista
    12. Bibliografia capitular

    CAPITULO I

    IDEAS GENERALES SOBRE EL MITO Y EL ESTADO

    1. Concepto y definiciones

    La palabra "mito", procede de la voz griega "mythos" que significa "Fábula". Mito es el relato de algo maravilloso que se supone acontecido en un pasado muy remoto y casi siempre impreciso.

    Los mitos pueden referirse a grandes acontecimientos heroicos que explican el origen, y sirven de fundamento, de una comunidad (Jasón, Teseo) o del género humano en general (Adán y Eva); pero bien puede referirse a fenómenos naturales, en cuyo caso se tiene el "mito alegórico" (los signos del zodíaco), los mitos solares o representar la personificación de seres sobrenaturales (dioses, ninfas, nereidas, sirenas, ángeles, arcángeles, demonios, etc.) cuyas acciones fantásticas revelan los sentimientos e ideas de los pueblos que las imaginaron.

    A continuación citamos las siguientes definiciones que reflejan los conceptos expresados. Ragozin escribe: "Fenómeno de la Naturaleza que se representa, no como resultado de una ley natural, sino como acto de personajes divinos, o al menos, sobrehumanos, de poderes buenos o malos". Y la de Otfried Muller: "Acto inconsciente y necesario, por lo que el espíritu del hombre, incapaz de abstracción, consideraba todas las cosas bajo una forma concreta y viva".

    Los mitos se encuentran en los pueblos arcaicos y en el antiguo paganismo de los griegos, los romanos, los egipcios, los hindúes, los hebreos, etc., y representan el balbuceo inicial de los pueblos, para expresar el inicio de su historia y sus concepciones animistas de las cosas de la Naturaleza y de la sociedad.

    2. El mito y la religión

    En su sentido original "el mito" es sinónimo de fábula; pero la fábula quedará relegada, como una simple especie literaria, para expresar acciones inverosímiles de los animales o las cosas. No contiene, como el mito, el trasfondo de una creencia, o de una idea de superioridad de un personaje de elevados "atributos" o propiedades.

    Se ha considerado el mito como sinónimo de religión; pero ambos términos señalan dos objetos diferentes: comenzando por su origen, la religión se deriva del sentimiento y el mito de la imaginación, de la fantasía, cuando se invoca a Dios en una oración, habla el sentimiento; pero cuando imaginamos que la serpiente incita a Eva, para que convenza a Adán, de que coman de la manzana prohibida; entonces habla la fantasía. En otro aspecto, la religión tiende a crear un código moral y considera al dios como depositario substancial de la moralidad; en cambio, la idea mítica revela una acción grandiosa, fabulosa, sin que le interese su fondo.

    3. El mito y la filosofía

    La filosofía, que emergió del mito y la religión, desde la perspectiva del racionalismo absoluto, ha visto en el mito, el fracaso total del pensamiento. En este aspecto, Aristóteles (384-322 A.C.) dice "No vale la pena hablar de los que se sirven del mito"; y Hegel (1770-1831) por su parte escribe: "El uso del mito acusa, en general, una impotencia que no sabe manejar, todavía el pensamiento". Para la razón clásica el mito es una "quimera"; es decir, una ilusión o fantasía simbólica, que no puede ser sometida a las leyes o postulados del razonamiento lógico; por tanto, para la filosofía racionalista, el mito es la expresión elemental de los pueblos bárbaros.

    Sin embargo, no se considera así, tan manida y tajantemente concluída esta cuestión, pues en la historia del pensamiento filosófico se ven los avatares de esta idea:

    Los presocráticos descartaron el mito, porque se oponía al logos, a la razón: pero elevaron la razón sobre la base de previos mitos, terminando por enlazar los dos conceptos, por lo menos en el lenguaje.

    Los sofistas diferenciaron el mito y el logos (la razón). Sin embargo, admitieron con mucha frecuencia, que el mito envolvía, muchas veces, la "verdad filosófica". Esta concepción de los sofistas fue adoptada por Platón (428-348 A.C.) quien consideró el mito, como un modo de expresar ciertas verdades que escapaban al razonamiento. De allí aparece que toda la filosofía de Platón esté planeada a base de mitos alegóricos: el mito de la caverna para exponer la teoría de las ideas; el mito del alma; el mito del devenir, etc. A esto aludía Aristóteles cuando rechazaba a los mitólogos.

    Muchos escritores neoplatónicos estudiaron la naturaleza y la clasificación de los mitos, como la justificación filosófica del carácter divino de los mismos. Salustio (87-36 A.C.) en su libro "Sobre los dioses y el mundo", explicaba que los mitos pueden presentar a los dioses y sus opiniones, expresadas por los mismos dioses, en el mundo; e hizo la siguiente clasificación: mitos teológicos, físicos, psíquicos, materiales y mixtos.

    Tomando en cuenta su gran valor pedagógico y explicativo, los mitos tuvieron, en la antigüedad y en la Edad Media gran aceptación. Pero a partir del Renacimiento se replantea un problema que ya se había analizado desde la antigüedad: el de si los mitos poseen un contenido verdadero o falso. Cabe afirmar que algunos escritores lo aceptan, mientras que otros lo rechazan de manera absoluta, alegando que la verdadera historia no tiene nada que ver con los mitos y las leyendas. Para estos pensadores el contenido del mito es falso y por lo tanto, el historiador debe limpiar de tales fantasías la historia que escriba. En este sentido se pronunciaron Voltaire (1694-1778) y todos los libre pensadores enciclopedistas del Siglo XVIII. Sin embargo, algunos pensadores han llegado a la conclusión de que, los mitos tienen una "verdad histórica" y no se deben descuidar o ignorar cuando se trate de penetrar en el remoto pasado prehistórico de los pueblos; por lo que aunque los mitos tienen mucho de fantasía no se puede negar que constituyen un esfuerzo de interpretación de fenómenos sociales.

    Juan Bautista Vico, en su "Ciencia Nueva", identifica el pensar mítico con el pensar político y es partidario de que los mitos contienen una verdad histórica. Vico fundamenta, racionalmente, esta aseveración al considerar que tal fenómeno es un "modo de pensar" que tiene sus características propias, y que expresa formas básicas de vida humana.

    En el mismo sentido que Vico, se pronuncia el pensador alemán Federico Schelling, diferenciándose de aquel, en que a éste le atribuye contenidos místicos. El alemán opina que la mitología es una forma de pensamiento que indica uno de los modos de como se revela el absoluto en el proceso histórico; así dice: "El mito es revelación divina".

    4. El mito y otras ciencias humanas

    Los mitos han sido interpretados de diversas maneras por historiadores, sociólogos, etnólogos, antropólogos, psicólogos y filósofos. Según su respectivo criterio, indica que tales representanciones fantásticas, son "expresiones de conflictos incoscientes", o una "simbolización de fenómenos naturales" o bien una "proyección imaginaria de las estructuras sociales", etc.

    a) Para la Etnología, el mito desempeña una función social: el mito primitivo es el relato de una historia fundamental y concreta del grupo o comunidad; de donde este agregado social, saca la justificación de sus ritos o cultos a dioses, héroes, y antepasados; con ellos verifican y consolidan su existencia en el tiempo; el origen cierto de su estirpe, sus leyes y sus tradiciones.

    b) Para la teoría psicoanalítica, el mito pertenece al "mundo inconsciente", de lo irracional; delimitando así, las fronteras entre la razón y la fantasía, o la locura y la puericia; y, en consecuencia, una "lógica del inconsciente". En otro aspecto, el psicoanálisis ve en los mitos figuraciones de "complejos", deseos insatisfechos, traumas, frustraciones, generalmente de carácter sexual y de voluntad de poderío. Ejemplo: el totem es la imagen del "padre" o "protector". El Nagual protector de la tribu entre los indígenas americanos y deidades menores pertenecientes a grupos familiares.

    c) Algunos historiadores -Moreau de Jonnes, entre ellos- se inclinan a ver, en el mito, hechos reales y positivos: leyendas sobre los dioses y los héroes; son relatos que se refieren a hombres que, efectivamente, existieron; dotados de facultades superiores para realizar hazañas inverosímiles y beneficiosas para los pueblos primitivos que los consagraron como divinidades; gozando también de esta identificación algunos animales.

    d) La Antropología explica que, antes de la mitología, se encuentra, en la vida humana, el "mana" o animismo, reiteradamente encontrado, en los pueblos arcaicos como los de la Polinesia, Micronesia, Melanesia, etc. El "mana" es una fuerza, un influjo de orden inmaterial y hasta sobrenatural, que se revela por medio de la fuerza física, o por otra forma de poder o superioridad que el hombre posee; no estando fijo a un objeto determinado, y puede ser llevado sobre toda clase de cosas: es forma de vida del hombre primitivo.

    El hombre mitológico, sintió que el mundo vive: supuso que, detrás de cada cosa material, había un espíritu semejante al suyo que la animaba; por lo que se explica que todo "mito" lleva en sí el reflejo del hombre mismo. A este respecto dice el sociólogo francés Reinach (1858-1932): "Podemos afirmar que el niño y el salvaje son animistas, es decir, que proyectan al exterior la voluntad que actúa en ellos; que las cosas que pueblan el mundo, en particular, los seres y las cosas que les rodean; gozan de vida y sentimientos semejantes a los suyos". Es la explicación del antropomorfismo. "Tan natural es al hombre el animismo, y tan difícil de desarraigar, que ha dejado huellas en el lenguaje de todos los pueblos y hasta en el de los individuos más civilizados en apariencia", añade el mismo autor.

    e) En otro sentido, algunos sociólogos como el autor de "La Teoría de la Violencia" Georges Sorel, comparan el mito con "la ideología", "la utopía y la quimera". Aluden a los elementos psíquicos que incitan a las masas para la acción. Dicen, por ejemplo: "el mito de la huelga general", "el mito de la raza", "el mito de la sangre", "el mito de la nación", etc. En esta línea, el término "mito" sirve para designar "las elaboraciones de la conciencia colectiva" que no se basan en una realidad objetiva.

    5. El mito y el marxismo

    En una más amplia visión del mito y de la mitología, el Marxismo ve, en tales conceptos, creaciones populares que intentan generalizar y explicar los distintos fenómenos de la Naturaleza y de la Sociedad: en el mito y en la mitología, se encuentran muchos elementos de la concepción del mundo y de la vida, que se había formado el hombre primitivo, en las etapas iniciales de su existencia social. El mito va hermanado con la religión porque, en él, se dan muchos aspectos de lo sobrenatural; se crean y expresan, asimismo, concepciones morales y estéticas, lo cual, necesariamente, produce derivaciones encaminadas a la regulación de la conducta humana, y hacia la apreciación y expresión de la belleza.

    El mito y la mitología son un producto de la fantasía: el hombre se explica, imaginariamente, los hechos de la Naturaleza y de la Sociedad, cuyas fuerzas y superioridad escapan a su dominio; pero cuando estos hechos pueden explicarse lógicamente, porque han sido sometidos al conocimiento concreto de la investigación científica, entonces el mito y la mitología desaparecen.

    6. El mito y el Estado

    El estado es definido de distintas maneras, pero, en esencia, tienen el mismo objeto: "una organización total de la Sociedad", "la organización jurídica de la Sociedad"; "la autoridad soberana que ejerce el gobierno de las cosas y de las personas dentro de un territorio nacional"; "el poder organizado de una nación"; "una de las formas históricas posibles y concebibles, por la que una comunidad política institucionaliza su unidad, y asume la responsabilidad de su destino nacional".

    A esta figura social, jurídica e histórica, se le han atribuido varios elementos, cualidades o propiedades que invaden los linderos de lo mítico. Esos elementos, cualidades o propiedades son: eternidad, divinidad, consubstancialidad (a la naturaleza del hombre), inmanencia (en la esencia de todas las cosas, en el macrocosmos y en el microcosmos); inherencia total (en la esencia de la sociedad humana) anterior a las partes (individuo, familia, sociedad), realización objetiva de la idea, etc. La metafísica racionalista e idealista se ha enseñoreado justificando de la manera más acusiosa y refinada tales atributos. Y así el Estado ha pasado a ser considerado como una entidad mágica, mística y suprema que todo el mundo intuye como un demiurgo: un dios o un demonio, fantástico…

    La investigación sociológica, económica, histórica y política de los pueblos, ha venido a demostrar que el Estado es un producto histórico de la sociedad que ha llegado a cierto grado de desarrollo y que, de elemento armonizador de las diferencias con que apareció, se ha convertido en instrumento de dominación por las clases poderosas con el doble objeto de mantener su superioridad y sus privilegios, con lo cual queda destrozada su pretendida esencia mítica.

    CAPITULO II

    LA ETERNIDAD DEL ESTADO

    1. La base económica del despotismo oriental

    1. La primera figura del Estado aparece en la historia bajo la forma conocida con el nombre genérico de despotismo asiático o despotismo oriental. Los historiadores nos presentan esta forma de Estado desde Egipto, al noroeste de Africa, hasta el Japón pasando por todo el Asia. Este despotismo se caracteriza porque el monarca, llamado sátrapa, déspota, tirano, califa, rajá, maharajá, mandarín, etc. reclamaba impuestos cada tres o cuatro meses en el año como una especia de "renta de la tierra". Al cabo de este lapso los pelotones militares se presentaban en las comunidades rurales agrarias y despojaban a las familias de campesinos de todo lo que habían almacenado en aquel corto período. Se llevaban granos, heno, frutos, animales y solo les dejaban los instrumentos de trabajo y escasos medios de subsistencia. La tierra era de propiedad de las comunidades agrarias, pero el dueño de la soberanía territorial era el sátrapa.
    2. Este sistema comenzó aproximadamente unos siete mil años A.C. y se perfiló definitivamente con el establecimiento de las dinastías gobernantes cuyo registro está bien establecido en las de los faraones, las de los acadios entre los cuales se cuenta la de Sargón, las de los babilonios entre los cuales se halla Hammurabi, las de los hindúes contra los cuales se rebeló Sidharta Gautama "El Budha", las de China que Confucio organizó con una burocracia obediente y las del imperio del Sol naciente que aún subsiste con el emperador Akihito.
    3. Este régimen de gobierno despótico que ha durado casi nueve milenios ha tenido por base económica lo que los economistas han denominado "modo de producción asiático", que es una forma precapitalista que ha sido de difícil descomposición. Este sistema fue descubierto y escrito en sus memorias por el médico francés Francois Bernier, que fue el terapeuta de cabecera del Gran Mongol, que gobernó en Turquía Europea y Asiática, parte de Persia y el Turkestán de 1650 a 1700. Estas memorias fueron conocidas por Carlos Marx en 1852 y el 2 de junio escribía a Engels revelándole su asombro por la penetrante observación del galeno sobre el sistema de producción en que se desarrollaba la vida económica en aquellas regiones orientales. "He aquí" dice, "el secreto" de la milenaria "paz asiática" la "llave del cielo oriental", o sea el milagro de la inamovible mansedumbre del pueblo asiático.

    En efecto: el modo de producción asiático se basa en el sistema de comunidades agrarias que "poseen colectivamente a perpetuidad la tierra y en donde tienen sus viviendas, sus pastizales, sus animales, sus bosques. Los campesinos son dueños del suelo que trabajan, en donde viven con sus familias y sus pertenencias, pero que no pueden vender ni enajenar de ningún modo. Propiamente el dueño es el monarca, el Gran Mongol, pero éste tampoco enajena esa tierra. De esa forma el campesino, o mejor dicho, la comunidad se halla tranquila y, segura y satisfecha; el sátrapa les da protección contra las invasiones de los nómadas y contra las penetraciones extranjeras. Por estas razones las comunidades no se rebelan contra las recaudaciones periódicas de impuestos.

    Este sistema es similar al de los Incas, Chibchas, Maya-Quichés y Aztecas a la época del descubrimiento de América.

    Algunas concepciones del Estado sobre esta base económica se estudian en los capítulos I y II de esta obra.

    2. Culturas mágicas, mitológicas y religiosas

    La doctrina de la eternidad del Estado descansa, sobre todo, en las tradiciones y leyendas mágicas, mitológicas y religiosas de la humanidad. Todas las teogonías de todos los pueblos primitivos, han sustentado la idea de la existencia de un ser supremo, alrededor del cual se prosternan, sometidos todos los demás dioses inferiores; idea que se proyecta, de la misma manera en la tierra en donde se ven las manadas de animales salvajes, como los lobos, sometidos a un jefe que es el más fuerte; en las abejas y las hormigas sometidas a una reina; y en las hordas de hombres primitivos sometidos al más poderoso de entre ellos.

    Estas concepciones tuvieron su organización y sistematización cuando ya la sociedad humana, había llegado a un grado de desarrollo económico y social, que permitió el aparecimiento de una casta sacerdotal que organizó el culto; estableció ritos e impuso normas de convivencia, que designaban lugares o tareas específicas para unos que mandaban; otros que obligaban por la fuerza, al cumplimiento de las tareas y otros que, simplemente, obedecían por la sumisión y la impotencia.

    Este comportamiento y estas creencias, son semejantes en todos los pueblos primitivos; cuyas culturas evolucionaron del tal manera, que luego impusieron, como patrones de civilización, a otros pueblos atrasados. Estas culturas mágicas, mitológicas y religiosas son, entre otras: la cultura védica en el Indostán, la órfica entre los griegos, la druídica entre los galos y celtas de Francia y España; los oráculos o misterios caldeos, la judáica de los hebreos, los gnósticos y neoplatónicos que se confundieron con los cristianos.

    De estas ideas arrancó y se elevó la especulación filosófica, para establecer, por la vía de la sistematización racional, la justificación y existencia del Estado como concepto de poder, de orden y de jerarquía inherante a la naturaleza del hombre, que precisa de la sujeción y de la obediencia, conforme a una disposición eterna, para la realización de su vida en la tierra. Estas últimas concepciones se encuentran ya en las tesis de Aristóteles, San Dionisio el Areopagita, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, Hegel, Duguic, Gierke y entre nosotros, el Salvadoreño Mauricio Guzmán. Hagamos una exposición breve de algunas de esas ideas y autores, por no ser necesario tratarlos todos ni en todo su contenido:

    3. La cultura Védica

    En la península del Indostán se desarrolló una de las culturas más viejas que conoce la historia de la humanidad. Se sabe que el primitivo pueblo indú, era el "wedda" que, desde muy temprano, se cruzó con otros elementos raciales como las tribus pigmeas de los drávidas y de los mundas de raza negra. Para el año 4500 A.C., los pueblos indúes estaban ya organizados en Estado-Ciudad bajo el dominio de poderosos rajás o marajas. La tradición oral védica arranca, aproximadamente, de unos 7000 años A.C.; pero la escritura de sus libros sagrados, los Veda, comenzó a hacerse hasta el Siglo XI A.C., y terminó hasta el Siglo VIII A.C., siendo recopiladas cuatro colecciones denominadas: Rig-Veda, Rama-Veda, Atarva-Veda y Brahma-Veda.

    Aproximadamente desde el año 2000 A.C., los arios -pueblo indoeuropeo procedente de lo que ahora se conoce como Ucrania (Región suroccidental de Rusia)-, en subsecuentes olas, invadieron la India por el norte y se apoderaron de todo el valle del Indo y del Ganges; estableciendo allí su dominación que quedó consolidada por el año 1600 A.C.

    Estos arios que se llamaban a si mismos nobles o aristócratas, distinguidos, eran pastores y militares de raza blanca y allí se hicieron agricultores; impusieron a los pueblos conquistados una división social en castas; estableciendo la denominada cultura brahamánica, cuya base es la doctrina del "brahamanismo" o culto a Brahama. La división social es la establecida o descrita en el llamado Código de Manú.

    El resumen del Brahamanismo se puede apreciar en la doctrina del Brahaman Atmán, que condensamos así:

    Los términos "Brahaman" y "Atmán" revelan dos conceptos fundamentales, opuestos y recíprocos a la vez. "Brahaman" significa el principio supremo y único del mundo, incluso superior al propio "ser". Su significado etimológico se encamina hacia la idea de crecimiento espontáneo, por sí mismo y desde sí mismo: Es la fuente inagotable de lo real. "Atmán" significa la realidad interior o el yo íntimo del individuo humano; fuente inagotable de la vida de éste. En su sentido etimológico expresa la idea de "hábito", "respiración".

    En el transcurso del tiempo y según el sentido de las interpretaciones, estos dos conceptos, fueron superponiéndose de tal modo, que ahora no se habla de ellos por separado sino que unidos "Brahamán-Atmán", formando un solo concepto integrado en sí mismo, o sea que el "Brahamán" es "Atmán" y viceversa; se trata de un absoluto que se encuentra tanto en el fondo del universo o cosmos, como dos caras de una misma realidad Suprema, o Causa Suma de todo. De esta realidad surgen las demás realidades.

    De este concepto surge la idea de "Aquello o ésto", o lo que es lo mismo "Así como es arriba es abajo"; de donde ha emanado el concepto de la racionalidad de la organización social en "castas" permanentes, y un "poder", eterno e inmanente, que gobierna todas las cosas y se refleja en todas ellas: el sistema solar, la constitución de una planta, de una flor, de un hombre, etc.

    4. La mitología y el orfismo en Grecia

    El mito es una fábula o leyenda que, por tradición oral, se ha transmitido de generación en generación, en todos los pueblos primitivos; y cada pueblo tiene sus mitos propios. La mitología griega es rica y bella en sus leyendas de esta clase; como un reflejo fantástico de sus dirigentes, hay dioses primitivos -(el caos, la eternidad, el destino, etc.)- auxiliares, héroes, semidioses, dioses subalternos; y héroes míticos. Toda esta jerarquía revela la organización social de los griegos cuando ya estaban en la etapa superior gentilicia, en la barbarie superior, en las proximidades de la civilización. Dentro de este contexto, la sociedad griega mejoró sus técnicas productivas, siendo la aparición de las clases sociales y la esclavitud, una de las principales consecuencias de éste desarrollo.

    La clase aristocrática gentil que devino en clase poseedora; sustentó y fomentó el culto de los dioses, así como la creencia de que el alma era una substancia corporal que se perpetuaba después de la muerte. El orfismo se opone a ésta creencia. Esta doctrina aparece en el Siglo VIII y se desarrolla hasta el Siglo VI A.C., sobre la base de los himnos órficos, del poeta y músico mitológico Orfeo, quien hechizaba con sus poemas y su música. El poeta, según las leyendas populares, apareció en Tracia en el Siglo XVI A.C., siendo hijo de Eagro, rey de Tracia y de la ninfa Calíope (por tanto Orfeo era un semidios), cuyos ascendientes eran Apolo (Helios, el sol) y Clío (Musa de la historia).

    El orfismo se fundamenta en el culto de Dionisos, dios de la alegría y del ímpetu creador de la primavera. Este dios era hijo de Zeus y había sido muerto por los Titanes; pero su corazón, rescatado por Atenea, fué entregado a Zeus, quien se lo comió. De las cenizas de Dionisos fueron creados los hombres quienes tuvieron la maldad de los Titanes y la bondad de Dionisos; Zeus volvió a crear a Dionisos, y al restaurarse el culto a Dionisos, el orfismo expresó la idea de que el cuerpo pertenecía a los amos, a los señores, que ya eran esclavistas, y que el alma iba a gozar de la felicidad a ultratumba, oponiéndose a la primitiva creencia.

    Estas ideas tuvieron mucha influencia en Pitágoras, Platón y Empédocles, en el neoplatonismo, el gnosticismo y en el cristianismo.

    5. El pensamiento político entre los antiguos griegos

    Ya hemos visto la influencia que los himnos órficos ejercieron en el sentimiento religioso y político de los griegos, desde el Siglo VIII A.C..

    Ya desde entonces estaban establecidos los Estados-Ciudad, cuyo ejemplo es clásico en la literatura política universal. Sin embargo, no estaba, todavía, redactada la teoría política abstracta que más tarde elaborarían la mayéutica de Sócrates, condensada en los libros de Platón y las geniales sistematizaciones de Aristóteles. Antes de la elaboración de estas teorías se verificaron, en la praxis política del Siglo V A.C., las grandes luchas sociales que determinaron la imposición definitiva del Estado-Ciudad causando la desintegración de la comunidad gentilicia.

    El pensamiento fundamental que hay en la idea griega del Estado-Ciudad, es la "armonía" de una vida compartida por todos los miembros de la comunidad que el Estado abarca. Solón de Atenas decía que sus leyes -elaboradas por él- produjeron la armonía, el equilibrio entre ricos y pobres; por ellas, cada una de las partes recibe lo justo.

    Las ideas de armonía y proporción aparecieron en el pensamiento griego, desde los inicios de la filosofía. Anaximandro trato de describir a la naturaleza como un sistema de propiedades contrapuestas, (por ejemplo frío-calor) separadas por una substancia neutra subyacente. La armonía o proporción es uno de los principios últimos de todos los intentos de formular una teoría del mundo físico. Heráclito decía: "El sol no rebasará sus medidas; que si las rebasare, las Erinias, servidoras de la Justicia, sabrían encontrarlo". Pitágoras enseñaba que la armonía y la proporción eran principios básicos en la música, la medicina, la física y la política.

    Estos conceptos de armonía o proporción, de medida, pasaron a las concepciones estéticas y éticas, de modo que, tanto la moral como la política, se vieron inundadas de teorías sobre la proporcionalidad en la belleza, la justicia en los actos de gobierno y la moderación en las costumbres. Eurípides, el gran poeta trágico escribió: "La ley de la naturaleza del hombre es la igualdad".

    6. El Druidismo

    Los druidas formaban el sacerdocio de los celtas-galos (Francia, España y Bretaña). Los celtas eran una raza de origen indo-europeo y emigraron desde la Ucrania (Rusia) o del Cáucaso, aproximadamente unos 2000 años A.C. La palabra druida deriva de una voz sanscrita "drus" que quiere decir encina, o "dru-vid" que significa vidente. La secta sacerdotal se dividía en tres clases: la de los novatos, aspirantes a la dignidad sacerdotal; la de los bardos, cantores de alabanzas de los dioses; y la de los darvidin, ministros del culto que, además, ejercían las funciones judiciales y la medicina e instruían a la juventud. Esta secta implantó una verdadera teocracia entre los galos, bretones e iberos. Fueron legisladores y jueces que tenían una autoridad incontestable.

    Hacían la paz y la guerra; deponían a los magistrados y a los reyes; imponían penas y se constituían en censores respecto de los particulares. Estaban exentos del servicio militar; tenían el monopolio de los sacrificios, tanto públicos como privados y excomulgaban a los que descartaban sus sentencias, excluyéndolos de las ceremonias religiosas. En cuanto a sus doctrinas, tenían una teología secreta y adoraban a un dios ignoto; cuyas alabanzas cantaban en los bosques sagrados, acompañandose con los sones de sus arpas de oro, de noche, a la claridad de las antorchas, creían en la vida futura y en la transmutación de las almas. Tal creencia se hizo popular y tan arraigada estaba entre los galos, que no vacilaban en dar cantidades de préstamo pagaderas en la otra vida.

    La enseñanza pública de los druidas se cifraba en la explicación de la genealogía, atributos y funciones de los dioses, así como en la de diversos medios de explicar su ira y conocer su voluntad. El sistema moral comprendía tres principios fundamentales, a saber: adorar a los dioses, no hacer mal y ser valiente. Observaban el orden celestial y lo aplicaban al orden terrenal.

    7. El pensamiento racional de Aristóteles (384-322 A.C.)

    Rompe con las doctrinas mítico-religiosas tradicionales con respecto al Estado, y trata de justificar la existencia de éste, de acuerdo con el orden de la naturaleza. "El hombre, -dice-, es un ser social por naturaleza (zoon politikón) y el Estado tiene por base la atracción de los hombres hacia la vida en común". Esta atracción organiza, primero, la familia, después los poblados y por último el estado. "El estado, -dice-, es la forma más perfecta de la vida en común; una forma en la que se crean las condiciones para una vida perfecta, que se basta a sí misma". El Estado es una asociación de hombres libres; los esclavos y los artesanos no forman parte de él. "El estado es una forma necesaria y eterna de la vida en común, de la cual los hombres nunca, bajo ningún pretexto, podrán prescindir".

    8. San Dionisio de Atenas

    LLamado el Areopagita (Siglo I D.C.), fué una autoridad eclesiástica de los primeros tiempos del cristianismo y ocupó el primer obispado de Atenas. Fué respetado por su vasto conocimiento, lo mismo que por sus buenas costumbres de vida, lo cual hizo que la gente le guardase veneración y respeto.

    Se le atribuyen a él, cuatro tratados y diez cartas de contenido místico-religioso basados en las ideas del cristianismo, conocidos en la literatura filosófica con el nombre de los "Areopagíticos". Estos tratados ejercieron una poderosa influencia en toda la literatura teológica de la Edad Media hasta el Renacimiento (Siglo XV D.C.).

    Hay que hacer constar, sin embargo, que posteriores investigaciones científicas han puesto en claro que estos tratados y cartas no fueron escritos ni por San Dionisio ni por Pedro de Iberia, Obispo de Georgia (el primitivo nombre era Iberia), que vivió con mucha posterioridad a San Dionisio. La base crítica de esta refutación se sostiene en dos puntos básicos: uno, que está cargado de ideas neoplatónicas que no habían tenido beligerancia en el Siglo I; otra es que, durante los primeros siglos del cristianismo, nunca fueron citados los tratados y las cartas por los autores eclesiásticos; y otra tesis en contra es que describe ya, en toda su arquitectura, la pujante organización eclesiástica que se impuso, sin reservas, durante más de mil quinientos años. Los tratados son los siguientes: De los nombres Divinos; Jerarquía Celeste; Jerarquía Eclesiástica y Teología Mística.

    Los Areopagíticos medioevales presentan el cristianismo de un modo sistemático; El centro del ser es la divinidad incognoscible; de él se desprenden, en todos los sentidos, emanaciones luminosas que decrecen gradualmente, a través del mundo de los ángeles y de la zona de la Iglesia, hasta las personas y cosas corrientes. En síntesis, la jerarquía eclesiástica es un reflejo de la jerarquía celeste. Estos documentos fueron una fuente obligada en todas las corrientes de la filosofía medival.

    9. San Agustín de Hipona

    Fué el Obispo de la ciudad de Hipona y uno de los más grandes representantes de la Patrística; uno de los grandes padres de la Iglesia. Entre sus tesis se destaca la idea del ordo u orden, sosteniendo que es uno de los atributos que hace que todo lo creado por Dios sea bueno. Dios ha creado las cosas según su forma, medida y orden; considerando a éste último como una perfección.

    El orden, desde el punto de vista metafísico, significa la subordinación de lo inferior a lo superior, de lo creado al Creador. Si lo inferior se rebelara contra lo superior no habría orden, sino "desorden", caos. Santo Tomás de Aquino, siguiendo a San Agustín, dice que: "El orden es una determinada relación recíproca de las partes".

    En su tiempo, todas estas ideas sirvieron para darle fundamento a la idea de jerarquía, de gobierno, y en consecuencia, del Estado; y sobre todo del Estado Eclesiástico, concebido como eterno tal como lo es el orden de la naturaleza.

    En la época moderna, Hegel concibe el Estado: "como una imagen y realización de la idea moral, de la razón" y lo considera como eterno. Adelante se desarrollará el planteamiento de Hegel.

    10. Un escritor salvadoreño

    En su obra "La Política en la Ciudad del Hombre", Mauricio Guzmán, expone y defiende dos tesis que pertenecen al campo de la filosofía jurídica y la filosofía política, a saber: la teoría de la perpetuidad del Estado y la teoría sobre una ley metafísica de "la obediencia", que rige los actos humanos dentro del Estado, es decir, entre gobernantes y gobernados.

    En cuanto a la primera doctrina, dice el autor, en el primer párrafo del Capítulo I (El problema de la Justificación del Estado): "En la inagotable perennidad del tiempo y del espacio, hubo un día en que el hombre se asomó a la existencia y, cuando el recuerdo de ésta pudo ser transmintido a la posteridad en forma precisa, ordenada y verídica, nació la historia y con ella el estado. "Con razón se ha dicho que no hay historia sin Estado".

    En el segundo y tercer párrafo, continúa: "Desde entonces el hombre ha sido sujeto del amor y del odio; ha adorado a Dios o se ha vuelto hacia él, irreverente o en abierta rebelión;….. todo lo ha soñado o vivido bajo la permanente organización del Estado."

    Inmediatamente pasa el autor a demostrar las diversas teorías que han tratado de justificar la existencia del Estado, en su relación con el destino humano, y en su singular naturaleza de fenómeno social de dominación: a) como obra de Dios; b) como producto de la naturaleza; c) como organización mantenida por los más fuertes; d) como institución conceptual; e) como instrumento de dominación en manos de la clase dominante, etc.

    Desde la teoría trascendente (divina) hasta la teoría concreta del materialismo histórico, pasando por Aristóteles, Rousseau, Spengler, Jellinek, Nietzche, hasta el anarquismo; Guzmán describe el momento crítico actual que confronta el Estado ante las doctrinas que proclaman su disolución por consunción, como el marxismo o su extinción violenta de la mañana a la noche, como el anarquismo.

    Denuncia Guzmán, el hecho de que, en los últimos siglos de la era cristiana, la justificación de la organización estatal ha sido objeto de una "metafísica política" adversa…; y, hoy día, es el tema decisivo de la civilización, pues se está llegando a hacer conciencia en el sentido de abolir el Estado; lo cual precipitaría a la humanidad en una desgracia sin parangón en la historia". "La crísis comenzó desde Rousseau, es decir, desde los albores del capitalismo, o mejor dicho, del liberalismo, hasta el socialismo científico preconizado por Marx, Engels, Lenin y Stalin, que, al acabar las clases sociales; sustituirá el gobierno de los hombres por la administración de las cosas". En este punto se duele el autor citado que eminentes juristas como León Duguit, famoso profesor francés antimarxista, "quien ayudado de la metafísica jurídica", concluye que el fenómeno de la subditancia (del sometimiento al Estado), no tiene justificación racional; "que es imposible demostrar que determinado fenómeno o número de hombres, tenga derecho a imponer su voluntad a los demás asociados".

    Esta crísis se revela, en última instancia, en la doctrina anarquista que, en su modalidad católica, sostiene "que el bien público -bien común, en éste caso- podrá ser alcanzado sin el Estado, sin autoridad que encause los esfuerzos particulares, sin gobernantes, por medio de comunidades libres solamente; en las cuales el interés personal del individuo será la única ley".

    Ante esta catástrofe real, objetiva, opina Guzmán, que la existencia de la autoridad política se debe…"a un imperativo del mismo fenómeno social, a una ley social que impulsa al hombre a la asociación, con igual fuerza que la ley de la gravitación universal imprime a las cosas del espacio; igual que las células a formar tejidos y organismos o que los átomos a integrar toda la materia en todas sus manifestaciones".

    Esta es, la ley Universal del Movimiento que, en el campo social, se le llama "Sinergía Social", en cuya virtud, el hombre erige sus instituciones (familia, horda, tribu y en fin el Estado), por lo cual, sostiene Guzmán, "para generalizar", que el fenómeno político o el principio de autoridad, son una consecuencia lógica de la "Sinergía Social".

    Del razonamiento anterior -que hemos procurado resumir en la forma más completa- el autor desprende dos conclusiones: 1) La existencia de una "Ley de la Obediencia", exclusiva del hombre como ser social; y 2) La eternidad del Estado. Dejaremos para otras reflexiones la primera conclusión y nos detendremos, por ahora, sobre la segunda que expresa así el autor:

    "Concluyo, pues, que la existencia del Estado no está subordinada al mecanismo de ningún proceso dialéctico o ley del pensamiento, y que menos aún, podrá ser destruido con argucias filosóficas, o por la taumaturgia caprichosa de un partido único y omnímodo; pues la constancia de sus elementos estructurales y el invariable comportamiento de éstos, lleva a la conclusión de que, su esencia está vinculada al ordenamietno primario, rígido e inmutable del cosmos".

    Veamos como Guzmán, se contradice en sus dos aseveraciones: En la primera premisa afirma: que el hombre se asomó a la existencia (es decir, apareció como ser viviente); y luego "cuando el recuerdo de su existencia pudo ser transmitido a la posteridad en forma precisa, ordenada y verdadera, nacio la historia y con ella, el Estado". Según el tenor de estas expresiones, el hombre fué, en primer término, -y así lo es, lógicamente- un ser animal, un ser biológico que obraba instintivamente como cualquiera otra especie del mundo zoológico; y hasta más tarde, humanizado por el trabajo, deja los recuerdos de su paso sobre la faz de la tierra, haciendo así historia; el Estado y en general la cultura como fruto específico suyo.

    Cabe entenderse que, en los primeros años de su existencia, no hubo ni casas, ni ciudades, ni instrumentos de trabajo, ni mucho menos historia; ni Estado, ni derecho, y que estos dos fenómenos sociales últimamente dichos, son el producto de una larga evolución y transformación cultural del Homo Sapiens. En consecuencia, el Estado como ente histórico y cultural, ha tenido su principio, y, naturalmente, tendrá su fin cuando ya no sea necesario como medio de dominación.

    El autor de que se trata, admite la perennidad inagotable del espacio, del tiempo y la ley universal del movimiento. Y como consecuentemente debe admitir -tiene que admitirlo-, el cambio eterno. La perennidad consiste en que una cosa o fenómeno no tenga principio ni fin: esa perennidad es la eternidad en el tiempo y la infinitud en el espacio. Lo que es evidente para el razonamiento, es que no puede hallarle principio ni fin al ser; ni al movimiento que engendra los cambios en el ser, ni estos cambios que son inherentes a él.

    Estas son las únicas cosas o fenómenos eternos. Los demás accidentes del cosmos (las nebulosas, los sistemas solares, los planetas, la tierra, el hombre y su cultura, y en consecuencia el Estado, etc.) son series de hechos que tuvieron un primer momento, en una primera unidad, una primera forma y que forzosa y necesariamente, tendrán una última etapa, un término, un fin.

    Guzmán, confunde la cohesión física o química de la materia, de los átomos, del mundo inorgánico, con el Estado, al afirmar que su esencia pertenece al ordenamiento primario, rígido e inmutable del cosmos. Porque realmente, antes de que hubiera Estado, antes de que fuera inventado como una forma superior de organización de un conglomerado social, existieron otras organizaciones naturales inferiores que ya hemos mencionado: formas inferiores que no eran ni podrán ser la esencia del Estado. Este es un aparato de dominación sobre una población y territorio determinados, con gobernantes, con cuerpos de policía, con cárceles, con cobradores de impuestos, etc., distinto, también, de otros organismos como las sociedades anónimas, las cooperativas, etc., regidas bajo el mismo principio de la asociación.

    El movimiento constituye el modo de ser de la materia; es la manera de manifestarse, de existir; su atributo, el cual incluye, en sí, todos los procesos de las cosas, fenómenos que se dan en la naturaleza y en la sociedad.

    En el mundo todo está en movimiento. Aparentemente algunas cosas tienen una naturaleza o consistencia fija; pero esa estabilidad aparente no es más que una forma de movimiento que se llama reposo, siendo este relativo. Todo movimiento es infinito, inagotable y complejo. Existen múltiples formas de movimientos como seres hay en el tiempo y en el espacio; que son los otros aspectos absolutos en que se expresa el ser. Todo movimiento es un proceso de acción recíproca, de interacción, de contrarios, de elementos que luchan entre sí, lo que determina el cambio; el desarrollo y la degeneración, la asimilación y la desasimilación, la asociación y la disociación, etc. Esto es, todo el movmiento es dialéctico, contradictorio.

    El cambio en general, es la transformación de objetos materiales; fenómenos sociales en el curso de su desarrollo o decadencia, abarcando todo paso de un Estado a otro. Es la forma más amplia de revelarse el movimiento. Lo permanente no es un ordenamiento primario, rígido e inmutable como ley cósmica sin lo movible, lo cambiante, como ley general del universo.

    Por eso, cuando Guzmán admite, por una parte, el movimiento y luego niega la dialéctica que es inherente a aquel; y cuando acepta el movimiento que implica el cambio y acepta, a la vez, una esencia inmutable y rígida, se contradice fundamentalmente, negando en su totalidad, la base filosófica y doctrinaria de su teoría de la eternidad del Estado.

    De lo expuesto inferimos las siguientes conclusiones:

    1. Los únicos absolutos son la energía, la materia, el espacio, el tiempo, el movimiento y el cambio dialéctico como forma del ser.
    2. El hombre y su cultura son seres históricos y contingentes.
    3. El Estado es un producto de una larga evolución cultural, nacido al choque de los intereses opuestos de la Sociedad, y utilizado como instrumento de dominación de una clase sobre las otras clases sociales.
    4. Al desaparecer las clases sociales, desaparecerá el Estado que será sustituido por otras formas de organización, adecuadas a las nuevas condiciones engendradas por el cambio, en el devenir histórico, del hombre y de la sociedad humana.
    5. La historia no desaparece con la extinción del Estado, pues éste no es el único hecho notable en el acontecer humano; antes del Estado está la prehistoria, o historia no escrita que registra novedosos acontecimientos, como la invención del arco y la flecha, la rueca de hilar, el hacha de piedra, la organización gentilicia, etc., por loque se supone que, al extinguirse el Estado, el hombre seguirá proyectándose en las obras creadoras de su trabajo.

    CAPITULO III

    LA DIVINIZACION DEL ESTADO

    1. Origen divino del poder del Estado.

    El Estado ha sido considerado, en todas las épocas, por algunos teóricos, como de origen divino. Esa consideración teórica es de mucho relieve en los imperios antiguos del Oriente Anterior o Cercano Oriente, que abarca los Estados de Babilonia, Asiria, Persia y egipto, este último en el Noroeste de Africa.

    En los regímenes autocráticos o despóticos del Asia Menor (Caldea, Siria, Persia, Sumeria), Asia Mayor (China, Indochina) y Meridional (India), el Estado se había establecido sobre la base de la división social en clases, y de la esclavización de los hombres sometidos por la fuerza; pero este hecho era ocultado a los súbditos.

    La forma de este Estado es una "Despotia", o sea una Monarquía autocrática y teocrática, en la que todo el poder del Estado se concentraba en las manos del "Déspota" o monarca, que se apoyaba en el aparato burocrático; que controlaba el trabajo de los esclavos y en el ejército que sometía, con crueldad a los trabajadores. Este déspota con su familia, la casta sacerdotal, la extensa burocracia y el numeroso ejército, constituían la clase dominante y gobernante; y para justificar su dominio proclamaban el "origen divino de este poder del Estado". Los ideólogos de este régimen estatal predican la desigualdad humana; el sometimiento de los trabajadores (esclavos), la sumisión y la obediencia de todos al monarca, e incitan al poder supremo del déspota, a mantenerse intocable, por medio del castigo y del terror. En cambio, en la conciencia de los sometidos, o mejor dicho, de los esclavos, su disconformidad se manifiesta como rebelión o protesta contra el abuso de poder.

    2. Egipto antiguo

    En el Egipto Antiguo, que se configuró como Estado Esclavista, en el cuarto milenio antes de Jesucristo; el "Faraón" era un ser endiosado. La clase gobernante divulga la idea de que el faraón es un dios terrenal, continuador de la divinidad de los dioses del cielo, y a quien tributan un culto fanático, llamándolo "Hijo del Sol", "Hijo del Cielo", etc. El faraón es eterno, no muere sino que reposa y luego se convierte en el "Dios Osiris" (que es el Sol).

    Todos los acontecimientos políticos y sociales son considerados por la ideología de la casta faraónica dominante, como expresión de la voluntad de los dioses celestiales y terrenales (los faraones). En el libro "La Sabiduría" de Pta-Hotep, ideólogo de la clase superior gobernante, que apareció a principios del tercer milenio A.C., sostiene que la desigualdad social es natural; que el hombre trabajador es malo porque ocupa una posición inferior en la sociedad, y el hombre que ocupa cargos administrativos en el Estado, es valioso y noble; predica a los inferiores la resignación, la obediencia y el sometimiento; frente al superior, el inferior debe estar quieto y subyugarse; el inferior debe saber que su bienestar depende de la buena voluntad de los nobles y del poder de los ricos.

    3. Mesopotamia y Asia Menor

    A principios del cuarto milenio A.C., en Mesopotamia y en toda Asia menor, empezaron a florecer pequeños estados, cuyo centro principal eran ciudades, de las cuales, unas han pasado a la historia: Ak-Kad, Ur, Babilonia, entre otras. Esta última tuvo su florecimiento en el Siglo XVIII A.C. y fué el centro unificador y cultural de muchas otras pequeñas ciudades o estados. El unificador fué el rey Hammurabi, el del famoso Código.

    La ideología política, en este reino, está impregnada de ideas religiosas: el destino de los pueblos y de los hombres está determinado por la voluntad de los dioses. Todas las tesis de la clase gobernante respecto del poder de los reyes, tienen su base religiosa en el Código de Hammurabi, que dice: "Los dioses designaron a Hammurabi para gobernar a los cabezas negras -la plebe-". Se dice que Hammurabi es la encarnación del dios del cielo, del dios de la tierra, del dios protector de Babilonia y del dios del sol, de la luz; y todos los demás dioses le prestan protección y ayuda.

    4. Evolución del Estado en la Grecia antigua

    1. En el siglo XX A. C., llegaron los aqueos, también del norte y de origen ario, fusionándose pacíficamente con los Pelasgos, comenzando desde entonces a echar los cimientos de una maravillosa cultura que culminó en el siglo VI A.C. En este punto tenemos que recordar que también la cultura griega fue influenciada por las civilizaciones desarrolladas en Mesopotamia, Fenicia, Siria, Egipto a través de las Islas de Creta, Chipre y de otras tierras insulares del Mar Egeo.

      Estos pueblos del cercano oriente crearon el Estado unos siete o seis mil años A.C., alrededor de una diosa de la fecundación y de un dios fecundante inseparables; así, por ejemplo, en Sumeria, que después fue Caldea, la diosa era Istar (mujer con cabeza de serpiente) y Tamus o Tamusti; en Egipto eran Isis (la Luna) y Osiris (el Sol). Era un Estado teocrático manejado por los sacerdotes. Pero los propietarios independientes se rebelaron pronto contra el dominio sacerdotal y establecieron su propio gobierno bajo el mando de un Rey que también obedecía el culto al dios. La diferencia entre uno y otro Estado era fundamental: el primero se basaba en un dominio de la tierra; el segundo en la libre empresa que desarrolló las artesanías, la industria, el comercio, etc., que obligó a la creación de una legislación apropiada que culminó con el Código de Sargón (siglo XVIII A.C.), el Código de Hammurabi (2067 A.C.)

      Estos aspectos de la cultura política, como otros modelos en las artes, las industrias, la agricultura y el comercio, fueron trasladados al continente europeo.

      En Creta la diosa de la fecundación era Astarté (la Luna) y el dios fecundante era el Minotauro (hombre con cabeza de toro) siendo tomado de los dioses fenicios Astarté y Baal-Moloch (dios con forma de toro). En el Atica, Kodro, un conquistador egipcio funda la ciudad de Atenas bajo la tutela de Atenea (1717 A.C.) que era la diosa de la fecundación del pájaro y la serpiente, y Zeus el dios fecundante; más tarde Atenea se transformó en la diosa de la guerra, la paz y la sabiduría.

    2. Los primeros habitantes del Peloponeso y de toda Grecia continental fueron los Pelasgos, que quiere decir "grullas" o "aves migratorias". Ellos llegaron del norte en el siglo XXV A.C. a la época del arribo de las aves migratorias. Eran de origen ario.

      Los acontecimientos de la guerra de Troya tuvieron lugar en el siglo XIII A.C. destacando la personalidad de los hijos de Atreo, Rey de Corinto, que fueron Agamenón, Rey de Reyes (Argos, Micenas, Corinto) y Menelao, Rey de Esparta. El Congreso Anfictiónico verificó la gran unidad del pueblo aqueo en contra de los troyanos. Los reinos aqueos estaban basados, unos en el dominio territorial, otros en la riqueza mobiliaria, en los Estados-Ciudad, donde dominaba una clase emprendedora, que debido a su espíritu de empresa, desarrolló una ideología individualista que es el sello distintivo de la civilización occidental; y otros, basados en una nobleza gentilicia, de economía agrícola.

      Recordemos que la guerra de Troya tuvo por objeto la conquista del Estrecho de los Dardanelos (Helesponto) y del Mar Negro (Ponto Euxino), entonces en poder de los troyanos; la recuperación de Helena de Menelao fue sólo un pretexto.

    3. Los pelasgos y los aqueos fusionados ejercieron un dominio continental en el Peloponeso, Beocia, Tracia, Tebas, Arcadia, Atica, Isla de Eubea. Esta cultura aquea culminó con las grandes proezas de los argonautas dirigidas por Jasón, la muerte de la Medusa Gorgona realizada por Perseo y la muerte del Minotauro realizada por Teseo (sucesos que se ubican alrededor del siglo XV A.C.).

      Homero y Hesíodo son de estirpe pelasga y aquea; vivieron en el siglo IX y VIII A.C., respectivamente.

    4. Los dorios, también de origen ario, procedentes del norte, invadieron Grecia en el 1220 A.C. a fines del siglo XIII, destruyendo toda la civilización construida por aqueos y pelasgos. Establecieron un régimen militar esclavista dividido en castas, semejante al de sus congéneres arios en la India. Sometieron a los aqueos y pelasgos, muchos de los cuales emigraron al Atica, Eubea e islas del nor este del Mar Egeo, fronterizas al Asia Menor, región que después se llamó Jonia, en donde se establecieron libremente, defendiéndose de la persecución de los dorios.

      El Estado espartano estaba organizado así: todo el territorio estaba dividido en parcelas o latifundios gobernados por tres "gens" (familias o tribus dorias), estableciendo una nobleza gentilicia (por la sangre o nacimiento) que ejercían el poder político exclusivamente; estas familias no trabajaban y se dedicaban a ejercicios militares y de la guerra. Eran la casta superior espartana. La segunda casta la formaban los "metecos" que eran aqueos y pelasgos ricos quienes ejercían la agricultura, el comercio y la industria. La tercera casta la componían los "periecos" formada por los aqueos y pelasgos que ejercían las artesanías y oficios manuales. Y la cuarta casta eran los "ilotas" o esclavos compuestos de aqueos y pelasgos muy pobres que ejercían los menesteres manuales mas bajos. Todos estaban obligados a pagar tributos a los nobles dorios. Sin embargo, todos los sometidos eran libres de ejercer sus cultos y conservar sus tradiciones.

      La diosa de la fecundación era Deméter y el dios fecundante era Zeus o Dionisos.

      De igual modo fueron gobernados todos los territorios sometidos por los dorios. El sistema fue conservado en el Código de Gortina, redactado por el escritor dorio-cretense Talitas de Gortina (700 A.C.).

    5. El legislador Licurgo fundó el Estado de Esparta o Lacedemonia en el año 750 A.C. que duró hasta el año 450 A.C. El Estado espartano de Licurgo era de tipo comunista-esclavista.
    6. En el año 700 A.C., Sidón, jefe dorio que gobernaba Corinto se defendía del asedio de las organizaciones aqueas y pelasgas que buscaban su libertad. Los aqueos y pelasgos habían desarrollado la riqueza en el espíritu empresarial y laboral y reivindicaban sus derechos políticos y sociales.

    En 670 y 657 A.C. los jefes aqueos de Tesalia y Corinto, Ortagoras y Sixeles, derrocaron la tiranía de los dorios y la dominación de los aqueos y pelasgos ricos.

    En 605 A.C. en Mileto, Trascíbulo implantó la tiranía en contra de los sectores gobernantes e hizo obras que beneficiaron a la plebe.

    En 600 A.C. Solón elabora para Atenas una Constitución protectora de la clase media y los trabajadores.

    En 561 A.C. Pisístrato, pariente de Solón, impone la tiranía para establecer la democracia a favor de los sectores pobres, construye templos y recopilas las obras de Homero y Hesíodo.

    5. India antigua

    A mediados del quinto milenio A.C., ya los habitantes de la India Antigua, vivían en ciudades rodeadas de grandes muros para su protección; eran agricultores y artesanos que fabricaban herramientas diversas y objetos de cobre y de bronce. A principios del segundo milenio, fueron conquistados por tribus arias procedentes del norte; quienes impusieron un régimen de castas. Los primeros Estados esclavistas se formaron en la India a comienzos del primer milenio A.C..

    La ideología política de la antigua India, está concentrada en los libros religiosos llamados los Vedas (los que ven-los videntes), el de la epopeya, el Mahalbarata (que son los más antiguos) y el Código de Manú (Siglo III A.C.), se exponen las concepciones políticas de entonces. Estos textos predican la total desigualdad del género humano y presenta, como una creación de la divinidad, la división de la sociedad en castas hereditarias. Esas castas son: los brahamanes, casta superior, nacida de los labios del Señor del Mundo, Brahamos; los chatrias, militares, han nacido de sus manos; los vassias, agricultores, comerciantes y artesanos, han nacido de su pecho y caderas; los soudras, trabajadores esclavos, nacidos de sus piernas; y los parias, personas marginadas y sin derechos, han nacido de sus pies. Los círculos de cada casta, son infranqueables. El Brahamán es considerado en el Código de Manú como un ser divino, sagrado y omnipotente.

    El Código de Manú alaba al rey como primer elemento importante del Estado, destacando su poder ilimitado. Manú es el primer hombre en la mitología Indú. Es la personificación del amo del mundo, y está formado por el brillo de todos los dioses. El rey debe defender el régimen de castas, salvaguardar la ley sagrada y cumplirla en sus relaciones con el pueblo. Pero también, el rey está supeditado al consejo de los brahamanes; acatar esos consejos y ser ejecutor de la voluntad de éstos; debe protegerlos en sus intereses; no debe provocar su descontento y su ira, pues los brahamanes pueden aniquilarlo con su ejercito.

    6. China continental

    Algo análogo a lo visto anteriormente, sucedió en los grandes valles del Hoangó y el Yant-tse-quian, en la China Continental. La historia no ha logrado penetrar, todavía, en el conocimiento del establecimiento y organización de las tribus mongolas o de raza amarilla; a quienes, sus vecinos de las culturas situadas al occidente, les llamaban "los extraños" o "los extranjeros". En el campo de la suposición; comenzarían a establecerse a principios del quinto o antes. En el año 1950 A.C., o sea a fines del segundo milenio A.C., el soberano del río Wei, destronó a un soberano de una monarquía vecina, creando con ello, la base de un dominio imperial; al fallecer, dejó como herencia, sus tradiciones culturales; las cuales habían convergido, con toda la cultura de los principados del Hoangó.

    Entre esas tradiciones culturales, de orden intelectual, estaba el conocimiento del sistema estelar y de su orden eterno. El gobierno de los hombres, es decir, el Estado, debía ofrecer una imagen terrena de ese orden. Y como en el "cielo", carece de expresión sensible, debe valerse de su elegido, es decir, de un ser sagrado, que habrá de gobernar, interpretando la "voluntad del cielo"; como expresión directa. El emperador se llamaba "Hijo del Cielo y la organización del Estado, se basaba en la jerarquía familiar y en el culto de sus antepasados, bajo estricto control; lo cual le daba una cohesión y permanencia indiscutible. El régimen político en China era la monarquía militar burocrática.

    El principal ideólogo del régimen divino del Hijo del Cielo; fué Confucio, que vivió entre los años 551-479 A.C. y su influencia ha llegado hasta nuestra época. entre los muchos de sus preceptos, que hablan de la necesidad de la desigualdad social, de la pobreza, de la riqueza, de las costumbres, de los ritos, de los hábitos, etc.; destaca la esencia divina del rey, del Hijo del Cielo, el cual recibe las órdenes de lo alto, y es como el viento que sopla sobre las espigas de los trigales, y los súbditos deben ser como éstas que se inclinan cuando el viento sopla.

    7. América precolombina

    Ideologías semejantes se sustentaron durante los regímenes políticos de los estados griegos, del Imperio Romano y los pueblos avanzados de América (Aztecas, Nahoas o Toltecas, Mayas, Quichés, Chibchas e Incas, que ya tenían estado constituido a la llegada de los españoles), que consideraban a sus soberanos y a los miembros de su nobleza, como hijos o representantes de los dioses, y al Estado como una proyección de la divinidad en la tierra; tal como lo afirma J. Jastrov en su "Historia de la humanidad, su cultura e instituciones".

    8. Cristianismo y feudalismo

    Al ser reconocido por los emperadores romanos, el cristianismo como doctrina oficial, en el año 313 (principios del Siglo IV D.C.), ésta doctrina se convirtió en un instrumento ideológico de la intolerancia, fanatismo y oscurantismo. Bajo su estandarte se terminó una cerrada forma de creencias y se persiguió cruel y tenazmente a los portavoces de la cultura de aquellos tiempos. Tan decisiva fué la influencia de la Iglesia Cristiana, que en la comprensión y estudio de la doctrina de Cristo, intervinieron los mismos emperadores romanos; sobre todo, en el Imperio Romano de Oriente (Bizancio).

    La Iglesia fué implacable contra toda clase de interpretaciones heréticas; y a lo largo del Siglo IV D.C. dejó totalmente establecido su sistema religioso y político. Fueron sus principales pibotes Jan Szlatous, Obispo de Constantinopla (345-401 D.C.) y Aurelio Agustín, conocido por San Agustín, Obispo de Hipona (354-430 D.C.).

    Szlatous, fundamenta el proceso de feudalización de la sociedad y la organización de la población del Imperio en castas y grupos profesionales; con derechos y privilegios estrictamente especificados, para la casta superior (senadores y clero); justificaba la esclavitud y el sojuzgamiento de los campesinos libres que habían surgido por aquella época; predicaba la subordinación al poder del Estado, y amenazaba con castigos, además de los terrenales, con los del poder de Dios, al que desobedeciera al soberano. Sin embargo, decía que el poder de la Iglesia era superior al poder real del Emperador.

    La doctrina de San Agustín, con respecto al Estado y al Derecho, hace resaltar la posición dominante de la Iglesia en el mundo, y preconiza un imperio teocrático militante de la Iglesia. San Agustín concibe el Estado como "una multitud unida por vínculos sociales". Para él, el Estado terrenal es inauténtico, porque sólo se reduce a satisfacer necesidades corporales por medio de la fuerza. Solo el Estado de Dios, la Iglesia (la Ciudad de Dios), es auténtica; ella posee la verdad, y sólo ella nos puede conducir a la unidad y a la paz eterna. Pero esto se realizará sólo con el segundo advenimiento de Cristo a la tierra, cuando organice un tribunal justiciero, que efectuará la separación definitiva de los escogidos y de los reprobados, de los devotos y los pecadores y ambos Estados, la Ciudad de Dios y la Ciudad del Hombre concluirán su definitivo desarrollo. Sobre ésta doctrina fantástica fundamentaron los regímenes feudales de la Edad Media su dominación, la subordinación de los pueblos, así como el papa justificó su preponderancia sobre tales regímenes.

    9. Santo Tomás de Aquino

    Santo Tomás de Aquino, otro de los pilares de la Iglesia Católica, que floreció en el Siglo XIII de nuestra era (1224-1274), adaptó los fundamentos del realismo aristotélico a los pilares de la fé, expresando, con la Escolástica, que la filosofía era una sirvienta de la Teología. La idea principal en Santo Tomás de Aquino, es la subordinación de la nación en la fé de Cristo y, por tanto, en la Iglesia.

    Santo Tomás dice que la esclavitud existe como un castigo para los hombres por sus pecados, y por sus necesidades económicas. Se basa en Aristóteles, en los jurisconsultos romanos y en San Agustín, para sostener esas tesis. Dice que los campesinos y que los artesanos urbanos, que son asalariados y se dedican a menesteres inferiores, no son dignos de manejar las cosas del estado. Estos forman la clase inferior; la clase media la componen los guerreros, jueces, científicos, sacerdotes y nobles y la clase superior es la gobernante.

    Según Santo Tomás, El estado no puede darle la felicidad a los hombres, como sostenía Aristóteles; sino que, por el contrario, apoyándose en San Agustín, esa felicidad solo puede hallarla, con la ayuda de la Iglesia, en la vida de ultratumba; es decir, después de la muerte; y con ello fundamenta la inmovilidad del régimen feudal -al que considera perfecto y de origen divino-; cuya fortaleza se funda en el "principio de poder", que es el único principio que hace posible el Estado. Esta unión del poder con el Estado, sólo es compatible con la unión que existe entre Dios y el mundo, y entre el alma y el cuerpo. Pero para Santo Tomás, el origen divino del poder, sólo se refiere a su "esencia" y no a su adquisición y utilización, pues éstas pueden ser obtenidas y ejecutadas, incluso contra la voluntad de Dios.

    10. Jacobo Benigno Bossuet

    Para finalizar estas notas sumarias sobre la divinización del Estado, haremos referencia a un texto famoso que sirvió de fundamento ideológico a la monarquía absoluta en Francia, en el Siglo XVII y XVIII. Nos referimos al libro escrito por Jacobo Benigno Bossuet, Obispo de Condon (1624-1704); en forma de lecciones para el Delfín (el heredero del trono de Francia, hijo de Luis XIV y de María Teresa de España), del cual fué preceptor de 1670 a 1679. Ya este soberano, Luis XIV, había dicho: "El que dió reyes a los hombres, quiso que se los respetase como a sus lugartenientes"; es decir, que este monarca se consideraba rey absoluto por derecho divino.

    Bossuet escribió "La Política sacada de las Sagradas Escrituras", y también "Discurso sobre la Historia Universal" para instruir en política al heredero de la corona de Francia, inspirados ambos en la concepción divina de que la providencia es la que gobierna el destino de los hombres. No hay azar ni fortuna en la marcha de las cosas; es la Providencia la que dirige, de manera firme, las cosas de los hombres y de los Estados, y no de manera vaga e incierta, sino de manera particularmente segura: un verdadero "dirigismo divino". Tal es la concepción global de la teoría teocrática de Bossuet.

    "La Política sacada de las Sagradas Escrituras" consta de diez libros, de los cuales solo los seis primeros sirvieron para la educación de Delfín; los restantes fueron escritos de 1680 a 1704.

    Bossuet, en su Política, dice basarse en las "Sagradas Escrituras", es decir en La Biblia, que la Iglesia y todos los cristianos admiten, que han sido inspiradas o dictadas por Dios todas las enseñanzas que contiene; pero al estudiar el texto se puede advertir que también influyeron en el autor, pensadores como Aristóteles, Platón, los estóicos y Tomás Hobbes, el autor de "De Cive" (del ciudadano) y de "El Leviathan" (Demiurgo-Demonio).

    Para Bossuet, el monarca absoluto es de derecho divino. En el libro primero de la obra dice: "Libro Primero: De los principios de la sociedad entre los hombres. Artículo Primero: El hombre está hecho para vivir en sociedad. Primera proposición: Los hombres no tienen, sino, un mismo fin y un mismo objeto que es Dios: "Escucha, Israel; el Señor, nuestro Dios, es el único Dios. Tú amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza" (Cita el Deuteronomio, el quinto libro de Moisés, del Antiguo Testamento). Pero los lazos de la divinidad son rotos por las pasiones de los hombres: es el caso del pecado original cometido por Adán y Eva y el de Caín que mata a su hermano Abel; y entonces el hombre se convierte en "el lobo del hombre".

    En el libro segundo de la Política dice: "Libro Segundo: De la autoridad: "Que la monarquía real y hereditaria es la más propia para el gobierno". "Sobre todo cuando va de varón a varón y de primogénito a primogénito". "La monarquía es la forma de gobierno más común, la más antigua y también la más natural". "El pueblo de Israel se redujo a ella, siendo el gobierno universalmente aceptado".

    En los libros tercero, cuarto y quinto, desarrolló los caracteres de la Monarquía, es decir, los atributos de la autoridad y del poder. Los caracteres de la monarquía son:

    1. La monarquía es sagrada. Los príncipes obran como ministros de Dios y como sus lugartenientes en la tierra. "El título de Cristo se da a los reyes; los vemos llamados los Cristos o los ungidos del Señor".
    2. La monarquía es absoluta. "El príncipe no debe dar cuenta a nadie de lo que ordena. Sin esta autoridad absoluta no puede ni hacer el bien, ni reprimir el mal; su poder debe ser tal, que nadie pueda escapar a él". No hay fuerza coactiva contra el príncipe.
    3. La monarquía es paternal. Los reyes ocupan el lugar de Dios, Padre del género humano.
    4. La monarquía debe ser invencible, bastión del reposo público que nada puede forzar. "Si hay en algún Estado, alguna autoridad capaz de detener el curso del poder público y de entorpecerlo en su ejercicio, nadie está en seguridad".
    5. La monarquía está sometida a la razón. "El gobierno es una obra de razón y de inteligencia". Es decir, que el soberano debe ser razonable y para ello, tiene que conocer la ley, los negocios del Estado, sopesar las ocasiones y los tiempos, saber escuchar los consejos sensatos; conocer a los hombres, conocerse a sí mismo, y, después de todo, acostumbrarse a resolver por sí mismo las cuestiones planteadas, etc.. Estas últimas enseñanzas han sido tomadas del "Eclesiastés", uno de los libros de Salomón, del Antiguo Testamento: "Escucha, pués, a vuestros amigos y consejeros, pero no os abandoneis a ellos"…etc.

    11. La Iglesia Católica

    La teoría de la divinización del Estado ha llegado a su punto culminante, en el momento en que los representantes de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, encontraron los fundamentos teóricos para la dominación mundial del Reino de Cristo. Estas pretensiones tuvieron lugar desde mediados del Siglo X al Siglo XII de nuestra era; época en que ya, el poderío de la Iglesia era tan grande que los Papas se sintieron con el suficiente aliento para imponer la dominación cristiana, no sólo en el aspecto espiritual, sino también en el temporal, con la sujeción de los demás gobiernos de la tierra a los dictados de la Iglesia.

    Con ésta idea, comenzó el papado a dirigir sus esfuerzos a suprimir la dependencia del clero al poder secular, a procurar la sumisión de la población a éste; y a buscar la influencia ilimitada de la iglesia tanto en asuntos eclesiásticos como seglares.

    Esta pretensión la justificaba el clero, en la creencia mítica de que el Estado Eclesiástico, o sea, la Iglesia Católica, había sido fundada por Jesucristo, cuando éste le dijo a Pedro: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra fundaré mi Iglesia y no prevalecerán contra ella las puertas del infierno". Es decir, que con este acto, Jesucristo instituye, de hecho, el Estado Católico, Apostólico y Romano; poniendo como su primer magistrado, Obispo y Papa, a Pedro el Apóstol. También sirven a las ideas de la dominación universal de la Iglesia Católica, las ideas de San Dionisio el Areopagita (el orden de la naturaleza reflejado en la sociedad) y de San Agustín acerca de la prevalencia del reino de la luz sobre el reino de las tinieblas.

    No vaciló el papado en inventar la teoría de las dos espadas. Esta consiste en divulgar la idea de que Jesucristo, al instituir al apóstol Pedro como Obispo de Roma, le había entregado dos espadas: la del poder eclesiástico y la del poder secular; y que el Papa, al consagrar a un soberano del poder temporal, le entregaba simbólicamente la espada del poder secular, por lo cual, siempre prevalecía sobre los estados temporales, el poder supremo de la Iglesia.

    Otra idea sustentada y difundida por los papas respecto de su poder divino, es la relativa a las llaves que Jesucristo le entregó al apóstol Pedro, en su concepto de portero del cielo. Siendo los papas sucesores de Pedro, es natural que tengan los mismos poderes y facultades que aquel y por tanto, ellos también poseen las llaves para abrir las puertas del cielo a aquellos que por su bendición, son favorecidos con tal privilegio. En consecuencia, con semejantes poderes, están por encima de todo soberano con poder temporal.

    Los papas habían ido centralizando la organización de la iglesia. Las actas del papa Gregorio VII proclaman que solo el Obispo de Roma es ecuménico (universal-católico); que solo él puede sustituir y nombrar a todos los obispos, promulgar estatutos e instituir jerarquías; que sólo el, en el mundo, puede ser denominado Papa y el único que tiene facultades para derrocar a los emperadores; sólo el papa puede dar permiso para que un Concilio sea Ecuménico; solo él puede decidir que un libro sea reconocido como canónico; nadie puede abolir sus resoluciones, excepto él mismo, por contrario imperio; nadie puede juzgarlo; pero él tiene la facultad de liberar a los súbditos de cualquier juramento que hubiesen prestado a sus soberanos.

    En su lucha contra los emperadores y monarcas que se sublevaban o por lo menos se oponían a las pretensiones del mando universal temporal de la Iglesia, se plantearon muchas posiciones, o mejor dicho, diversas teorías comparativas entre los dos poderes, en las que hacían resaltar el valor superior del poder eclesiástico sobre el civil. Así están las siguientes teorías: La Iglesia es comparada con el sol y el Estado con la luna; que recibe la luz de aquel; el poder eclesiástico es semejante al oro o al día, mientras que el poder civil es como el plomo y como la noche en comparación con el primero.

    Con estas doctrinas sobre el poder, el papa se atribuye la facultad de nombrar o deponer soberanos: es cierto que los reyes son nombrados por Dios, pero no obstante, quien los consagra, por mandato del mismo Dios, es el Papa, quien los bendice y los unge como tales, en actos simbólicos que la ley cristiana acepta ciegamente.

    CAPITULO IV

    EL ESTADO CONFORME EL DERECHO NATURAL

    1. La teoría del Derecho Natural

    La teoría del Derecho Natural se perfiló claramente en la historia del derecho cuando en la Edad Media se fundó la escuela clásica de esta disciplina bajo los auspicios de los Santos Padres de la Patrística (San Agustín, San Ambrosio, etc.) con las novedades introducidas por la Escolástica. Pioneros en esta Escuela fueron Santo Tomás de Aquino y Duns Scoto; más tarde Altucius, con un sentido racionalista y posteriormente Tomás Moro y Tomás de Campanella con un sentido socialista utópico hasta llegar a los racionalistas como Juan Jacobo Burlamaqui, Hugo Grocio, Baruch Spinoza, Christian Tomasius y Pufendorf. Sin embargo, la teoría del derecho natural tiene lejanos antecedentes históricos en la filosofía y en la literatura, pudiéndose establecer dos corrientes ideológicas totalmente opuestas: una que se fundamenta en la fuerza biológica del hombre, es decir, en la fuerza bruta y la otra se basa en el principio universal de justicia no sujeto a la voluntad de los hombres, y anterior y posterior a todos los códigos y legislaciones de los Estados.

    La más notable referencia que se tiene de la primera tesis se encuentra en el famoso diálogo "Gorgias" de Platón, en el que intervienen Sócrates, Gorgias, el célebre sofista, Polo un interlocutor indeciso y Calicles el cínico o inescrupuloso político ajeno a toda consideración pacifista. El diálogo versa sobre la retórica, o sea sobre el discurso que traslada al auditorio la argumentación para persuadir, conmover, agitar o enseñar.

    Calicles sostiene la tesis de que el Derecho es la fuerza, el poder del que dispone de la capacidad de imponerse por medio de la violencia. Sócrates le demuestra que el Derecho es la ley positiva, la ley dada y mantenida por el poder del Estado.

    En el sentido expresado por Calicles, la teoría del derecho natural fue sostenida más tarde por Nicolás Maquievelo, Tomas Hobbes y Rodolfo Von Ierhing y luego por los defensores del Estado racista como Gobinneau, Chamberlain, Bogor, etc.

    La segunda corriente tiene su más notable antecedente en la célebre tragedia de Sófocles "Los Siete contra Tebas", cuando los siete hijos de Edipo se disputaban el mando de Tebas; uno de los hermanos asume el poder; otro de ellos que combate por derrocarlo perece en la batalla y el gobernante promulga un decreto por el cual prohibe se le dé sepultura al cadáver so pena de muerte al que se la dé. Pero Antígona, la hermana de todos ellos se opone al decreto del tirano exclamando: "Yo daré sepultura al cadáver, porque obedezco la ley natural increada, la ley dada por los dioses, que es superior y anterior a toda ley humana".

    Esta segunda tesis fue la que recogió la Escuela Clásica del Derecho Natural y la que se ha venido defendiendo en todos los círculos jurídicos hasta nuestros días.

    Seguiremos paso a paso, en la medida de lo posible, la trayectoria de ambas posiciones.

    2. El Renacimiento

    El Renacimiento es el gran movimiento intelectual, artístico, filosófico y científico que, desde fines del Siglo XV hasta el primer cuarto del Siglo XVI, sacude a la Europa feudal con los vientos huracanados de la revolución intelectual, que insuflan nueva vida a las disciplinas del arte, la ciencia y la filosofía en todas sus dimensiones. Se trata de un movimiento que quiere retornar, por la vía directa, y no a través de las transmisiones distorsionadas del cristianismo, a las fuentes puras de la antiguedad clásica, con una visión del futuro de alegría y optimismo, a una vida que se realiza en la tierra y no, como lo hacía la teología cristiana, con una idea de ultratumba, para una existencia celestial que se verificaría después de la muerte.

    El renacimiento derrumbó no solo las columnas del arte, la ciencia y la filosofía medievales; sino que también, abatió, de modo implacable, la arquitectura majestuosa del poder espiritual de la Iglesia, representado por el Papa y la del poder temporal, representado por el Emperador. Por una parte, el Papa no logró nunca un dominio absoluto y ecuménico tal como lo pretendió con ardoroso empeño, la Iglesia en muchos siglos; y, por el otro, el Emperador fué definitivamente descartado cuando se constituyeron las grandes monarquias europeas como Francia, España e Inglaterra, que le disputaron la soberanía; al mismo tiempo que le impusieron límites a las pretensiones de la jerarquía papal y eclesiástica.

    Por otra parte, los nuevos descubrimientos geográficos como el de América; la nueva ruta hacia la India por el "Cabo de la Nueva Esperanza" al sur de Africa ya la ruta terrestre hacia el lejano Oriente descubierta por Marco Polo; la invención de la imprenta en 1496, etc.; todo eso hizo variar de rumbo completamente a la mentalidad de los pueblos de aquel tiempo.

    Cierto es, sin embargo, que los nuevos Estados unificados de las grandes monarquías de Francia, España e Inglaterra; continuaron con sus sistemas de dominio absoluto, sobre la base de las tradiciones milenarias, en cuanto a la gestión política se refiere, es decir, justificándolas como si fuesen la expresión de la voluntad divina. Pero, a partir del Renacimiento, aparecen nuevas ideas que explican, de manera diferente, la naturaleza, la substancia, la esencia y la razón de ser del Poder Estatal. Estas ideas corren paralelas a las tradicionales formas del pensamiento político, cuya influencia se prolongó, con Bossuet y Fenelón, hasta las postrimerías de la monarquía absoluta en Francia, y con los teólogos católicos en la monarquía española representada, inicialmente, con los reyes católicos Fernando e Isabel, Carlos I, Felipe II, etc., que según sus creencias, reinaban por derecho divino. En ese trayecto, desde fines del siglo XV hasta fines del XVII, se proyectan las grandes figuras de Nicolás Maquiavelo, Juan Bodín, Tomás Moro, Baruch Espinoza y Hugo Grocio, cuyo pensamiento político e ideas respecto al Estado, examinaremos en breves páginas.

    Nicolas Maquiavelo (1469-1527), Juan Bodín (1520-1596), Tomás Moro (1478-1535), Tomás de Campanella (1568-1639) y los Holandeses Hugo Grocio (1583-1645) y Baruch Espinoza (1632-1677); fueron los representantes ideológicos de las burguesías nacientes, vanguardia del capitalismo que se iniciaba en la Europa Occidental, y cuya nueva cultura exigía nuevas visiones en las disciplinas científicas, filosóficas, morales y políticas; en contraposición a las ideas, dominantes aún, de la Edad Media y del Feudalismo, basadas en la religión y en la teología. Estos ideólogos, en las cuestiones de la política y del Estado, ya no se explican el fenómeno social por metafísico derecho divino, de una imposición de la voluntad de Dios en las cosas de los hombres.

    3. Maquiavelo

    Nicolas Maquiavelo (1469-1527), es abrasado por todo el fuego ardiente del Renacimiento, en su más brillante esplendor; vive toda su vida en la Florencia de los Médicis, (prestamistas que gobernaron desde 1434 hasta 1493); del Monje Gerónimo Savonarola (que gobernó desde 1494 hasta 1497) y los Borgia (1497-1507). Maquiavelo fué el primero en basarse en la observación de los hechos; en la utilización de los datos de la historia y en el conocimiento de la psicología humana; en la ciencia política liberada de los dogmas de la religión y de la teología. Trata de descubrir las leyes que rigen el desarrollo de los fenómenos sociales.

    Maquiavelo, ve los hechos conforme su naturaleza. No estudia al hombre ni sus insituciones conforme idealidades metafísicas; sino conforme su propia reacción natural espontánea. Sobre política escribió dos obras que son muy famosas: "Discursos sobre las décadas de Tito Livio" (que habla de la República) y "El Príncipe" (que da las reglas sobre la conducta de un hombre de Estado). Esta última fué de gran provecho para todos los gobernantes del mundo entero, que han basado su política en el empobrecimiento de las clases desheredadas, la traición, la mentira, la hipocresía; sujetandose fielmente a los dictados del contexto brillante del escritor florentino, que tuvo como principal modelo al astuto, feroz, cruel e implacable déspota de la república de Florencia: César Borgia, hijo favorito del Papa Alejandro IV (Alejandro Borgia).

    Examinaremos esta última obra que es donde se expresa con más nitidez el pensamiento de Maquiavelo sobre el Estado y el hombre de Estado.

    1. Se propone maquiavelo en "El Príncipe", investigar "cuál es la esencia de los principados; de cuantas formas de principados hay, cómo se adquieren, cómo se mantienen y por que se pierden" (carta de Maquiavelo a Vettori). Divide los principados en cuatro clases: Hereditarios (como la monarquía francesa o española); Nuevos (cómo los que surgían en la Italia de su tiempo; dezpedazada constantemente por las invasiones extranjeras de alemanes, franceses, austríacos, españoles y por las querellas internas en que se despedazaban las ciudades entre sí, en guerras intestinas capitaneadas por "condottieri" -aventureros- mercenarios, que se vendían al mejor postor, cómo las ciudades repúblicas de su tiempo, dirigidas por déspotas o familias aristocráticas); Mixtos (como el reino de Nápoles en su anexión a España); y Eclesiásticos (que tienen sus propias modalidades).
    2. A Maquiavelo no le interesa la justificación previa de una acción por la vía de la abstracción jurídica o filosófica; a él, lo que le preocupa, es la comprobación de la generalidad de un hecho real; el dominio desnudo de la fuerza en las acciones humanas; el triunfo de la fuerza como esencia de la historia humana. Este hecho hay que observarlo en las formas de gobierno (despotismo, aristocracia, república). Para este autor, la aplicación de la fuerza en los actos de gobierno, es simplemente un hecho natural, vanal y simple.
    3. Todo principado (nobleza territorial-Estado) significa una "creación de fuerza". En tener fuerza en todo estriba el Poder del Estado; tanto para adquirirlo como para conservarlo. La razón primera y última de la política del príncipe es el empleo de la fuerza; pues "la fuerza es justa cuando es necesaria", y el mejor empleo de la fuerza es la guerra. "La guerra -escribe Maquiavelo-, las instituciones y reglas que le conciernen, son el único objeto al que un príncipe debe entregar sus pensamientos y su aplicación y de la cual le conviene hacer su oficio; esta es la verdadera profesión de cualquiera que gobierne, y con ella, no sólo los que han nacido príncipes pueden mantenerse, sino también, los que nacieron simples particulares pueden frecuentemente, llegar a ser príncipes. Por haber descuidado las armas y haber preferido en vez de ellas las dulzuras de la molicie, se les ha visto perder sus Estados a algunos soberanos. Despreciar el arte de la guerra es dar el primer paso hacia su ruina; poseerlo perfectamente, "es el medio de elevarse al poder". Así, pues, para todo Estado (hereditario, nuevo o mixto) en cualquiera de sus formas de despotia, monarquía, oligarquía aristocrática o república; las bases fundamentales son "buenas leyes o buenas armas"; no puede haber buenas leyes allí donde no hay buenas armas; y al contrario: "allí donde hay buenas leyes, sí hay buenas armas". Las buenas armas, para Maquiavelo, son los ejércitos nacionales; los mercenarios no. Para Maquiavelo el Estado es la fuerza; la fuerza del que domina; a los súbditos solo les toca obedecer. Pero estos súbditos aman la libertad, como se ha visto a traves de la historia de la humanidad, a muchos pueblos luchar y morir por ella y como el mismo vió a sus coetáneos luchar y morir en defensa de las libertades públicas que ofrecían las repúblicas aristocráticas de su tiempo (Venecia, Milán, Florencia, Pisa, Parma, etc.), que luego fueron destruidas por familias despóticas (los Médicis, Orsini, Borgia, etc.). Los principados (Estados) deben basarse fundamentalmente, para conservarse, en la fuerza: "Cualquiera que habiendo conquistado un Estado acostumbrado a vivir libre no lo destruya, debe esperar ser destruido por él….. Tómese la precaución que se tome, hágase lo que se haga; si no se disuelve el Estado, si no se dispersa a sus habitantes, se les verá, en la primera ocasión, recordar, invocar su libertad, sus instituciones perdidas y esforzarse por recuperarlas".

    4. La monarquía francesa

    La monarquía francesa, uno de los grandes principados (Estado) hereditarios según Maquiavelo, y una de las grandes naciones unificadas bajo el feudalismo; era, en tiempos de Juan Bodín (1520-1596), nación dividida, escindida por las querellas entre católicos y protestantes, es decir, por las guerras de la religión.

    1. El enfrentamiento entre las ideologías católica y protestante, había sido iniciado en 1517 en Alemania por el frayle Martín Lutero (1483-1542); la reforma protestante había prosperado de manera incontenible por toda Europa, especialmente en Francia, los países germánicos e Inglaterra. Estando Francia bajo el reinado de Carlos IX, católico igual que su madre Catalina de Médicis y sus hijas, prepararon la matanza de protestantes iniciada al día siguiente de la boda de Enrique de Navarra con Margarita, la hermana de Carlos IX; la noche en que se inició esa matanza se llamó "noche de San Bartolomé".
    2. A raíz de estos acontecimientos, un erudito historiador llamado Francisco Herman, desde Ginebra, la ciudad suiza dominada por el fanatismo calvinista; en un panfleto llamado "Franco-Galia", le hace duras críticas a la monarquía francesa y propone un gobierno, un Estado mixto, compuesto de tres elementos; la realeza como poder, la aristocracia como intermediaria y el tercer estado, el pueblo como partícipe del gobierno del rey. El primero y el tercero de estos elementos -dice el panfleto- son enemigos naturales y la aristocracia sería la armonizadora. Propone, en síntesis, que el monarca puede ser revocado cuando no cumpla con los propósitos de los súbditos; en contra de la tendencia de los juristas burgueses (ya que, por ese tiempo, la burguesía hiba tomando injerencia notoria en las cuestiones políticas), que luchaban por inponer el derecho romano imperial que daba al rey un poder absoluto. A este reto respondió un grupo neutro denominado "Los Políticos", que admitía la realidad de la división de la nación francesa en ideologías religiosas contrarias. Este grupo se propone la tolerancia en materia religiosa; mantener la paz de la nación, enalteciendo la figura del rey como arbitro y protector de todos los cultos, y no como jefe de ninguno de ellos.
    3. El filósofo de esta idea jus-política fué Juan Bodín, el jurista autor de "Los seis libros de la República", publicada de 1576 a 1578, tres años después de la terrible matanza de nobles protestantes en la "noche de San Bartolomé". Juan Bodín fué un filósofo, jurista, historiador, político y economista, que además, escribió un interesante estudio denominado "Método para facilitar el conocimiento de la Historia" y estudios de jurisprudencia y economía.

    El primer libro de la "República" se titula: "Cuál es el fin principal en una República bien ordenada", el cual comienza con la siguiente definición: "República es un recto gobierno de varias familias y de la que les es común, con potestad soberana". La esencia de esta definición es que, el autor entiende por "república", a la manera de los romanos, "la cosa pública", la comunidad política en general y no "como una forma de gobierno" que se opone a la monarquía, al imperio, a la aristocracia, a la oligarquía y que es la "forma" específica de la "democracia"; que el gobierno de esa cosa pública, de esa comunidad política, es atributo de "varias familias de la nobleza", entre las cuales está repartida la potestad soberana que ejercen en común.

    Bodín, a diferencia de Maquiavelo (que se situa en el hecho concreto sin importarle justificación o legitimidad alguna), busca ante todo, un fundamento jurídico, la base legal del asunto. Sin esa base todo lo que se diga caerá por su propio peso. Para Bodín la comunidad política es un gobierno "recto", de derecho; algo que no sólo es conforme a ciertos valores morales de razón, de justicia, de orden, sino también, que encuentra su fin principal en la realización material de esos valores. La familia es el punto de partida; es, a la vez, la célula madre y la imagen y modelo de toda la comunidad política bien ordenada.

    La potestad está considerada, sin discusión posible, como inherente a la noción misma de comunidad política, dice Bodín: "…la República, sin potestad soberana, que une a todos los miembros y partes de aquella y todas las familias y colegios en un cuerpo, no es ya república". Bodín, igual que los romanos, predica la soberanía como un sentimiento o concepto de fuerza y majestad.

    La soberanía es, segun Bodín, una fuerza de cohesión, de unión de la comunidad política, sin la cual ésta se dislocaría. Ella cristaliza ese trueque de mando y de obediencia, que la naturaleza de las cosas impone, a todo grupo social que quiere vivir: "es la potestad absoluta y perpetua de toda República" (Estado). Perpetua, quiere decir que "está intimamente ligada a la conciencia directriz de la sociedad, bajo cualquier forma que se presente (monarquía, aristocracia, o democracia)…" (P. Mesnard).

    Autoridad absoluta, quiere decir, que el soberano tiene la facultad de ordenar o suprimir la ley basado, únicamente, en su pura y franca voluntad. La primera facultad del príncipe soberano, es la de dar la ley, para todos, en general, y cada uno en particular, sin necesidad del consentimiento del más grande, del igual o menor que él… Ni la costumbre se escapa a esta soberanía; pues, "La costumbre no puede anular la ley, pero la ley sí puede derogar la costumbre" (Bodín).

    Todos los signos de la soberanía están comprendidos en el príncipe (monarca, aristócratas, pueblo), decretar la guerra y tratar la paz; instituir oficios, profesiones y funciones; juzgar, en última instancia; otorgar Gracias a los condenados, en oposición a las sentncias y contra el rigor de las leyes; acuñar la moneda y recaudar tributos e impuestos; …Todos esos signos se derivan de la facultad preciosa de la soberanía, de ese monopolio de dar y de anular la ley.

    La soberanía según Bodín, puede residir en la muchedumbre (democracia) o en una minoría (aristocracia) o en un solo hombre (monarquía). La teoría de Bodín, es la de la unificación de Francia; de la unidad soberana, contra la feudalidad; cascada de dominios eminentes y de lazos jerárquicos personales; lo cual significaba la fragmentación, hasta lo infinito, de la autoridad pública, la confusión de los poderes públicos y de los poderes privados. Es decir, que la soberanía, distribuida en tantos pequeños estados feudales, perdía su eficiencia. En cambio, la dispersión feudal caía pulverizada bajo el peso de esta soberanía absoluta, armada con el monopolio de dar y de anular la ley. La burguesía de entonces, pues, estaba de parte de la monarquía absoluta, que propiciaba la unidad de Francia, en contra de los señores feudales protestantes, que proponían el gobierno mixto antes mencionado.

    La teoría de Bodín tiene un doble objetivo: terminar con un Estado feudal, que consiste en un poder real disfrutado, conjuntamente, con una serie de nobles familias aristocráticas; y el otro, el de limitar las pretensiones de dominio temporal del Papa, o del poder episcopal, destacando que, el soberano absoluto, no tiene otro poder por encima de él, ni otro igual a su lado. El soberano lo tiene todo por sí mismo.

    En lo demás de su obra "Los seis libros de la república", Juan Bodín, se propone descubrir las leyes que determinan los hechos sociales. En este sentido, sostiene la teoría de la influencia que ejerce el clima sobre el carácter de los pueblos, y sobre las ocupaciones de éstos afirmando, de esta manera, la influencia decisiva que los accidentes geográficos tienen sobre la vida y la historia de los hombres.

    5. Tomás Moro y Tomás de Campanella

    Tomás Moro, en su libro "Utopía" o "Libro Aureo", refleja el estado económico de la Inglaterra de principios del Siglo XVI, constituyéndose tal obra, en un valioso testimonio histórico, sobre la cruel explotación de las masas trabajadoras en el período inglés de la acumulación primitiva de capital, que marcó el inicio de la dominación de la burguesía.

    Campanella escribe "La Ciudad del Sol", que es la descripción de un Estado utópico, a semejanza de la isla de la Utopía de Tomás Moro; inspirado por el anhelo de hallar una solución a la penosa situación de las masas trabajadoras de Italia. En ella traduce la aspiración de dicha clase, de liberarse de la opresión y de la explotación de que eran objeto, por las clases señoriales.

    6. Hugo Grocio

    Grocio, representante, en Holanda, de la naciente clase capitalista en el Siglo XVI, escribió su célebre tratado "Del Derecho de la Guerra y la Paz", que trata sobre los problemas del derecho internacional, del derecho en general, y del Estado en particular. Para este autor, el derecho no descansa en la voluntad de Dios, sino "en la naturaleza de los hombres".

    7. Baruch Spinoza

    Spinoza, es otro holandés afiliado a la corriente progresista de su tiempo, al lado de la clase capitalista que iniciaba su proyección hacia el dominio económico, social y político.

    Baruch (Bernardo o Benedicto) Spinoza, pertenece a los pensadores holandeses del Siglo XVIII partidario de la filosofía jusnaturalista independiente de las enseñanzas de la religión y de la teología. Su obra capital es la "Etica demostrada por el método geométrico"; pero sus ideas sobre la sociedad y el Estado las desarrolla en sus obras "Tratado teológico Político" y "Tratado Político".

    Con respecto al Derecho y al Estado es rigurosamente determinista: en la naturaleza nada hay casual; todo está sujeto a la ley de las causas y de los efectos, pues todo se realiza de modo necesario. El Derecho y el Estado tienen su fundamento en la "ley Natural" que es la expresión de la "necesidad natural". Sostiene que el derecho natural de cada individuo llega hasta donde alcanza su poder, así, los peces grandes devoran a los pequeños y éstos se desplazan libremente en las aguas mientras no son devorados; o el derecho natural de los hombres alcanza hasta donde llegan sus fuerzas o capacidades de dominio.

    Todos los anteriores expositores de esa época, Siglos XVI y XVII, fueron defensores de una teoría "jus-naturalista" o sea, de uan teoría del "Derecho Natural", desprendida del estudio de la naturaleza humana, aunque unos, como Maquiavelo, Bodín, Grocio y Spinoza fueron partidarios del absolutismo, aunque no fuera el rey el jefe del gobierno del Estado; y otros, como Moro y Campanella eran partidarios de un régimen socialista, que ellos imaginaban como ensoñaciones utópicas.

    8. Thomas Hobbes

    Un defensor del absolutismo del rey, de la monarquía, en Inglaterra, fué John Oliver Thomas Hobbes (1588-1679), o sea en los Siglos XVI y XVII, con base en las ideas del "Jus-naturalismo" (la teoría del derecho natural), y no en las concepciones de la teología y de la religión. En 1634 escribió un libro titulado "Defensa de los Derechos del Rey, necesarios para conservar la Paz en el Estado". Exiliado en París, escribió en 1641 el libro "El Ciudadano" y también las obras "Del Cuerpo" (1644) y "Del Hombre" (1648). En 1651 escribió el "Leviathan", su obra capital en materia de filosofía política. Hobbes fué atacado, tanto por los monarquicos como por los republicanos (que habían tomado el poder dirigidos por Oliverio Cronwell en 1648), debido a sus ideas filosóficas materialistas, mecanicistas y ateas. Los primeros decían que era imposible justificar la monarquía que se basaba en el "derecho divino" y no en el "derecho natural" y los segundos por que se oponían a sus designios políticos y religiosos.

    En Inglaterra en el Siglo XII hubo una revolución por la cual los nobles feudales le impusieron al rey Juán Sin Tierra, mediante una carta magna se establecieron los derechos de los nobles, las limitaciones del poder real y el Parlamento como órgano de gobierno. Con el establecimiento de la república, de 1648 hasta 1660 por Oliverio Cronwell y sus partidarios, el Parlamento ha jugado un papel decisivo en la historia del estado inglés hasta nuestros días.

    Las ideas filosóficas de Hobbes representan una visión general de las ideas científicas y filosóficas del Renacimiento y de la Reforma protestante, a la luz del racionalismo; por eso piensa que lo infinito no puede ser objeto del conocimiento, sino sólo objeto de la fe, y de la creencia religiosa y Dios sólo es un esquema de la Teología. La filosofía de Hobbes es esencialmente sensualista y mecanicista; lo fundamental en el mundo es la materia, el cuerpo; la materia está formada por los átomos, que son los elementos más infimos de ella; los cuerpos existen independientemente de nuestra conciencia; la materia es eterna, y no ha sido creada, no crece ni desaparece; la materia puede ser conocida por medio de nuestros sentidos y por medio de la razón; las sensaciones constituyen un conocimiento inferior; la razón aporta los conceptos.

    Desde su punto de vista, el método matemático, geométrico, es un método científico universal que debe ser aplicado, tanto en el terreno de las ciencias naturales, como en el de las sociales, en la vida social, en el espacio moral y político. Este enfoque de la teoría del conocimiento por el método científico natural, implicaba una verdadera revolución que se enfrentaba al predominio de la escolástica. Sin embargo, el método mecanicista, apenas era el primer intento de rebelión contra un pasado sumido en el mundo de la religión y de la teología.

    ¿Que busca el hombre como fin supremo?, preguntaba Hobbes; y contesta: El placer verdadero, es decir, lo útil. Y ¿Qué es lo útil al hombre?; y contesta: Una moral utilitaria amplia que abrace la ética más pura; es preciso ser buen ciudadano, buena persona, sociable y servicial, no por el cumplimiento de un deber, sino por la utilidad que el hecho útil presenta. La moral utilitaria supone un estado social organizado. El hombre en "estado de naturaleza" es un lobo para el hombre (homo homini lupus). El "estado natural" consiste en una guerra permanente de todos contra todos (bellum omnium contra ommes), y para escapar a esta destrucción recíproca, los hombres se sometieron a un príncipe que organizó las relaciones sociales en vista a lograr un interés común satisfactorio. Tal príncipe merece que le resignen todos los intereses individuales, el de las instituciones religiosas, el de las creencias de toda clase y hasta los dogmas; y doctrinas de la ciencia. En suma: el despotismo absoluto es la consecuencia definitiva de la doctrina utilitarista de Hobbes. Es evidente que Hobbes influyó en Juan Jacobo Rousseau para la estructuración de su doctrina del "Contrato Social" que tanto influyó para la dirección del proceso revolucionario de la Europa del Siglo XVIII.

    El libro de Hobbes sobre el Estado se llama "Leviathan" y fué publicado en 1651. El "Leviathan" es la síntesis de la doctrina de Hobbes, que algunos han llamado "tesoro de doctrina moral y política" y otros, consideran que es la más grande obra de filosofía política escrita en inglés. El nombre completo de la obra es: "Leviathan: o la materia, la forma y la potencia de un Estado eclesiástico y civil".

    Leviathan es un monstruo bíblico, una especie de gran hipopótamo del cual habla el Libro de Job, indicando que "no hay potencia en la tierra que pueda serle comparada". En otra imagen, esa bestia marina es comparada, o mejor dicho representada por los santos padres de la Iglesia católica; en el sentido moral, como el demonio o enemigo de las almas. Según la mitología del pueblo mandeo (pueblo de la antigua India que vivía en las márgenes del río Indo) es un monstruo que, al final de los tiempos, durante la dominación del planeta Marte y la aparición del Islamismo, devorará la tierra, los planetas, el zodíaco y todas las almas pecadoras.

    Para Hobbes, el Leviathan es un hombre artificial gigantesco. Este ser mítico aparece pintado en la primera edición de la obra, imaginado por el autor emergiendo de una colina, a medio cuerpo, con la mirada dilatándose hacia un paisaje de bosques, colinas y valles que preceden a una ciudad importante; su mirada es fija, penetrante, con una sonrisa leve, casi imperceptible y sarcástica, con gran parecido a Oliverio Cronwell, el dictador republicano que ocupa la jefatura del Parlamento Inglés, desde la revolución de 1648 y cuyo poder terminó con él en 1658 y con su hijo en 1660. Su cuerpo está hecho de individuos aglomerados que se juntan a millares; en la mano derecha sostiene, levantada sobre el campo y la ciudad, una espada; en la izquierda, un báculo episcopal. Más bajo, encuadrando con el título de la obra aparecen dos series de emblemas; unos de orden temporal-militar y otros de orden espiritual-eclesiástico, o sea: un fuerte, una catedral, una corona y una mitra, un cañon y los rayos de la excomunión, una batalla con caballos encabritados, un concilio cuyos personajes llevan grandes vestimentas.

    El ser descrito es un "hombre artifical creado por el arte habilidoso del hombre: el Leviathan es una invención humana conocida con el nombre de "cosa pública" o "Estado" (Commonwealth o Civitas y polis). Este ser mítico, imaginado por Hobbes con forma humana, ha sido creado para defensa y protección del hombre natural: en él, su alma es la soberanía; la recompensa y el castigo son sus nervios; la opulencia y la riqueza de todos los particulares son su fuerza; la salud del pueblo es su función, la equidad y las leyes son la razón de su ser y de su voluntad; la concordia es su salud; la sedición es su enfermedad; la guerra civil es su muerte.

    En el análisis del hombre artificial que es el "Leviathan", Hobbes sigue los siguientes pasos:

    1. La causa material y la causa eficiente, o sean: la substancia y el escultor. Uno y otro son la misma cosa: el hombre, como ser individual natural. En el comienzo de todo está el movimiento; y el hombre, como ser natural, es un mecanismo con sensaciones que se manifiestan en forma de apetitos, deseos, aversiones, amor u odio que generan esfuerzos hacia la consecución de algo "La voluntad es el acto de decidir el último apetito o la última aversión en el debate interior previo para hacer o no hacer alguna cosa". "Lo que se llama "felicidad" existe cuando nuestros deseos se realizan con un éxito constante".
    2. El poder es la condición "sine qua non" de esta felicidad. Riquezas, ciencia, honor, no son sino formas del poder. Hay en el hombre un deseo perpetuo, incesante, de poder, que no cesa sino con la muerte. El hombre es un ser dotado de razón y en esto se distingue de los demás seres del reino animal; es curioso, y de allí su afan por la ciencia; es religioso, de donde su afán de averiguar sobre lo infinito e invisible, es decir, por la causa de las cosas que es Dios; sufre de ansiedad y de ambición, y de allí su afan de indagar sobre el porvenir y de temerle a lo invisible. Esa es la naturaleza del ser humano.
    3. Todo hombre frente a otro hombre es un competidor. Y esa es, precisamente, la condición natural de vivir en sociedad. y todos los hombres están ávidos de poder, bajo todas sus formas, en todos sus aspectos y manifestaciones. El estado natural del hombre es la competencia, la desconfianza recíproca, la avidez de gloria o de reputación, lo cual da como resultado la guerra permanente de todos contra todos. La guerra no es sólo el hecho actual de batirse, sino la "voluntad buscada de batirse"; y mientras exista esa voluntad de batirse, hay guerra y no paz: el hombre es el lobo del hombre; homo homini lupus.

    En el estudio del hombre individual -desde el punto de vista biológico natural- Hobbes señala dos tendencias naturales de la raza humana, que son:

    1. Una avidez natural por la cual uno pretende gozar, él sólo, de los bienes comunes;
    2. Una razón natural por la cual cada uno procura evitar la muerte violenta como el mayor mal de la naturaleza.
    1. La primera ley fundamental es: "buscar y conseguir la paz, en cuanto se tiene la esperanza de obtenerla; y cuando no se puede obtenerla buscar y emplear todos los auxilios y ventajas de la guerra" (Leviathan I.14).

      La segunda ley es: "El hombre, espontáneamente, cuando todos lo hagan y en cuanto lo juzguen necesario para su paz y su defensa, debe de renunciar a su derecho sobre todo y contentarse con tener tanta libertad respecto a los otros cuanto él mismo reconoce a los demás con respecto a sí" (Leviathan).

      Bajo la influencia de estas dos leyes generales del derecho natural, el hombre sale de su "estado de naturaleza", es decir, de la guerra contínua o perpetua de todos contra todos y celebra con los otros hombres "pactos, contratos o convenios" por los cuales renuncia a una parte de sus derechos primitivos.

    2. Para escapar o salir de ese "estado de naturaleza" que es el de "guerra de todos contra todos", el hombre ha tenido necesidad de crear el "derecho natural" orientado por la razón. Se llega al derecho por el impulso natural de las pasiones y de la razón. Algunas de las pasiones inclinan al hombre hacia la paz, como por ejemplo, el temor a la muerte; a la vez que la razón le sugiere artículos de paz, con los cuales puede convenir con los demás hombres con quienes se relaciona. A esos artículos Hobbes los llama "leyes naturales", a los cuales la razón llega de hecho, obtenidas como conclusiones, axiomas o teoremas en la geometría. Esos artículos son leyes, preceptos o normas generales, por las cuales, se prohibe, a los hombres, hacer lo que acarrea la destrucción de la vida u omitir lo que no contribuye a conservarla.
    3. Esos pactos, convenios o contratos no se cumplirán dada la naturaleza apetitiva, mezquina y egoísta del hombre individual. Se necesita para ella de un poder irresistible, visible y tangible, armado del castigo, que constriña, obligue y someta a los belicosos hombres, pues "los pactos sin la espada no son más que meras palabras" (Leviathán). Este ser irresistible, visible y tangible es el Estado -el Leviathan, el hombre artificial cuya descripción se ha hecho- o sea la "Cosa Pública", el Commonwealth, la Civita, la polis; esta Estado goza de un poder cohercitivo que constriñe, que obliga, de donde nacen las nociones de lo justo y de lo injusto, del bien y del mal; en general, las nociones morales; ser que sirve de medio para garantizar la vida pacífica de la comunidad (Leviathan I.15).

      Una ley natural obliga al soberano a garantizar la vida y la seguridad de la comunidad, del pueblo; pero el soberano sólo está obligado a rendir cuentas ante Dios, que es el autor de esa ley. También es obligación del derecho natural del soberano, el preservar la soberanía, no traspasarla a otro ni permitir que sea disminuída.

      Los súbditos están obligados a la más completa obediencia al soberano en todo lo que no esté en oposición a las leyes divinas.

    4. El Estado es una persona de cuyos actos cada uno de los individuos debe considerarse autor. El que representa al Estado es el "soberano", el cual tiene poder ilimitado sobre todos; los demás sólo son súbditos. El poder del soberano es absoluto.
    5. Lo que preserva al Estado-Leviathan, es la autoridad. El beneficio conquistado con el pacto social que creó al Estado, el hombre que era un lobo para el hombre se ha convertido en un "Dios" para el hombre. Es decir, el ente mítico "Leviathan" -monstruo o dios se ha considerado, fantásticamente, un monstruo devorador o un dios hacedor, protector, magnánimo, previsor, liberal y humano. La autoridad es la afirmación intransigente y el ejercicio integral de la soberanía. Los derechos de la soberanía son para el soberano los medios para la realización de sus funciones; y quien renuncia a los medios renuncia, así mismo, de los fines. La autoridad es la condena implacable de todas las doctrinas que falsamente conducen a las sediciones y a la guerra civil.
    6. Lo que disuelve al Estado, es la ausencia de autoridad absoluta e indivisible. Una forma de minarla es aceptar gobiernos mixtos; la pretensión de someter al soberano a las leyes; la de atribuir a los súbditos un derecho de propiedad absoluta.

    Lo que disuelve al Estado es la discusión del poder del soberano, por lo cual el Estado debe perseguir todas las falsas doctrinas que lo adversen y lo critiquen, siendo esta persecución tenaz e implacable.

    La principal idea que debe perseguir sin descanso el Estado es la que sostiene que "Los hombres deben juzgar lo que está permitido y de lo que no está permitido, no por la ley, sino por su propia conciencia; es decir, por su juicio personal". Porque si los hombres se erigen en jueces, forzosamente retornará al estado de naturaleza; tan odioso por su anarquía incontrolada.

    Lo que disuelve también, por otra vía peligrosa, al Estado, es la concepción falsa de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, de la religión y de la sociedad civil. El Estado debe tener el dominio de la religión y de la sociedad civil. El Estado debe ser también órgano de la Iglesia. Ninguna falsa autoridad espiritual tiene fundamento alguno para erigirse en rival del soberano poder del Estado.

    Ningún Papa, dean, patriarca, imán, sanhedrín, etc., tampoco ninguna conciencia humana individual podrá oponerse con jerarquía igual o superior al Estado-Leviathan. Ninguna discusión puede abrirse en el corazón del cristiano -o del creyente- y el súbdito; tiene que imponerse la ley civil sobre el sentimiento religioso. En el Estado-Leviathan, nadie tiene ya que servir a dos señores. Esta es la exposición más coherente y sistemática del absolutismo político.

    La forma del Estado-Leviathan no importa, puede ser una monarquía, una aristocracia oligárquica, una tiranía, una democracia. La forma monárquica o republicana, indiferente, pues en una u otra, el poder debe ser absoluto para el soberano. El autor del ente mítico del Leviathan prefería el Estado monárquico.

    Partes: 1, 2, 3
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